LOS BAROJA. JULIO CARO BAROJA (PARTE 1) REFLEXIONES Y OPINIONES SOBRE DIVERSOS TEMAS
«Comencé a escribir estas cuartillas en un estado de ánimo un poco extraño, hace ya tiempo, en 1957: viendo el mundo como desde la sepultura, considerándome yo mismo como un muerto. En realidad, entonces lo era hasta cierto punto, puesto que sentía con fuerza que tenía mucha más gente querida al otro lado de la ribera que en éste y creía que lo que había en éste no me podía seguir dando ganas de vivir. Mi vida afectiva estaba casi terminada, «por defunción», o por defunciones sucesivas. Sólo me quedaba fuerte, intensa, cierta curiosidad intelectual y, sobre todo, plástica. Creo que para mí lo principal era ver, después oír, y, en tercer lugar, pensar un poco sobre determinados asuntos. Para querer, amar, desear… todo esto creía que era, ya, definitivamente, asunto del pasado. Es decir, que si no era un muerto si me sentía casi muerto.»
Así comienza el escritor y antropólogo Julio Caro Baroja (Madrid, 1914, Vera de Bidasoa, 1995), el prólogo a la primera edición del libro Los Baroja, escrito por él mismo. Editado por la editorial Caro Raggio, en este volumen de memorias, de algo más de quinientas páginas, Caro Baroja hace un recorrido por su vida y la de su familia, desde su niñez hasta 1956. Los Baroja, fascinante familia de artistas, escritores e intelectuales, siempre han causado mucha curiosidad. En este libro nos adentramos, además de en el retrato de un país, en el de los miembros de esta saga familiar tan conocida y reservada a la vez. El libro se divide en dos partes. La primera, titulada Los personajes, se centra en la infancia del autor. Conoceremos a los miembros de la familia, abuelos, tíos y sus padres, el editor Rafael Caro Raggio, y Carmen Baroja y Nessi, hermana del escritor Pío Baroja, el pintor Ricardo Baroja y Darío Baroja. En esta parte se describen los mundos donde vivió su niñez el autor: Vera de Bidasoa y Madrid, en la época de la llegada de la República. En la segunda parte, recoge los años que van desde 1936 a 1956, el marco es la España desolada de la posguerra y la vida del autor ya antropólogo. Recuerdos de Itzea y de sus numerosos viajes quedan recopilados en este magnífico libro que da, sin proponérselo, directrices para encarar una vida consecuente, dedicada a la familia y al estudio.
Su hermano fue el documentalista, etnógrafo y escritor Pío Caro Baroja. Tuvo dos sobrinos Carmen Caro Jaureguialzo, archivera y bibliotecaria del Estado y Pío Caro-Baroja Jaureguialzo. En 2020, su sobrino publica el libro El cuaderno de la ausencia. Pío Caro-Baroja Jaureguialzo nació en Madrid en 1969. Estudió la carrera de Derecho en Madrid. Trabajó, además, durante más de veinticinco años en el editorial familiar Caro Raggio. Vive en la casa familiar Itzea en Vera de Bidasoa.
Entre otras muchas distinciones, Caro Baroja recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1983 y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, en 1984.
Me encantaría que pudieran disfrutar de la lectura de este libro tanto como lo he hecho yo. Para adentrarles en estas estupendas memorias, he dividido las entradas en seis partes. En cada una de ellas, les muestro citas sobre los muy diversos temas que se tratan en el volumen. Así se desglosarán:
En la primera parte, recojo las diversas opiniones y reflexiones que el autor hace de los diferentes temas que le interesan.
La segunda, trata sobre el País Vasco, los vascos y el euskera.
En la tercera, he querido recopilar algunas de las curiosidades de las que habla Caro Baroja de su tío, el gran escritor Pío Baroja.
La cuarta parte versará sobre España y los españoles.
En la quinta parte incluyo tres breves apuntes sobre la familia.
Así es como he creído conveniente acercarles esta magnífica obra que espero, abran con interés.
Sobre la niñez:
«Cuantos más años vivo más aprecio los recuerdos de la niñez. No porque ésta fuera feliz, sino porque fue la época en que mi organismo recibió impresiones más fuertes y directas. La del famoso «trauma». Todo era nuevo y sensacional para mí, como para cualquier otro niño. Desde el olor o el sabor hasta las ideas y conocimientos. Después se sabe más y acaso mejor. No estoy seguro. Pero lo que se sabe ya no tiene prestigio ni fuerza. Lo mismo pasa en relación con los gustos y sensaciones. Por eso hay en el niño una especie de genialidad que falta en el hombre.»
Sobre la adolescencia y la adultez:
«La edad viril es una edad mostrenca para la mayoría. La infancia siempre vale algo. La adolescencia también. Porque es apasionada y turbulenta y porque está llena de contradicciones, de deseos insatisfechos o larvados, de proyectos sin posibilidad de realización, románticos, a veces locos.»
Sobre los hechos de la vida:
«En el mundo actual hay una tendencia muy fuerte a dar interpretaciones complicadas a los hechos más corrientes de la vida. Freud fue el que más enseñó a desconfiar de las apariencias y a buscar tras ellas motivos recónditos, intrincados o subconscientes.»
Sobre el dolor:
«El tiempo estiliza los dolores y les da categoría estética. Somos tan egoístas que hasta del dolor sacamos, al fin, beneficio. (…) hay que cultivar la conciencia del recuerdo.»
Sobre la felicidad:
«(…) desde muy joven he considerado que medir la vida en términos de felicidad o infelicidad es un hábito que conviene desterrar de la mente.»
Sobre los lugares:
«(…) a la larga, en la vida, son aquellos sitios donde más hemos sufrido los que nos atan más, los que significan más.»
Sobre las personas:
«La generalidad de las personas importantes suelen estar muy pendientes del mundo exterior y andan compuestas o componiéndose la personalidad de continuo. Esto las hace poco espontáneas y de apariencia monótona. En cambio, hay muchos hombres sin importancia, que se componen menos y que se dejan dominar por las pasiones, odios, simpatías, gustos de modo más claro, lo cual es lo que interesa más a veces.»
Sobre la vida:
«(…) aunque la vida se desenvuelva conforme a un plan biológico, la existencia del hombre es algo mucho más complejo que lo que en sí encierra este plan unitario. La existencia carga de recuerdos varios, de experiencias encontradas, de desequilibrios y peligros el pobre cuerpo y la pobre conciencia, sólo capaces de captar algunas notas del exterior; pero, con todo, de una variedad enorme, comparadas con los que pueden captar otros seres vivos y animados que pueblan el mundo.»
Sobre las amistades:
«Las amistades de la infancia no se suelen basar en sentimientos muy claros ni superiores. Basta que la diversión sea común: los juegos y los juguetes, la vecindad y el mundo circundante las condicionan. Así los niños riñen, se pelean, se insultan, y vuelven a ser amigos. Esto no podría pasar en la adolescencia, donde aquel carácter de las relaciones cambia y toma un aspecto lírico, hasta extremos morbosos a veces.»
Sobre la religión:
«La religión hay que tenerla en el corazón, no en la cabeza.»
Sobre las mujeres en la Universidad:
«En la Universidad el régimen de comunidad de sexos es un mal, según creo. Mis experiencias y las de otros hombres de mi edad y menores que yo, me indican que las mujeres, generalmente, dan un porcentaje de alumnos aplicados y cumplidores muyo mayor que los hombres. Yo recuerdo muchachas que me parecían monstruos de asiduidad, de orden y de sabiduría oficial, a los quince y a los veinte años. Todo lo aprendían: griego, latín, gramática histórica, idiomas modernos. Los chicos a su lado éramos, por lo común, calamitosos. Pero no recuerdo ninguna estudiante que me haya asombrado por su inteligencia y he conocido a varios estudiantes vagos y descarriados que tenían chispa, ingenio y acometividad. Para mí ahora resulta un enigma el de saber con qué aprenden la generalidad de las mujeres lo que aprenden, cuando son jóvenes. Creo que lo que más ponen en juego es cierto sentido de la obediencia, de la sumisión a órdenes emanadas de arriba y que aceptan fríamente, si son mujeres equilibradas. Cuando no lo son, las estudiantes parecen cuerpos inertes y de ve en cuando sale alguna con caracteres tremebundos de pandorga contestataria.»
Sobre la sexualidad:
«El despertar a la vida sexual es lento y enojoso. Y creo evidente que las experiencias primeras, subconscientes, son muy tempranas y relacionadas con la vida erótica de los padres. En las familias de gente muy pobre la promiscuidad produce resultados tremebundos según es bien sabido. En la burguesía no se da tanto la promiscuidad.»
Sobre la escritura:
«¿Para quién y para qué se escribe, con todos los enemigos que el escritor tiene? Acaso por puro masoquismo.»
Sobre la lectura:
«Para un adolescente solitario la lectura es algo que cae fuera de las actividades racionales.»
Sobre la compra de libros:
«El vicio de comprar libros no tiene el mismo carácter que el vicio de leer en sí. Yo he conocido bibliófilos y maniacos del libro que casi no han leído en su vida más que portadas. Ni el bibliófilo ni el bibliógrafo me han interesado nunca mucho. Alguna vez, sin embargo, compré libros por pura acción de caza, cosa que me parece, sin embargo, una claudicación.»
Sobre los pueblos del Mediterráneo y los dioses:
«(…) los pueblos del Mediterráneo que han tenido una idea clara de las limitaciones de la vida, de las diversidades, oscuridades, matices y contingencias de que está llena son los que nos han dejado una herencia mejor no sólo para el desarrollo de las artes y las ciencias, sino también hasta para el de las concepciones religiosas y filosóficas. Los griegos son los maestros para partir de limitaciones constantes. En cambio, los que han partido de la idea de un Dios único de dimensiones infinitas no han hecho más que producir fanáticos y dogmatizantes. El Dios infinito es el de los desiertos; los dioses especiales son los de los montes, las bahías, los bosques, las islas griegas. Cuando oigo a algún sabio orgulloso, de éstos que en España abundan, que hace alarde público de su religiosidad, decir de alguien o de algo, con horror, que es «pagano», me irrito sobremanera. ¡Qué más quisiéramos hoy que tener una sólida religión pagana a nuestro servicio! Confundir el paganismo con negocios de alcoba, o con la filosofía de bañistas de ciertas playas, es tan exacto como creer que los cristianos adoran a una cabeza de asno y que celebran banquetes antropofágicos.»
Sobre la política y la libertad:
«(…) más o menos enemigos de la libertad de conciencia individual, han sido todos los regímenes que han existido en Europa durante el siglo xx. Unos ha considerado que la libertad económica se conseguirá a través de férreas dictaduras o de partidos disciplinados. Otros, que la libertad de conciencia en sí es un peligro. Otros han proclamado dogmas que la anulan del todo. Hay huestes enteras dispuestas a salvarnos y a ordenar qué es lo que tenemos que hacer y que pensar con este fin: huestes de revolucionarios y reaccionarios, de generales, obispos, líderes obreros, catedráticos, estudiantes, señoras de orden, damas rojas, beatas de misa de seis y doctrinarios que todo lo saben. Todos odian la libertad; es decir, la libertad ajena, porque la propia facultad de opinar y de imponer violentamente una opinión no están dispuestos a cederla.»
Sobre la Sociología moderna y el sociólogo:
«Una de las grandes quiebras de la Sociología moderna ha sido la de dar imágenes generalizadas, homogéneas y coherentes de «la sociedad». No cabe duda de que los métodos sociológicos han sido muy provechosos para hacer ver bien el juego de las instituciones y normas generales de conducta. ¡Pero cuánto habría que hacer después de llevado a cabo este trabajo preliminar!
El sociólogo está cargado de moral beatífica, aunque no lo crea. Detrás de sus averiguaciones hay una intención moralizadora, de sermoneador. Construye una imagen, un modelo y sobre él especula, cargándolo de tintas negras o de tintas suaves. En cuanto lee uno un libro de Sociología descriptiva se da cuenta de la ideología del que lo ha escrito, de si es adepto de una especie de romanticismo tradicional, o de si es un revolucionario que no ve más que un juego de abusos sempiternos. Con los libros de los antropólogos pasa igual. Independientemente de ellos hay que admitir que las sociedades rurales no producen mucha curiosidad en nuestra época a la inmensa mayoría.»
Sobre la debilidad:
«Lo malo es que los hombres grandes presentan puntos vulnerables que los humildes no tienen, porque los segundos están heridos de muerte desde que nacen, y lo que se ve en ellos es humanamente interesante, incluso como debilidad. Pensar en las debilidades de un conductor de multitudes es horrible; pensar en la del sopista Mendrugo o el dómine Cabra puede se incluso acto de piedad o humildad.»
Sobre las actividades políticas y la inteligencia:
«La actividad política más que afinar las inteligencias parece que la embotaba, que hacía a los hombres insensibles a todo matiz, a todo juicio no templado o destemplado (esto es secundario), sino racional. Había una especie de Maniqueísmo estólido que llegaba a todas las personas, a todos los partidos y a todas las regiones.»
Sobre la conducta humana:
«(…) no relaciono mi conducta o la conducta ajena con una tabla de valores y de sanciones, como las que maneja la generalidad de la gente. Para mí el pecado no existe como algo trascendente. Si un hombre es ladrón, o calumniador, o adúltero, comprendo que los demás se protejan de él. Pero no comprendo que se pretenda cargarle con penas eternas o culpabilidad trascendente ultraterrena ni con la tacha política subrepticia. Tengo una tendencia irresistible a creer que los vicios son como los defectos físicos y que las virtudes son como las buenas prendas exteriores. Prefiero ver a una mujer guapa que a una jorobada. Me gusta más tratar con un hombre de buenos sentimientos que con otro mal intencionado. Nada me aterroriza más que la idea de soportar a un pelmazo. Pero si a los pelmazos y a las jorobadas no se piensa que hay que castigarles con el fuego eterno, ¿por qué vamos a creer que han de padecerlo los hombres y las mujeres de aviesa intención y malas costumbres? Teniendo estas ideas básicas, en política no puedo ser más que un hombre que abomine de toda violencia, es decir, un apolítico (…)»
Sobre las guerras:
«La mayoría de los actos criminales llevados a cabo durante guerras y revoluciones los hacen pocas personas. Es un grupo de pequeño el que aterroriza, con la garantía de que los jefes se van a mostrar indulgentes.»
Sobre la adversidad:
«(…) en tiempos de violencia se sacan fuerzas no se sabe de dónde y a veces es en época de bonanza cuando se disuelve uno.»
Sobre el trabajo:
«(…) siempre he creído que el hombre debe vivir de su trabajo y también que el país donde ha nacido debe facilitarnos este trabajo.»
Sobre la sinceridad:
«Es conocida la falta de sinceridad de muchos hombres que de modo verbal, continuo, presumen de francos y leales.»
Sobre los intereses económicos:
«He visto que los hombres se agrupan por intereses económicos aunque se crean puros profesionales. Que se separan cuando esos intereses no coinciden. (…) Los odios y los amores profesionales se vivifican dentro de un ciclo de intereses comunes.»
Sobre el saber:
«Dice una frase común que quien añade saber añade dolor. Yo no diré tanto, pero sí que quien llega a conocer fríamente a una persona o quien sabe algo de modo intelectual no siente demasiado amor, casi nunca.»
Sobre el mérito:
«Creo que en el mundo actual debe de haber una porción de hombres que han llevado a cabo trabajos de gran mérito y por cortedad de carácter, por incompatibilidades políticas o por otras razones, están apartados de la vida pública o profesional y que, en consecuencia, son desconocidos y poco apreciados. Y sé, positivamente, que hay multitud de charlatanes que bullen aquí y allá y que aun sientan plaza de hombres de genio, porque están bien colocados en la Universidad o en un centro público, apoyados por gobiernos que no atienden más que a su mísera política particular.»
Sobre el hombre actual:
«El hombre actual es más esclavo del medio que nunca y el investigador que parece debía ser la quintaesencia del ser libre es, casi siempre, un funcionario sin pretensión de libertad, que habla con la beatería del «trabajo de equipo», que desea tener mando, aunque sea sobre las ratas del laboratorio o sobre los ficheros de un seminario de Fonética. Apenas ha aprendido una pequeña técnica cuando ya quiere enseñar, orientar y dirigir; en una palabra, actuar sobre otras personas, imponiendo su criterio por razones ajenas a la investigación. Esta clase de hombres o grupitos creen llegar al triunfo cuando alcanzan la primacía en tales grupos.»
Sobre la belleza:
«Por muy moralistas y cristianos que nos sintamos no cabe duda de que la hermosura física predispone en favor de los que la poseen. Esto en los países del Sur se manifiesta menos que en los del Norte, donde el culto al joven Apolo o Venus recién salida de la concha adquiere unos caracteres hasta cierto punto indecorosos.»
Sobre el atuendo:
«(…) no faltaban tampoco hombres y mujeres de edad madura y expresión estupefacta, deseosos aún de parecer jóvenes en el atuendo, cosa que da con frecuencia una impresión de indignidad.»
Sobre las vivencias:
(..) resulta, muchas veces que una vivencia antigua o lejana en el espacio nos parece más familiar y próxima que otras más modernas y cercanas. ¿Por qué? Los partidarios de la metempsicosis lo explicarían acaso por el hecho de que, en el subconsciente, llevamos algo de lo que fuimos en otras vidas… Ahora también se habla de una memoria de la sangre, a través de las generaciones, dentro de la especie. Todo esto es más que problemático. (…) Si fuera un pitagórico tendría que creer que, allá entre 1820 y 1880, encarné en algún aventurero de California o Alaska, cosa que -como he dicho- no creo probable. Prefiero explicar la simpatía o atracción por ciertas formas de existir y la antipatía por otras, mediante razones menos oscuras.»
Sobre la lejanía:
«La lejanía se hacía sentir en los menores detalles.»
Sobre la afectación:
«En países civilizados la afectación es una defensa, mientras que en otros que lo son menos puede serlo la burricie descarada, o la afectación de brutalidad, que no es mejor que el remilgo.»
Sobre la muerte:
«(…) creo verdadera la vieja divisa estoica: «muerte no eres un mal». No eres un mal en ti misma. Eres un mal cuando te ciernes alrededor y haces desaparecer a los seres queridos, cuando te llevas al bueno y dejas al malo, cuando te cebas en la juventud, cuando apareces estúpida, brutalmente en una sociedad confiada.»
Sobre la eutanasia:
(…) la eutanasia también es un privilegio y que fue afortunado César al morir como había deseado de muerte, «subitam celeremque».
Sobre el hombre:
«El hombre se muere y nace a trozos, a medida que van muriendo y naciendo las personas que tiene más cerca.»
Sobre el destino del hombre:
(hablando sobre si mismo)
«Un hombre que estaba preparado, o se creía preparado, para vivir de una manera y que ha tenido que vivir de otra. Acaso éste sea el destino de todo hombre y de toda mujer.»