06Dic/09

EL TRAGALETRAS: UN CUENTO DE NAVIDAD

el-TRAGALETRAS
Era la víspera de Nochebuena cuando el señor Tragaletras llegó a casa. Era de noche y durante todo el día no había parado de nevar. Aquella tarde, mi madre, mi hermano pequeño y yo habíamos estado en el centro de la ciudad visitando los mercados de Navidad para comprar adornos y beber vino caliente. Mi padre aún no había llegado de trabajar, pero era casi la hora en la que él solía venir, por eso ,cuando tocaron al timbre, pensamos que era papá. Pero al abrir la puerta vimos a un hombre altísimo vestido con un abrigo negro muy largo . Llevaba una chistera enorme sobre la cabeza y unos zapatos puntiagudos de charol le asomaban por debajo del abrigo. A Nicolás le dio tanto miedo que se fue corriendo a su cuarto y cerró la puerta de un golpe. Mamá también se asustó pero, sin perder la calma, le preguntó por su nombre.
Entonces el señor de negro contestó muy amablemente:
-Soy el señor Tragaletras. Tengo frío, no tengo a donde ir y tengo mucha hambre. Sólo quiero algo de comer y un jersey para abrigarme. Perdone señora, pero necesito ayuda.
-Pase, pase, le contestó mi madre.
Mamá le acercó a la chimenea.
-Si quiere puede quitarse la ropa mojada en esa habitación. Ahora le traeré un jersey y un pantalón de mi marido, espero que le quepan, es usted tan alto…dijo mi madre sonriéndo, a pesar de que yo notaba que aún tenía un poco de miedo.
Yo le dije que se acercara más a la chimenea y él me sonrió.
Cuando el señor Tragaletras se fue a la habitación a quitarse la ropa, intenté hacerle entender a Nicolás que aquel hombre era bueno y que no nos iba a hacer daño.
-Sólo quiere algo de comida y ropa, le dije a mi hermano. Ven, tienes que conocerle.
Nicolás es muy pequeño, solo tiene cuatro años y no siempre entiende lo que ocurre. Yo, aunque sólo tengo nueve, me doy cuenta de casi todo, por eso, cuando el hombre se quitó la chistera y sus zapatones de charol ví ,por ejemplo, que no era tan alto como nos había parecido y que era un hombre bueno por la forma de sus ojos y su sonrisa.
Después de un rato el señor Tragaletras apareció vestido con un jersey y un pantalón de mi padre que le quedaban un poco pequeños pero al menos estaba caliente y seco.
Mi madre, sin preguntar al señor Tragaletras, se fue a la cocina, a buscar algo de comer para él, mientras Nicolás y yo le preguntábamos dónde vivía.
-En una ciudad muy lejos de aquí, respondió.
-¿Muy, muy, muy lejos de aquí?, pregunté algo asustada.
-Si. Muy lejos de aquí, dijo el señor Tragaletras. Está tan lejos de esta ciudad que ni siquiera puedes verla en los mapas.
Si, entonces, pensé que verdaderamenta aquella ciudad debía estar muy lejos
Sin decir nada, el señor Tragaletras se acercó a las entanterías de los libros y cogió entre sus manos un retrato de la abuela Cecilia. La abuelita Cecilia hacía un año que había muerto. En Navidad la abuela Cecilia siempre nos contaba cuentos al lado de la chimenea. Este año la echaríamos mucho de menos.
-Esta es tu abuelita Cecilia, ¿verdad?, preguntó el señor Tragaletras.
Yo, me quedé asombrada. El señor Tragaletras sabía que esa era mi abuela, y además sabía como se llamaba. Así es que respondí con un sí asustado.
-No tengas miedo pequeña, me dijo el señor Tragaletras acariciándome la cabeza. Tu abuela Cecilia me mandó hasta aquí
Yo ya no sabía que decir, menos mal que pronto apareció mamá con un tazón de leche caliente y una bandeja con galletitas.
-Tómese la leche y coma algo, le hará bien para entrar en calor, le dijo mamá acercando la comida al sofá. Después cenaremos sopa con albóndigas. Se puede usted quedar a cenar con nosotros.
De repente el señor Tragaletras se puso rojo como un tomate.
-Disculpe señora, disculpe las molestias, no sabía que me iba a traer algo de comer, dijo nervioso. Lo que sucede es que yo no como comida normal, sólo como letras.
-¿LETRAS?, nos preguntamos todos.
-¿Qué significa eso de que usted sólo come letras?, preguntó mamá asombrada.
-Muy sencillo, explicó el señor Tragaletras. No como ni sopa, ni carne, ni pescado, ni fruta, ni dulces, ni helados, ni nada de nada, sólo como letras.
-Sigo sin entenderle, dijo algo enfadada mamá. Si no lo explica usted mejor no le podré ayudar.
-Perdone, se excusó el señor Tragaletras. Es algo raro de entender, lo sé, pero es así. Me alimento de letras porque soy el señor Tragaletras. Vengo de un país lejano y soy un contador de cuentos. Este viaje ha sido muy duro para mí y por eso me he quedado sin reservas, encontre a muchos niños por el camino, y ya sabe usted, los niños sólo quieren que uno les lea cuentos y ya sabe…
El señor Tragaletras hablaba sin parar y decía cosas que no podíamos llegar a entender.
-Despacio, despacio, señor, le dijo mi madre. Si no he entendido mal usted viene de un país muy lejano. Su oficio en ese país tan lejano es contador de cuentos, y alguien le ha mandado hasta esta ciudad a contar cuentos. Por el camino se quedó sin letras porque fue contando muchos cuentos a los niños y por eso ahora necesita comer más para seguir creando cuentos y nuevas histoiras. Es todo muy raro pero es así, ¿no?, preguntó mamá.
-Si, exacto señora, contesto el señor Tragaletras. Es justamente así. Si usted no me da letras para comer no podré seguir contando cuentos y le aseguro que me moriré de tristeza. Aún tengo que contra muchos cuentos a muchos niños de todo el mundo.
A mamá le quedó claro, pero no sabía de dónde sacar las dichosas letras.
-Eso es lo más fácil, contesto el señor Tragaletras. Sólo hace falta recortarlas una por una de las revistas, de los periódicos, de cualquier parte.
Dicho y hecho. En cuanto el señor Tragaletras explicó todo comenzamos a cortar letras y más letras de periódicos, revistas, folletos de publicidad…Todos los papeles que había por casa se agujerearon como si cientos de gusanos se hubieran paseado por una manzana.
El señor Tragaletras comía a tal velocidad que no nos daba tiempo a descansar. Después de un rato, no muy largo, pero que a nosotros nos pareció eterno, el señor Tragaletras dijo que estaba lleno.
-¡Menos mal!, dijimos todos a la vez, mientras él nos sonreía.
El señor Tragaletras se frotaba la barriga con satisfacción. En ese momento papá toco a la puerta. Cuando vio al señor Tragaletras se llevó un buen susto. Después de explicarle todo se quedó más tranquilo y le invitó a cenar con nosotros.
Aunque el señor Tragaletras no cenó nada de nada, al menos nos contó el secreto de porqué razón estaba esa noche en nuestra casa.
-Me temo que me tendrán que aguantar un par de días más, dijo sonrojado.
-¿Por qué señor Tragaletras?, preguntó mi madre.
-La abuela Cecilia me mandó hasta aquí, explicó el señor Tragaletras. Me dijo que no quería que sus nietos se quedaran sin cuentos esta Navidad.
-¡Entonces vives en el cielo!, dijo mi hermanito Nicolás emocionado. Mi hermanito Nicolás sabe que la abuela Cecilia se fue al cielo a vivir.
-Si, si, Nicolás, contestó el señor Tragaletras. Ya os he dicho que vengo de un país muy muy lejano, que ni siquiera está en los mapas. Allí somos felices y nos acordamos con cariño de nuestra familia y sabemos lo mucho que nos queréis aunque ya no estemos a vuestro lado.
A papá, después de las explicaciones del señor Tragaletras, se le cayó la copa de vino, a mamá la cuchara de la sopa, y yo estaba tan asombrada que se me quitaron las ganas de comer.
Era increíble pensar que la abuela Cecilia había enviado al señor Tragaletras a casa para que pasara la Navidad con nosotros y así poder disfrutar de los cuentos, como todos los años anteriores.
-La Navidad es mágica, dijo el señor Tragaletras con una sonrisa.
Y eso pensamos todos, que la Navidad era mágica, porque la abuela Cecilia estaba con nosotros, el señor Tragaletras preparaba sus cuentos con ilusión, y papá y mamá no paraban de llorar de felicidad mirando por la ventana del salón hacia el cielo blanco de diciembre. Y al de un rato el señor Tragaletras comenzó a contar un cuento al lado de la chimenea, como siempre, como la abuelita Cecilia hubiese hecho.

© 2009 Araceli Cobos

02Dic/09

RETORICA BELICA. ARUNDHATI ROY

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La escritora Arundhati Roy se ha convertido en una activista mundial a través de sus ensayos políticos. Uno de sus libros más interesantes es el titulado “Retórica bélica”, publicado en la editorial Anagrama, donde se recogen varios artículos en contra del nacionalismo hindú, la política de George W. Bush y la globalización.
La historia ha dejado ya algo anticuada esta obra de ensayos, pero algunas de las reflexiones que Roy lanza son, desgraciadamente, aún de actualidad. Abrir este libro nos puede ayudar a entender parte de los conflictos que aún se viven en el mundo..
En “Retórica bélica” se habla de la escalada nuclear entre India y Pakistán, las matanzas de musulmanes en el estado indio de Gujarat, el auge del militarismo, la violencia racial, la violencia religiosa, las ideologías que hacen de etnia sinónimo de nación, y de muchas otros horrores como el atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Por ejemplo en “Retórica bélica: Las armas atómicas no son juguetes», escribe pensamientos tan interesantes como éstos:

“La vida sólo resulta normal porque lo macabro se ha vuelto normal.”

“¿Qué significa la devastación de un valle para gobiernos que no se inmutan ante la posibilidad de la destrucción de la Tierra? Ha subido tanto el listón del horror, que sólo el genocidio o la posibilidad de una guerra nuclear son dignos de mención. La resistencia pacífica es mirada con desprecio.”

“Las armas nucleares no afectan únicamente al millón de soldados destacados en la frontera y que permanecen con el dedo en el gatillo en permanente estado de alerta máxima. Nadie es inmune a sus efectos. Tanto si son utilizadas como si no, menoscaban todos aquello que es humano. Incluso alteran el significado de la vida.
¿Por qué las toleramos, pues? ¿Y por qué toleramos que los hombres que las poseen chantajeen a toda la humanidad?.”

En su artículo “Ahimsa (Resistencia pasiva)», habla de la resistencia pasiva y de la globalización y sus consecuencias:

“La condena del terrorismo, por parte de cualquier gobierno, sólo es creíble si se muestra respetuoso con la disidencia no violenta, persistente, razonable y dialogante. Pero lo que ocurre, justamente,es todo lo contrario. A lo largo y ancho del mundo los movimientos de resistencia pasiva son aplastados sin piedad. Y el hecho de que no sean respetados ni escuchados hace que mucha gente crea justificado recurrir a la violencia.”

“En el siglo XXI resulta imposible ignorar la interrelación entre el fundamentalismo religioso, el nacionalismo nuclear y el empobrecimiento de amplios sectores de la población como consecuencia de la globalización propugnada por las grandes multinacionales.”

Cabe destacar también las reflexiones recogidas en “Cuando los santos ya no inician marchas de protesta: Los extraños destinos de Martin, Mohandas y Mandela»:

“En 1967, Martin Luther King, en un discurso militante, sin medias tintas, denunció la invasión estadounidense de Vietnam. Dijo: “Nos enfrentamos diariamente a la cruel ironía de ver en la televisión cómo mueren juntos jóvenes negros y blancos por una nación que ha sido incapaz de sentarlos juntos en las mismas escuelas. Contemplamos su brutal solidaridad cuando queman las chozas de una aldea de mala muerte, pero sabemos muy bien que dificilmente vivirían en el mismo bloque de pisos en Chicago.”
El New York Times, para contrarrestar la creciente oposición a la Guerra de Vietnam entre los jóvenes negros estadounidenses, utilizó este magnífico argumento de lógica más bien especiosa: “En Vietnam se ha dado a los negros, por primera vez, la oportunidad de desempeñar el papel que les corresponde en la lucha por su país.”
El diario neoyorquino olvidó mencionar que, tal como había recordado Martin Luther King, “en Vietnam mueren dos veces más negros que blancos, de acuerdo con sus respectivos porcentajes en la población estadounidense.”

“La lucha de los negros estadounidenses por sus derechos civiles nos dio algunos de los más destacados dirigentes políticos, pensadores, oradores y escritores de nuestra época. Martin Luther King Malcolm X, Fannie Lou Hamer, Ella Baker, James Baldwin y, por descontado, el maravilloso, mágico, mítico Muhammad Ali.
¿Quién ha recogido su herencia?
¿Gente como Colin Powell? ¿Condoleezza Rice? ¿Michael Powell?
Estos personajes son exactamente lo contrario de los mitos o los modelos de comportamiento. Pueden “parecer” la encarnación de los deseos de éxito material de los negros, pero en realidad, constituyen una gran traición. Son los criados con librea que guardan las puertas del deslumbrante salón de baile para que no penetren en él los miembros de las razas de color. Su papel y su utilidad son ser montados por la administración Bush siempre que necesite ponis pardos para sus guerras racistas o sus safaris africanos.
Si ésos son los nuevos mitos de los negros estadounidenses, habrá que prescindir de los antiguos, porque no pertenecen al mismo panteón”

Ante una mente tan lúcida como la de Roy sólo queda seguir abriendo sus libros y reflexionar sobre lo que ha pasado y aún pasa en el mundo.

© 2009 Araceli Cobos

27Nov/09

LA VOZ MALIGNA. VERNON LEE

palacio
Dicen, se oye, comentan, que el cuento es un género literario que no goza de muchos admiradores hoy en día. Aquel escritor que decida iniciarse en el mundo de la literatura escribiendo cuentos está, cuando menos, haciendo un alarde de romanticismo desmesurado. Parece ser que lo de leer cuentos está cayendo en desuso. En mi opinión todo es cuestión de con cuales se haya topado uno a lo largo de su vida.
Los cuentos son muy difíciles de escribir tanto para adultos como para niños. Conseguir la atención y plantear una historia con su principio y su fin en tan pocas páginas, es, como se suele decir, un auténtico encaje de bolillos.
Hoy he elegido un cuento, que será el primero de otros muchos que me gustaría dar a conocer por si alguien aún no se ha encontrado con ellos y desea abrirlos. Cuentos, que me han gustado, y, en ocasiones, no sabría decir porqué, y esos, justamente, son los que más me gustan. Esos que terminan tan sutilmente como empiezan y te dejan un insuperable sabor de boca, que pocas novelas pueden llegar a conseguir.
Vernon Lee, cuyo verdadero nombre era Violet Paget (1856-1935), publicó un estudio sobre la música italiana del siglo XVIII, con tan sólo veinticuatro años. Fue tan completo que desde ese momento, fue considerada una especialista en la materia. Pero Lee dio un paso más y cultivó no sólo la crítica, sino también la novela, el relato, el ensayo…Aunque era inglesa, vivió casi toda su vida en Florencia. La fantasía de Lee es infinita, es cuidada y elegante. En 2006 la editorial Atalanta publicó el libro “La voz maligna”, cuyo título original es “The Wiked Voice”, donde se reúnen tres de sus mejores cuentos fantásticos. El que aquí voy a destacar es el titulado “La muñeca”. Este cuento trata sobre una coleccionista de arte que se encuentra con un objeto fascinante cuando en uno de sus viajes visita un palacio de una familia noble. La extraña adquisición cambiará su vida.
Esta es la descripción que Lee hace del palacio:

“El palacio era inmenso. Había un salón de baile tan grande como una iglesia, varias salas de recepción con pisos sucios y mobiliario del XVIII, opaco y ajado, y un fastuoso aposento tapizado de satén amarillo y oro donde había dormido cierto emperador; unos estantes horribles con fotografías descoloridas en las paredes, dos biombos muy ordinarios y unos cojines de lana de Berlín delataban que habían vivido allí ocupantes más actuales.”

Si aún os han quedado ganas de cuentos y objetos extraños, os invito a leer el siguiente comentario.

© 2009 Araceli Cobos

27Nov/09

LOS OJOS DE DAVIDSON. H.G. WELLS

anticuario
“Cerca de Seven Dials hubo, hasta hace un año, una pequeña tienda de aspecto muy destartalado sobre cuya puerta, en letras amarillas y gastadas por la intemperie, estaba escrito: “C. Cave, naturalista y anticuario”. El contenido del escaparate era curiosamente heterogéneo. Comprendía varios colmillos de elefante, un juego incompleto de piezas de ajedrez, algunas cuentas y armas, una caja con ojos de cristal, dos cráneos de tigre y uno humano, varios monos disecados comidos por las polillas (uno de ellos sostenía una lámpara), un armario pasado de moda, un huevo de avestruz o algo parecido ensuciado por las moscas, algunos aparejos de pesca y un acuario vacío, extraordinariamente sucio. Había además, en el momento en que comienza esta historia, una masa de cristal labrada hasta adquirir forma de huevo y pulida con esmero.”

Así comienza el cuento “El huevo de cristal”, de H.G.Wells que la editorial Atalanta ha recogido en un libro titulado “Los ojos de Davidson”cuyo título original es “ The Remarkable Case of Davidsons Eyes”. Herbert George Wells nació en Inglaterra en 1866. En 1888 se graduó en Biología en la Universidad de Londres. A Wells se le asocia, ahora y para siempre, con sus primeras admirables obras como: “La máquina del tiempo”, “La isla del doctor Moreau, “Los primeros hombres en la luna”, “El hombre invisible” o “La guerra de los mundos”.
Los expertos en Wells dicen que sus cuentos combinan con gran maestría la fantasía y la cincia-ficción, género del cual es considerado el padre fundador.
Al abrir “El huevo de cristal” nos vamos a encontrar con un personaje peculiar que con su extraña personalidad nos enganchará hasta el final, un anticuario, el señor Cave. En su tienda guarda con celo un huevo en el que cree ver un “país singular”, un “mundo visible” que mucho se le puede parecer, según el relato, al planeta Marte. La fascinación que produce sobre el señor Cave este objeto le ayudará a soportar una tediosa vida al lado de su mujer y sus hijastros.
En este párrafo se relata alguna de las cosas que el anticuario ve a través del cristal:

“…entre ellos había una multitud de criaturas aladas más pequeñas, semejantes a grandes libélulas, mariposas nocturnas y coleópteros voladores, mientras que por toda la gran extensión de césped escarabajos gigantescos de colores brillantes se arrastraban perezosamente de un lado a otro.”

© 2009 Araceli Cobos

25Nov/09

JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO Y JULIA

JOSe-AGUSTIN-GOYTISOLO
Hace diez años, en marzo de 1999, murió el poeta barcelonés José Agustín Goytisolo. Goytisolo nos alentó a seguir adelante, a creer en lobitos buenos, a escuchar los consejos del abuelito y de papá.
La muerte de su madre, Julia Gay, víctima de un bombardeo franquista sobre Barcelona en 1938, marcó la vida de José Agustín para siempre. El poeta puso a su hija el nombre de su madre y después le dedicó unos versos que se han hecho célebres y que se pueden tararear gracias a Paco Ibáñez. En este precioso poema las reúne, las desea.
Abro el poemario, leo el poema “Palabras para Julia” y me quedo con esto:

“Tú no puedes volver atrás,
porque la vida ya te empuja,
como un aullido interminable.”

“Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.”

“La vida es bella ,tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.”

Hoy recomiendo escuchar el recital que Paco Ibáñez dio en el Olympia de París el dos de diciembre de 1979. Está recogido en el CD “Los unos por los otros” .En él cantó poemas de Goytisolo pero también una selección de versos de otros autores como: Luís de Góngora, Rafael Alberti, Gabriel Celaya, Machado, Gloria Fuertes,…y muchos otros, que en su voz suenan aún más interesantes si cabe.

© 2009 Araceli Cobos

24Nov/09

EL AMANTE DEL MAR. BENOÎTE GROULT

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La escritora francesa Benoîte Groult consiguió su mayor éxito editorial en 1988 con su novela “Les Vaisseaux du Coeur”, traducida al español como “El amante del mar”. Hay que abrir esta obra si uno quiere soñar, si alguien aún cree en amores blindados y auténticos.

George una muchacha parisina de buena familia pasa sus vacaciones en Bretaña y allí se enamora de un antiguo amigo de la infacia, ahora convertido en un atractivo pescador, Gauvain. Dos mundos diferentes les separan pero ellos se las ingeniaran para encontrarse durante toda su vida en diferentes partes del mundo, sáltandose las reglas de las vidas correctas que cada uno lleva por separado.

Primero París y después un archipiélago del océano Índico, y después…

El libro comienza con un prólogo divertido que aclara que lo que nos vamos a encontrar después no es una aburrida historia de amor como otra cualquiera, que, afortunadamente hay sexo y ternura a partes iguales y también ironía, algo muy de agradecer en una pareja de amantes.

El primer capítulo comienza así:

“Tenía dieciocho años cuando Gauvain, entró para siempre en mi corazón, sin que lo supiéramos, ni él ni yo. Sí, comenzó por el corazón o por lo que yo tomaba por corazón en aquella época y que no era más que la piel.”

Y aquí un fragmento de la primera visita de Gauvain a París:

“En los intervalos, por un prurito de decencia y para no someternos del todo a lo irracional, nos dedicamos a visitar la torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Louvre…El recorrido de los turistas tras el de los amantes. Dado que Gauvain no ha visitado nunca la capital, lo embarco en un bateau-mouche. Pero todos nuestros paseos se interrumpen bruscamente: apoyados el uno contra el otro, aguijoneados por el amor, fingimos, al principio, deambular como decorosos peatones, hasta que una mirada demasiado intencionada sobre mis senos, un roce involuntario de su fornido muslo, un modo de mirar en el que adivino algo muy distinto al interés por la fachada del Louvre, nos llevan de regreso a nuestra habitación del hotel, disimulando a duras penas una premura que nos sonroja un poco.”

¿Quién puede resistirse a esta historia del rudo bretón y la fina parisina?

Y también, por supuesto, hay frases para la reflexión, como éstas:

«La decisión de emparejarse por un sentimiento de ternura, cuando ya se ha tenido la experiencia de un «matrimonio para toda la vida» y de una pasión llamada carnal, puede constituir una aventura deliciosa. En este estadio de la existencia, el amor lo es todo, por supuesto, y al mismo tiempo ya no lo es todo.»

«Sentada junto a su figura enmudecida, durante sus últimos días pasados en estado de coma, descubrí horrorizada que en adelante, mientras siguiera existiendo, nunca más podría pronunciar por teléfono la sencilla frase de : «¡Hola, mamá!¿Eres tú?». Al desaparecer, se llevaba consigo la primera palabra de nuestro lenguaje, la que me confería seguridad en la vida. La primera traición de una madre, a veces la única, es abandonarnos de este modo, sin alertarnos en voz alta.»

© 2009 Araceli Cobos