Archivos de la categoría: LO MÁS VISTO

31Jul/14

FRANCISCO DE QUEVEDO. ÉRASE UN HOMBRE A UNA NARIZ PEGADO

FRANCISCO-DE-QUEVEDO-eRASE-UN-HOMBRE-A-UNA-NARIZ-PEGADO-660x220

Las cosas que leemos en la infancia, incluso me atrevería a decir que mucho más que en la adolescencia, se quedan con nosotros para siempre. Ya he señalado en este blog, algunas de mis lecturas infantiles, y hoy vuelvo a hacerlo. ¿Por qué? Porque creo que si a un niño se le da buena literatura desde niño, de mayor la busca. Poemas como «Las moscas» de Antonio Machado», o «El lobito bueno» de José Agustín Goitysolo, o lecturas como las de «Alfanhuí», de Rafael Sánchez Ferlosio, o «Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez, «El cartero del rey» de Tagore, o el «Romance de las tres cautivas», el «Romance de Abenámar»… que eran lecturas casi obligadas en mis años infantiles, han hecho que de mayor siga leyendo a estos autores. He ido creciendo con ellos y ellos me han dado la literatura que en cada momento necesitaba. Fomentemos la literatura desde niños en nuestras familias, pero la buena literatura, porque hay una tendencia a creer que el niño es tonto y necesita siempre de bobadas para divertirse. Ese es un grave error, en mi opinión. Si a mí de niña me gustaron todas estas cosas, ¿por qué no a las nuevas generaciones? ¿Qué estúpida idea es esa de que los tiempos han cambiado y ahora se demandan otras cosas? Claro que se demandan otras cosas pero entre lo nuevo siempre hay un hueco o debería haber un hueco para cosas tan bellas como los poemas, los romances o las novelas que antes he citado.
La lectura que les llegue a los niños, la buena lectura, hará de ellos a adultos más reflexivos, más tolerantes, más cultos y de eso no se beneficia sólo la persona que consume eso sino todos los de su alrededor, algo que me parece precioso.
Aquí les dejo otro de esos poemas que me encantaban de pequeña, sin entender muy bien la razón, pero de eso se trata. Les aseguro que muchas veces Francisco de Quevedo (Madrid 1580, 1645) me acompaña aún, y ya no soy ninguna niña.

ÉRASE UN HOMBRE A UNA NARIZ PEGADO

SONETO

«Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.»

Francisco de Quevedo tuvo una vida apasionante. Su personalidad era insolente y beligerante. Culto y profundo conocedor del castellano, manejo sus obras a su antojo dotando a todos sus trabajos de gran personalidad. Cultivó todo tipo de géneros, desde la picaresca (Vida del Buscón), que a mi personalmente me fascina, hasta los escritos políticos, ascéticos o filosóficos, también poesía burlesca, satírica, amorosa, erótica, moral,…

Junto al lado de poemas en los que se burla sin malicia de los prototipos y costumbres de la sociedad de su época, la obra poética de Quevedo tiene otro aspecto, menos amable, que se ve claramente en los poemas que intercambió con Góngora, como el que he escrito aquí, y que llevaron a una enemistad acérrima entre los dos autores. Este enfrentamiento viene de las dos tendencias del barroco donde se sitúan estos dos escritores, el «culteranismo» escuela que fundó Góngora, y el «conceptismo», nombre con el que se conocerá años después al estilo tan particular de Quevedo, entre otros escritores, claro está.

Como anécdotas de el gran Quevedo, contaré que se pasó la vida haciendo trabajos, digamos, oscuros, para algunas de las personas más importantes de la Corte, como el duque de Osuna o el conde-duque de Olivares. Parece que el madrileño tenía pocos escrúpulos y era capaz de sobornar a los poderosos para conseguir un cargo para su señor, de conspirar para provocar su caída, y según se cuenta, de matar a un hombre en defensa de una mujer.
Era un misógino, eso sí, calificó a la mujer de un adefesio fraudulento ante el cual el hombre no puede sentirse sino desilusionado, pero vamos a perdonárselo porque seguro que era un resentido que se enamoró alguna vez y no fue correspondido, quien sabe.
También estaba convencido de que de la idea platónica según la cual la existencia no es nada más que un conjunto de engaños, y que la vida es una decadencia continua hasta la aniquilación.

25Jul/14

LUIS ALBERTO DE CUENCA. JULIA

LUIS-ALBERTO-DE-CUENCA-JULIA-660x220

Mientras haya hombres que escriben estos poemas y haya hombres que te hagan sentir que estos versos pueden ser realidad a pesar del tiempo transcurrido, a pesar de la distancia, a pesar de los secretos guardados y a pesar del silencio impuesto, sin duda, seguiremos creyendo en el amor.
Por eso, gracias a Luis Alberto de Cuenca (Madrid 1950), el gran poeta, por explicar lo que no sabemos decir con palabras bonitas y por hacernos soñar con que Julia puede ser otra mujer con otro nombre y alguien nos está contando todo esto, tan hermoso como lo cuenta usted.

JULIA

«Mientras haya ciudades, iglesias y mercados,

y traidores, y leyes injustas y banderas;

mientras los ríos sigan vertiendo su basura

en el mar y los vientos soplen en las montañas;

mientras caiga la nieve y los pájaros vuelen,

y el sol salga y se ponga, y los hombres se maten;

mientras alguien regrese, derrotado, a su cuarto

y dibuje en el aire la V de victoria;

mientras vivan el odio, la amistad y el asombro,

y se rompa la tierra para que crezca el trigo;

mientras tú y yo busquemos el medio de

encontrarnos

y nuestro encuentro sea poco más que silencio,

yo te estaré queriendo, vida mía, en la sombra,

mientras mi pecho aliente, mientras mi voz alcance

la estela de tu fuga, mientras la despedida

de este amor se prolongue por las calles del tiempo.»

18Jul/14

EL CANTAR DE MIO CID: LAS AVENTURAS DE UN HÉROE DE VERDAD

EL-CANTAR-DE-MIO-CID-LAS-AVENTURAS-DE-UN-HeROE-DE-VERDAD-660x220

Llevo muchos días volcada y entusiasmada en la lectura del «El Cantar de mio Cid». Rodrigo Díaz el Campeador es un héroe que me ha seducido desde niña. Volver a leer la obra, años después, me ha dado momentos muy agradables, así es que les invito a que la abran si aún la desconocen o que la reelean porque es todo un placer volver a hacerlo, lo garantizo. Lo recomendaría incluso como lectura para estas fechas, ya que tenemos por delante un largo y cálido verano.
Pero, ¿por qué me ha gustado tanto El Cid desde niña?
Entre las razones más importantes están que fue un héroe que existió de verdad y no partió del imaginario individual o colectivo.
El héroe ya, desde el principio, es un héroe sin honra, ha sido acusado de robo. Por lo tanto ha sido desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI y desposeído de todos sus vienes en Vivar. Además de privarle de la patria potestad de toda su familia. Por eso yo me preguntaba de niña, ¿Cómo va a ser capaz de recuperar todo eso sólo con su caballo Babieca y su espada Tizona?
El Cid inicia su campaña militar en tierras no cristianas.
Tras la conquista de Valencia, en poder de los moros, y haber obtenido el perdón real, las cosas se le ponen fáciles, incluso casa a sus hijas con grandes nobles, aunque luego caerá en más desgracias. Esta lucha contínua, esta vida en forma de montaña rusa me parecía fascinante.
La pérdida de la honra de sus hijas. doña Elvira y doña Sol, que aparecen atadas en el robledo de Corpes tras ser vejadas por sus esposos, los infantes de Carrión, por cierto grandes cobardes, es otra batalla a la que tiene que hacer frente.

Este cantar de gesta, que relata las hazañas en los últimos años de la vida del caballero, es la primera obra narrativa extensa de la literatura española en lengua romance. Compuesta a finales del siglo XII o en los primeros años del siglo XIII.
Es el único cantar épico de la literatura española conservado casi completo.
Hay que tener en cuenta que se trata de una obra literaria y no de un documento histórico, y así ha de leerse.

Aquí les dejo algunos fragmentos de la obra.

EL CID PIDE EL TRIBUTO DEL MORO

«Por el val de las Estacas
pasó el Cid a mediodía,
en su caballo Babieca:
¡oh qué bien que parecía!
El rey moro, que lo supo
a recibirle salía.
Dijo: «Bien vengas, el Cid,
buena sea tu venida,
que si quieres ganar sueldo,
muy bueno te lo daría,
o si vienes por mujer,
darte he una hermana mía.»
«Que no quiero vuestro sueldo
ni de nadie lo querría;
que ni vengo por mujer,
que viva tengo la mía:
vengo a que pagues las parias
que tú debes a Castilla.»
«No te las daré yo, el buen Cid,
Cid, yo no te las daría:
si mi padre las pagó,
hizo lo que no debía.»
«Si por bien no me las das,
yo por mal las tomaría.»
«No lo harás así, buen Cid,
que yo buena lanza había.»
«En cuanto a eso, rey moro,
creo que nada te debía,
que si buena lanza tienes,
por buena tengo la mía;
mas da sus parias al rey,
a ese buen rey de Castilla.»
«Por ser vos su mensajero,
de buen grado las daría.»

ROMANCE DE LAS QUEJAS DE LA INFANTA CONTRA EL CID RUY DIAZ

«Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano;
acordársete debería
de aquel tiempo ya pasado,
cuando fuiste caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tu, Rodrigo, el ahijado.
Mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo;
yo te calcé las espuelas
porque fueses más honrado:
que pensé casar contigo;
no lo quiso mi pecado:
casaste con Jimena Gómez,
hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros,
conmigo hubieras Estados.
Bien casaste tú, Rodrigo,
muy mejor fueras casado;
dejaste hija de rey
por tomar la de su vasallo.»
«Si os parece, mi señora,
bien podemos destigallo.»
«Mi ánima penaría
si yo fuese en discrepallo.»
«Afuera, afuera, los míos,
los de a pie y de a caballo,
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado.
No traía el asta hierro,
el corazón me han pasado;
ya ningún remedio siento,
sino vivir más penado.»

La fecha de nacimiento del héroe no ha estado muy clara, pero parece ser que fue entre 1045 y 1049
Todo está ya escrito, sólo decir que Rodrigo el Campeador ha sido un personaje literario casi inigualable a otros. Es curioso que los textos más antiguos sobre el sean árabes.

09Jun/14

VIDA SOLITARIA. FRAY LUIS DE LEÓN

VIDA-SOLITARIA-FRAY-LUIS-DE-LEÓN-660x220

«Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma»

Esta bella cita con la que hoy comienzo mi post pertenece al gran Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca 1527, Ávila 1591). Este poeta y religioso agustino español, me ha llamado siempre la atención. Su literatura ascética, que en ese tiempo de la segunda época del Renacimiento español, estaba inspirada, o conducida en alejarse de lo material, terrenal y poder alcanzar a Dios en su espíritu, en su paz, en su sabiduría, me ha motivado siempre a la lectura. Sus versos me han dicho siempre mucho sin ser yo una persona que se entusiasme, ni muchísimo menos, por las cuestiones religiosas ni la literatura religiosa, pero Fray Luis es una excepción.
Y claro, mientras las clases de matemáticas me parecían aburridas e indescifrables, sacaba mi libro de literatura y comenzaba a leer a esos escritores más olvidados que venían en las primeras páginas, entre ellos Fray Luis de León. Allí estaban sus poemas, algunos y entre ellos «Vida solitaria». Les dejo con algunos versos.

«¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios, que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con su voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento,
si soy del vano dedo señalado?
¿si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!,
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompió sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves,
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

(…)

08Jun/14

LA CARTA. STEFAN ZWEIG

LA-CARTA-UNA-BELLA-MISIVA-DE-STEFAN-ZWEIG_660x220

«Nada proporciona tanta salud como la felicidad, y no hay dicha más grande que el hacer dichoso a otro ser humano»

Stefan Zweig (Viena, 1881, Brasil 1942) ha dejado libros muy importantes a lo largo de su carrera literaria. Su vida intensa y su marcada personalidad hicieron de él un escritor muy interesante.
Sus relatos me gustan especialmente. Y hoy aquí quiero invitarles a que abran, a que lean uno muy especial, al menos en mi opinión, titulado «La carta». Me he decantado por este porque la cita con la que he comenzado hoy el post me parece de una verdad y una belleza extraordinarias. Cita, claro está, recogida en este relato.
«La carta» comienza con estas palabras: «Dear old Ellen». Todos sabemos que con este inicio se trata de una misiva que la protagonista, Margarita, envía a Ellen una vieja amiga de la adolescencia con la que comparte muchos secretos, quizás no todos, pero si uno muy importante. La admiración que ambas sentían por un viejo actor de teatro. Han pasado los años, se han casado, son madres, abuelas,… y los recuerdos de aquella juventud se han difuminado e incluso borrado de sus cabezas.
Pero Ellen tiene la necesidad de enviar esa larga carta a su amiga, ¿Cuál es la razón?
El destino quiere que a Ellen, que necesita unos días de descanso, le suceda algo imprevisto, en Bolzano, en Tirol, en una pequeña hostería de una aldea perdida entre las montañas. Todas las tardes en ese hostal se reúnen los parroquianos del pueblo a tomar unas copas y claro está ella también participa.
La primera tarde alguien entra a tomar esa copa rutinaria, alguien que a ella le llama poderosamente la atención, a los parroquianos no. Y así describe a ese individuo en su carta:

«Parecía hombre de unos 75 años, era muy corpulento (…) Un ataque apolítico debía haber paralizado ligeramente una parte de su cuerpo, ya que su boca también estaba torcida hacia un lado, y el párpado del ojo izquierdo era visiblemente más bajo y débil, con todo lo cual su rostro adquiría un aspecto desfigurado y amargo. Su indumento era extravagante en una aldea de la montaña; en lugar de la típica casaca campesina, y los habituales pantalones cortos de cuero, llevaba largos pantalones amarillos y demasiado anchos, que en otro tiempo posiblemente habían sido blancos, así como una americana que, a lo que parece, le quedaba estrecha desde años atrás y brillaba peligrosamente a la altura de los codos. La corbata, mal anudada, colgaba como una cuerda negra del cuello esponjoso e hinchado. Todo su aspecto tenía algo de venido a menos y, sin embargo, no podía descartarse la posibilidad de que ese hombre hubiera impresionado alguna vez gallardamente. La frente alta y redondeada, cubierta por la maraña blanca y confusa de una cabello tupido, tenía algo de señera, pero debajo de sus pobladas cejas ya se insinuaba la decadencia: ojos vagos bajo párpados sanguinosos, mejillas fofas y arrugadas colgando sobre un cuello blanco y abultado.»

Parece que el único objetivo del ese hombre que a Ellen le parece tan misterioso e interesante, es beber. Pero pronto comienza a hablar.

«… por el maldito dinero escupen versos de Shakespeare en una máquina y estropean el arte. Cualquier perdida de la calle tiene más dignidad que ellos. La última de ellas merece más respeto que esos monos, que hacer fijar sus caras en carteles, caras de un metro y más, que apalean millones por el crimen de lesa arte, que destrozan la palabra, el verbo viviente, y gritan versos de Shakespeare en un embudo, en lugar de educar al pueblo y enseñar a la juventud. «Una institución moral» llamó Schiller al teatro, pero eso ya no tiene validez. Nada vale nada hoy, salvo el dinero, el condenado dinero, y la propaganda que uno sabe hacerse. Y el que no sabe hacerlo o no ha sabido hacerlo, ése se va al diablo. Pero es preferible irse al diablo, digo yo, y para mí merece la horca todo el que se vende a ese maldito Hollywood.»

¿Quién es este señor? Sólo les puedo decir su nombre, Pedro Sturzentaler. ¿Qué tiene que ver con Ellen? ¿Lo conoce también Margarita?

El resto de la carta la tienen que leer ustedes. No la olvidarán. Magnífica.

Otros relatos que me han gustado especialmente del mismo autor son: «Veinticuatro horas de la vida de una mujer y «Una partida de ajedrez».

05Jun/14

LOS MAGNÍFICOS CUENTOS DE «LA FIESTA DE LAS PALABRAS» EN LA FERIA DEL LIBRO DE BILBAO

LA-FIESTA-DE-LAS-PALABRAS-FERIA-DEL-LIBRO-DE-BILBAO_660x220

Este próximo sábado, 7 de junio, Salvador Robles estará en la Feria del Libro de Bilbao (instalada en el Arenal) firmando ejemplares de su último libro «La fiesta de las palabras» (Revista Atticus, 2014). Un libro que está reportando al escritor muchas alegrías y grandes sorpresas de sus lectores.
«La fiesta de las palabras» ha sido el libro más vendido en la Feria del Libro de Valladolid, cosa que me llena de una enorme satisfacción y alegría.
Robles espera a todos sus lectores y a todo aquel curioso que quiera saludarle y charlar con él, en la caseta de ELKAR, de 12:00 a 14:00 del mediodía. Por supuesto firmará ejemplares y mucho más. No se pierdan esta cita porque les aseguro que la última obra de Salvador Robles, compuesta por 113 relatos y microrelatos está llena de experiencias que les harán pensar de una manera diferente.
Hace unos días, Robles concedió una entrevista a Tele 7 en la que dejo, una vez más, su oratoria fluida y llena de sabiduría.
En esta entrevista reivindicaba la narrativa oral, la lectura, la educación a través de la historias y muchas cosas más. «Falta un poco de más pausa y más reflexión hoy en día», comentó.
«En el momento que lees puedes compartir lo que aprendes y sabes. Las historias educan. Las historias hay que utilizarlas para enseñar. La literatura es solidaria por eso me gusta leer y escribir, transmitir las experiencias que lanzo al papel», añadió el escritor.
Y también nos dejó una frase preciosa y tan verdadera… que me hizo reflexionar y mucho: » El verbo leer, el verbo aprender y el verbo amar no admiten el imperativo»

Aquí les dejo con dos de estos magníficos microrrelatos que componen el libro.
Este primero se titula «En el último segundo» y en palabras del escritor, lo que él nos quiere explicar es que el proceso está en el éxito.

«El entrenador solicitó tiempo muerto. Sólo quedaban cinco segundos para el final del partido y su equipo perdía por dos puntos. O encestaban en la última jugada, o el descenso de categoría estaba consumado. Un descenso que sumiría al club, abrumado por las deudas, en una crisis de imprevisibles consecuencias. «¿Quién se atreve a lanzar a canasta?», preguntó a sus pupilos. Nadie respondió.»¿Quién?», apremió el técnico en un grito desgarrador. «Yo», respondió una voz susurrante desde el extremo del banquillo. «¿Tú?» Era Juan, el suplente de los suplentes, el jugador inscrito para completar el cupo de fichas nacionales «¿Alguien más?». Silencio. Alguien era Juan, sólo Juan, el único integrante de su plantilla con redaños suficientes. El entrenador, tras escrutar los ojos del voluntario tomó la decisión más crucial de su carrera. Ordenó al pivote que, cuando sacara de fondo, le pasara la pelota a Juan. «Y que sea lo que Dios quiera».
Juan recibió el balón, avanzó unos metros botando la pelota, sorteó a un rival y, en el último segundo, lanzó desde más allá de los 6,75 metros. Encestara o no, Juan supo en ese instante que había alcanzado la cumbre como deportista.»

Y con permiso de mi querido y admirado Salvador Robles, este último relato titulado «Algo que hacer» se lo quiero dedicar a mi padre, porque el hizo con mi madre todo eso que aún quedaba por hacer.

«- Ya no hay nada que hacer- dijo el oncólogo, con la barbilla hincada en el pecho, abatido por la nueva derrota de la Medicina.
-¿Por qué?, preguntó la mujer.
-Porque su marido no tiene curación.
-He de asearlo, he de alimentarlo, he de confortarlo, hoy y, tal vez, mañana, y pasado, y el otro, y el otro… ¿Cómo que no hay nada que hacer?
El médico alzó la cabeza y miró a la mujer con unos ojos iluminados por la ternura.
-Gracias, señora.
-Gracias, ¿por qué?
-Por enseñarme que, mientras quede un hálito de vida, siempre hay algo que hacer.»