06Mar/20

SOMBRAS AL MEDIODIA. ALEJANDRO JODOROWSKY

 

 

La vida de Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, 1929) es tan rica en arte, tan cargada de aventuras y de experiencias que hasta hacer un resumen de ella, supondría una ardua tarea. Pero lo que deseo con este post no es que conozcan al gran Jodorowsky, artista chileno tan conocido y tan polifacético, sino que a través de él conozcáis a su madre Sara. Y Sara está en el libro del autor que hoy les invito a abrir y que se titula Sombras al mediodía. En este volumen, que consta de dos partes, se recogen una serie de historias breves, desde las más dulces hasta las más duras que, les prometo, no les dejarán indiferentes. Pero sin duda, en mi opinión, la joya de esta obra se encuentra en la segunda parte titulada Historias de mi mamá.

En Historias de mi mamá, aparece Sara un personaje basado en la madre del escritor, judía ucraniana emigrada a Chile, donde junto a su marido, comerciantes ambos regentan la tienda Casa Ukrania. Los ochos relatos de los que se compone esta parte son maravillosos, pero me quedo con el titulado La pieza de costura, por todas las enseñanzas que allí se recogen, aunque les aseguro que todos son una delicia. Sara se presenta como una mujer culta, inteligente, diligente, trabajadora, emprendedora, cariñosa, intuitiva, inquieta y bondadosa

Sara cose en la trastienda de su comercio mientras su hijo se sienta en el suelo a escucharla hablar. «(…) pedaleaba incansablemente cosiendo camisas de manta y calzoncillos de piernas largas, para obreros. A pesar de lo exiguo del espacio, mi madre había logrado convertirlo en Universo. Allí cada acción cobraba un significado y cada objeto se convertía en símbolo.»

Así con la metáfora de las telas y el coser, Sara le va dando grandes lecciones de vida a su hijo. «Si tenía que parchar ropa usadas, compravendía vestimentas viejas, buscaba sacar un pedazo de doblez de otra prenda que tuviera el mismo tiempo de uso.» «Mira, me decía, si pusiera un parche de tela nueva en una superficie vieja, en lugar de remedio, estaría pegando un cáncer. La tela joven, menos adaptable, más fuerte, acabaría rajando en mil vetas el sitio donde yo la hubiera colocado.», le explicaba al chiquillo. Y de esto sacaba la lección:

«Cuando crezcas y quieras cambiar el mundo, nunca propongas soluciones drásticas que, en lugar de ayudar, terminarán provocando el caos. Quiero que midas y sepas conocer el nivel de resistencia de tus ayudados. No los lleves más lejos de lo que puedan soportar.»

Si caía una mancha en un traje, lo único que hacía Sara, según cuenta el relato, era con un rincón de la misma ropa frotaba fuertemente. De aquí salió la segunda enseñanza: «Cuando tengas problemas espirituales, no busques ayudas externas que no harán más que confundirte. Cura tu ser con otra parte de tu mismo ser. Tú eres tu propio médico: no encontrarás otro mejor.»

Cuando se le enredaba el hilo, «soplaba sobre el nudo y lo deshacía». «Soplando tranquilizo al hilo, y el laberinto pierde fuerzas y solito se desenreda», apuntaba la mamá, para acto seguido dar su tercera enseñanza:

«Nunca fuerces sobre los problemas. Guarda la calma y haz lo que puedas. Ellos mismos se solucionarán.»

Para enhebrar, sostenía firme el hilo sin moverlo «y con el ojo de la aguja atrapaba la punta. La cuarta enseñanza de Sara se sostenía así: «Si tú no puedes encontrar algo, haz que ese algo te encuentre. Si quieres la luz, ponte donde no haya barreras entre el sol y tú. Limpia tu alma para que el fenómeno se manifieste en ti y, por vacío, lo obtendrás.»

Otro relato que nos deja una gran enseñanza es el titulado El caballero apestoso.

Sara tiene un comercio donde vende fruta, entre ellas una especie de piña «que, si no fuera por una campana de vidrio que la aislaba, hubiera llenado el local con su insoportable olor a podrido.» Suele visitar el comercio un hombre que visita a Sara y hablan largas horas en la trastienda. Al niño no le gusta el caballero porque tenía una enfermedad que le hacía «exudar un olor fétido». La mamá, a pesar de esto, es muy amable con él. El niño insiste en que no quiere que aparezca por allí y su madre, ante la petición del niño se enoja con su hijo enormemente. «(…) luego, tomando un cuchillo (me helé), partió en dos el fruto maloliente (¡uf, qué alivio!), y me ofreció: «¡Come un pedazo de esta piña silvestre!» «No puedo, huele a caca!». Me apretó la nariz sellando las fosas nasale. Abrí la boca para respirar y entonces, me introdujo la porción… ¡qué maravilla! ¡Nunca había probado un fruto, más dulce, fino y sabroso! Me dieron ganas de comer una docena. «¿Ves?» El olfato no es rey. Recibo a ese caballero porque escribe poemas, los más hermosos que he leído en mi vida. Es un alma de selección, un puro, casi santo. No sabes lo que mi ser se reconforta con su arte. Gracias a él he comprendido cuán importante es la belleza.»

Y así sacó Sara otra de sus enseñanzas. «En este mundo todos estamos llenos de enfermedades porque la sociedad misma está enferma. Si sólo viéramos los defectos, nunca hablaríamos con alguien. Hay que buscar las cualidades de cada ser y olvidar las taras. ¡Eso es vivir con cortesía!»

02Mar/20

EL ANDÉN DE NIEVE (FRÍO DE VIVIR). CARLOS CASTÁN

Hacía mucho tiempo que no leía un relato tan bello como el que hoy les quiero presentar. Se titula El anden de nieve, de Carlos Castán (Barcelona, 1960), autor, hasta que leí esta maravilla de relato, desconocido para mi, pero que, desde ahora, quiero seguir conociendo. Su narración es de una elegancia inusual y de una gran inteligencia.

¿Cómo puede caber tanta belleza en un relato tan breve? Castán nos monta en los trenes, medio de transporte que evoca, no sé la razón, o al menos a mi me transporta, a tiempos pasados de películas antiguas y bonitas.

El relato comienza así:

«En un tren de madera siempre puedes encontrarte con un soldado alemán. Y puedes tener que saltar sobre la nieve si has olvidado tu pasaporte. Entonces te hallarías en medio de una Europa en guerra, con el tobillo torcido perdido en un bosque de niebla. Por eso ahora no los hacen así. No sería cómodo para los viajeros.»

Me parece precioso este inicio. Evocador.

Continúa así:

«(…) después de tantos años, es poco probable, a decir verdad, sufrir a bordo de un tren de nuestros días un ataque comanche o vivir una aventura con los correos del zar. (…) Hoy los perseguidores de prodigios recorren miles de kilómetros a la búsqueda de uno de ellos. Van y vienen incansables de una ciudad a otra con maletas semivacías y periódicos viejos doblados bajo el brazo. Algunos llevan sombreros de viajero, todos han perdido la esperanza varias veces bajo la lluvia de los andenes, que es la más cruel y la más fría que existe, porque el portento esquiva a los avisados y repetidores arrepentidos que, en su día, víctimas de su propio pánico ante el pasmo, dejaron huir la ocasión como locomotora que se adentra en la noche. Agotados, volverán a subir una y mil veces la escalinata del vagón, se dejarán caer pesadamente sobre su asiento y desplegarán sin mirarlo su diario a la vez que apoyan la cabeza en la ventanilla esperando el silbato que enciende a duras penas el desgastado ánimo.»

No me topé con este relato en el libro Frío de vivir, novela del autor que inicia su obra con «El andén de nieve», sino en un volumen de Quinteto titulado Viajeros donde, como se señala en la portada, se recogen los mejores relatos de viajes de varios escritores como por ejemplo, John Updike, Jose Luis Corral, Jack Kerouac o el propio Castán. Es un libro que merece la pena leer. Tiene relatos maravillosos pero éste, con el que justamente abre el volumen, me pareció el más hermoso.

El relato de Castán nos presenta al señor Segriá, obeso viajante catalán, que «vivió sobre los raíles la historia de amor que calles y hoteles, bares y jardines le habían negado». Segriá conoce a una mujer fascinante, que le es tan familiar como la Primera Sinfonía de Schumann. La ama «durante kilómetros y kilómetros». «El obeso viajante catalán hubiera querido buscarle un sitio en tierra firme, ponerle un piso o llevarla al cine, poder caminar juntos por la calle, aunque sólo fuera eso, entrar a los cafés, ver alguna película, ya se sabe, enseñarla a los amigos. Ella siempre se negó. Con una sonrisa le anunciaba su próximo viaje. Si él insistía se estropeaba todo, la mujer se ponía triste y sólo quería dormir o leer sus revistas. Cuando el asunto se daba por zanjado volvía a ser la de antes.»

Segriá podría haber seguido siendo feliz, pero un día se le ocurrirá seguirla, después de despedirse de ella, como de costumbre, en el andén. ¿Qué sucedió? No les puedo contar nada más, pero Castán nos aclara una cosa: » (…) he ido comprobando que muchos de los pasajeros de los trenes desaparecen apenas abandonan la estación, cosa que puede verificar cualquiera. Basta con seguirlos cuando se apean del vagón, conocen las calles aledañas más discretas, al margen de sus trenes, ¿conocen algo más?, y hacia allí se dirigen en precario equilibrio, nerviosos y rápidos, con gestos de ratón. Llegado el instante oportuno se esfuman. (…) Volverán a tomar forma al día siguiente en los servicios de ese mismo tren o de otro diferente. Por eso, si es que se han fijado, apenas la máquina inicia su marcha, siempre sale alguien de algún lavabo que segundos antes estaba vacío. (…) No sé de dónde surgen ni en qué pensamiento se dibuja su rostro por primera vez, si toman su aspecto de muertos de otros siglos (…) Pero sé que no nacen ni acuden a los colegios, que su lenguaje es postizo y su soledad fingida porque desconocen el drama de la vida y su memoria es difusa y cambiante como las sombras en las que se escabullen. Están hechos de carne, pero no les aguarda la sepultura alguna; ríen, pero su dicha carece de sentido porque lo ignoran todo del dolor, nadie nunca les hizo llorar ni los libró al olvido. No estoy loco. No seré yo quien niegue que en un vagón cualquiera hay mayoría de gente como usted y como yo, personas que se dirigen de una ciudad a otra para cambiar de aires, asistir a funerales, retener amores o atender a la usura de sus negocios. Es cierto. Pero los seres de quienes hablo abundan más de lo que parece y lo que parece ya es bastante si se les sabe ver, si nuestra mirada no se nos ha podrido por su cuenta entre los ojos.»

Pero aún Castán tiene un personaje más para hacernos cuestionarnos la vida. Uno monta en los trenes para soñar, para viajar o para ambas cosas. El tren es la metáfora de la huida, ¿a dónde nos lleva un tren?.¿Hasta que estación queremos llegar? El sueño puede durar lo que dura el viaje, el viaje puede ser el sueño o ese sueño el deseo inalcanzable. Y si no que se lo pregunten a un hombre, a otro personaje, Macario, apodado el ferroviario. Un viaje en tren le hará tomar una de las decisiones más importantes de su vida. ¿Por qué? Porque a través de las ventanillas a veces ve que se acerca a Chamartín, lugar de destino y observa los polígonos industriales tan característicos de la ruta, y otras tantas veces, al otro lado de la ventanilla, observa densas arboledas, cordilleras lejanas, caminos en la nieve que terminan en casa humeantes. En sus sueños Macario, ante el frenazo imprevisto del tren, ve, sobre el andén totalmente nevado lo que parece ser la estación de una pequeña aldea y allí una mujer vestida de negro que sonríe, le llama por su nombre y aguarda a que baje. «Su rostro era de una vertiginosa belleza. Supo que la conocía desde siempre porque era desde siempre la mujer de sus sueños.»

Si mira al otro lado de la ventanilla, mientras el tren sigue su camino, ve a su mujer, a sus hijos, que ya le han localizado y golpean impacientes con los nudillos en el cristal. «Unos metros más atrás su mujer les gritaba algo, probablemente que dejaran de encaramarse al vagón. En su cara se veía que estaba harta de aguantar a los niños, de sus varices y del retraso del tren.»

¿Qué hacer, envolverse en el sueño del viaje en tren y continuar la vida cogiendo uno y después otro para que el dulce sueño nunca termine o bajar en Chamartín y enfrentarse a la dura realidad de un andén donde te espera tu familia, la rutina? La realidad frente al sueño. ¿Quién vencerá? Abran el libro para averiguarlo, les encantará.

El autor les advierte:

«Y ustedes no fantaseen. Sé perfectamente por qué lado habrían bajado del tren. No es mi caso. Mis escasas posibilidades se reducen a que el ferrocarril ignore que conozco cuanto les he contado. Así que a callar. No les costará un gran trabajo guardar silencio ya que en ningún momento me han creído. Bastante difícil lo tengo y lo sé, no albergo demasiadas esperanzas. Entretanto, viajo a menudo en tren: hablo con los viajeros cuando estoy harto de escuchar a los humanos.»

01Mar/20

SANGRE MALA. SALVADOR ROBLES MIRAS

«Si, ya sé que no es lo mismo matar a tu propio perro que a los seis bípedos degenerados que tengo en cartera, aún así, me produce cierta inquietud pensar en cuál será mi actitud cuando me apreste a ejecutar a mi primera víctima.»

Obsesionado compulsivamente por el éxito, al  protagonista de Sangre mala, escritor a su vez de Sangre mala, una novela que apenas ha vendido un centenar y medio de ejemplares, dominado por el delirio, se le ocurre el maquiavélico plan de reproducir en la vida real lo que narra en la ficción y así su obra «despertará de forma consecutiva el interés de la prensa, los libreros y los lectores, quienes acudirán en masa a las librerías para comprar el libro». Todos pensarán que la novela es tan buena que hasta un depravado asesino en serie está dispuesto a imitar en la vida real los asesinatos que Casanova, así se llama el protagonista de su obra, comete en el mundo paralelo de la ficción.

Cuando hace ya algún tiempo hablé con el escritor Salvador Robles Miras (Águilas, Murcia, 1956) del argumento de su última obra, Sangre mala, que a primeros de marzo saldrá a la venta, confieso que quedé fascinada. Enseguida pensé, y quise creer también, que estaba ante la mejor novela de este género, que hasta ahora, Robles había escrito. Después de leerla, creo no haberme equivocado. Hace pocos días le dije que me lo había pasado muy bien leyéndola, que me entretenía mucho y no podía dejar de leerla, y lejos de alegrarse Salvador me contestó: «No es sólo eso lo que espero de un lector que tenga entre sus manos Sangre Mala, quiero que les haga reflexionar». Tenía razón, y es ahí justo donde reside la clave, el círculo perfecto de esta novela, que entretiene al mismo tiempo que te hace pensar, reflexionar sobre hasta dónde el ser humano puede llegar para alcanzar sus objetivos.

¿Se pueden resolver los fallos de una novela en la vida real? El escritor cumple casi escrupulosamente lo que recoge el libro. Tiene que hacer todo lo que ha escrito sobre su asesino en serie. Todo lo que pone en el libro, que será el superventas del año. ¿Qué precio está dispuesto a pagar en aras de alcanzar la fama?

«(…) una noche de sábado, después de recorrer en las horas previas las pocas librerías de Metrópoli que acogían Sangre mala, y comprobar consternado que seguían teniendo el mismo número de ejemplares que semanas atrás, o sea, que no habían vendido ni un solo libro más, concibió su maquiavélico y enloquecido plan.»

La primera víctima del escritor Saúl Rejón, será la prostituta Anastasia, pero a ésta le seguirán algunos más, entre ellos el sacerdote Herminio Olivas, implicado en casos de pederastia, con el que Rejón saldará cuentas de su infancia, o la empresaria Luz Pazos, a la que conoció tiempo atrás en el Congreso Nacional de Calzado en Madrid y que además ha rechazado mantener sexo con Rejón.

Robles Miras, uno de los autores más destacados de la novela negra actual, cuenta de nuevo en este volumen con Cecilia Fresnedo, ahora ya inspectora de Brigada contra el Crimen de Metrópoli y al mando de la investigación. Caso complicado el que tienen esta vez entre manos. El asesino es «un tipo extremadamente limpio. Mata y se marcha sin «olvidar» en el escenario del crimen nada comprometido para él, como si fuera embutido en un mono de látex.»

Todo transcurre a las mil maravillas para Rejón, su novela ha alcanzado la décima edición, sus asesinatos en la vida real son casi calcados a los que escribió para Casanova en su novela y por si fuera poco las ventas de la zapatería de la que es propietario, Guantes para el pie, han subido de forma desorbitada.

Aunque él crea que es un gran escritor, la novela adolece de una incongruencia y nada es baladí para Fresnedo. «La sangre mala de la sociedad la componen los desalmados de  toda ralea y condición, y a la cabeza de éstos debe figurar el asesino que mata por matar, porque le complace. Qué fallo más garrafal. Además, la novela habría sido mucho más redonda si Casanova, un homicida justiciero, matara a un asesino, verbigracia, un psicópata.»

El suspense de la obra está garantizado hasta el final. ¿Atraparán a Piña antes de que este ejecute hasta el final su sanguinario y macabro plan?

Les invito a que abran esta novela, editada por M.A.R Editor. Es una maravilla dentro del género negro.Espero que ocupe el lugar que merece porque, como escribe en el prólogo de la obra el escritor Klaus S. Neumann, Robles desea que empaticemos con sus personajes, que nos introduzcamos en sus mentes y almas, y eso, en mi opinión, supone un trabajo muy generoso por parte del escritor. «Para él, la comprensión del otro es la base de la futura comunicación con aquellos que son diferentes a nosotros.»

Salvador Robles Miras fue finalista del Premio Euskadi al Mejor libro del Año de Literatura con su obra La exclusiva del asesino. En este mismo blog pueden leer un post sobre esta magnífica novela.

 

 

28Feb/20

ADOLFO BIOY CASARES. UNA MAGIA MODESTA

Bioy, tú lo sabías y por eso lo escribías, las cosas bonitas, los encuentros casuales, pasan en los momentos más inesperados. Un día coges un ascensor porque tus amigos te han invitado a una cena, unos amigos que viven en el octavo piso pero tú llegas al noveno, tocas y te encuentras con ella. Si, una equivocación, ahí no viven los Roemer, pero qué más da si ha servido para conocerla, bendita equivocación, bendita coincidencia. Ella está feliz también e insiste en que te quedes y te advierte de que no la volverás a ver, y tú nada, tan correcto, tan elegante, le aseguras que volverás. Pero, como se suele decir, esa clase de trenes, pasan sólo una vez. ¿En qué estabas pensando Bioy?

«-No seas malo, exclamó.

-No soy malo. ¡Qué más querría que no dejarte nunca!, pero me esperan para comer.

-Bueno, si preferís la comida no insisto. Has de tener mucha hambre.

-No tengo hambre- protesté, pero prometí que llegaría antes de las nueve y media. Los Roemer estarán esperándome.

-Perfectamente. Corra abajo. No lo retengo aunque le aclaro: no creo que vuelva a verme.

-Volveré, dije. Le prometo que volveré»

Precioso cuento, breve, elegante, reflexivo del genio Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914-1999) que se encuentra dentro del volumen Una magia modesta, donde podemos disfrutar de muchos más relatos cortos de este genio argentino de las letras. Maravillosos cuentos que nos hacen reflexionar sobre las pequeñas cuestiones de la vida a través de esa fantasía irónica que hay en ellos. Así nos encontramos caserones con fantasmas, un vendedor de pianos que habla con una gota de agua o un hombre que se da cuenta de que quizás las personas somos un puro entretenimiento de los dioses, de la misma manera que los personajes de una película lo son para nosotros.

En este caso, mi post comienza con el titulado El último piso, uno de mis favoritos, el escritor quiere decirnos que no dejemos pasar la oportunidad de ser felices, da igual lo que esté esperando. Lo bonito, la felicidad, siempre tiene excusa, todo el mundo entiende y perdona el amor. Con final inesperado les invito a que lo abran y lo disfruten. Es una delicia. Por lo menos Bioy fue feliz durante toda la cena, pensando en que luego, la volvería a ver.

Bioy el gran escritor de la fantasía, de la parodia de lo fantástico, al que todo el mundo identifico con su gran obra «La invención de Morel», prologada por Borges,  nos sorprende con otros cuentos como Una competencia.

Un hombre quiere vivir eternamente y un día visita a un tal Eufemio Benach que tiene 104 años. Éste le recibe en su biblioteca abarrotada de libros y el hombre que quiere vivir eternamente le cuestiona si los ha leído todos. Benach confirma que casi todos.

«(…)¡usted exprimió el jugo de la vida! Para mí, quien lea del principio al fin este montón de libros, hará de cuenta que viaja por infinidad de países, todos diferentes y todos maravillosos.»

Benanch se da cuenta de que lo que el hombre quiere saber es el secreto de su longevidad y así le cuenta que en su biblioteca, que le vendería a un precio justo, se encuentra el secreto de haber llegado a viejo. «Recuerde que en uno de estos volúmenes usted encontrará la revelación del secreto; yo no le diré en cuál.»

El hombre compra la biblioteca y decide emprender la lectura. Pero al ponerse al quehacer se da cuenta de algo muy revelador. Sabia reflexión.

«Para conseguir algo bueno hay que pagarlo. Hoy empieza la gran competencia. Veremos qué llega antes…la revelación del secreto o mi muerte.»

¿Qué títulos había en esa biblioteca? Les dejo algunos por si alguien persigue la idea de vivir largamente- ¿Se imaginan que el secreto está en alguno de ellos?

Sermones y discursos del Padre Nicolás Sancho.

Esperando a Godot de Samuel Beckett.

Ser y tiempo de Heidegger.

La nueva tormenta de Bioy Casares.

Cartas a un escéptico de Balmes.

Ulysses de James Joyce.

El museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández.

El hombre sin cualidades de Musil.

 

20Feb/20

EL PORQUÉ DE LAS COSAS. QUIM MONZÓ

Érase el cuento de la Cenicienta, o el eterno cuento de la monarquía y otros muchos cuentos más que el gran Quim Monzó (Barcelona, 1952) tuvo la gentileza de escribir bajo el título  «El porqué de las cosas». Un libro de relatos cortos que les invito a abrir con el deseo de que se diviertan tanto como yo lo hice en su día. Se dice de Monzó que se ha convertido «en el indiscutible primer escritor de su generación, en lengua catalana». Anagrama ha publicado toda su obra traducida al castellano. Es un escritor que divierte y que además no deja indiferente al lector, buena combinación. Enrique Vila Matas le descibre así: «Como cuentista Monzó es buenísimo. Como persona es alguien alejado de toda solemnidad y, por tanto, un alma amiga.»

Es difícil, como suele ocurrir siempre, hacer una selección, pero en el espacio de un blog es inevitable, así es que le dejo con dos de mis cuentos preferidos. El primero se titula «La monarquía» y el segundo «La micología».

En La monarquía se presenta a la Cenicienta. Su vida ha dado un gran giro después de la pérdida de un zapato del número 36. Ha generado la envidia de sus hermanastras por ser ella la que se ha casado con un príncipe. Después la vida, como suele ocurrir en estos casos, la ha alzado hasta lo más alto, de princesa a pasado a ser reina.

«El rey ha sido un marido atento y fogoso. Ha sido una vida de ensueño hasta el día que ha descubierto una mancha de carmín en la camisa real. El suelo se le ha hundido bajo los pies. ¡Qué desazón! ¿Cómo ha de reaccionar, ella, que siempre ha actuado honestamente, sin malicia, que es la virtud en persona? De que el rey tiene una amante no hay duda. Las manchas de carmín en las camisas siempre han sido prueba clara de adulterio.»

La reina se pregunta quién puede ser la amante de su marido, si contarle lo que ha descubierto o por el contrario disimular «como sabe que es tradición entre las reinas, en casos así, para no poner en peligro la institución monárquica». El caso es que el rey tiene una amante y ella se tortura pensando que quizás ella no le satisfacía suficientemente o que quizás se la buscó porque ella se niega a realizar «prácticas que considera perversas (sodomía y ducha dorada, básicamente)».

¿Decidirá callar la reina o hablar? ¿Cómo acabará el cuento? Porque la cosa está regular. El rey llega con ojeras a las ocho de la mañana, los contactos carnales con la reina son cada vez menores,… En ocasiones, no se sabe si es mejor casarse con un príncipe, cosas del destino. «(…) habría preferido incluso que alguna de sus hermanastras calzara el 36 en vez del 40 y 41, números demasiado grandes para una muchacha. (…) Mil veces preferiría protagonizar las noches de amor adúltero del monarca que yacer en el vacío del lecho conyugal. Antes querida que reina.»

Una noche la reina decide seguir al rey. Para conocer el final, tienen que leerse el cuento. Es muy divertido e inesperado.

En el cuento La micología, Monzó nos presenta a un setero que llega a un pinar. En un momento de su paseo ve una amanita muscaria y le da un puntapié para que nadie la coja. » En medio de la nube de polvo que la seta forma en el aire al desintegrarse, plop, aparece un gnomo con gorro verde, barba blanca y botas puntiagudas con cascabeles, flotando en medio del suelo.»

Y como no podía ser de otra manera, resulta que el gnomo es un gnomo de la suerte e invita al setero a que formule un deseo porque él se lo concederá. El setero escéptico, le contesta que esas cosas sólo ocurren en los cuentos.

«Pide cosas tangibles. Nada de abstracciones. Si quieres riquezas, pide tal cantidad de oro, o un palacio, o una empresa de tales y cuales características. Si quieres mujeres, di cuáles en concreto. Si luego lo que pides te hace o no realmente feliz, es cosa tuya.», le advierte el gnomo.

Hay un pequeño problema, el setero sólo tiene cinco minutos para decidirse y poco antes de que acabe el cuento de Monzó sólo le quedan dos segundos. ¿Qué creen que pide el setero? Ni se lo imaginarán. Pero para saberlo tienen que leer el cuento.

«El setero duda. (…) ¿Un Range Rover? ¿Una mansión? ¿Un yate? ¿Una compañía aérea¿ ¿Elizabeth McGovern? (…) ¿El trono de un país en los Balcanes? El gnomo pone cara de impaciencia.»

 

15Feb/20

POESÍA PREHISPÁNICA. CACAMATZIN DE TEXCOCO

«¿Con qué he de irme?

¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?

¿Cómo ha de actuar mi corazón?

(…)

Dejemos al menos flores.

Dejemos al menos cantos.»

Nezahualcóyotl (Un recuerdo que dejo)

 

Hoy quiero compartir con ustedes un blog sobre la poesía prehispánica. Hace poco tiempo que me he interesado en profundizar sobre este tema y he tenido la suerte de topar con un libro muy interesante que me ha mostrado a grandes poetas.

El libro se titula «Poesía prehispánica. Cacamatzin de Texcoco y otros», de la editorial Trillas en su colección Lluvia de Clásicos. Es un libro muy interesante donde hay una presentación que, en pocas palabras, nos sitúa en el contexto de este preciado legado literario.

«La literatura prehispánica, y por supuesto la producción poética de aquellos años, es decir, la que fue escrita en México antes de la llegada de los españoles, está documentada en textos que datan del siglo XVI, precisamente cuando ocurrió la Conquista. (…) fueron precisamente estos religiosos (frailes españoles), quienes como parte de la misión que habían venido a cumplir, recogieron y transcribieron al castellano los poemas y leyendas que entonces encontraron.»

Gran parte de lo que transcribieron pertenecía, según recoge el libro,  a la tradición oral, los relatos que se transmitían en una familia de generación en generación. Fray Bernardino de Sahagún (Sahagún, reino de León, España 1499, México 1590) en su «Historia de las cosas de la nueva España» señala, según este ejemplar que: «Todas las cosas que conferimos, me las dieron por pinturas, que era la escritura que ellos antiguamente usaban.»

Personalmente, me parece muy bello, que de una pintura nazca una poesía, que no es algo muy extraño si tomamos esto como un trabajo pictórico como fuente de inspiración para un texto literario, pero aquí hay algo que lo hace único, el creador de la pintura transmitía así su historia, su poesía, esa que llegó a nosotros.

La pregunta que uno inevitablemente se hace y que aparece en esta introducción del libro es si realmente los poemas que en este volumen se recogen, pertenecieron a los autores a los que se les atribuye, si lo que conocemos es fiel a lo que se escribió, si es un testimonio » apegado a nuestra cultura.» «No cabe duda de que cada transcriptor debió haber impreso a su trabajo por lo menos un poco de su propio sentir.» Pero lo que no cabe duda es de que este libro recoge una gran e interesante muestra de lo más representativo de poesía prehispánica que les invito a abrir y a que disfruten tanto como lo hice yo.

Al final del volumen hay una parte titulada Parte Complementaria, que recoge datos sobre el contexto histórico- cultural de las obras, además de una pequeña bibliografía, que es de gran ayuda al lector que se inicie en este tema. Viene acompañado de unas ilustraciones muy interesantes.

Los temas de estos poemas, de estos poetas, se repiten en sus versos. La muerte, lo efímero de la vida, dónde nos dirigimos después de la muerte, qué legado dejamos, el sentido de la permanencia en la tierra después de muertos, la naturaleza, los dioses,… son los temas recurrentes. En ocasiones, hay muchos versos, que por su extrema sencillez y belleza me recuerdan a los haikus japoneses. Por ejemplo estos del poeta Nezahualcóyotl titulado «Monólogo de Nezahualcóyotl»

«Ya retumba el tambor: sea el baile:

con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón.»

Voy a dejarles con algunos de los versos que más me han gustado. Son todos un canto a la naturaleza, a la vida, una duda sobre la muerte, temas que nos hacen reflexionar aunque los siglos pasen y pasen.

Comienzo con la poetisa Macuilxochitzin (mediados del siglo XV). Su obra es considerada, según afirma el libro, como una de las más bellas de la época, y según consta en sus versos, ella era una mujer con una refinada educación e instrucción.

De su poema Canto de Macuilxochitzin

«¿Adonde de algún modo se existe,

a la casa de Él

se llevan los cantos?

¿O sólo aquí

están vuestras flores?,

¡comience la danza!»

 

Cacamatzin de Texoco (1494-1520). Provenía de una de las familias más ilustres de texcocana, región entre la que destacaron reyes y poetas que lograron pasar a la historia.

De su poema Canto de Cacamatzin

«Amigos nuestros,

escuchadlo:

que nadie viva con presunción de realeza.

El furor, las disputas

sean olvidadas,

desaparezcan en buena hora sobre la Tierra.

(…)

Se extiende la niebla,

resuenan los caracoles,

por encima de mí y de la Tierra entera.

Llueven las flores, se entrelazan, nacen giros,

vienen a dar alegría sobre la Tierra.»

 

Nezahualcóyotl (1402-1472). Fue un ilustre gobernante prehispánico. En 1431 fue promulgado señor de Texcoco. Su nombre significa fuerza de león y coyote hambriento.

De su poema ¿A dónde iremos?

«Aquí nadie vivirá para siempre.

Aun los príncipes a morir vinieron,

Los bultos funerarios se queman.

Que tu corazón se enderece:

Aquí nadie vivirá para siempre.»

 

Acoyucan Cuetzpalzin (segunda mitad del siglo XVI), fue un gran poeta al que se le llamó «El sabio de Tecamachalco».

De su poema Las flores y los cantos

«Aquí en la Tierra es la región del momento fugaz.

¿También es así en el lugar

donde de algún modo se vive?

¿Allá se alegra uno?

¿Hay allá amistad?

¿o sólo aquí en la Tierra

hemos venido a conocer nuestros rostros?»

 

Poemas de escritores como Nezahualpilli, Axayácatl, Xiconténcatl el Viejo, Aquiauhtzin de Ayapanco o Fernando de Alva Ixtlixóchitl aparecen recogidos también en este precioso volumen.