Archivos de la categoría: ESCRITORES

09Nov/22

EL ALMOHADÓN DE PLUMAS (CUENTO FANTÁSTICO). HORACIO QUIROGA

«Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rabia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.»

Alicia, la protagonista de este cuento, del escritor uruguayo Horacio Quiroga (El Salto, Uruguay, 1878, Buenos Aires, Argentina, 1937), vive sumida en la tristeza al darse cuenta de que Jordán, su marido desde hace tres meses, no le da el amor que ella necesita ni le hace saber que la quiere. Él es un hombre que no sabe expresar sus sentimientos y a ella no le queda más remedio que «echar un velo sobre sus antiguos sueños» y no pensar en nada. Esa es la voluntad de Alicia, aceptar el fracaso, aceptar la ruptura de las ilusiones que había depositado en su matrimonio y seguir adelante. Pero Quiroga nos tiene reservada una pregunta dentro de este relato fantástico. Criaturas aparte, el tema que, en mi opinión, el autor uruguayo pone sobre la mesa es el siguiente: ¿Puede alguien enfermar por la falta de amor, de contacto físico, de conversación, en definitiva, por la falta de atención de aquel de quién está enamorado? ¿Puede esto conducir a la muerte? ¿Es tan improbable, tan de género fantástico, el enfermar por sentirse nadie al lado de la persona que uno ama profundamente que esto obliga el tener que inventar una criatura fantástica para finiquitar un problema que da miedo que pueda ser cierto? ¿Hay que pasar al plano de lo imaginario, lo fantasmagórico  porque el plano de la realidad no tiene respuestas para explicar tal hecho?

Alicia enferma. Primero tiene un ligero ataque de influenza, al que le siguen otras visicitudes como, por ejemplo, una fuerte anemia.

«Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida  en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. (…) Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada.»

¿Hubiera más ternura salvado a Alicia?

Pero no hubo más. Al día siguiente de este suceso, ella amanece desvanecida.

¿Puede tener el desamor forma de parásito, de criatura monstruosa, velluda y viscosa?

El almohadón de plumas es el titulo de este relato fantástico de Quiroga. Quiroga fue un cuentista, dramaturgo y poeta. Considerado como uno de los maestros del cuento latinoamericano, naturalista y modernista. Ha sido comparado con el escritor estadounidense Edgar Allan Poe.

Quiroga sintió siempre una atracción por temas que abordaban los aspectos más extraños de la naturaleza, a menudo salpicados de terror, sufrimiento o enfermedad para los seres humanos, justo como ocurre en este cuento. Estudiosos de su obra han llegado a la conclusión de que la pasión por esos temas se debe a la vida trágica que le tocó en suerte al escritor. El padre de Quiroga muere en una cacería al disparársele accidentalmente la escopeta, su padrastro tumbado y afásico por un derrame cerebral, logra apoderarse de un arma con la que se vuela la cabeza; Quiroga está entre quienes lo encuentran. Por si esto no fuera suficiente, años más tarde, su mujer acaba con su vida con una dosis de biocloruro de mercurio.

El almohadón de plumas fue publicado por primera vez en la revista Caras y caretas en julio de 1907.

Si después de este estupendo relato se quedan con ganas de más, les invito a que abran el libro Vampiros de Ediciones Atalanta. En este volumen de relatos, además del citado, encontrarán cuentos de grandes escritores como Poe, Tolstoi, Stoker, Hoffmann y muchos otros. Una estupenda recopilación editada y prologada por Jacobo Siruela.

 

 

31May/20

LOS CUERVOS DEL JARDÍN. ALDOUS HUXLEY

Aldous Huxley (Godalming, 1894, Los Ángeles, 1963) fue un escritor y filósofo británico. Se le considera uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno. Se graduó en literatura inglesa en Oxford y su primer trabajo fue como profesor en el colegio donde había estudiado, Eton. En 1921 escribe su primera novela Los escándalos de Crome, que le da una sólida reputación como escritor. Fue un crítico feroz de la burguesía británica por lo que pasó a ser conocido como el enfant terrible de la literatura inglesa. En 1932 escribe la obra que le haría más famoso Un mundo feliz. En ella se nos muestra una visión pesimista de un mundo futuro donde todo se rige por un sistema inmutable de castas. Fue, durante toda su vida, un viajero incansable. El escritor tenía una gran curiosidad intelectual, le interesaba desde el misticismo hasta la conservación de los recursos naturales. Escribió novela, ensayo, teatro, cuentos. Los cuervos del jardín, obra que les invito abrir hoy, es el único relato que escribió para niños. Lo escribió para su sobrina Olivia de Hauville durante la Navidad de 1944.

Publicado por SM El Barco de Vapor, se describe así: «Todas las tardes, la señora Cuervo se encuentra su nido vacío. Pronto descubre que la malvada serpiente es quien se come todos sus huevos. Con la ayuda del sabio búho, los señores Cuervo intentarán dar a la serpiente una buena lección.»

Les aseguro que es un relato precioso que hará que los niños, además de pasar un rato divertido, disfrutando del maravilloso texto y de las originales ilustraciones del reconocido ilustrador, Premio Nacional de Ilustración 1995 y Premio Internacional de Ilustración del la Fundación SM (2006) Pep Monserrat (Manistrol de Montserrat, 1966), conozcan, a través de este cuento, a uno de los grandes autores de la literatura universal.

El relato comienza así:

«Había una vez una pareja de cuervos que tenían su nido en un álamo de Pearblossom.

En un agujero bajo el árbol, vivía una serpiente de cascabel que era muy vieja y muy grande. Cada vez que la serpiente hacía sonar sus cascabeles, el ruido era tan fuerte que hasta los niños de la escuela de Littlerock podían oírlo. Solía dormir casi todo el tiempo. Pero todas las tardes, a las tres y media, la serpiente salía de su agujero arrastrándose y subía al árbol para echar un vistazo dentro del nido de los cuervos. Si había un huevo en el nido, como generalmente sucedía, se lo tragaba de un bocado, con cáscara y todo. Luego, volvía a arrastrarse hasta su agujero y se dormía. Cuando la señora Cuervo regresaba de la tienda, donde iba todas las tardes para comprar comida, siempre se encontraba el nido vacío.

Así que, mientras buscaba su huevo por todos lados, se decía: «¿Qué le puede haber sucedido a mi querido huevecito?».

Y como nunca lo encontraba, ponía otro huevo después de tomar el té.»

Ante esta situación Amelia y Abraham, los señores Cuervo, deciden pedir ayuda al señor búho. «Él es un pensador. Sus ideas siempre son buenas.»

¿Qué se le ocurrirá al inteligente búho? Con barro y una lata confeccionará su plan. Pero para averiguar si todo esto tiene un final feliz deben abrir este precioso libro y disfrutarlo. ¿Volverá la serpiente a cantar su insoportable cancioncilla?

«No puedo volar: yo no tengo alas;

no puedo correr: yo no tengo piernas;

pero puedo arrastrarme

hasta donde canta el pájaro negro

para comerme sus huevos con pintitas,

oh, oh,

para comerme sus huevos con pintitas.»

31May/20

LA FURIA Y OTROS CUENTOS. SILVINA OCAMPO

» Es curioso que sea yo, cuya manera de narrar consiste en retener sólo elementos esenciales, quien presente (…) una obra tan sabia, tan irisada, tan compleja  y mesurada a la vez (…) En los relatos de Silvina Ocampo hay un rasgo que aún no he llegado a comprender: es su extraño amor por cierta crueldad inocente u oblicua; atribuyo este rasgo al interés, al interés asombrado que el mal inspira a un alma noble.»

Así hablaba Jorge Luis Borges en el prefacio a la antología francesa de los cuentos de Ocampo Faits divers de la Terre et du Ciel, Paris, 1974.

Hoy les invito a abrir un libro que me has fascinado, lleno de algunos de esos relatos que le asombraron a Borges. La furia y otros cuentos (1959), recoge cuentos fascinantes de la gran escritora argentina Silvina Ocampo (Buenos Aires, Argentina, 1903, 1993). Ocampo, además de una gran escritora, estudió pintura y dibujo en París donde, en 1920, conoció a Fernand Léger y Giorgio de Chirico, precursores del surrealismo. Quizás o seguramente, esto influyó, de alguna manera, en su obra. El libro cuenta con 34 relatos, todos ellos atractivos, pero aquí les presento cuatro de los que a mí más me han gustado ya que no puedo escribir sobre todos.

Todo es pura fantasía. Las historias aparecen distantes de valoraciones éticas, son de naturaleza contradictoria.

Ocampo fue creadora de una extensa obra poética, ganadora del Premio Nacional de Literatura Argentina. Junto con Borges y Adolfo Bioy Casares, compiló antologías de poesía y literatura fantástica.

En el prólogo de la edición que manejo de la editorial Alianza Tres del año 1996, Enrique Pezzoni aclara que en los relatos de Ocampo se narran anécdotas o se exponen situaciones «revestidas de una atmósfera familiar y aun trivial, característica de los medios pequeñoburgueses donde no suelen manifestarse ni la imaginación extravagante ni la ambigüedad.»

En el relato titulado Mimoso, una pareja se enfrenta a la muerte de su perro y la decisión de embalsamarlo. Los conocidos se burlan de estas extravagancias de la pareja, pero los dueños de Mimoso, durante una cena, guardan un as en la manga.

«Mercedes era más feliz con el perro embalsamado que con el perro vivo; no le daba de comer, no tenía que sacarlo para que orinara, ni tenía que bañarlo, no le ensuciaba la casa ni le mordía el felpudo.»

«Comprendió la perversidad del mundo ante el cual una mujer no puede mandar embalsamar a su perro sin que la crean loca.»

«-No hay que decir «de este perro no comeré», respondió Mercedes, con una sonrisa encantadora.

-De este agua no beberé, corrigió el marido.»

Uno de los relatos más asombrosos es el titulado La furia, aquí Ocampo presenta un cuento con unos grandes personajes, el narrador, protagonista del cuento, un niño y la niñera perversa de éste, llamada Winifred. Al final, la locura de la niñera, de la que le protagonista se enamora, hará encender la furia más terrible que en él hay.

«Por no provocar un escándalo fui capaz de cometer un crimen». Con esta cita acaba el fascinante texto.

Y comienza así:

«Por momentos creo que oigo todavía ese tambor. ¿Cómo podré salir de esta casa sin ser visto? Y, suponiendo que pudiera salir, una vez afuera, ¿cómo haría para llevar al niño a su casa? Esperaría que alguien lo reclamara por radio o por los diarios. ¿Hacerlo desaparecer? No sería posible. ¿Suicidarme? Sería la última solución. Además, ¿con qué podría hacerlo? ¿Escaparme? ¿Por dónde? En los corredores, en este momento, hay gente. Las ventanas están tapiadas.

Me formulé mil veces estas preguntas a mí mismo hasta que descubrí el cortaplumas que el niño tenía en la mano y que guardaba de vez en cuando en el bolsillo. Me tranquilicé pensando que podía, en última instancia, matarlo, cortándole, en la bañadera, para que no ensuciara el piso, las venas de las muñecas. Una vez muerto lo colocaría debajo de la cama.

Para no volverme loco saqué la libreta de apuntes que llevo en el bolsillo, y mientras el niño jugaba de un modo inverosímil con los flecos de la colcha, con la alfombra, con la silla, escribí todo lo que me había sucedido desde que conocí a Winifred.»

Otro magnífico relato, es el titulado La boda, en él se comete una asesinato. Todo gira en torno a tres jóvenes vecinas, Gabriela y las primas Roberta y Arminda. Las envidias y una araña tejerán todo el nudo del cuento. Gabriela narra lo que sucedió y comienza de esta forma tan perturbadora.

«Que una muchacha de la edad de Roberta se fijara en mí, saliera a pasear conmigo, me hiciera confidencias, era una dicha que ninguna de mis amigas tenía. Me dominaba y yo la quería no porque me comprara bombones o bolitas de vidrio o lápices de colores, sino porque me hablaba a veces como si yo fuera grande y a veces como si ella y yo fuéramos chicas de siete años.

Es misterioso el dominio que Roberta ejercía sobre mí: ella decía que yo adivinaba sus pensamientos, sus deseos. Tenía sed: yo le alcanzaba un vaso de agua, sin que me lo pidiera. Estaba acalorada: la abanicaba o le traía un pañuelo humedecido en agua de Colonia. Tenía dolor de cabeza: le ofrecía una aspirina o una taza de café. Quería una flor: yo se la daba. Si me hubiera ordenado «Gabriela, tírate por la ventana» o «pon tu mano en las brasas» o «corre por la vías del tren para que el tren te aplaste», lo hubiera hecho en el acto.

(…)

Arminda López y Roberta Carma se querían como primas que eran, pero a veces se hablaban con acritud: todo surgía por las conversaciones de vestidos o de ropa interior o de peinados o de novios que tenían.»

En El asco, se analiza los sentimientos de una mujer, Rosalía, hacia su marido.

«Antes de casarse, Rosalía le tenía asco, y después de casada, parece mentira, aún más asco. No me lo dijo, pero yo lo sé de buena fuente. Creyó que nunca llegaría a soportarlo y a quererlo, pero a veces uno se engaña sobre las cosas que son o que no son posibles. Bien se dice «sobre gustos no hay nada escrito» y otras tonterías, siempre las mismas.»

La narradora del relato es una peluquera del barrio donde vive Rosalía. Muy acertadamente en una ocasión dice: «Ser amada no da la felicidad, lo que da la felicidad es amar.»

«Nosotras, empleadas de la peluquería, sabemos todo lo que sucede en el barrio, las idas y venidas de la gente, cualquier cosa turbia que pasa. Somos como los confesores, como los médicos: nada se nos escapa. Pocos hombres y mujeres pueden vivir sin nosotros. Cuando teñimos, ondulamos o cortamos el cabello, la vida de la clienta se nos queda en las manos, como el polvillo de las alas de las mariposas.»

«El hecho de que la casa de Rosalía fuera preciosa y envidiada por todo el barrio no le servía de consuelo, sino más bien de mortificación. Tal vez pensaba que en esa casa tan bonita hubiera sido feliz con otro hombre y que las comodidades eran superfluas, un derroche de la suerte, para su vida de padecimientos.»

«El marido, embobado no sabía qué regalos hacerle. Le regaló un collar de oro, una bicicleta, un abrigo de piel y finalmente, como si no fuera bastante, un reloj, engarzado con pequeños brillantes, muy costoso.

Rosalía sólo pensaba en una cosa: en cómo perder el asco y la repulsión por el hombre. Durante días imaginó maneras del volverlo más simpático. Trataba de que sus amigas se enamoraran de él, para poder de algún modo llegar al cariño, a través de los celos, pero dispuesta a abandonarlo, eso sí, a la menor traición.

A veces cerraba los ojos para no verle la cara, pero su voz no era menos odiosa. Se tapaba las orejas, como alisándose el pelo, para no oírlo: su aspecto le daba náuseas. Como una enferma que no puede vencer su mal, pensó que no tenía cura. Durante mucho tiempo, como pan que no se vende, anduvo perdida, con los ojos extraviados. Para sufrir menos, la pobrecita comía siempre caramelos, como esas criaturas que se consuelan con pavadas.»

 

23May/20

UNA PENA EN OBSERVACIÓN. C.S.LEWIS

«Veo rojear las bayas del fresno silvestre y durante unos instantes no entiendo por qué precisamente ellas pueden resultar deprimentes. Oigo sonar unas campanas y una cierta calidad que antes tenía su tañido se ha esfumado en él. ¿Qué pasa con el mundo para que se haya vuelto tan chato, tan mezquino, para que parezca tan gastado?»

La poetisa norteamericana Helen Joy Gresham (Nueva York, Estados Unidos, 1915, Oxford, Reino Unido, 1960) comenzó una relación epistolar en 1950 con el famoso escritor inglés C.S Lewis (Belfast 1898, Oxford, 1963). Nunca se habían visto en persona. Se escribían sobre literatura y sobre todo de los libros cristianos de Lewis. En 1952 Gresham se traslada a Inglaterra y allí conoce personalmente a Lewis. Después de este encuentro, semanas más tarde, Lewis invitó a la escritora a una comida en la Universidad de Oxford. En 1956 se casan. La pareja era feliz. Ella sentía una profunda admiración por Lewis. Fue fácil para Gresham enamorarse de este hombre. El ya maduro escritor se entregó con ilusión a esta nueva experiencia pero, desgraciadamente, la felicidad duró poco porque a Helen le detectaron un cáncer del que murió. Lewis quedó sumido en un profundo dolor. De este dolor surgió el libro que les invito a abrir hoy titulado Una pena en observación, escrito en 1961,  donde reflexiona sobre la pérdida de su mujer y cuestiona sus creencias religiosas, su fe, su comunión, hasta ahora, pura con Dios. Se cuestiona la bondad de éste.

El libro, dividido en cuatro partes, recoge un análisis de la muerte del ser amado, de la percepción de las cosas después del hecho, de cómo cambia no sólo la forma de percibir el mundo, sino la relación con las personas con las que interaccionas en el trabajo, en la calle, en los lugares de ocio. Toda la obra se centra en la búsqueda de respuestas, en las reflexiones a cuestiones hasta ahora nunca importantes para el autor. Muestra sus sentimientos sin pudor, derrotado, buscando un camino que reconduzca su vida que ahora está llena de tristeza y confusión. A veces lo hace de forma dura, en otras ocasiones gracias al recuerdo de H., que así es como se dirige a ella durante todo el libro, se dulcifica la forma y se asume la muerte como un momento más de su historia de amor con ella. La tragedia está ahí, difícil de asumir, pero incuestionable.

Aquí les dejo las reflexiones que se hace frente a ese Dios en el que cree fervientemente:

«Cuando eres feliz, tan feliz que no tienes la sensación de necesitar a Dios para nada, tan feliz que te ves tentado a recibir sus llamadas sobre ti como una interrupción, si acaso recapacitas y te vuelves a Él con gratitud y reconocimiento, entonces te recibirá con los brazos abiertos, o al menos así es como lo vive uno. Pero vete hacia Él cuando tu necesidad es desesperada, cuando cualquier otra ayuda te ha resultado vana, ¿y con qué te encuentras? Con una puerta que te cierran en las narices, con un ruido de cerrojos, un cerrojazo de doble vuelta en el interior. Y después de esto, el silencio. Más vale no insistir, dejarlo. Cuanto más esperes, mayor énfasis adquirirá el silencio. No hay luces en las ventanas. (…) ¿Qué puede significar esto? ¿Por qué es Dios un jefe tan omnipresente en nuestras etapas de prosperidad, y tan ausente como apoyo en las rachas de catástrofe? (…) No es que yo corra demasiado peligro de dejar de creer en Dios, o por lo menos no me lo parece. El verdadero peligro está en empezar a pensar tan horriblemente mal de Él. La conclusión a que temo llegar no es la de: «Así que hoy hay Dios, a fin de cuentas», sino la de: «De manera que así es como era Dios en realidad. No te sigas engañando.»

«Si la bondad de Dios no es consecuente con el daño que nos inflige, una de dos: o Dios no es bueno, o no existe; porque en la única vida que nos es dado conocer nos golpea hasta grados inimaginables, nos hace un daño que supera nuestros más negros presagios. Y si Dios es consecuente al hacernos daño, puede seguírnoslo haciendo después de muertos de una forma tan insoportable como antes.»

«¿Es racional creer en un Dios malo? ¿O en ese caso en un Dios sumamente malo, un Sádico del Cosmos, un imbécil cargado de rencor?

Creo que resulta, cuando menos, demasiado antropomórfico. Llegar a figurarse así a Dios es mucho más antropomórfico que pintarlo como un viejo rey de luenga barba y gesto grave. Esta imagen es un arquetipo jungiano. Vincula a Dios con todos los reyes viejos y sabios de los cuentos de hadas, con los profetas, con los sabios, con los magos. Aunque, desde un punto de vista formal, sea el retrato de un hombre, sugiere algo que rebasa la humanidad. O induce a pensar, por lo menos, en algo más viejo que uno mismo, que encierra sabiduría, en algo que no se puede llegar uno a imaginar. Algo que preserva el misterio. Y de ahí da cabida a la esperanza.»

«¿No me estaré arrimando servilmente a Dios por creer que si hay algún camino que lleva a H., este camino pasa por Él? Pero por otra parte, sé perfectamente que a Él no se le puede utilizar como camino. Si te acercas a Él no tomándolo como meta sino como camino, no como fin sino como medio, no te estás acercando para nada a Él. (…) ¿Son éstas, Señor, tus verdaderas condiciones?¿Puedo encontrarme con H. sólo si te llego a amar tanto que ya deje de importarme encontrarme con ella o no? Ponte, Señor, en nuestro caso. ¿Qué pensaría la gente de mí si les dijera a los niños: «Nada de caramelos ahora. Pero cuando seáis mayores y ya no los queráis, tendréis todos los que os dé la gana»?

A continuación les dejo con algunas de las reflexiones personales que se hace ante la ausencia de su esposa y cómo trascurre la vida sin ella, a qué momentos se tiene que enfrentar y qué sensaciones experimenta:

«Un extraño subproducto de mi pérdida, es que me doy cuenta de que resulto un estorbo para todo el mundo con que me encuentro en el trabajo, en el club, por la calle. Veo que la gente, en el momento en que se me acerca, está dudando para sus adentros si «decirme algo sobre lo mío» o no. Me molesta tanto que lo hagan como que no lo hagan. Algunos meten la pata de todos modos. (…) Para algunos, soy algo peor todavía que un estorbo. Cada vez que me encuentro con un matrimonio feliz, noto que tanto él como ella están pensando: «Uno de nosotros se verá más tarde o más temprano igual que él se ve ahora.»

«Hay un lugar donde su ausencia vuelve a albergarse y localizarse, un lugar del que no puedo escaparme. Me refiero a mi propio cuerpo. ¡Cobraba una importancia tan distinta cuando era el cuerpo del amante de H.! Ahora es como una casa vacía.»

«La muerte claro que existe, y sea su existencia del tipo que sea, importa. Y ocurra lo que ocurra tiene consecuencia, y tanto ella como sus consecuencias son irrevocables e irreversibles. Por ese principio podríamos decir que nacer no importa. (…) Es de todo punto evidente que si me fuera permitido rebuscar en toda esa infinidad de espacios y tiempos, nunca volvería a encontrar en ninguna parte el rostro de ella, ni su voz, ni su tacto. Murió. Está muerta. ¿Es que se trata de una palabra tan difícil de comprender?»

«¡Qué tentación tan lamentable la de decir: «Ella vivirá para siempre en mi memoria»! ¿Vivir? Eso es precisamente lo que nunca volverá a hacer.»

«Y de pronto, al uno o al otro les llega la muerte. Y lo vemos como un tajo en seco al amor. Como la interrupción en el curso de una danza, como una flor con la cabeza desventuradamente tronchada, algo que se truncó y perdió, por tanto, su debida forma. Me pregunto si es así. Si, como no puedo por menos de sospechar, el muerto también sufre el dolor de la separación (y debe ser éste el mayor purgatorio de sus padecimientos), eso quiere decir que para ambos amantes, y para todas las parejas de amantes sin excepción, el duelo forma parte integral y universal de la experiencia del amor. Es una continuación del matrimonio, de la misma manera que el matrimonio es una continuación del invierno. No se trunca el proceso; es una de sus fases. No se interrumpe la danza; es all postura siguiente. Mientras el ser amado está aquí todavía, vive uno «fuera de si». Luego viene la trágica postura de la danza, y tiene uno que aprender a seguir estando fuera de sí, aun creciendo de esa presencia corporal, aprender a amar nuestro pasado, nuestra memoria, nuestra pesadumbre, nuestro alivio de la pesadumbre, nuestro propio amor.»

«El dolor enconado no nos une con los muertos, nos separa de ellos.»

El famoso productor y director de cine Richard Attenborough (Cambridge, Reino Unido, 1923, Londres, 2014) dirigió una película basada en el libro titulada Shadowlands (Tierras de penumbra, 1993), protagonizada por Anthony Hopkins, una vez más magistral en su interpretación del escritor inglés, y por Debra Winger como la poetisa americana.

30Abr/20

UN CAIMÁN PARA TODA LA VIDA. FRANCOIS ZABALETA

«Tener como amigo a un cocodrilo es una maravillosa forma de aprender a vivir.»

Elodie tiene una madre especial, pero la chiquilla no lo sabe. El mejor amigo de mamá, cuando era niña, se llamaba Samuel «y quizá haya muerto hace ya mucho tiempo». Samuel no es un niño que la mamá de Elodie conoció en un colegio y con el que jugaba al balón prisionero en los recreos, no, no es así. «Pertenecía a la especia animal, aunque no era uno de esos animales domésticos a quienes se les pone ropa de niño y se les enseña a dar volteretas ridículas para divertir a los amigos. Samuel era un cocodrilo o, pare ser más exactos, un aligator.»

Aquí no acaban las particularidades de esta singular mamá, llamada Penélope. «Venimos al mundo con un rasgo particular que nos distingue de los demás y que, a lo largo de nuestra vida, se convierte en la marca para identificarnos. Mi rasgo particular es haber nacido con el pelo de un azul muy oscuro, de un azul ultramar.» Lejos de generar en los demás niños curiosidad, esta particularidad, la mamá de Elodie tuvo que soportar desconfianza y burla por parte de los niños. «Lo cierto es que no tenía ni un amigo en el colegio. (…) Yo no sufría por ello, pero me aburría mucho. Como no tenía ningún amigo con quien hablar, nunca sabía que hacer en los recreos.»

Pero, sin duda, la mejor característica de Penélope era que, desde niña, había sido muy independiente, hacía sólo lo que se le antojaba y sobe todo, «no quería deberle nada a nadie». Era fuerte y orgullosa a pesar de los desprecios.» (…) yo no tenía nada de víctima. A fuerza de que me llamaran «la extraterrestre» decidí serlo y prescindir, de una vez por todas, de la compañía de los niños y niñas de mi edad, aprendiendo a cuidarme sola, apartada de todos.»

Penélope tiene un tío que es aventurero, su tío Arturo y un día le hace un regalo muy singular. «Te he traído de Florida algo muy especial que no se puede envolver con papel de regalo.» Era una cría de caimán y venía dentro de un acuario. El tío Arturo lo tenía, por supuesto, todo bajo control, y dejó las instrucciones claras. El animal comía carne roja, de vez en cuando habría que llevarle al río que Penélope tenía al lado de casa y cuando el cocodrilo creciera podrían entregarlo al zoo. «En seguida te vas a dar cuenta de que, en contra de lo que piensas, un cocodrilo es un animal tan cariñoso como un perro o un gato.» Y añadió: «No vas a tener que ocuparte de domesticarlo. Porqué ya está domesticado. Más bien eres tú, bueno, todos vosotros, quiénes tenéis que dejaros domesticar por él». Se refería a su sobrina y por su puesto a su cuñado y su hermana, la mamá de Penélope que estaba algo contrariada con el regalo que Arturo le había traído a su hija.

Al instante de mirarlo, Penélope se hizo amigo del animal.  «En la amistad los flechazos también existen.» «Un animal no es un regalo como otro cualquiera. Ni siquiera se puede considerar un regalo. Los animales son como los seres humanos. Son libres, no pertenecen más que a ellos mismos. Lo mejor sería que consideraras que este cocodrilo es un niño que te han dejado para que lo cuides y que, cuando sea mayor, lo tienes que devolver a su verdadera familia.»

Arturo además le explica que a los padres del cocodrilo los mataron unos cazadores furtivos y que sus primos se habían encargado de ponerle el nombre de Samuel.

Su padre le deja claro que hagan lo que hagan el cocodrilo nunca podrá ser domesticado y le pide a la niña que no le tome demasiado afecto. Pero eso era imposible, Samuel ya se había convertido en su mejor amigo «(…) había encontrado alguien que me escuchaba, a quien podía contar todos mis secretos.»

Un día, ocurre algo sorprendente. Samuel comienza a hablar con la niña. Ésta le pregunta si no echa en falta a su familia y Samuel le contesta que no, que los animales saben, desde bien temprano, que tienen que aprender a vivir sin sus padres y arreglárselas solos lo antes posible. » (…) no nos entristece dejar a nuestras familias. Estamos impacientes por hacerlo y desmostrar que valemos tanto como ellos. Tenemos nuestro orgullo. Por eso no nos gusta depender de nuestros padres.»  A partir de este momento, comenzará la gran amistad entre Penélope y Samuel y también sus aventuras: una fiesta de esqueletos en una alcantarilla a ritmo de jazz será la primera y allí la niña conocerá a Jeremías, un chiquillo, ahora esqueleto, que murió a sus misma edad hacía muchísimos años a causa del frío y el hambre en el reinado, de Luis XIV, en Francia. Si Penélope tiene un amigo caimán, también puede tener un amigo esqueleto de unos 200 años, ¿por qué no?

Pasan los días y la maestra de Penélope quiere que traiga su mascota a clase para que los niños la vean. Desde ese momento sus compañeros comienzan a tener más trato con la niña. El animal ha sido capaz de conseguir lo que hasta ahora parecía imposible, que la niña se relacionara con sus compañeros, hasta con Bernardo, justo con el que peor se lleva. Penélope les cuenta todo sobre su querido animal. «Ya no se reían de mi pelo azul. A partir de entonces vieron en mí a alguien que les podía enseñar algo.»

Llega la hora de transportar al caimán hasta el Zoo y así lo hacen. Pero en una de las visitas a Samuel, Penélope idea un plan, no le parece ético ni normal que su amigo tenga que vivir encerrado allí.

Pero volvamos a la pequeña Elodie. Ahora está con su mamá Penélope que se ha convertido en una mujer. Creció, como el caimán. Elodie también crecerá, pero ahora es una niña, y a su madre, por un momento, le ha parecido que mientras paseaban por el zoo, la niña, que se ha parado a contemplar una pequeña jirafa, se ha puesto a conversar con ella. «Si hubiera jurado que la jirafita le contestaba. Me causó una extraña impresión, pero no le pregunté nada. Cuando salimos del zoo, Elodie estaba radiante de felicidad. Nos miramos y nos echamos a reír, así, sin motivo.»

Francois Zabaleta (Niort, Francia, 1960) es un escritor, fotógrafo y cineasta francés. Originario de una familia vasco española, el autor escribió este libro para niños que aquí les presento y les invito a compartir con sus hijos: Un caimán para toda la vida. No esperen una historia edulcorada, ni siquiera muy correcta en algunos aspectos para los cánones de educación que ahora imperan. Esta historia infantil tiene casi 25 años ya y antes se podía escribir de otra manera, supongo, pero les aseguro que los mensajes que transmite son esenciales como por ejemplo, el respeto a los animales.

29Mar/20

EL LIBRO DE LOS MONSTRUOS. JUAN RODOLFO WILCOCK.

«Beati loro che pensano al progresso: / io solo penso alla morte o al sesso.»

Estos versos pertenecen al escritor argentino Juan Rodolfo Wilcock (Buenos Aires, 1919, Lubriano, Italia, 1978). «Bienaventurados aquellos que piensan en el progreso: / yo sólo pienso en la muerte o el sexo.». Versos que se recogen en su libro Adelphi. Pero hoy la cosa no va de poemas, va de monstruos. Gracias a Ediciones Atalanta, tenemos la suerte de leer en su colección Ars brevis la obra titulada El libro de los monstruos, un trabajo fascinante de relatos cortos donde la imaginación de Wilcock se desborda. Hasta ahora, sólo Liudmila Petrushévskaia (Moscú 1938), Premio Mundial de Fantasia 2010, me ha hecho transportarme hasta ese mundo de fantasía sin límites, surrealista y elegante, cómico y triste con el libro Érase una mujer que quería matar al bebé de su vecina, obra publicada, también, por Atalanta. Los relatos de Wilcock  son brillantes, graciosos en su mayoría y sorprendentes. Me han recordado, en ocasiones, a algunos de los personajes de la escritora rusa, por ejemplo el personaje de Marilena, del cuento El secreto de Marilena, tiene muchas similitudes con el personaje de Wilcock, Graziella Link, la protagonista del relato que lleva su nombre. Marilena es una mujer que trabaja en el circo y es tan gorda que necesita tres sillas para sentarse y dos camas para dormir «no cabía en los taxis y en el metro ocupaba todo el ancho de las escaleras mecánicas». La señora Link al lado de una cerda «parecería flaca, un elefantino esbelto, una pelota no lo suficientemente redonda.» Graziella es gorda y trabaja en un teatro de variedades. Pero mientras Graziella está «siempre alegre», Marilena es una mujer «muy desgraciada». Link es feliz en el escenario, Marilena sólo encuentra su felicidad cuando la jornada acaba y llega a la habitación de su hotel. Por cierto, el libro de relatos que menciono también está editado por Ediciones Atalanta y es, como éste que hoy les presento, otra joya literaria que ya les invité a leer en su día aquí en mi blog.

También Franz Kafka ( Praga, Imperio Austrohúngaro, 1883, Kierling, Austria, 1924) está presente, de alguna manera, en varios de los relatos de El libro de los monstruos, pero en el cuento titulado Manuel Lasso, en mi opinión, con mucha más intensidad que en cualquier otro. La influencia del escritor, nacido en Praga, es evidente. El personaje del autor argentino es un muchacho que, al despertarse, se da cuenta de que su cuerpo está lleno de plumas y el inicio del relato de Wilcock se parece, demasiado al inicio de la conocidísima obra La transformación.

«Cuando Gregor Samsa una mañana despertó de sueños inquietos, se encontró en su cama transformado en un bicho monstruoso». Este es el comienzo de la obra La transformación, de Kafka.

Mientras que Wilcock inicia el relato así:

«Cuando el estudiante de tercer año de arquitectura Mano Lasso despertó una hermosa mañana cubierto de plumas blancas, saltó de la cama y fue a mirarse en el espejo.»

Otro personaje del autor bonaerense que nos puede recordar al personaje de Gregor Samsa es Nerone Bornio, en el relato que lleva el mismo nombre que el personaje. «Nerone Bornio es, en efecto, una especie de enorme crustáceo, algo entre la Squilla empusa y la Squilla mantis, aunque sus brillantes colores  (….)»

Hay que recordar que la obra de Kafka, una, de las más influyentes de la literatura universal, es, además, una de las más influyentes de la literatura universal, pionera en la fusión de elementos realistas con elementos fantásticos. Y también hay que apuntar que Wilcock, que tuvo una notable labor como traductor, tradujo a Kafka, entre otros.

Juan Rodolfo Wilcock estudió ingeniería civil en la Universidad de Buenos Aires pero abandonó su profesión para dedicarse a la literatura. Tuvo una gran amistad con  grandes genios de la literatura como, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Elsa Morante o Alberto Moravia. Hizo, incluso, una aparición en el cine en 1964 en la película El evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini, interpretando el papel de Caifás.

Por supuesto, mucho del libro El libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges, lleva esta obra. Borges, amigo de Wilcock, había recopilado en este volumen a diferentes seres extraños que han surgido a lo largo de los tiempos, de la invención humana. Es ya conocida la teoría de que pese al normal y determinado  diferente periodo de tiempo o espacio que se viva, en ocasiones se da la coincidencia de que varias culturas, diferentes hombres, compartan ideas sobre la fantasía, sobre criaturas imaginarias, porque estas pueden surgir de sueños o miedos que todos tenemos sin saberlo.

¿Y cuáles, pues, son mis monstruos preferidos de todos los que nos presenta en esta gran obra Wilcock? Sinceramente, es difícil elegir, pero el relato Primio Doppo me ha cautivado porque me ha hecho reir, Anastomos, con su belleza de cristales me ha fascinado. El relato Capitán Luiso Ferrauto, es genial, y el hombre asteroide Veterinario Lurio Tontino, muy peculiar. «(…) fue él, junto con un meteorito que lo seguía como un perro, quien inutilizó el aeropuerto de Abidjan en la Costa de Marfil, para impedir el aterrizaje de Pablo VI; fue él quien sepultó con una avalancha a Fidel Castro en los alrededores de Saint Moritz.»

Doppo, carpintero de Vetriolo, pone huevos, y todo el mundo quiere saber qué sale de ellos. Pero nadie lo sabe, todos son hipótesis y a cada cual más graciosa: desde café instantáneo a oro, desde aceite de oliva a hortalizas, desde premios en efectivo a bombas, desde petróleo a puré de papas.

«Una vez al año, en primavera, el capitán Luiso Ferrauto cambia de piel; de la piel (…) Su mujer (…) suele guardar estas pieles usadas de su marido y rellenarlas de goma espuma color carne, para hacer así un muñeco bastante presentable (…) Ya tiene unos quince, en el garaje: todos oficiales de policía, tan parecidos a su marido que da gusto verlos a todos juntos, tan dignos, tan rectos, tan inalcanzables por la corrupción.» ¿No es de un humor negro excepcional? Me encanta.

«Puesto que los muñecos de piel policiaca son producidos a razón de uno por año y cada uno es de edad más avanzada que el anterior, presentan esta insólita característica: que el más joven de los quince es el más viejo de los quince.»

No dejen pasar la oportunidad de abrir este libro fascinante. Alguno de los monstruos si no todos ellos les cautivarán. Hay para todos los gustos. Díganme cuales fueron sus preferidos. ¿la bestia marina, la ilusión óptica, el hombre invisible, el que se ilumina en la oscuridad, la mujer que trae al mundo 20 niños al año, el espejismo, la momia, el homínido, el hombre que tiene el cerebro como una avellana, la masa de gusano, el hombre en estado líquido,…?