LOS BAROJA. JULIO CARO BAROJA (PARTE 2) LA TIERRA VASCA, LOS VASCOS, EL EUSKERA


Sobre la tierra y el sentido de pertenencia:

«(…) la tierra vasca, ata al que ha pasado su niñez sobre ella, y aunque no haya estado acorde con lo que piensan y sienten muchos de sus pobladores. Es la tierra madre por excelencia: severa, dulce. Sin pretensiones.»

Sobre la idea del extranjero:

«La idea de que el extranjero o extraño peligroso está muy cerca y de que cuanto más lejos se va, más extraño y peligroso es quien vive, la tiene o tenía la gente de las aldeas vascas de Navarra y muy acusada en su conciencia. «Cocoac», eran, así, los habitantes de los valles vecinos. Respecto a los que no hablaban vascuence creían algo tan despectivo como lo que los griegos podían pensar de los bárbaros.»

Sobre el euskera y el castellano:

«(…) la lengua jugaba un papel estético grande para todos, pues eran muchísimas las canciones que también sabían en ella, poseían muchísimo vocabulario y a veces resultaba que en la conversación surgía una palabra vasca, que no conocíamos en castellano, referente a la flora y los oficios comunes por lo general. (…) las onomatopeyas vascas, los vocablos que reflejan ciertas acciones, caracteres y rasgos nos parecían más expresivos que los castellanos. De hecho lo son. Para indicar la manera de andar de una vieja ligera es mucho mejor decir que va «zipoca-zipoca» que cualquier otra cosa. Si se quiere dar un matiz a la noción de corcovada es bueno utilizar el vocablo vasco: «curcushada». Si hay que hablar de una ropa vieja o un residuo con caracteres peculiares, la palabra «zerrenda» es magnífica. Y resulta también más exacto e íntimo decir «nere biotza» que «corazón mío». El vascuence aleja de la cursilería y de la altisonancia que pueden tener idiomas literarios más brillantes. Es un idioma íntimo, sutil, con muchos matices humorísticos, pese a las pedanterías huecas que han dicho acerca de él algunos reverendos lingüistas y pensadores. En boca de aldeanos puede ser exactamente lo que es el castellano en boca de la gente rústica: o un torpísimo medio de expresión o un idioma sabroso. Cuando lo hablan gentes finas es un idioma fino. Una muchachita hablando vascuence no da casi nunca (con perdón de los que creen que éste es un idioma muy tosco), la sensación de plebeyez que puede dar otra parecida hablando en cualquier habla o patois romance con mucha frecuencia.

Lo que el habla daba a los individuos en las sociedades antiguas era mucho. Cualquiera que haya oído hablar a un viejo campesino de Castilla en forma sentenciosa, llena de modismos, de refranes, con un vocabulario rico puede darse cuenta de esto. Lo que el vasco daba a los hombres y mujeres de otras generaciones es mucho más difícil de pesar y medir. No cabe duda de que rasgos que parecen psicológicos eran, en gran parte, idiomáticos. Formas de humor, de expresión rápida, de imitación. Y lo mismo entre vascos que entre castellanos no cabe tampoco duda de que las gentes viejas tenían mucho más carácter que las de hoy, con sus ideales cortos y su idioma más corto todavía.»

Sobre los católicos vascos y navarros:

(El contexto de esta cita se sitúa en el año 1931 refiriéndose a las apariciones de Ezquioga, cuando los hermanos Antonia y Andrés Bereciartua dijeron en junio de aquel año haber visto a la Virgen.)

«Que el nivel cultural de los católicos vascos y navarros no era muy grande en esta época se ve mejor hoy que nunca se ha visto. En el pueblo el clero estaba muy por debajo de su misión, pensando en ejercer una especie de autoridad omnímoda sobre escotes, mangas, bailes agarrados y correcalles, amenazando de contínuo y pensando más en la represión autoritaria que en otra actividad, para mantenerse fuerte.»

Sobre la persecución del idioma:

(El contexto de esta cita es la Guerra Civil Española)

«Cuando empezó la guerra hubo una verdadera persecución del vasco, considerando que el mismo idioma tenía estrecha relación con el nacionalismo. «Habla español», decían unos letreros. La radio de Valladolid se refirió a los que «ladraban en ese dialectucho» que era el vascuence.»

Sobre las sociedades gastronómicas vascas:

«Hubo que pasar por las bromas estereotipadas de las sociedades gastronómicas del barrio viejo, a las que un periodista foráneo y acostumbrado sin duda a otros ambientes definió como «cabarets» para hombres solos. La verdad es que resulta difícil explicarse esta huída del hogar y del sexo femenino para ir a guisar en compañía de otros hombres talludos y bailar la habanera del Sabio Salomón sin pareja.»

Sobre el paisaje minero:

«¿Hay algo más repulsivo que el paisaje de la antigua zona ferruginosa de Vizcaya, símbolo de la riqueza del país? La mina es la más antigua herida que el hombre, en su función destructora, ha infligido a la tierra. La mina se paga: primero, con timbas, garitos, estafas y violencias. Luego, con la desolación. La miseria del pastor o el agricultor no tienen este carácter destructivo, que ahora también tienen las industrias turísticas y de la construcción, que pronto terminarán con los ámbitos físicos y mineralizarán, también de modo miserable, los paisajes.»

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