Archivos de la categoría: LIBROS

17Feb/13

EL CARTERO DE NERUDA. SKÁRMETA

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Mario Jiménez está cansado de ser pescador. Cuando se convierte en cartero de isla Negra su vida cambia. La única persona a la que debe entregar correspondencia es a su admirado poeta Pablo Neruda. El joven espera con «ardiente paciencia» a que algún día, el gran escritor le dedique un libro o entable una pequeña conversación con él. Con el tiempo, su paciencia se verá correspondida. Y lo que nunca podría haber soñado se cumple. La amistad entre el poeta y el pescador será, cuando menos, peculiar.
Este pequeño resumen del delicioso libro » El cartero de Neruda. (Ardiente paciencia)» de Antonio Skármeta (Antofagasta, Chile 1940), por gracioso, por tierno, por bien escrito y por ser ya una obra maestra de la literatura latinoamericana debe ser abierto en alguna ocasión. Les encantará.
La novela nos sitúa en el Chile de los 70, cuando Salvador Allende gana las elecciones y se convierte en el primer marxista votado democráticamente. Esta época convulsa queda muy bien reflejada en el libro, en las conversaciones que mantienen los dos hombres, y en la recreación, como no, de la vida de Neruda.
Mientras el poeta habla de su posible elección para la Presidencia de la República, o de su nueva candidatura al Premio Nobel, Jiménez le habla de amor. Porque el cartero se ha enamorado.Se ha enamorado de Beatriz, la hija de la dueña de una hostería. Y se ha enamorado de verdad. Además, Jiménez quiere ser poeta.
Así lo escribe Skármeta, así le contesta Neruda.
«¡Hombre! En Chile todos son poetas. Es más original que sigas siendo cartero. Por lo menos caminas mucho y no engordas. En Chile todos los poetas somos guatones.»

El poeta intenta explicarle lo que es una metáfora, en otra ocasión:
«¡Metáforas, hombre!
-¿Qué son esas cosas?
El poeta puso la mano sobre el hombro del muchacho.
-Para aclarártelo más o menos imprecisamente, son modos de decir una cosa comparándola con otra.
-Deme un ejemplo.
Neruda miró su reloj y suspiró.
-Bueno, cuando tú dices que el cielo está llorando. ¿Qué es lo que quieres decir?
-¡Qué fácil! Que está lloviendo, pu.
-Bueno, eso es una metáfora.
-Y ¿por qué, si es una cosa tan fácil, se llama tan complicado?
-Porque los nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad de las cosas. Según tu teoría, una cosa chica que vuela no debería tener un nombre tan largo como «mariposa». Piensa que «elefante» tiene la misma cantidad de letras que «mariposa» y es mucho más grande y no vuela concluyó Neruda exhausto».

El pescador, el cartero quiere ser poeta. Neruda le dice lo siguiente:
«-¿Y para pensar te quedas sentado? Si quieres ser poeta comienza por pensar caminando (…) Ahora te vas a la caleta por la playa y, mientras observas el movimiento del mar, puedes ir inventando metáforas.
-¡Deme un ejemplo!
-Mira este poema: «Aquí en la Isla, el mar, y cuánto mar. Se sale de sí mismo a cada rato. Dice que sí, que no, que no. Dice que sí, que no, que no. Dice que sí, en azul, en espuma, en galope. Dice que no, que no. No puede estarse quieto. Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla. Entonces con siete lenguas verdes, de siete tigres verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre.»

Hay en este libro mucho humor, mucha dureza y mucha dulzura. Los pasajes en los que la madre de Beatriz le echa en cara a Neruda que sus poemas son los culpables de que el pescador haya enamorado e incluso desnudado a su hija, son muy graciosos. La dureza la tenemos en la propia muerte de Neruda y la dulzura y la dureza unidas, por ejemplo, cuando Neruda se hace embajador en París y le pide al cartero lo siguiente:

«Quiero que vayas con esta grabadora paseando por isla Negra, y me grabes todos los sonidos y ruidos que vayas encontrando.(…) Mi salud no anda bien. Me falta el mar. Me faltan los pájaros. Mándame los sonidos de mi casa. (…) Y ándate hasta las rocas, y grábame la reventazón de las olas. Y si oyes gaviotas, grábalas. Y si oyes el silencio de las estrellas siderales, grábalo. París es hermoso pero es un traje que me queda demasiado grande. Además, aquí es invierno, y el viento revuelve la nieve como un molino la harina. La nieve sube y sube, me trepa por la piel. Me hace un triste rey con su túnica blanca. Ya llega a mi boca, ya me tapa los labios, ya no me salen las palabras.»

La novela guarda muchas sorpresas y reflexiones interesantes. Fue adaptada al cine por Skármeta en 1983. Fue una cinta premiada internacionalmente.
La vida de Skármeta es rica e interesante. Les invito a conocerla también.
Algunos de sus libros más conocidos son: «Soñé que la nieve ardía», «Match- Ball» o «La insurrección».

09Feb/13

CUANDO HITLER ROBÓ EL CONEJO ROSA. LA VIDA DE JUDITH KERR

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«Cuando Hitler robó el conejo rosa» es una de las novelas sobre la II Guerra Mundial, el alzamiento de Hitler al poder y en definitiva el Holocausto, más bonitas que he leído nunca. En principio, es una novela para el público juvenil, pero yo siempre he creído que esa barrera es difícil de señalar, qué es una lectura para adultos y qué es una lectura para adolescentes. Hay novelas juveniles que a los adultos les vendrían muy bien leer por como están planteadas, por volver un poco a nuestra propia juventud y por los temas que tratan. ¿Por qué no echarlas un vistazo?
La última sorpresa que me he llevado ha sido esta obra de la escritora e ilustradora Judith Kerr (Berlín 1923).
Anna una niña alemana de nueve años, de origen judío, vive feliz en Berlín en una familia acomodada. Su padre es un periodista de prestigio y su madre se dedica a su familia, sin ninguna otra preocupación. Anna vive como cualquier otra niña. Va al colegio todos los días, juega con sus amigos a deslizarse en trineo, le gusta pintar, escribir, jugar con su hermano Max, dos años mayor que ella…
Los nazis están a punto de ganar las elecciones en Alemania, por lo que la familia se plantea huir a Suiza. El padre de Anna, aunque es admirado en su país, es también buscado por los nazis por sus ideas políticas. Así es que no les queda otro remedio que emprender una nueva vida, primero en Suiza y después en París para acabar finalmente en Londres.
Anna se convierte en una refugiada con todas las consecuencias que eso conlleva, alegrías, penas, esfuerzo, inquietud, curiosidad…Eso es lo que narra Kerr en esta obra. Es una novela autobiográfica. Esta es una de las razones por las cuales llega inmediatamente al lector. Es clara en su exposición, dura en el contenido, precisa en su forma.
En Suiza, se instalan en el Gasthof Zwirn, una pensión humilde de un pueblo cercano a Zurich.
Pero las cosas no irán bien en Suiza, el padre de Anna tiene muchas dificultades para publicar sus artículos. La única solución será marchar a París. Anna y Max tienen dificultades para aprender francés pero tras algunos meses con una tutora, ambos asisten a un colegio francés, en el que Anna conocerá a Colette, que se convertirá en su mejor amiga.
Pero en París nadie quiere publicar los artículos del padre de Anna.
La historia acaba con el viaje de la familia a Londres, en busca de un futuro mejor.
Hay personajes entrañables, como el tío Julius, al que Anna está muy unida, la familia Fernand,…
Aquí voy a dejar algunas citas de la novela en la cual se puede ver como en los ojos de los niños, incluso la peor de las situaciones, puede ser desde irónica, a tierna, desde dura a dulce.

Anna y Elsbeth hablan a la salida del colegio sobre Hitler.

«-Es otro retrato de ese señor, dijo Elsbeth. Mi hermana la pequeña vio uno ayer y se creyó que era Charlie Chaplin.
Anna contempló la mirada fija y la expresión severa. Luego dijo:
-No se parece en nada a Charlie Chaplin, como no se en el bigote.
Leyeron el nombre que había debajo de la fotografía.
Adolf Hitler.
-Quiere que todo el mundo le vote en las elecciones, y entonces les parará los pies a los judíos, dijo Elsbeth. ¿Tú crees que le parará los pies a Rachel Lowenstein?
-A Rachel Lowenstein no la puede parar nadie, respondió Anna. Es capitana de su clase. A lo mejor me para los pies a mí. Yo también soy judía.»

Un día el padre de Anna les dice esto a sus hijos:

«Hay judíos dispersos por todo el mundo, explicó, y los nazis están diciendo mentiras horribles sobre ellos. De modo que es muy importante que la gente como nosotros demuestre que eso no es verdad.
-¿Y cómo podemos demostrarlo?, preguntó Max.
-Siendo mejores que los demás, dijo papá. Por ejemplo los nazis dicen que los judíos no son honrados. De manera que no basta con que seamos igual de honrados que los demás, tenemos que serlo más.
(…)
-Tenemos que ser más trabajadores que los demás, continuó papá para demostrar que no somos holgazanes, más generosos para demostrar que no somos tacaños, más amables para demostrar que no somos groseros.
Max asintió con la cabeza.
Puede parecer que es mucho pedir, ,añadió papá, pero yo creo que merece la pena, porque los judíos son personas estupendas, y está muy bien ser judío.»

Max y su amigo Gunther están hablando en una ocasión de los nazis. Ellos lo toman todo como un juego.

«-¿Qué tienes ahí?, preguntó Anna.
-Es una insignia. Hoy hemos tenido una pelea fenomenal en el colegio: los nazis contra los socis.
-¿Y quiénes son los nazis y los socos?
-A tu edad ya deberías saberlo, dijo Max, que acababa de cumplir los once años. Los nazis son los que van a votar a Hitler en las elecciones. Los socis somos los que vamos a votar en contra.
(…)
Era una chapa pequeña de esmalte rojo, con una cruz negra con los brazos doblados.
-Se llama una esvástica, dijo Gunther.
Todos los nazis la tienen.
-¿Qué vais a hacer con ella?
Max y Gunther se miraron.
-¿Tú la quieres?, preguntó Max.
Gunther negó con la cabeza.
-Se supone que no debo tratarme para nada con los nazis. Mi madre tiene miedo de que me partan la cabeza.
-No pelean limpio, asintió Max. Usan palos, piedras y de todo.
Dio la vuelta a la insignia, con repugnancia creciente:
-Pues yo desde luego no la quiero.
-¡Tírala por el water!, dijo Gunther.
Y así lo hicieron. La primera vez que tiraron de la cadena no se fue para abajo, pero a la segunda, justo en el momento en que sonaba el timbre para ir a comer, desapareció muy satisfactoriamente.»

«Cuando Hitler robó el conejo rosa» ganó en 1974 el Deutscher Jugendliteraturpreis.
La editorial Alfaguara lo tiene publicado en su linea de Clásicos. Las ilustraciones son de la propia Kerr y son preciosas.
«El diario de Ana Frank» es otra de las novelas que me apasionó sobre este tema y sobre la última y de las que más se ha hablado «El niño con el pijama de rayas», del escritor irlandés John Boyne tengo opiniones muy diferentes, pero eso lo comentaré en otro post. De momento les invito a abrir este precioso libro, les encantará.

02Ene/13

UN PASEO POR LOS SUEÑOS DE INKA MARTÍ Y SU CUADERNO DE NOCHE

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Aguas verdes con peces rojos, el ataque de un águila a un hombre, una ciudad colonial en la India, una barca roja navegando por un lago, un laberinto, un desván donde se cultivan rosas, un rey que va tocado con un sombrero como un cucurucho, libros que caen del cielo, un caballo tatuado, monjes tibetanos, ratas hinchadas y un bebé carbonizado, delfines en una alberca, muchas, muchas serpientes…y mucho, mucho más, recuerdos de abuelos en Münsterland y aguas de todo tipo. ¿Quién se puede resistir a entrar en los sueños de Inka Martí?
Ediciones Atalanta publicó en abril del año pasado, un precioso libro escrito por esta bella e inteligente filóloga, escritora y periodista, titulado «Cuaderno de noche» donde Martí (Barcelona, 1964) comparte con los lectores los sueños que ha tenido a lo largo de algunos años.
En el libro se asegura que la autora «no se sirve de ninguna visión nocturna para elaborar una forma artística. Su poética consiste en ofrecer un testimonio veraz de cómo discurre la vida en sueños, pues todo lo recordado pasó al papel, nada más despertar, sin variaciones ni añadidos; y así, de los cerca de mil sueños que Inka Martí fue registrando entre diciembre de 2000 y febrero de 2011, este breviario recoge sesenta y cinco escenas significativas de su universo onírico.»
Prologado por Jacobo Siruela, merece la pena pasearse por esos sueños, que nacen de la cabeza de esta escritora, hasta ahora más conocida dentro de la literatura infantil. Martí ha publicado dos novelas para niños «Otto» y «El cavaller de pedra».
Aquí tenemos un libro diferente que les sorprenderá. Podemos empezar el año dejándonos sorprender, ¿no?
Yo me quedo con este sueño, el que más me ha gustado. Se titula «La ciudad de cristal». Dejo aquí un fragmento:

«Me adentró en un gran bosque de árboles por un camino que bordea una montaña. Es un bosque muy oscuro y fresco; desde la hondonada llega el murmullo de un río. Entre los troncos surge un hombre que dice ser un estudioso de las aguas. Me muestra los frascos de cristal donde las guarda. Hay agua de río, agua de rocío robada a los pétalos de las flores y agua liberada de las telarañas; hay agua de lluvia recogida de los cuencos que a veces forman las raíces al pie de los troncos de los árboles y los huecos de las piedras.»

Quiero destacar que el prólogo de Jacobo Siruela, gran conocedor y estudioso del mundo onírico, es muy interesante. Recoge cosas como éstas:

«El sueño es un fenómeno psíquico muy delicado: le agrada esconderse de la luz del día. Vive totalmente separado del mundo diurno, como si fuera el envés de una hoja cuyo haz es la vigilia. La única manera de conectar ambos lados es recordar el mundo onírico. La memoria es el puente de unión, el cemento que los une. Pero los sueños se hacen cada vez más frágiles en su contacto con el día. Cada vez se distancian más de nosotros, cada vez hay menos personas que los recuerdan, como si estuviera atrofiando nuestra capacidad de memorizarlos por la falta de conexión con lo onírico.»

Jacobo Siruela publicó, en Ediciones Atalanta, un libro complejo y completo sobre el mundo onírico titulado «El mundo bajo los párpados» que también les recomiendo abrir si sienten curiosidad por este tema. Van a aprender mucho.

24Dic/12

LUCIE EN EL BOSQUE CON ESTAS COSAS DE AHI. PETER HANDKE

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«Lucie en el bosque con estas cosas de ahí» es la novela que quiero invitarles hoy a abrir. Es un libro precioso en el que, de manera magistral, se narra como Lucie, una niña de siete años, siente una admiración profunda por su madre y sin embargo una gran aversión por su padre, jardinero de profesión. Lucie no le entiende ni le quiere entender. No quiere adentrarse en el mundo de la naturaleza que el le brinda. Para Lucie, su padre, es un pesado que no para de decir frases larguísimas, sin sentido para ella, un hombre que tiene las uñas sucias y recoge setas en el bosque.

«Cuando abría la boca, lo que gracias a Dios ocurría muy pocas veces, era tremendamente premioso. Sobre todo era completamente incapaz de hablar con frases cortas, fáciles, comprensibles para todo el mundo, incluso para un niño. (…) ¿Por qué, por ejemplo, rastrillaba el jardín en un sitio donde no había ni una sola hoja caída de los árboles? ¿Por qué, al andar por una calle, de repente se daba la vuelta sobre sí mismo? ¿Qué es lo que volvía a buscar en todos sus bolsillos, cuando hacía sólo un momento había estado buscando en ellos de un modo tan exhaustivo, hasta el punto de haberlos vuelto del revés todos? Lo más molesto era que uno no sabía nunca qué pasaba con este hombre. Cuando la madre cerraba la puerta de golpe: sí, era ella, por fin, ¡su querida madre, tan guapa! En cambio, el padre cerraba la misma puerta, pero por regla general con el sigilo de un ladrón, hasta tal punto que a Lucie más de una vez le había entrado miedo y había gritado: «¿Quién es?». Sí, este «¿quién es?» se refería a su padre, que de vez en cuando daba un portazo más fuerte que el que hubiera podido dar nunca la madre.»

La novela narra esos desencuentros iniciales para luego servirnos en bandeja un entendimiento entre padre e hija muy bello.
Lucie vive en lo alto de una montaña desde la que puede ver un bosque, ese bosque donde están «esas cosas de ahí», las setas. O quizás «esas cosas de ahí» son otras muchas cosas, según el lector lo vaya entendiendo, o según que profundo le cale la lectura.
La novela escrita por el austriaco Peter Handke (Grieffen, 1942) tiene una sorpresa que no puedo desvelar, pero yo me quedo con la profundidad de algo simple. Algo tan sencillo y a la vez tan complejo como el amor de un hijo hacía sus padres. De niños vemos las mismas cosas de forma de diferente a como lo hacemos de adolescentes o adultos.
Yo que he tenido la suerte de, como Lucie, tener un padre amante de la naturaleza, con el que he pasado días enteros en los bosques mirando animales, observando insectos, oliendo la humedad de la tierra, tocando la rugosidad de la corteza de los árboles, admirando plantas, recogiendo setas,.. abrazando árboles,…me doy cuenta que también había muchas «esas cosas de ahí», que cuando tu padre te enseña una ardilla que trepa por un pino, o un nido, o se queda ensimismado mirando un montón de tierrecilla, o vete tú a saber que, está diciéndote muchas pequeñas cosas que son tan grandes como el propio bosque.
Pero esta novela, que es una novela de iniciación, nos da la alegría de poder leer,como antes he apuntado, como Lucie, al fin, entiende a su padre.

«Con el tiempo, en los escasos paseos por el bosque que Lucie daba con su padre, lo que más le extrañaba era esto: que el hombre se estuviera equivocando continuamente; continuamente se estaba agachando hacia este o hacia aquel tesoro o a esto y aquello que brillaba de un modo especial, y luego en realidad eso no era más que una piedrecita, una hoja, una bellota o bien otra cosa. Y además a ella lo que le extrañaba era también que el padre, a pesar de que hacía un rato que había reconocido su error, no se ponía otra vez a buscar en seguida sino que cada vez, tomándose casi el tiempo de una hora de clase, se quedaba parado delante de la hoja, del trozo de corteza, de la flor del bosque, de la pequeña almohadilla de musgo, daba una vuelta entera a aquello que había confundido, daba un paso atrás, y luego varios, y llegaba incluso a agacharse ante el objeto de su error y lo miraba a través de su lupa. Y Lucie se extrañaba más y más cuando su padre, en mitad de su búsqueda, interrumpía su zigzag por los bosques, se detenía y estaba una eternidad mirando hacia arriba, a las copas de los árboles, con preferencia hacia allí donde levantaban el vuelo las palomas torcaces, que precisamente eran típicas de estos bosques. Se quedaba quieto, de pie, miraba y escuchaba. Pero luego, de un modo igualmente repentino, interrumpía su observación y su escucha y se ponía a mirar y a escuchar hacia un lado completamente distinto.»

Me parece que la forma de contar las cosas que tiene este escritor austriaco son de una sencillez y de una belleza difícilmente comparable a otro escritor. Me ha recordado un poco a Herta Müller, por ese talento que me parece, comparten, a la hora de hacer de la sencillez un diamante literario. Y me pasa lo mismo con Stefan Zweig, del que pronto escribiré un comentario en el blog. Veo conexiones entre ellos tres. Y los tres me recuerdan que la literatura es algo maravilloso. Que las cosas más sencillas se pueden explicar, narrar, escribir, de una forma delicada y tremendamente elegante.

«¡Nunca acabas de buscar nada hasta el final!», dijo Lucie en lo que tenía que ser, provisionalmente, el último paseo que daba con su padre por el bosque. «Y tampoco acabas de mirar nada hasta el final. Y tampoco acabas de escuchar nada hasta el final. Nada de lo que haces lo acabas. Esto no es buscar. ¡Y por tanto tampoco es encontrar nada de verdad!.»

Y el padre le contesta entonces…

«El padre contestaba (atención, frase larga!): «Al estar confundiendo continuamente la cosa concreta que estoy buscando aquí con esto otro y con aquello, eso me da la oportunidad de examinar esto otro, la piedra, la hoja, la corteza, la raíz, el musgo, como nunca lo hubiera hecho sin mi confusión, es decir, sin mi error, con la consecuencia de que, ante mis ojos, tanto, por una parte, la cosa confundida, como ahora aquí este caracol amarillo de otoño, como, por otra, aquello con lo que yo a primera vista he confundido el caracol, buscando aquello, aparecen de un modo más preciso y más nítido: lo confundido, en este caso, el caracol, ante mis ojos corporales, lo buscado (aquello), ante mis ojos espirituales o interiores, lo cual, las dos cosas juntas, en razón de mi modo de mirar, doblemente agudizado (el dirigido hacia afuera, a la cosa presente; el dirigido hacia adentro a la ausente), lleva a un tipo de observación que el filósofo y científico Pitágoras llamaba OBSERVACIÓN POR EL ERROR y que sugirió a sus alumnos como el método más natural y mejor de comparar unas cosas con otras las cosas del mundo, de distinguirlas unas de otras y de reconocer en cada una de ellas sus características esenciales».

Peter Handke, es, sin lugar a dudas, un genio y un referente dentro de la literatura en lengua alemana, uno de los escritores más importante y populares en este idioma.
Entre los numerosos premios que ha recibido cabe destacar el Georg Büchner, equivalente al Cervantes de las letras alemanas.
Además de libros maravillosos ha escrito también guiones cinematográficos para Wim Wenders y dirigió la película «La mujer zurda» basada en su novela homónima.
El libro del que les he hablado pueden encontrarlo en Alianza Editorial. Viene ilustrado con unos dibujos estupendos y delicados del propio autor.

Me encanta este párrafo que el padre de Lucie clama en mitad del bosque ante el desconcierto de su hija, dice tanto…:

«Bandadas de palomas torcaces, aves continuamente en fuga, batir de alas como un matraqueo de ametralladoras, luego una salva, luego una risa reprimida, luego una lluvia de plumas desde los árboles de la fuga, luego las fugas se vuelven a interrumpir cada vez, quedarse quietas otra vez en el siguiente árbol, y todavía antes de quedarse quietas del todo ahí, volver a huir, esquirlas grises, azules en el cielo del bosque, arriba, en el cielo del bosque, ¿metralla?, ¿esquirlas de cuentos?, y otra vez desaparecidas en el siguiente arbolo de la fuga, así pequeñas, pequeñas fugas, y así breves, breves momentos de pausa siempre, y así el día entero y así el año entero huyendo, y siempre en círculo, en el mismo pequeño círculo del bosque, sin terminar nunca de huir, sin terminar nunca de descansar en todas esas fugas, salva de granadas de un batir de aleas, luego risa contenida de plumajes, luego plumas que caen, gris, azul, gris, azul, y por lo demás nunca un solo sonido de todas estas palomas torcaces, únicas aves del bosque de las cuales jamás se pudo oír un solo sonido, una sola llamada, un solo grito, una sola canción, un solo arrullar, nada más que el aleteo de la fuga, fugas en el lugar donde están, fugas que apenas llegan a lo que es la anchura de las alas, y huyendo de este modo es como sobreviven, porque los cazadores las buscan siempre en un sitio distinto, aves en fuga, dejadme huir con vosotras».

05Sep/12

LA DELICADEZA DE DAVID FOENKINOS. ¿NATHALIE, FRANCOIS Y MARKUS…Y NADA MAS?

No es bueno esto de llegar de vacaciones, relajada, sin problemas aparentes y que alguien se te tire al cuello. Pero… va a pasar, lo noto. Y mira que me lo he pensado, porque creo que es la primera vez que voy a hablar de un libro que no quería incluir, porque no se si me gusta o no, creo que no, así es que como Benoite Groult decía respecto a los hombres, si dudas entre si te gusta o no, siempre es no. Pues… quizás sea que no me gusta. Voy a matizar, me ha decepcionado. Eso es. Voy a decir que me ha decepcionado porque puse muchas ilusiones en él. Como no soy quien para hablar mal de un libro sino de darlo a conocer desde mi lectura, este comentario a esta obra servirá para que ustedes me contradigan, o mejor aún, me hagan ver que si es un buen libro y que tal vez yo no he sabido ver su belleza.
En cualquier caso, contaré que el libro, titulado: «La delicadeza», vino a mi porque estaba tirado en la librería del aeropuerto de Málaga y mi intención era colocarlo de nuevo en la estantería, pero no, algo me impulsó a comprarlo y esto fue todo. Los libros nos buscan, yo ya sabía esto, pero aún no comprendo y quizás esto es lo que mas rabia me de, por qué me quería buscar este libro a mi. No quiero pensar el porqué porque puede haber muchas razones y no todas buenas.
Continúo.
El libro es bastante dulzón, tanto que a veces parece escrito por un adolescente (¡que miedo lo que acabo de escribir!). A esta obra ya se la nombra como la novela de los diez premios, porque los tiene. Y su autor, David Foenkinos, seguro que es un tipo inteligente, que sabe muy bien los tontos que nos ponemos en la adolescencia con esto del amor, pero ya es mayorcito, nació en el 74, como para andarse con estas cosas. ¿Lo habrá hecho queriendo y la muy imbécil de mi no lo capta? En cierta ocasión, un escritor, dijo que «El niño con el pijama de rayas» le parecía una buena novela, pero quizás para adolescentes. Pero, que por otra parte, estos eran los temas que pedían los lectores, lectura fácil, historias fáciles. Cuando leí este libro de John Boyne tuve la misma sensación, pero con esta novela me ha vuelto a suceder lo mismo. ¡Qué dilema!
Continúo.

Algunas comparaciones y frases de «La delicadeza» que me han parecido demasiado infantiles:

«Markus se sentía como Amstrong en la luna», hace referencia a cuando se enamora de Nathalie, la protagonista de la novela.

«Nathalie decidió entonces caminar hacia él, caminar despacio, muy despacio. Casi habría dado tiempo a leer una novela mientras tanto.» ¿Es necesaria esta última frase?

Otra vez respecto a Nathalie: «Sus andares eran ligeros, vaporosos, como la protagonista de una película italiana de 1967.»

El siguiente párrafo se refiere a la boda de Nathalie con Francois:

«»Había que detener en el tiempo ese instante único, de la misma manera que Amstrong había plantado la bandera americana en la Luna.»

Otro párrafo que no tiene desperdicio, lo podrán encontrar en la página 12 del libro publicado por Seix Barral. Son las suposiciones que Francois hace sobre lo que se debe beber en una primera cita.

Otra vez el bueno de Markus haciendo una comparación sobre la belleza de la protagonista: «La suya era una belleza como para poner puntos suspensivos en todas partes…»

Cuando Markus pide explicaciones a Nathalie de su beso, el autor de París escribe esto: «Nuestro reloj biológico no es racional Es exactamente como la pena de amores: no sabes cuándo se te pasará.»

Bueno, basta de ser una criticona.

Nathalie, la protagonista de la obra, es una mujer feliz. Conoce el amor de la forma más inesperada y además adora al que después se convertirá en su marido Francois. Su vida está llena de literatura y buenos momentos. Todo cambia cuando su marido muere inesperadamente. Ella debe enfrentarse al dolor y más tarde ser fuerte cuando el amor llama de nuevo. Markus, un compañero de trabajo, va conquistándola, va intentado hacerse un hueco en su cuerpo lleno de belleza pero ocupado. ¿Qué pasa mientras tanto? Eso lo deben leer ustedes abriendo este libro.

Tengo que decir, que aunque no he visto la película que está basada en el libro y que dirige el propio escritor, puede suceder, que sea ésta una de las pocas ocasiones en que la película supere en calidad al libro. Así es que prometo verla. Si alguien la ha visto y ha leído el libro también me interesaría mucho saber su opinión. Creo que sólo por ver a actuar de nuevo a Audrey Tautou ya merece la pena.

Ahora, como fin de fiesta voy a escribir un diálogo que si me ha gustado del libro (quizás sea el más dulzón, lo que faltaba ¿eh?). Y algunas frases que llaman a la reflexión.

«-Yo sobre todo lo que creo es que me siento perdida.
Nathalie pronunció esa frase de golpe y porrazo. Sin la más mínima transición. Instintivamente, Markus cogió un pedazo de pan y se puso a desmigarlo.
-¿Qué haces?, le preguntó Nathalie.
-Pues como en el cuento de «Pulgarcito». Si estás perdida, tienes que dejar miguitas de pan a tu paso.
Así podrás encontrar el camino.
-¿Y supongo que el camino me lleva hasta aquí…hasta ti?
-Sí. A no ser que tengas hambre y decida comerme las miguitas de pan mientras te espero.»

Frases:

«Nadie escucha a los que dicen que quieren estar solos.»
«Quizá haya una dictadura de lo concreto que contraría siempre las vocaciones.»
«En una historia de amor, el alcohol acompaña dos momentos opuestos: cuando se descubre al otro y hay que narrarse uno mismo, y cuando ya no hay nada que decirse.»
«¿Acaso hay algo más ilógico que una afinidad?»
«Las veladas pueden ser extraordinarias, las noches inolvidables, y, sin embargo, todas desembocan siempre en mañanas normales y corrientes.»

Pues hasta aquí hemos llegado. No puedo despedirme sin criticar una cosa más. El ritmo del libro es rapidísimo y el desenlace de las actuaciones es muy forzado en ocasiones. Sobre todo al final del libro. Pero bueno, ya está. Quizás dentro de unos años lo vuelva a leer y me sorprenda, no sería la primera vez que me pasa con un libro.
Nada que decir sobre los mini capítulos, incluso, me gustan, refrescan la novela.
David Foenkinos ha escrito otro par de libros más, no estaría mal leerlos y no criticar tanto ¿verdad? Tomo nota.

15Ago/12

CUENTOS DE LA MEDIA LUNITA DE ALMODÓVAR. GARBANCITO, BLANCAFLOR O PERIQUÍN Y LA BRUJA CURUJA

Este verano, gracias a mi hijo, he vuelto a sumergirme en los cuentos que mi padre me contaba de pequeña camino de la huerta que teníamos, por el monte, de camino al colegio… ¿Sabéis quién es Garbancito? ¿Y Periquín y la Bruja Curuja? ¿Blancaflor? ¿Mariquilla ríe perlas? Si la respuesta es no, inmediatamente les invito a que abran los cuentos clásicos, «Cuentos de la Media Lunita», de Antonio Rodríguez Almodóvar.
Son preciosos, cautivadores, enriquecedores, maravillosos, una joya literaria para nuestros hijos y para nuestra memoria. El lenguaje está cuidado al mínimo detalle, los dichos, los refranes. ¡Qué dulzura! Que amor pone Rodríguez Almodóvar en todo lo que hace. Que esfuerzo en recopilar todos esos cuentos populares que a lo largo de los años han escuchado nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros y ahora nuestros hijos. A escritores como estos nunca se cansaría uno de darles las gracias.
Antonio Rodríguez Almodóvar (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1941), es autor de más de cincuenta libros, entre ellos numerosos cuentos y relatos infantiles y juveniles, particularmente los «Cuentos de la Media Lunita», colección de 64 títulos, basada en los cuentos populares españoles. Como curiosidad, les diré que éstos se reeditan constantemente desde 1985 y ha alcanzado ya los cinco millones de ejemplares.
De muy joven, el escritor sevillano, fue marino mercante, carrera que simultaneó con la de Filosofía y Letras. Fue profesor interino y contratado de la Universidad de Sevilla y del Colegio Universitario de Cádiz entre 1969 y 1974, de los que fue apartado por su activa participación en la lucha antifranquista.
Como novelista ha publicado «Variaciones para un saxo», «Un lugar parecido al Paraíso», «El Bosque de los sueños» y «Si el corazón pensara», esta última, por cierto, gran contribución a la memoria histórica de la dictadura franquista, ambientada en la Sevilla de los años 50. Muchas gracias de nuevo por esa lucha.
También ha cultivado la poesía en «A pesar de los dioses» y «Poemas del viajero».
Tiene varios premios en su haber, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 2005, por su pentalogía «El bosque de los sueños», concedido por el Ministerio de Cultura. Premio Internacional «Infanta Elena» de Narrativa Juvenil, con su novela «Un lugar parecido al paraíso», 1991. Premio «Ateneo de Sevilla de relatos, 2004».
Una de sus obras más conocidas, «Cuentos al amor de la lumbre, I y II», compartió el Premio Nacional de Literatura, 1985, al «mejor conjunto de elementos en un libro».Lleva un prólogo de Jose Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926). Este libro, concretamente, que también está en la librería de mi casa, es una maravilla para los amantes del cuento.
El 13 de junio de 2011 recibió en Granada el I Premio Washington Irving, por toda una trayectoria literaria en favor del cuento.
Muchas más cosas podríamos decir de este gran autor, pero todo esto está ya en los libros.
Me voy a quedar, de entre todos los cuentos, con un fragmento de «Garbancito», porque me gusta mucho recordar cuando mi padre me lo contaba y me encanta ver la sonrisa de mi hijo cada vez que se lo leo por la noche, antes de dormir.

«Esto era una matrimonio sin hijos, que siempre estaba pidiéndole a Dios que les concediera uno; uno solo, aunque fuera tan chico como un garbanzo. Tanto lo pidieron, que por fin tuvieron un hijo. Y era tan chico, tan chico, como un garbanzo. Por eso le pusieron Garbancito.
(…)
-Madre, apareje usted la burra, que me voy al campo a ayudarle a padre y a llevarle la comida.
-Pero, hijo, ¿cómo vas a hacer tú eso con lo chico que eres?
-Usted me apareja la burra y me prepara el canasto.

(…)

-Padre, que ya he nacido. En la oreja de la burra vengo y le traigo el canasto.

(…)
-Mientras usted come, yo voy a arar con el buey Pinto.

(…)

El buey empezó a tirar del arado, y en un rato se hicieron un par de fanegas. Luego Garbancito llevó al Pinto a la cuadra y se echó a dormir en el pesebre. Pero como era tan chico, el buey se lo comió sin darse cuenta. El padre lo empezó a buscar dando voces:
-Garbanciiito, ¿dónde estás?
Y Garbancito contestaba:
-En la barriga del Pinto. Mátelo usted, y le daré veinticinco.
(…)
¡Qué bonitos cuentos! ¡Que bonitos recuerdos me traen! Les invito a abrir todos ellos, les sorprenderán.
Para terminar les dejo con un párrafo del prólogo de Caballero Bonald escrito en el libro «Cuentos al amor de la lumbre, I», que expresa una gran verdad.

«Como todos sabemos de sobra, la atención que se ha prestado en nuestro país al cuento popular ha atravesado por una anemia casi perniciosa. La incuria, cuando no el menosprecio, relegaron todo ese patrimonio de nuestra cultura al incierto desván de las evocaciones privadas. Salvo los aislados, y más o menos parciales, esfuerzos de Fernán Caballero, Antonio Machado y Álvarez y, sobre todo, Aurelio M. Espinosa, nadie entre nosotros se había ocupado con efectividad suficiente de discurrir por ese inmemorial acervo de la literatura oral española.»