TORTURA BLANCA. NARGES MOHAMMADI (PARTE 2)


  • Tortura blanca
    recoge las propias experiencias carcelarias de la autora, Narges Mohammadi antes de dar paso a las catorce voces que recogió la activista en forma de entrevistas. Aquí les dejo algunas de las partes de la narración que más me han llamado la atención.

NARGES MOHAMMADI

«Era la primera vez que me encerraban en una celda. ¡Qué lugar tan extraño! Una caja minúscula sin ventana ni ninguna comunicación con el exterior. Una trampilla de luz muy pequeña en el techo dejaba ver el cielo. Pero estaba a una altura elevada, de tal forma que apenas iluminaba el interior de la celda. Muy arriba y dentro de un hueco de la pared había una bombilla de 100 watios que nunca se apagaba.»

«Repasaba en mi mente lo que había oído sobre el funcionamiento del aislamiento: tortura blanca y lavado de cerebro. Ahora, vivía lo que había oído y leído, y como también sabía de las terribles consecuencias que el aislamiento podía provocar, inconscientemente sentía miedo.

No sabía dónde me encontraba ni qué me esperaba. El desasosiego causado por aquel lugar y el desconocimiento de lo que podía pasarme en el futuro me afectaban como un veneno mortal. Me preguntaba: ¿es posible tratar así a un ser humano? ¿Qué pasa con nuestros derechos de respirar, andar e ir al baño libremente y de escuchar la voz de otra persona y hablar con ella? El efecto de estar privada de los derechos más básicos me atemorizaba más que la preocupación por las acusaciones, el juicio y la condena.»

«La longitud de la celda era solo tres pasos y recorrerlos me causaba mareos, pero no tenía otro remedio. Cuando me sentaba por un tiempo prolongado tenía la sensación de que las paredes se cerraban sobre mí. Por las noches, antes de dormir, cantaba canciones. (…) Después de tanto tiempo sin oír una voz, cuando me escuchaba a mí misma me sorprendía.»

«Realmente, ¿cómo se puede llegar a sospechar que, por ejemplo, no ver el sol o no sentir la brisa sobre la piel o entre los cabello, o la imposibilidad de oír un sonido o de romper el silencio puede afectar tanto a la voluntad de luchar y continuar viviendo?»

«A veces pensaba que el problema residía en que yo era una persona extrovertida, social y abierta y alegre. Me reprochaba que si en momentos de soledad, a fin de entrenarme, me hubiera encerrado en una habitación vacía y sin ruido, me habría resultado menos difícil soportar la celda de aislamiento. Culpaba por no aguantar bien la detención de la celda, a mis ejercicios, a mi espíritu alegre, a mis gustos personales y a mi inclinación por disfrutar de las cosas y pasarlo siempre bien. sin embargo, me reafirmaba en todo mi activismo, y en mis principios, opiniones y posiciones conceptuales y políticas.»

«(…) la celda de aislamiento y el pabellón de seguridad no eran solo un espacio geográfico, sino que había ciertas características psíquicas, mentales y humanas concretas que moldeaban la celda y garantizan sus efectos: las voces desabridas y groseras de los guardias de prisión, las cucarachas muertas en los suelos polvorientos, las cortinas sucias y oscuras, las vendas en los ojos de los acusados, sandalias demasiado grandes y pies sin calcetines, la ropa inadecuada y de mala calidad, las rejas metálicas llamadas ventanas, las largas horas sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared de los cuartos de interrogatorio, los enfrentamientos con la gente, los gritos y las voces enojadas, la indiferencia de los médicos ante el estado de sus pacientes, los sonidos secos y pesados de las puertas de las celdas al cerrarse de golpe, los ojos vendados e incluso dentro de las salas y en el pasillo que conduce de la celda al baño…»

En la introducción del libro, titulada En solidaridad, Shannon Woodcock, hace un breve resumen histórico del país y de las actuaciones del régimen. Además, explica claramente en que consiste la tortura blanca.

«El régimen iraní, que actualmente se aferra al poder con un alto coste para la población, quedó instaurado en 1979, después de dos años de revueltas populares contra la dinastía gobernante, los Pahlavi. Aunque el régimen islámico llegó al Gobierno con promesas de terminar con el sistema del sah y su extensa red de inteligencia, un poder judicial corrupto y la tortura generalizada, en lugar de eso fortaleció estas instituciones con el mismo fin de control social, y se ha negado en todo momento a tolerar la misma disidencia. Desde 1979, el régimen ha perseguido sistemáticamente a personas por sus ideas políticas (comunistas, de izquierdas y sindicalistas, entre otros) y a fieles de religiones distintas del islam chií. El Estado ha excluido institucional y socialmente a los bahaís, cristianos y derviches, y ha utilizado el sistema penitenciario, con torturas e interrogatorios, para obligar a los presos a retractarse en público de sus creencias y actos.

El régimen islámico ha empleado la legislación y la coerción física para crear una sociedad en la que las mujeres y las minorías étnicas y religiosas tienen restringidos los derechos educativos, laborales y de libre circulación. Las personas que se organizan políticamente, protestan o se expresan en contra del Estado sufren persecuciones, encarcelamientos y ejecuciones. Como se verá, el Estado iraní intimida y persigue a las familias de generación en generación, con amenazas (que a veces cumple) de cárcel y tortura a los hijos de los presos políticos, para arrastrar a las familias a una exclusión socioeconómica total. La República Islámica es un Estado carcelario: la intensa crueldad y tortura en las prisiones sirve para enviar un mensaje al mundo entero.

Esto resulta inaceptable.

La resistencia pacífica al régimen ha sido constante y  va en aumento. Se ven protestas de grupos de derechos humanos y familias contra los encarcelamientos y las ejecuciones secretas, públicas y masivas, que el régimen perpetra con o sin garantías procesales.  (…) Desde los años noventa, el régimen iraní ha modificado sus técnicas de tortura porque no acepta la existencia siquiera de individuos con ideas religiosas, éticas o políticas que no se ajustan a las del Estado. Así, ha pasado del daño físico para la obtención de información a centrarse en la conciencia humana. La tortura blanca constituye el núcleo de este método en el sistema carcelario y se usa de forma generalizada, junto con la reclusión y el aislamiento de los presos políticos. Su objetivo es romper de modo irreversible la conexión entre el cuerpo y la mente de una persona para obligarla a retractarse de sus actos y principios.»

¿Qué es la tortura blanca?

La tortura blanca despoja a los presos de todo estímulo sensorial durante largos periodos y se aplica, junto con el aislamiento y los interrogatorios, a presos políticos y de conciencia. El Estado a menudo procede a encarcelamientos sin juicio formal previo, de manera que el recluso es consciente de que, al estar en prisión sin haber sido juzgado, no existe ningún tribunal imparcial al que recurrir. El encarcelamiento sin juicio se emplea como herramienta de tortura y opresión en Irán. (…)

La tortura blanca se aplica mediante la estructura arquitectónica de la prisión, el comportamiento de los funcionarios y las preguntas de los interrogadores. Se controla la luz de la celda para que el cuerpo no distinga el día de la noche y se alteren los patrones de sueño. A los presos se les vendan los ojos al salir de la celda. El daño que causa la privación del aislamiento y los interrogatorios se agrava por el hecho de lo que reclusos únicamente pueden sentir el contacto de mantas ásperas y paredes de hormigón. El único olor de la celda suele ser el de un retrete fétido que no se limpia nunca para menoscabar el sentido olfativo. Se les sirve siempre la misma comida tibia e insípida en un cuenco de metal y el té en un vaso de plástico. (…)

Al igual que otras formas de tortura, la tortura blanca está diseñada para dejar secuelas que perduren incluso después del tiempo en prisión. Quienes la sufren arrastran continuas afecciones médicas y psicológicas al haber experimentado las atrocidades de las que son capaces los seres humanos.»

El libro incluye un apartado titulado Un apunte sobre Narges Mohammadi escrito por la profesora Nayereh Tohidi. Aqui, además de realizar un repaso por los diversos encarcelamientos de la activista y su compromiso desde su época universitaria se realza la forma de actuar tan inusual y esperanzadora de Mohammadi.

«Narges Mohammadi es una persona escuchada y respetada entre la sociedad civil y los movimientos críticos con el régimen iraní porque es una figura que une y no divide. Ha contribuido al acercamiento de los grupos progresistas en lugar de generar divisiones o polarizaciones. Ha evitado el sectarismo y se ha mostrado muy activa en la construcción de coaliciones que abarcan todo el espectro de orientaciones políticas, además de defender la diversidad y el pluralismo. Son las suyas unas características muy valiosas y rara vez presentes en muchos líderes de la cultura política dominante en Irán.

Narges forma parte a su modo de la creciente contracultura iraní que se opone a la cultura violenta y ascética pregonada por los islamistas extremistas y fanáticos: una cultura de amor a la vida que aboga por la búsqueda de la felicidad, la libertad y la igualdad. A diferencia de los extremistas religiosos en el poder que sacralizan la austeridad o, llenos de hipocresía, fingen en público ser ascetas, piadosos y rigurosos «hombres de Dios» y en privado llevan una vida inmoral, Narges es de quienes creen que debemos promover de manera clara y sincera, la belleza, la felicidad, la no violencia y la alegría.»

«Narges Mohammadi es una de las más comprometidas defensoras de los derechos humanos y civiles de Irán; destacada activista contra la pena de muerte; relevante abogada de los derechos de las mujeres; vicepresidenta del Consejo Nacional para la Paz; y vicepresidenta y portavoz del Centro de Defensores de los Derechos Humanos.

Narges ha sido una de las presas de conciencia más valientes y enérgicas de la República Islámica de Irán. Su resistencia constante y no violenta contar lo que califica de «tiranía» y su rebeldía contra las leyes y políticas opresivas durante veintiocho años, dentro y fuera de la cárcel, le han granjeado el respeto nacional e internacional.»

En el prólogo, la abogada iraní Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003, escribe así sobre Mohammadi:

«Desde las elecciones presidenciales de 2009, Narges ha entrado en prisión en reiteradas ocasiones por sus actividades como vicepresidenta y portavoz del Centro de Defensores de los Derechos Humanos. Esta organización lucha por la abolición de la pena capital.

Hoy se encuentra en la cárcel de Zanyán, sufriendo una reclusión ilegal incluso según las leyes de la República Islámica. El encarcelamiento fue debido a mostrarse contraria las condiciones de los presos. Muchos manifestantes habían muerto en las protestas contra el Gobierno celebradas en noviembre de 2019 por todo el país. Para conmemorar el cuadragésimo día de esas muertes y como acto de solidaridad con las familias, Narges había organizado una sentada con más presos. Había informado con enorme valentía a las autoridades y al público de que la huelga tendría lugar en las oficinas del pabellón de mujeres del penal de Evin en Teherán. Al tercer día, acudió al despacho del director de la prisión convocada para reunirse con su asistente legal. Gholmarza Ziaei, director del presidio, la insultó y amenazó de muerte. Sin mediar palabra, Narges quiso regresar a su celda. Ziaei la estampó contra la pared y la golpeó brutalmente, le ocasionó moratones por todo el cuerpo, le rompió contra una puerta de cristal las manos y se le llenaron de sangre. Pese a las heridas las autoridades la trasladaron de inmediato a la prisión de Zanyán. Narges presentó contra el director de la cárcel una denuncia deliberadamente ignorada.»

«Ningún muro de la cárcel ha impedido que la voz de Narges llegue a la gente. Cuando descubrió en la prisión de Evin que las reclusas, a diferencia de los hombres, no tenían derecho a llamar por teléfono a sus familiares e hijos, convocó una campaña para «apoyar a las madres encarceladas». La iniciativa atrajo la atención de los iraníes en todo el mundo y obligó al Gobierno a rectificar, con la consiguiente concesión a las mujeres de ese derecho.»

«Narges ha cumplido ya más de siete de los diez años de condena y técnicamente puede acceder a la libertad condicional, pero está privada de los derechos de una reclusa normal. Las presas pueden comprar carne, verduras o fruta en la tienda de la prisión, pero ella lo tiene prohibido. Por consiguiente, desde su traslado a la cárcel de Zanyán solo come la ración diaria para las internas: patatas, huevos y pan.»

«Tortura blanca constituye otro rugido de esta leona. (…) ha sido siempre la abanderada de la oposición a este método de confinamiento, antes incluso de entrar en prisión, y ha continuado con esta lucha desde la cárcel.

Para expresar esta protesta, ha realizado entrevistas a varias reclusas, concretamente a las presas de conciencia encarceladas junto a ella.

Cuando la gente rememora sus experiencias al cabo de unos años, resulta inevitable que algunas partes se olviden o se mezclen con otros recuerdos. Por eso son tan importantes estos registros inmediatos.»

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Araceli Cobos Reina.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.