Archivos de la categoría: LIBROS

25Sep/11

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS DE MAURICE SENDAK.

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“Esa noche en la habitación de Max nació un bosque y el bosque creció hasta que el techo se cubrió de enredaderas y las paredes se transformaron en el mundo a su alrededor y de repente apareció un océano y Max navegando en su bote y navegó día y noche durante varias semanas y casi más de un año hacia donde viven los monstruos.”

Maurice Sendak (Brooklyn, Nueva York, 1928- 2012) es un ilustrador y autor de literatura infantil. Este genio, conocido en su mayoría por el trabajo “Donde viven los monstruos”, decidió que quería ser ilustrador, según el ha dicho en alguna ocasión, después de ver la película “Fantasía” de Walt Disney.
El álbum “Donde viven los monstruos” fue publicado originalmente en 1963 y sigue siendo un éxito de ventas en todo el mundo.
Abrir este libro y compartir un rato con sus hijos leyéndolo y sumergiéndose en el mundo de Max y sus monstruos merece la pena.
Las ilustraciones tienen una gran riqueza audiovisual. La narración es ligera y a la vez guarda muchos secretos sobre la libertada, los deseos, los sueños…
En 1970 recibe el premio Hans Christian Andersen de ilustración y en 2003 el premio Memorial Astrid Lindgren, ex aequo con la escritora austriaca Christine Nöstlinger. En 1964 había sido galardonado con la medalla Caldecott.

13Jul/11

REQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL. RAMÓN J. SÉNDER

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“…en la Pardina del monte
allí encontraron a Paco;
date, date a la justicia,
o aquí mismo te matamos.”

El cura Mosén Millán celebra un réquiem por Paco el del Molino. Aquel niño al que él bautizó. La familia devota no, pero cumplidora con la iglesia. “Conservaba la costumbre de hacer a la iglesia dos regalos cada año, uno de lana y otro de trigo en agosto”.
El pueblo y su silencio. El pueblo y sus supersticiones. El pueblo y sus costumbres. Que si una tijerita en cruz para proteger al niño de herida de hierro, que si una rosa desecada a la luz de la luna debajo de la almohada para darle a las niñas hermosura y evitarles las menstruaciones difíciles, que si coger piedrecitas en la glera del río para ponerlas en la boca y así aliviar el dolor de muelas….
Y ya se sabe, como escribe Sénder, los chicos y los animales quieren a quien los quiere. Paco quería al cura y el cura le quería a él. Eso parecía.
Paco se hace mayor, se casa y defiende lo que hay que defender. En el pueblo se comenta que Paco dice, que Paco ha dicho, que Paco no se calla.

“A los reyes, a los duques y a los curas los vamos a pasar a cuchillo, como a los cerdos por San Martín.”

Paco es solidario, justo y se avergüenza de la pobreza. Pero el cura siempre le dice que hay más miseria en otras partes.

Los señoritos del pueblo dicen que van a matar a todos los que habían votado contra el rey y quemaban la bandera tricolor.

Y así se conforma el pueblo. Con Paco, y el cura, y los señoritos. Y la amistad no existe. Y aquel niño llamado Paco es simplemente alguien que no cree en Dios. Algo imperdonable.

“Se llevaron a Paco arrastrando. Iba repitiendo en voz ronca:
-Pregunten a Mosén Millán; él me conoce.
Se oyeron dos o tres tiros más. Luego siguió un silencio en el cual todavía susurraba Paco: “Él me denunció…, Mosén Millán, Mosén Millán…”

Ramón José Sénder, (Chalamera, Huesca, 1901, San Diego, Estados Unidos, 1982) fue uno de los grandes escritores españoles del siglo XX. Joyas como “Réquiem por un campesino español” así lo demuestran.
Su vida rica en experiencias y vivencias produjo una literatura única, diferente, directa y sincera.

Me gustaría acabar con unas frases que aparecen en el libro para reflexionar.

“Los curas son la gente que se toma más trabajo en el mundo para no trabajar”

“Los labradores tratan a sus perros con indiferencia y crueldad, y es, sin duda, la razón por la que esos animales los adoran”.

10Abr/11

LA PLAZA DEL DIAMANTE. RODOREDA

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¡Pobre Colometa! ¡Pobre Natalia! ¡Pobre María! Natalia fue tres mujeres o quizás ninguna porque nunca pudo ser la mujer que ella quería, la que a ella le hubiese gustado ser. Nunca tuvo tiempo para ser esa mujer ansiada o quizás ni siquiera supo nunca lo que deseaba ser. ¡Quién sabe! Y nunca pudo ser nada de eso porque dejo al Pere, un buen chico, y conoció, por esos azares que maneja el destino a Quimet. Si, Quimet, el hombre que le daría dos hijos, disgustos, un fantasma llamado María, desilusiones, tristeza y casi ninguna alegría. Y ella dejando al Pere y así, a lo tonto, todo porque su mejor amiga, la Julieta, le dijo que fuesen a la Plaza del Diamante a bailar. Allí encontró a Quimet, el hombre con los ojitos de mono. Allí entre música y ardonos de flores, entre gente y una rifa de cafeteras “preciosas, blancas, con una naranja pintada, cortada por la mitad, enseñando los gajos.”
Merce Rodoreda, con sencillez, maestría y elegancia creó a este personaje inolvidable, Natalia o Colometa. Su libro, “La Plaza del Diamante” es aún, fresco, irrepetible, porque lo bueno, siempre es bueno, pase el tiempo que pase.
Recuerdo haber llegado al libro por la película que interpretaba magistralmente la actriz catalana Silvia Munt, que con sus ojos y sus gestos dio vida a una Colometa-Natalia perfecta.
La vida de Colometa es una vida, desgraciadamente, común en aquellos años, y peor, hoy en día aún.
Quimet déspota y celoso la trata mal desde el primer día. La anula como persona desde el primer momento en que la bautiza como Colometa, y después no cesará en su empeño de hacerse notar, de dejar a un lado a la mujer que probablemente nunca quiso demasiado.
“Me soltó un gran sermón sobre el hombre y la mujer y los derechos del uno y los derechos de la otra y cuando pude cortarle le pregunté:
-¿Y si una cosa no me gusta de ninguna manera?
-Te tendrá que gustar, porque tú no entiendes.”

La palomita, la mujer sumisa, esa es Natalia. Natalia, encerrada en la jaula de las palomas, Natalia encerrada en su casa, con la tristeza de sus niños, con su pena, con las penurias, con sus angustias. Y eso que él había prometido a Colometa convertirla en su “reina”.

“Y siempre igual, Colometa, Colometa… Y su madre, ¿no hay novedad? Y el día que dije que el plato demasiado lleno me daba como repugnancia y que si quería hacer el favor de vaciármelo un poco, la madre del Quimet dijo, ¡ya era hora! Me hizo ir a su habitación. En los cuatro pomos de la cama, aquella negra con colcha de rosas encarnadas, había lazos: uno azul, uno lila, uno amarillo y uno color zanahoria. Me hizo echarme, me tocó y me escuchó como si fuera un médico, todavía no, dijo entrando en el comedor. Y el Quimet, sacudiendo al suelo la ceniza del puro, dijo que ya se lo suponía.”

Colometa se va muriendo poco a poco, viviendo, muriendo viviendo que es la peor muerte que uno puede tener.

“…y pensé que tenía que estrujar la tristeza, hacerla pequeña en seguida para que no me vuelva, para que no esté ni un minuto más corriéndome por la venas y dándome vueltas. Hacer con ella una pelota, una bolita, un perdigón. Tragármela.”

Colometa trabaja por horas. Al casarse ha perdido su trabajo en la pastelería donde tanto le gustaba trabajar por culpa de los celos de Quimet. Ahora limpia casas.
“No podía decirle que sólo oía las palomas, que tenía en las manos el tufo a azufre de los bebederos, el olor de las arvejas que resbalaban dentro de los comederos. (…) Y que todo había empezado porque yo había tenido que ir a trabajar a su casa, porque estaba tan cansada que no tenía ni aliento para decir que no cuando hacía falta. No podía contarle que no me podía quejar a nadie, que mi mal era un mal para mí sola y que, si alguna vez me quejaba en casa, el Quimet decía que le dolía la pierna. No le podía decir que mis hijos eran como flores mal cuidadas y que mi casa, que había sido un cielo, ahora era un batiburrillo, y que por las noches,cuandllevav

noches cuando llevaba a los niños a dormir y les levantaba el camisón y les hacía ring-ring en el ombligo para hacerles reír, sentía el zureo de las palomas y tenía la nariz llena de olor de fiebre de paloma. Me parecía que toda yo, pelo, piel y vestido olía a paloma.”

Está tan bien creado el personaje de Colometa que a uno le hace sufrir sus sufrimientos durante todo el libro. Es un libro del que se podría hacer un análisis largo, desde muchos puntos de vista. Lástima que un blog no funcione así. Por eso les invito a que saquen sus propias conclusiones, reflexionen y miren a su alrededor, quizás conozcan a alguna Colometa.

“Estaba cansada; me mataba trabajando y todo iba para atrás. El Quimet no veía que lo que yo necesitaba era un poco de ayuda en vez de pasarme la vida ayudando, y nadie se daba cuenta de mí y todo el mundo me pedía más, como si yo no fuera una persona.”

Lo cierto es que Natalia nunca se podrá sacar esa tristeza que arrastra sólo tragarla, como ella decía. Las cosas no mejoran cuando Quimet desaparece y el tendero del barrio, sólo y triste le pide que se case con él. Y entonces se convierte en la señora Natalia, que tampoco es nada.

Su fiel amiga Enriqueta, esa señora sabia, a la que siempre le cuenta sus penas le dice en una ocasión lo siguiente:

“Y la señora Enriqueta me había dicho que teníamos muchas vidas, entrelazadas unas con otras, pero que una muerte o una boda, a veces, no siempre, las separaba, y la vida de verdad, libre de todos los lazos de la vida pequeña que la habían atado, podía vivir como habría tenido que vivir siempre si las vidas pequeñas y malas la hubieran dejado sola.”

Cuando uno lee esto creo que…no hace falta decir más.

Si tienen tiempo les invito a leer algo sobre la vida de esta genial escritora. Su biografía es tan interesante como sus libros. Merce Rodoreda (Barcelona, 1908- Gerona, 1983) está considerada la escritora en lengua catalana, contemporánea, más influyente.

© 2011 Araceli Cobos

04Abr/11

SHOLA, ESA PERRUCHA RATONERA Y TIERNA DE BERNARDO ATXAGA

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-”Shola, dijo Grogó nada más entrar en la sala, ¿has visto un libro por aquí? Mi amigo se lo ha dejado olvidado en alguna parte.
-Yo no he visto nada, respondió ella.
-¿Seguro? insistió Grogó, que sabía lo mentirosa que era.
-Los animales poderosos y nobles como yo ¡no mentimos nunca!, declaró Shola, que ya se sentía un poco leona.
A partir de ese día, Shola mostró muy poco interés por sus paseos. Decía que no tenía ganas de hacer lo que había hecho siempre, que prefería quedarse en casa. El señor Grogó se encogía de hombros y salía solo.
-¿Qué es lo que te traes entre manos, Shola?, le preguntó cuando ella ya llevaba tres días enteros sin querer salir a pasear.
-¡No me traigo nada entre garras!, respondió Shola.
Pero sí que se traía algo entre garras, digo, entre manos. A esas alturas, Shola estaba convencida, pero que muy convencida, de ser una leona.”

En alguna otra ocasión ya he apuntado lo interesante que me resulta conocer la obra infantil y juvenil que muchos escritores producen paralelamente a sus libros para adultos. Es curioso, en la mayoría de los casos, ver con que maestría, como se suele decir, cambian el chip y nos regalan historias maravillosas que no sólo gustan a los niños, sino también a los mayores que las compartimos con nuestros hijos.
Bernardo Atxaga o mejor dicho José Irazu (Asteasu,Guipúzcoa, 1951) es un maestro combinando las dos cosas, la literatura para adultos y para niños. Un claro ejemplo es el libro que me gustaría que todos ustedes abrieran pronto, “Shola y los leones”.
Shola es una “perrucha ratonera” a la que, de repente, le entran muchísimas ganas de convertirse en leona. Su orgullo crece y crece. Cada día que pasa se siente un poco más leona pero algo, muy muy cotidiano truncará sus planes. Mientras eso ocurre hará todo lo posible para luchar contra la naturaleza y ser una leona, teñirse el pelo, no comer los platos calentitos de su dueño, el señor Grogó, e incluso salir de caza.
Este libro escrito con humor y ternura demuestra que gran escritor es Atxaga. Porque todo aquel escritor que logre captar la atención del público infantil, es, sin duda, una gran profesional.
Atxaga es el escritor en euskera más leído y traducido. Es miembro de pleno derecho de la Real Academia de la Lengua Vasca desde 2006.
En 1976, el escritor vasco publica su primera novela, “Ziutateaz” a la que seguiría el poemario “Etiopia” en 1978, obra fundamental en la poesía vasca contemporánea.
Fue miembro del grupo literario de vanguardia Pott (1978-1983) junto a Joseba Sarrionandia, Ruper Ordorika, Jon Juaristi y otros escritores.
En 1988 publicó su obra más exitosa, “Obabakoak” que ganó el Premio Nacional de Narrativa en 1989. Algunas de las narraciones de la obra fueron llevadas al cine por Montxo Armendáriz.
José Irazu es considerado como uno de los mejores escritores en euskera de los últimos 50 años. Ha publicado más de 25 libros de literatura infantil y juvenil, ha escrito varias novelas radiofónicas y obras de teatro.
“Shola y los leones” les cuativará. Y no olviden que hay más historias de Shola para seguir conociendo a esta tierna “perrucha callejera” del señor Grogó.
El libro está publicado por El barco de vapor SM, y no quiero dejar de señalar que las ilustraciones que acompañan el libro son preciosas y están hechas por Mikel Valverde. ¿Qué sería de un libro infantil sin ilustraciones?
Mikel Valverde es un ilustrador nacido en Vitoria en 1966. Es un genio de la ilustración y se destaca de él su capacidad para trasladar a los personajes a la vida cotidiana gracias a sus trazos, inconfundibles.
Valverde es licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco.

© 2011 Araceli Cobos

31Mar/11

LA AGENDA DE LOS AMIGOS MUERTOS. RAQUEL HEREDIA

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“Supe que sobrevivir a un hijo es el pero de los castigos y que el tiempo, en lugar de atenuarlo, lo hace más insoportable”

Raquel Heredia, reconocida periodista y escritora, escribió esta frase en su libro “La agenda de los amigos muertos”, una obra estremecedora, por real, dura y tierna al mismo tiempo.
A la heroína hay muchas formas de llamarla: caballo, jaco, sugar, blanca,…todos los sinónimos llevan al mismo camino, la muerte en la mayoría de los casos. Heredia lo sabe bien. Ella sufrió el problema que conlleva tener a un familiar drogadicto. Su hermosa e inteligente hija Ada caía sin remedio en las redes de esta adicción. Heredia caminó con ella por el sendero peligroso, llegó a buscarle su dosis diaría, aceptó lo inaceptable, sufrió lo insufrible y vio morir a su hija, de belleza impactante, de sida, dejando dos hijos de los que ella se hizo cargo.
Este libro, editado por Plaza y Janés decribe así a la periodista:

“Raquel Heredia, periodista de larga trayectoria, ha tenido ocasión de presenciar e informar de los hechos más importantes de nuestra historia reciente. Entrevistadora y reportera prestigiosa, fue designada cronista parlamentaria en la Legislatura Constitucional y su trabajo fue premiado por la Unión de Periodistas, de la que fue fundadora, con el I Premio a la Libertad de Expresión. (…) En 1978 recibió un premio Ondas”

Tendemos a asociar el mundo de la heroína con el mundo de los marginados, los pobres, la gente inculta, los desfavorecidos… La heroína es la droga de los que no tienen otra salida. Pero no es así. La heroína atacó y ataca a cualquier persona sea del nivel social que sea, y este es el claro ejemplo. Ada lo tenía todo. ¿Ada lo tenía todo?
Raquel Heredia cuenta como Ada estuvo marcada siempre por laseparación de sus padres. Raquel no está en casa. Tiene que trabajar para sacar adelante a sus cuatro hijos. Ada no perdona a su padre. Su padre se ha marchado, para siempre, con la prima de su madre. Y sus hijos no le importan demasiado.

“¡Qué tristeza de vida la que le transmitía! Y el único modo que conocía de hacerlos felices era trabajar como una mula para que tuvieran de todo…siempre cosas materiales, por supuesto: vestidos, veraneo, servicio doméstico, fiestecitas… Pero no me tenían a mí, que es lo que todos me han reprochado después, y en ello han basado sus frustraciones.”

Raquel se da cuenta tarde de que su hija es drogadicta, no lo quiere ver. Supongo que no podía imaginar, nunca, lo que le estaba pasando.

“… yo lo asocio con mi dolosoro descubrimiento de la heroína, caballo, jaco, burro, blanca, al que llegué precedida por un intenso y desagradable olor a limón podrido, a descubrir cuando iba a tomar un café que no había cucharillas, a encontrar bolitas de algodón endurecido, a que me faltaban objetos personales, como joyas, ceniceros de plata, algún dinero, poco al principio: que cinturones y corbatas estaban en los sitios más insólitos, y también a un incesante ir y venir de nuevos amigos de mi hija, que llegaban, se encerraban en su cuarto y se iban sin despedirse. Pero yo paraba poco en casa y no le di importancia al principio, achacando las faltas a mi despiste.
Es probable que si no hubiera estado inmersa en mi propia recomposición como persona y como mujer, en intentar salir del pozo en que me había metido el abandono de mi marido y el esfuerzo de cada día por tirar del carro tan pesado que me había tocado en suerte, hubiera reparado en el comportamiento de mi hija. De todas maneras estaba muy ocupada.”
En una conversación que Raquel tiene con un amigo de su hija, de esos que aún no habían muerto, y por lo tanto no borró nunca de su agenda, se explica claramente como, en aquellos años, se caía en la heroína, muchas veces, por desconocimiento.

“…nos llegaba a la mano por uno de los nuestros, ignorando que al poco de conocerla sería tan necesaria como hacer pis y que acto seguido ya no podríamos vivir sin ella, para lo que había que adentrarse en un mundo de mentiras, mezquindad, de delincuencia; de horror en una palabra.”

Ada se desintoxicaba y volvía a caer. Era el destino que para ella estaba
escrito y todas las luchas que Raquel relata para apartarla de ese mundo fueron inútiles. Y fueron muchas las luchas.

“…tuvo así un motivo para volver a la puta heroína, a la que sin duda se enganchan los más débiles, los inseguros, los que no quieren conocerse a sí mismos ni superar los traumas infantiles, los incapaces de salvar el más leve escollo que la vida les pone por delante. Siempre piensan que son los más desgraciados, los que han sufrido más en la infancia; se quedan sin crecer por dentro y a veces, cuando piden ayuda o cuando la necesitan de verdad, ya es tarde.”

Al final, Ada tiene sida. Le escribe estas palabras a su madre.
“Hola madre, mi amiga, mi confesora, mi mejor enemiga; creo que sabrás o quizá te imaginas todo el dolor y toda la mierda… Además tengo sida, pero tú sí me tocarás porque te quiero. ADA”

No sé si alguien que lea este post ha vivido algo parecido. Yo no lo he vivido nunca pero lo he visto de cerca. Los años ochenta fueron duros en el País Vasco. Los drogadictos exhibían sus peores sombras por los barrios obreros y las calles finas de las capitales, como Bilbao. Yo entonces era sólo una niña pero sabía que algo ocurría. Por eso, siempre, me ha interesado y preocupado mucho este tema. Porque no hace falta vivirlo en primera persona para sufrirlo. Me daba mucha tristeza ver a esos chicos y chicas, por aquel entonces adolescentes, con su mirada perdida, escondidos, intentando luchar en un mundo que se cerraba para ellos. Empecé a escuchar palabras como heroína, caballo, metadona, camello, yonqui. Empecé a escuchar todas esas palabras que Raquel Heredia y muchas otras madres no sólo escucharon sino que padecieron. A todas ellas y también a los padres. A todos va dirigido este post. A todos lo que nunca abandonaron a sus hijos a pesar de todo, que ya era mucho. Nunca nadie que no lo haya padecido podrá sentir ese dolor tan inmeso que yo sólo puedo imaginar, pero que tiene que ser el peor de los dolores que puedes sufrir en vida, ver como un hijo se va muriendo sin que tú puedas hacer nada por evitarlo.
Muchos de aquellos chicos se recuperaron y todo el barrio se alegraba, muchos murieron, como los amigos de Ada, como los chicos de esa agenda que ella tenía, la de los amigos muertos.
“Cuando se fue tuve ganas de morir; ¿qué pintaba yo en el mundo?, ¿cómo sobrevivir a tanto dolor y desolación? Pensé una vez más que la culpa eculpa era era nuestra: de los adultos, padres, educadores, políticos, sociólogos, informadores que habíamos confundido la felicidad con el materialismo; la libertad con el libertinaje…”

Hace ya algunos años tuve la suerte de entrevistar a Raquel Heredia. Acababa de leer su libro “Hijos de la luna” donde relata el día a día con Nacho y Hugo, sus dos nietos, hijos de Ada. Precioso libro me pareció aquel también y la escritora, una mujer valiente, luchadora, encantadora.

© 2011 Araceli Cobos

27Mar/11

INDUSTRIAS Y ANDANZAS DE ALFANHUÍ. FERLOSIO

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Siempre se ha comentado o escrito que Alfanhuí tiene algo de Lazarillo o de Charlot y a mí siempre me ha parecido que Alfanhuí tiene mucho de Alicia, si, de Alicia en el país de las maravillas, pero con acento español. Hay tanta magia en este libro… casi tanta como en las aventuras de Alicia, pero como digo, a lo español. “Industrias y andanzas de Alfanhuí”, escrito por Rafael Sánchez Ferlosio, es un libro al que tengo muchísimo cariño y un libro que considero cumbre dentro de la literatura española. El lenguaje que emplea Ferlosio es una suerte para nuestros ojos. Ya me referí a él cuando hablé de “El Jarama”, obra de este mismo autor. Y quería dedicarle un comentario.
Hace muchos años, quizas veinticinco, en un libro de texto de lengua española de la ya olvidada EGB, un fragmento que leíamos con la profesora aquella mañana me llamó poderosamente la atención. Era un párrafo de este libro. Esa fue la primera vez que conocí a Alfanhuí. Tenía diez años o quizás menos. Siempre he recordado ese párrafo. Años más tarde descubrí el libro. Sólo me acordaba del nombre Alfanhuí, ¡cómo olvidarlo! y estoy segura de que aquel párrrafo era el siguiente.
El que explica su aventura no es Alfanhuí sino el maestro taxidermista que ha encontrado en Guadalajara.

“Un día salí para uno de mis viajes. Llevaba un palo al hombro, y en la punta del palo, un pañuelo con merienda. Iba por un camino calizo entre árboles secos donde se posaban las urracas. También había por el campo muchos hoyos y harapos y pucheros de barro quebrados, y ruedas y destrozos de carro y otro sinfín de despojos, porque todo lo que se rompía iban a tirarlo a aquella tierra. Apenas nadie iba por el camino porque era un día de mucho sol, y el sol era muy malo allí, aunque todavía no había entrado el verano.
A lo lejos vi una figura sentada en una piedra, orilla del camino. Al llegar vi que era un mendigo y me decía: “Dame tu merienda”.
Me hizo un sitio en la piedra y nos pusimos a comer. Entonces vi cómo era. Llevaba unos pantalones oscuros, hasta media pantorrila, y un chaleco pardo, del que asomaban los hombros y los brazos desnudos. Pero su carne era como la tierra del campo. Tenía su forma y su color. En lugar de pelo, le nacía una espesa mata de musgo, y tenía en la coronilla un nido de alondra con dos pollos. La madre revoloteaba en torno de su cabeza. En la cara le nacía una barba de hierba diminuta cuajada de margaritas, pequeñas como cabezas de alfiler. El dorso de sus manos también estaba florido. Sus pies eran praderas y le nacían madreselvas enanas, que trepaban por sus piernas, como por fuertes árboles. Colgada del hombro llevaba una extraña flauta.
Era un mendigo robusto y alegre, y me contó que le germinaban las carnes de tanto andar por los caminos, de tanto caerle el sol y la lluvia y de no tener nunca casa. Me dijo que en el invierno le nacían musgos por todo el cuerpo y otras plantas de mucho abrigo, como en la cabeza, pero que cuando venía la primavera se le secaban aquel musgo y aquellas plantas y se le caían, para que nacieran la hierba y las margaritas.”

Desconozco como son ahora los libros de textos de los niños en España. Desconozco si, al igual que entonces, se daba tanta prioridad a la lectura, al lenguaje, y también desconozco si yo era una privilegiada y en otros colegios no sucedía, pero si me siento muy afortunada de que aquel colegio donde hice el EGB, Franciscanas de Montpellier de Trapagaran, Vizcaya, se preocupara tanto por darnos a conocer la literatura de nuestro país, por que los niños aprendieran correctamente a leer, por darnos a conocer autores que despertaban nuestros sentidos y nuestra inteligencia. Recuerdo tardes enteras de lectura frente a poemas de Machado, de Juan Ramón Jiménez,… Me encantaría que eso ocurriese aún en los colegios porque la lectura es fundamental para abordar otras asignaturas tan fascinantes como la física, la química o las matemáticas. Si no llegamos a comprender un texto, por ejemplo, de un problema matemático, nunca, entonces, podremos resolverlo.

Volviendo a este libro maravilloso que todo el mundo, desde niño, debería empezar a leer, me gustaría recalcar su magia. La obra está llena de personajes y objetos fascinantes: sillas de madera que tienen raíces y dan cerezas, un gallo de veleta con vida, una marioneta que todo lo sabe, un gigante bondadoso, un mendigo mágico, unos ladrones de trigo que viven en un pajar, una abuela que incuba pollos, agua de luces, pájaros con simetría vegetal,… Todo cabe dentro de esta obra fascinante. Cuando uno lee un libro de estas características no puede dejar de pensar, como un hombre puede albergar tanta fantasía en su cabeza y relatarla con tal maestría y dulzura.

El libro comienza así:

“El gallo de veleta, recortado en una chapa de hierro que se cantea al viento sin moverse y que tiene un ojo solo que se ve por las dos partes, pero es un solo ojo, se bajó una noche de la casa y se fue a las piedras a cazar lagartos. Hacía luna, y a picotazos de hierro los mataba. Los colgó al tresbtresbolillo en la blanca pared de levante que no tiene ventanas, prendidos de muchos clavos. Los más grandes puso arriba y cuandto más chicos, más abajo. Cuando los lagartos estaban frescos todavía, pasaban vergüenza, aunque muertos, porque no se les había aún secado le glandulita que segrega el rubor, que en los lagartos se llama “amarillor”, pues tienen una vergüenza amarilla y fría.”

Cuando un día Alfanhuí, ya en la tercera parte del libro, se encuentra con el gigante, llamado Heraclio, este le cuenta lo siguiente:

“Heraclio tenía un tesoro que le habían dejado sus padres; eran dos grandes colmillos de marfil y dos bolas de marfil del tamaño de sandías. “Nadie sabía lo que aquello significaba. Pero era un verdadero tesoro, porque no se podía vender. La gente cree que es tesoro todo lo que vale mucho, pero el verdadero tesoro es lo que no se puede vender. Tesoro es lo que vale tanto que no vale nada. Sí, él podía vender su tesoro a peso de marfil, pero el tesoro se perdería, vendería tan sólo marfil. El verdadero tesoro vale más que la vida, porque se muere sin venderlo. No sirve para salvar la vida. El tesoro vale mucho y no vale nada. En eso está el tesoro; en que no se puede vender.”

Es imposible introducir en este comentario, que debe ser breve, para no aburrir, todos los fragmentos mágicos de este libro, por eso sólo me queda una cosa que decir, si lo leen nunca lo olvidarán. Yo, hace veinticinco años que lo leí y nunca lo he podido olvidar. Ese es el tesoro, los recuerdos que uno tiene, los que no se pueden comprar ni vender. Ese es el verdadero tesoro de cada uno.
Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) terminó de escribir este libro en 1950. Lo publicó en 1952. Era su primer libro. En 1956 obtuvo el Premio Nadal y posteriormente el Premio Nacional de la Crítica con “El Jarama”. Este libro lleno de colores y sensaciones titulado “Industrias y andanzas de Alfanhuí” está publicado en Ediciones Destino.

“El maestro miró al niño de arriba abajo con unos ojos muy serios y dijo:
-¿Tú? Tú tienes ojos amarillos como los alcaravanes; te llamaré Alfanhuí porque éste es el nombre con que los alcaravanes se gritan unos a los otros. ¿Sabes de colores?
-Sí.”

© 2011 Araceli Cobos