Archivos de la categoría: LIBROS

20May/10

SILLAS. JOSE MARIA MILLARES SALL

LA-SILLA-DE-SALL

Conocí a José María Millares Sall (Las Palmas de Gran Canaria, 1921- 2009) a través de sus pinturas, y después las casualidades de la vida, hicieron que le tuviera que entrevistar, hace ya unos siete años en su casa de Las Palmas de Gran Canaria, en el número 62 de la calle Cebrián. En la redacción del periódico donde trabajaba por aquel entonces, EL MUNDO-LA GACETA DE CANARIAS, me advirtieron de que no era un tipo fácil. Acababa de morir su mujer, hacía un año, y se había vuelto un poco adusto. Había que tener tiento con él. Yo, que ya había visto sus pinturas pensé que no podía ser así, pero no dije nada.
Y allí estaba él aquella mañana, sentado en una silla de su salón, rodeado de fotos y recuerdos, al lado de un retrato de su mujer, la excelente poetisa Pino Betancor. Allí estaba el poeta, sentado en su silla y agarrando su bastón. Allí estaba con una gran ternura en la cara y una sonrisa. Me estrechó la mano con fuerza, sin levantarse, y me sonrió. Fue el principio de una amistad muy corta ya que no seguí viviendo en Canarias, pero tuve la suerte de conocer a este gran poeta al que quiero, desde aquí, rendir mi pequeño homenaje.
Y quiero rendirlo así, recordándole en esa silla sentado, y a través de su poemario “Sillas”, porque así fue como le conocí. Este ejemplar me lo regaló después de la entrevista. No le dejé que se levantara de su silla para despedirme. Después nos intercambiamos correspondencia, pero no le volví a ver, por eso le recuerdo en su silla y me alegra homenajearle a través de este poemario original e irónico, que por cierto fue galardonado con el Premio de Poesía Tomás Morales en 1998 y está editado por las Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

En el poemario habla de la personalidad que tienen las sillas, las tiernas, las tristes, las sonoras, las graciosas, las sarcásticas… sin duda uno de las obras de Millares Sall que hay que abrir.

Aquí dejo algunos ejemplos. Este es el primer poema que abre el libro y nos habla de las sillas en general:

“Son tiernas, son sonoras,
son críticas, graciosas, son tristes, son sarcásticas,
pulcras, almibaradas, pero todas
las sillas, pobres sillas, las grandes, las pequeñas,
serán siempre amorosas, líneas humanas, sillas,
asientos simplemente:
sólo sillas”

En el capítulo dedicado a las “Sillas tristes” me quedo con el poema “Silla abandonada”:

“Está sola, vacía ante la mesa,
desnuda ante la luz que llora en la ventana,
escuchando los pasos que se arrastran:
esos pasos
que ya no han de volver.”

Y para terminar de “Sillas sonoras” me gustaría destacar “Silla política”:

“La lista, la avispada con patas de tijera,
política, de porte proletario,
que se cuentan por miles cuando grita,
y enervan, y jalean, y a voces, ignorantes,
oscuras marionetas,
hedores manifiestan.”

José María Millares Sall fue cofundador de la revista literaria “Planas de Poesía” (1949) que tanta significancia tuvo en la literatura de la posguerra española. Con motivo de esta publicación y por el contenido de sus números fue encarcelado en 1951, y luego, con posterioridad, procesado durante más de un año.
En 1952, estando en libertad provisional contrajo matrimonio con la poeta Pino Betancor. En 1956 el matrimonio se traslada a Madrid. Es una época de gran fecundidad literaria para Sall. Allí entabla contacto con los escritores del momento como Gabriel Celaya o José Hierro. A finales de los setenta el poeta vuelve a la isla.
Su trayectoria personal y su abundante obra literaria le hicieron acreedor en 2009 del Premio Canarias de Literatura.

© 2009 Araceli Cobos

09May/10

EL COPARTICIPE SECRETO. JOSEPH CONRAD

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“El copartícipe secreto” es un precioso y cuidado relato que escribió Joseph Conrad (1857-1924). Conrad pasó los primeros veinte años de su juventud navegando por el mundo, el resto se dedicó a escribir. Las aventuras en el mar serán el origen de su mundo literario.
A los diecisiete años, se enroló como marinero en Marsella, y prestó servicio en diferentes barcos. Navegó por el golfo de Siam, el océano Índico y el archipiélago malayo. Una vez nombrado capitán de la marina mercante inglesa, comandó un vapor fluvial en el Congo Belga, origen de sus más célebres relatos. Así cumplía su ansiado sueño de visitar África.
En esta aventura literaria Conrad presenta a un capitán de barco que se ve en una extraña situación. Una noche observa como por una de las escalas del barco un hombre trepa pidiendo ayuda. Este desconocido proviene de otro barco, el Sephora. El le rescata sin saber que de alguna manera se convertirán en grandes cómplices, y buenos compañeros.
Es un relato que merece la pena abrir y disfrutar hasta el final. Les encandilará.
Así describe el capitán al desconocido:

“Tenía la cara delgada y de un tostado descolorido, como si hubiese estado enfermo. Y no era de extrañar. Poco después me enteré de que le habían arrestado cerca de siete semanas en su camarote. Pero no había nada enfermizo en sus ojos ni en su expresión. En realidad no se parecía en absoluto a mí; sin embargo, mientras estábamos apoyados en mi cama, hablando en voz baja, juntas nuestras cabezas morenas y de espaldas a la puerta, alguien lo bastante osado para abrirla sigilosamente habría gozado de la insólita visión de un doble capitán cuchicheando animadamente con su otro yo.”

© 2009 Araceli Cobos

28Abr/10

QUERIDO DIEGO, TE ABRAZA QUIELA. ELENA PONIATOWSKA

DIEGO-QUIELA-FRIDA-Y-ELENA

En 1935 Angelina logró ir a la tierra de sus sueños, México. No buscó a Diego, no quería molestarlo. Pero por casualidad se encontraron en un concierto. Diego pasó por el lado de Angelina y ni tan siquiera la reconoció.
La pintora rusa Angelina Beloff (San Petesburgo, 1879, México, 1969), conocida con el diminutivo de Quiela, encontró, a comienzos del siglo pasado, a Diego Rivera, de quien se enamoró. Beloff sufrió mucho por este amor, al igual que le pasó a Frida Kahlo después. Beloff fue la primera esposa del gran muralista mexicano. Tuvieron un hijo pero murió siendo aún un bebé. Su relación fue tormentosa. Vivieron juntos alrededor de diez años en París. El pintor, consciente de la situación, llegó a declarar en alguna ocasión lo siguiente refiriéndose a Beloff: “Ella me dio todo lo que una mujer puede dar a un hombre. En cambio, ella recibió de mi todo el dolor en el corazón y miseria que un hombre puede causarle a una mujer”.
En el libro “Querido Diego, te abraza Quiela”, la escritora mexicana Elena Poniatowska (París, 1932), recrea las cartas que la pintura rusa exiliada en París, envía sin descanso a Rivera, su pareja desde hace diez años, que ha regresado a México. En las cartas se expresa la adoración que la artista profesaba a su marido. Llegando a decir cosas como esta:

“…después de todo, sin ti, soy bien poca cosa, mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras”.

En otra de las cartas que recrea Poniatowska, Quiela se expresa así:

“Te amo Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared.”

A Quiela, cada cosa que dejó Diego antes de su partida, sus pinceles, su blusón…, le sirven para seguir viviendo con la esperanza de su regreso.

“En el estudio, todo ha quedado igual, querido Diego, tus pinceles se yerguen en el vaso, muy limpios como a ti te gusta. Atesoro hasta el más mínimo papel en que has trazado una línea. (…) He abandonado las formas geométricas y me encuentro bien haciendo paisajes un tanto dolientes y grises, borrosos y solitarios. Siento que también yo podría borrarme con facilidad.”

“Hoy como nunca te extraño y te deseo Diego, tu gran corpachón llenaba todo el estudio. No quise descolgar tu blusón del clavo de la entrada: conserva aún la forma de tus brazos la de uno de tus costados. No he podido doblarlo ni quitarle el polvo por miedo a que no recupere su forma inicial y me quede yo con un hilacho entre las manos.”

Pasa el tiempo y Quiela se desespera. Diego no responde a sus cartas. La pintora rusa comienza a perder su inocencia y a darse cuenta de que quizás el mexicano la haya abandonado para siempre:

“…Diego sólo es un hombre que no escribe porque no me quiere y me ha olvidado por completo.”

Pasa el tiempo, y ese hijo perdido atormenta a Quiela. Se le aparece en las telas, piensa que su vida estaría llena con su presencia. Pero está sóla, sin su Dieguito, sin su Diego. Lo único que le reprocha a Rivera es el no haber querido tener otro hijo con ella:

“Siempre quise tener otro, tú fuiste el que me lo negaste. Sé que ahora mi vida sería difícil pero tendría un sentido. Me duele mucho Diego que te hayas negado a darme un hijo. El tenerlo habría empeorado mi situaciónpero ¡Dios mío cuánto sentido habría dado a mi vida!”
Pasa el tiempo y Quiela necesita recordar para seguir viva. Recordar los tiempos entre amigos, recordar a Diego, siempre:

“Lo compartimos todo, Diego, cuando había un queso, una hogaza de pan, una botella de vino llamábamos a los amigos para gozar de estos manjares. ¿Recuerdas el salchichón que conseguí en el mercado negro y cómo por poco y se lo acaba Modigliani? ¿Y el camembert que Hayden trajo escondido entre los pliegues de su abrigo y que estuvo a punto de dejar caer por la ventana a al asomarse? ¡Qué tiempos aquellos, chatito! ¡Nos reíamos como niños en medio del horror!.”

“De una manera natural, sin votos, sin dote, sin convenio económico, sin escritura, sin contrato nos unimos. Ninguno de los dos creíamos en las instituciones burguesas. Juntos afrontamos la vida y así pasaron diez años, los mejores de mi vida. Si se me concediera volver a nacer, volvería a escoger esos diez años, llenos de dolor y de felicidad que pasé contigo, Diego. Sigo siendo tu pájaro azul, sigo siendo simplemente azul como solías llamarme, ladeo la cabeza, mi cabeza herida definitivamente y la pongo sobre tu hombro y te beso en el cuello, Diego, Diego, Diego a quién tanto amo.”

Beloff, ya en México, participa en la vida artística de la ciudad e ilustra libros para editoriales. Un colección de 42 trabajos suyos que incluyen grabados en metal, linoleum y madera, se exhiben permanentemente en el Museo Xochimilco de Méjico. La sala lleva su nombre y se encuentra junto a las de Diego Rivera y Frida Kahlo.

No quiero dejar pasar la oportunidad que me brinda este post, para recordar aquí la canción que Chavela Vargas interpreta como nadie, «La llorona» incluida en la película que sobre Frida Kahlo se hizo en 2003 interpretada por Salma Hayek como la pintora y Alfred Molina como Diego Rivera.

© 2009 Araceli Cobos

19Abr/10

GÓMEZ ARCOS NOS LO ADVIRTIÓ: LOS GATOS TIENEN HAMBRE

LOS-GATOS-TIENEN-HAMBRE

Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería 1933, París 1998), o Agustín Gomez-Arcos, el nombre que adoptó durante su exilio francés, fue un escritor andaluz que pasó la mayor parte de su vida en Francia, donde encontró el reconocimiento a su obra que en un país de posguerra como España era en aquel momento le había negado.
Nace Gómez Arcos en una familia numerosa republicana. Sólo tiene tres años cuando estalla la guerra civil. Su familia pasa muchas penalidades sufriendo en la posguerra las consecuencias de la represión franquista. El escritor busca en la literatura la tranquilidad para abandonar por momentos la realidad cotidiana.
Ya como escritor reconocido tuvo que sufrir la censura. Muchas de sus obras no se pudieron representar. Por ejemplo, “Los gatos”, fue estrenada en 1965 en versión censurada.
Todos estos problemas con el régimen le hacen abandonar el país. Su primer destino Londres, su segundo destino París. En el Barrio Latino da rienda suelta a su talento. El escritor publica sus novelas en francés. Llega a ser finalista del premio Goncourt en dos ocasiones, en 1978 con “Scene de chasse”, y en 1984 con “Un pájaro quemado vivo”.
El gran desconocido para el público español recibió la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras francesas en 1985.
Aquí quiero rendir el pequeño homenaje al gran olvidado al gran escritor Agustín Gómez Arcos. Para hacerlo invito a abrir su obra teatral “Los gatos”. Pieza escalofriante y real que dice mucho de cómo ella aquella España de la que el huyó siempre.
“Los gatos” presenta a dos hermanas solteras Ángela y Pura obsesionadas con la religión y las costumbres. Ángela cuida de los gatos y Pura reza y reza sin parar. Para romper un poco la monotonía de sus vidas llega Inés una sobrina hija de un hermano casado con una francesa. Inés es huérfana y ellas se harán cargo de su educación. Lo que no saben estas dos hermanas, sus queridas tías, es que Inés tiene su propia educación basada en otros fundamentos muy distintos al de las dos beatas. Lo que tampoco sabe Inés es hasta que punto la oscuridad que persigue a sus tías la perseguirá a ella, hasta que punto los gatos maullan cuando tienen mucha, meucha hambre.
En este ambiente religioso donde el sexo está tan ausente como presente se ve atrapada Inés. Inés, la joven, la enamorada, la futura madre frente a unas tías reprimidas y locas.

“ Angela.- No pasa nada. La están mirando, pero no se atreven a acercarse. No deben de saber que es comida. Pobre Inés. Yo pensé que todo terminaría de otra manera…deprisa. Pero habremos de estar con ella ahí todo el tiempo. Pura, ¿qué podemos hacer? (…)”

© 2009 Araceli Cobos

14Abr/10

OSCAR WILDE. EL ARTE DE CONVERSAR

OSCAR-WILDE-EL-CUENTISTA

Oscar Wilde llegó a decir en una ocasión que la gran tragedia de su vida había consistido en haber puesto su genio en la vida y sólo el talento en sus obras.
Además de gran escritor el inglés fue un gran orador. Ediciones Atalanta recoge en el libro “El arte de conversar” una serie de narraciones orales provenientes de conversaciones que Wilde sostuvo a lo largo de su vida en las tertulias y charlas con sus amigos y conocidos y que merece la pena leer.
Wilde era amante a partes iguales de los relatos tristes, irónicos o llenos de humor. De los cuentos irónicos yo destacaría “El joven derrochador” y “El joven inventor”.
Entre la colección, hay algunos trabajos muy curiosos como “Presencia de ánimo” y “La actriz”.
“El ojo de vidrio” es un precioso relato sobre un hombre rico, un mendigo y un ojo de cristal con un final de esos que dejan a uno con la boca abierta. Muy bonito es también el cuento titulado “La moneda falsa” que trata sobre la esperanza. Un hombre sin recursos económicos encuentra en una ocasión una moneda de oro que le cambiará la vida, lo que no sabemos hasta llegar al final del relato es de que manera le cambiará.
“El poeta en el infierno”, “La rosa de la infanta”, “El hombre que sólo podía pensar en bronce”, “La casa del juicio”, o “La ilusión del libre albedrío” son de obligada lectura si uno quiere conocer el talento de Wilde.
Para provocar la curiosidad de ustedes les dejo con un fragmento de uno de los cuentos, “El espejo de Narciso”.

“Cuando Narciso murió, las flores del campo se vieron embargadas por el dolor y le suplicaron al río algunas gotas de agua para llorarlo.
-Si todas mis gotas de agua fueran lágrimas, respondió el río, no me alcanzarían para llorar por Narciso. Yo le amaba.
-¿Cómo hubieras evitado amarlo?, preguntaron las flores. Era tan hermoso.
-¿Era apuesto?, preguntó el río.
-¿Quién podría saberlo mejor que tú?, preguntaron las flores. Si cada día se recostaba en tu orilla y reflejaba su belleza en tus aguas.
-Pero yo le amaba, murmuró el río, porque (…)”

¿Alguién se atreve a imaginar un final digno de Wilde? Se aceptan propuestas.

© 2009 Araceli Cobos

08Abr/10

LOS INDIOS NO HACEN RUIDO. RAY LORIGA

RUIDOS-Y-SILENCIOS-DE-RAY-LORIGA

Grandes autores como Ray Loriga (Madrid, 1967) se han atrevido, y con mucho acierto, a adentrarse en el complicado mundo de la literatura infantil. La sencillez inquietante, irónica y pura con la que Loriga impregna sus textos para adultos, ¿quién puede olvidar “Tokyo ya no nos quiere”?, aparece también en este trabajo destinado a los más pequeños y titulado “Los indios no hacen ruido”.
El autor invita a reflexionar sobre el ruido y como repercute éste en el entorno en que vivimos. Hace pensar a los niños sobre los ruidos que nos molestan o los que nos gustan, o aquellos que nos gustaría escuchar, como el latido de nuestro propio corazón o el ruidillo que deben hacer las hormigas cuando andan. “Los indios no hacen ruido” es un texto cuidado en el que podemos encontrar al abrirlo citas como estas:

“En la playa, por la noche se oye el mar proque la luna no hace ruido.”

El protagonista de la historia explica en una ocasión:

“Hay ruidos que te gustan de pequeño y luego ya no, como el ruido de las sartenes o el ruido de la taladradora con la que hacen las carreteras. Hay ruidos que te gustan siempre, como el ruido de los aviones supersónicos, o el ruido del estadio de fútbol, que me llevó mi padre una vez antes de entrar, el ruido se salía por la calle, y parecía como si hubiera mucha gente invisible, o como si toda la gente que estaba dentro, se hubiese dejado sus voces fuera.”

“Los indios no hacen ruido, bueno a veces sí, cuando gritan y cuando cantan, pero cuando quieren, saben no hacer ningún ruido, y por la noche, cuando ya es muy tarde y no se oye nada, a veces me acuerdo de los indios, pero no me asusto, porque creo que los indios no atacan de noche.”

“Si los ruidos grandes fueran más pequeños, los ruidos pequeños serían más grandes. Si no hubiera tantos ruidos, a lo mejor se oiría a las hormigas.”

© 2009 Araceli Cobos