10Ago/14

EL HUEVO DEL JUICIO. CAMILO JOSÉ CELA

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Durante muchos años he estado buscando la novela del premio nobel Camilo José Cela (Iria Flavia,Padrón, La Coruña 1916, Madrid 2002) que me reconciliase con él. Les explico. El talento del escritor gallego es incuestionable pero, a mi juicio, no supo llegar nunca a sus lectores, ni a los periodistas, en definitiva, al público. En ocasiones se le tachaba de ingenioso cuando a mi me parecía que era simplemente grosero. O de espabilado cuando lo que yo veía era que cargaba un saco de timidez a sus espaldas. Y esto último es lo que me hizo, de alguna manera, creer en él. En que además de un genial escritor también fuese un hombre sensible que no quisiese que esa ternura se descubriera porque el personaje histriónico que cultivó durante su vida ya le perseguía para siempre.
Pero después de leer muchas de sus novelas clásicas, es decir, las más conocidas, llegó hasta mí, no hace mucho,»El huevo del juicio» y por fin encontré entre sus páginas lo que yo había intuído: la ternura y sensibilidad que dormían en la sombra, en la sombra de su figura, en la sombra del personaje que el creó de si mismo.
Y me he reconciliado con él y mucho.
Este libro reúne un conjunto de textos narrativos publicados en El País. Su intención la resume así el propio autor «la de contar las andanzas y malaventuras de mis casi nunca contritos y casi siempre zarandeados personajillos de humo y miseria y oropel», ya que «historiar los héroes que jamás han sido, los fantasmas que se llaman con nombres disparatados y que acomenten empresas mínimas y demenciales, es algo que se me da bien porque siempre los miro con tanto rubor como misericordia.»
Y entre esos personajillos he encontrado auténticas joyas pero me quedo con el herrerillo porque él me trajo la ternura de Cela más que ninguno otro. Este
Aquí les dejo parte del relato que es de una belleza eterna. Una auténtica obra de arte:

MI AMIGO EL HERRERILLO

Mi amigo el herrerillo vuela llevando el compás y parece como mecerse en el aire, de rítmico y cadencioso como se presenta, para después salir huyendo en zigzag e incluso con cierto irrespetuoso descaro. ¡Qué vivalavirgen gracioso, con su cabecita azul, su lomo verde, su panza amarilla y su pico que remata en el color de la nieve! Todos los días, a eso de la media mañana, mi amigo el herrerillo viene a visitarme, golpea dos o tres veces el cristal, se posa y se columpia un poco en la enredadera, me mira con sus ojos atónitos y negrísimos y se va con su vuelo de flecha a seguir zascandilleando en busca del insecto y la lombriz. A mí me gustaría no ser tan limitado y poder hablar con mi amigo el herrerillo, quien quizá tuviera muy bellas y complicadas fábulas que contarme: había una vez una princesa de medio palmo de altura que vivía en un nido de barro colgado de la rama más alta de un rosal trepador… (…) El herrerillo no es pájaro aventurero, aunque se vista con descaro, sino avecica de hábitos mansos y paisajes de muy recoleto sosiego. Los almendros ya están en flor y el herrerillo, salpicándose de pétalos blancos y de color de rosa, anticipa un carnaval para él solo y su deleite levísimo y montaraz. ¡Da gusto verlo, gozando y derrotando las flores del aire, y saltando de copo en copo en el aire!
A veces pienso que el milagro de vivir es un premio no demasiado merecido. (…)
Las mañanicas de sol, el herrerillo se baña en el charco de las ranas, que ahora duermen su sueño del invierno y no se despiertan hasta San José. Chapuzándose entre las piedras, el herrerillo reparte el agua con dos o tres jilgueros, un cagachín minúsculo y una nube de gorriones de aburrido color y divertido y alborotador jolgorio. Un día creí ver dos herrerillos, mi amigo y un amigo suyo, pero cuando quise fijarme, ya habían volado.
Sí; mi amigo el herrerillo vuela a saltos, muy bien medidos, eso sí, y tiene más paciencia y más lealtad que nadie: todos los días golpea el cristal de mi ventana, ya se sabe, dos o tres veces y sin alborotar, y cuando supone haberme ya saludado, se larga, con su mohín gracioso y elegante, hasta el día siguiente. (…)
Cuando me voy de viaje, echo de menos a mi amigo el herrerillo y me hago la ilusión de que él también me echa en falta; a lo mejor me equivoco y al herrerillo le es lo mismo por dónde pueda yo andar o no pero, en todo caso, prefiero ni pensarlo. Uno también tiene sus sentimientos y el derecho a cuidarlos igual que a flores delicadas.
Es posible que yo no sea el único amigo de mi amigo el herrerillo, decía, pero también es probable que mi amigo el herrerillo no tenga ningún otro amigo mejor que yo.»

Recoge esta obra relatos de belleza incuestionable y sabiduría que nos hacen reflexionar, por ejemplo «La sublevación de las máquinas» donde escribe Cela cosas tan interesantes como éstas:
«Llegará un día en el que las máquinas se subleven y atenacen al hombre. (…) El hombre inventa sus trampas para gozarse después en sortearlas, y este ejercicio, sin duda, es un deporte apasionante y arriesgado; por ahora le va saliendo bien el juego, pero el día en que menos lo piense, da un traspiés y se desnuca. (…)
Cada piececita que se añade a una máquina, deja a un hombre en la calle. Aquí, en este problema de trabajo y su mecanización, se ha planteado la batalla al revés y, en lugar de producir horas ociosas y que pudieran ser muy rentables para la cultura, fabricamos hombres en ocio esterilizador y que puede acabar restándole el gran tesoro de la esperanza: el último asidero del hombre a su propia estrella en esa batalla que no cesa y que, para entendernos, llamamos la lucha por la vida.»

No tengo espacio para detallar todos los artículos que me han gustado, son muchos, pero les dejo una lista con mis preferidos. A ver si cuando abran el libro coincidimos. Feliz lectura.
«El uso matrimonial del pronombre», «La institución de la suegra», «El dedo meñique», «El diálogo de la espontaneidad», «Celebraciones domésticas» o «Las ventas por correo», son artículos muy divertidos.
«Lluvia de mariposas» y «Los milagros poéticos» son muy bonitas reflexiones sobre el destino de la naturaleza, sobre la vida y la muerte.

02Ago/14

TU ME LLAMAS, AMOR… LUIS GARCÍA MONTERO

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TÚ ME LLAMAS, AMOR…

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte,
el mundo transitorio que me ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
letreros encendidos en la brisa,
que no son el destino,
pero que están escritos encima de nosotros.

Ya sé que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires
inquietos de tu pelo
guardarán la nostalgia artificial
del sótano sin luz donde me esperas,
y que, por fin, mañana
al despertarte,
entre olvidos a medias y detalles
sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso el lujurioso malestar,
el golpe que nos dejan
las historias contadas una noche de insomnio.

Pero también sabemos que sería
peor y más costoso
llevárselas a casa, no esconder su cadáver
en el humo de un bar.

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
No hay nada que decir, pero supongo
que hablaremos desnudos sobre esto,
algo después, quitándole importancia,
avivando los ritmos del pasado,
las cosas que están lejos
y que ya no nos duelen.

Esta es una poesia, que como a muchas personas les ocurre con alguna canción, guardo muy dentro de mi. Forma parte de la banda poética de mi vida, junto con otros muchos versos, y me transporta inmediatamente a cierta historia lejana y cercana a la vez.
Es un precioso poema del gran escritor granadino Luis García Montero (Granada, 1958), que ya cité en el primer post del blog, cuando comencé esta aventura. Y si ya lo cité por algo será, como se suele decir.
Me gusta bastante que un poema nos hable de amor sin decir la palabra amor. Porque es muy corta la palabra amor y no sirve para mucho así sola. Es una palabra
más del diccionario hasta que se la da un sentido, se la intenta sacar sus aristas y se transforma en poema. Y este es uno de tantos ejemplos.
Disfruten de la obra de García Montero. Pueden comenzar por estos versos. Les aseguro que lo que viene después es aún más sorprendente.

31Jul/14

FRANCISCO DE QUEVEDO. ÉRASE UN HOMBRE A UNA NARIZ PEGADO

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Las cosas que leemos en la infancia, incluso me atrevería a decir que mucho más que en la adolescencia, se quedan con nosotros para siempre. Ya he señalado en este blog, algunas de mis lecturas infantiles, y hoy vuelvo a hacerlo. ¿Por qué? Porque creo que si a un niño se le da buena literatura desde niño, de mayor la busca. Poemas como «Las moscas» de Antonio Machado», o «El lobito bueno» de José Agustín Goitysolo, o lecturas como las de «Alfanhuí», de Rafael Sánchez Ferlosio, o «Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez, «El cartero del rey» de Tagore, o el «Romance de las tres cautivas», el «Romance de Abenámar»… que eran lecturas casi obligadas en mis años infantiles, han hecho que de mayor siga leyendo a estos autores. He ido creciendo con ellos y ellos me han dado la literatura que en cada momento necesitaba. Fomentemos la literatura desde niños en nuestras familias, pero la buena literatura, porque hay una tendencia a creer que el niño es tonto y necesita siempre de bobadas para divertirse. Ese es un grave error, en mi opinión. Si a mí de niña me gustaron todas estas cosas, ¿por qué no a las nuevas generaciones? ¿Qué estúpida idea es esa de que los tiempos han cambiado y ahora se demandan otras cosas? Claro que se demandan otras cosas pero entre lo nuevo siempre hay un hueco o debería haber un hueco para cosas tan bellas como los poemas, los romances o las novelas que antes he citado.
La lectura que les llegue a los niños, la buena lectura, hará de ellos a adultos más reflexivos, más tolerantes, más cultos y de eso no se beneficia sólo la persona que consume eso sino todos los de su alrededor, algo que me parece precioso.
Aquí les dejo otro de esos poemas que me encantaban de pequeña, sin entender muy bien la razón, pero de eso se trata. Les aseguro que muchas veces Francisco de Quevedo (Madrid 1580, 1645) me acompaña aún, y ya no soy ninguna niña.

ÉRASE UN HOMBRE A UNA NARIZ PEGADO

SONETO

«Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.»

Francisco de Quevedo tuvo una vida apasionante. Su personalidad era insolente y beligerante. Culto y profundo conocedor del castellano, manejo sus obras a su antojo dotando a todos sus trabajos de gran personalidad. Cultivó todo tipo de géneros, desde la picaresca (Vida del Buscón), que a mi personalmente me fascina, hasta los escritos políticos, ascéticos o filosóficos, también poesía burlesca, satírica, amorosa, erótica, moral,…

Junto al lado de poemas en los que se burla sin malicia de los prototipos y costumbres de la sociedad de su época, la obra poética de Quevedo tiene otro aspecto, menos amable, que se ve claramente en los poemas que intercambió con Góngora, como el que he escrito aquí, y que llevaron a una enemistad acérrima entre los dos autores. Este enfrentamiento viene de las dos tendencias del barroco donde se sitúan estos dos escritores, el «culteranismo» escuela que fundó Góngora, y el «conceptismo», nombre con el que se conocerá años después al estilo tan particular de Quevedo, entre otros escritores, claro está.

Como anécdotas de el gran Quevedo, contaré que se pasó la vida haciendo trabajos, digamos, oscuros, para algunas de las personas más importantes de la Corte, como el duque de Osuna o el conde-duque de Olivares. Parece que el madrileño tenía pocos escrúpulos y era capaz de sobornar a los poderosos para conseguir un cargo para su señor, de conspirar para provocar su caída, y según se cuenta, de matar a un hombre en defensa de una mujer.
Era un misógino, eso sí, calificó a la mujer de un adefesio fraudulento ante el cual el hombre no puede sentirse sino desilusionado, pero vamos a perdonárselo porque seguro que era un resentido que se enamoró alguna vez y no fue correspondido, quien sabe.
También estaba convencido de que de la idea platónica según la cual la existencia no es nada más que un conjunto de engaños, y que la vida es una decadencia continua hasta la aniquilación.

25Jul/14

LUIS ALBERTO DE CUENCA. JULIA

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Mientras haya hombres que escriben estos poemas y haya hombres que te hagan sentir que estos versos pueden ser realidad a pesar del tiempo transcurrido, a pesar de la distancia, a pesar de los secretos guardados y a pesar del silencio impuesto, sin duda, seguiremos creyendo en el amor.
Por eso, gracias a Luis Alberto de Cuenca (Madrid 1950), el gran poeta, por explicar lo que no sabemos decir con palabras bonitas y por hacernos soñar con que Julia puede ser otra mujer con otro nombre y alguien nos está contando todo esto, tan hermoso como lo cuenta usted.

JULIA

«Mientras haya ciudades, iglesias y mercados,

y traidores, y leyes injustas y banderas;

mientras los ríos sigan vertiendo su basura

en el mar y los vientos soplen en las montañas;

mientras caiga la nieve y los pájaros vuelen,

y el sol salga y se ponga, y los hombres se maten;

mientras alguien regrese, derrotado, a su cuarto

y dibuje en el aire la V de victoria;

mientras vivan el odio, la amistad y el asombro,

y se rompa la tierra para que crezca el trigo;

mientras tú y yo busquemos el medio de

encontrarnos

y nuestro encuentro sea poco más que silencio,

yo te estaré queriendo, vida mía, en la sombra,

mientras mi pecho aliente, mientras mi voz alcance

la estela de tu fuga, mientras la despedida

de este amor se prolongue por las calles del tiempo.»

18Jul/14

EL CANTAR DE MIO CID: LAS AVENTURAS DE UN HÉROE DE VERDAD

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Llevo muchos días volcada y entusiasmada en la lectura del «El Cantar de mio Cid». Rodrigo Díaz el Campeador es un héroe que me ha seducido desde niña. Volver a leer la obra, años después, me ha dado momentos muy agradables, así es que les invito a que la abran si aún la desconocen o que la reelean porque es todo un placer volver a hacerlo, lo garantizo. Lo recomendaría incluso como lectura para estas fechas, ya que tenemos por delante un largo y cálido verano.
Pero, ¿por qué me ha gustado tanto El Cid desde niña?
Entre las razones más importantes están que fue un héroe que existió de verdad y no partió del imaginario individual o colectivo.
El héroe ya, desde el principio, es un héroe sin honra, ha sido acusado de robo. Por lo tanto ha sido desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI y desposeído de todos sus vienes en Vivar. Además de privarle de la patria potestad de toda su familia. Por eso yo me preguntaba de niña, ¿Cómo va a ser capaz de recuperar todo eso sólo con su caballo Babieca y su espada Tizona?
El Cid inicia su campaña militar en tierras no cristianas.
Tras la conquista de Valencia, en poder de los moros, y haber obtenido el perdón real, las cosas se le ponen fáciles, incluso casa a sus hijas con grandes nobles, aunque luego caerá en más desgracias. Esta lucha contínua, esta vida en forma de montaña rusa me parecía fascinante.
La pérdida de la honra de sus hijas. doña Elvira y doña Sol, que aparecen atadas en el robledo de Corpes tras ser vejadas por sus esposos, los infantes de Carrión, por cierto grandes cobardes, es otra batalla a la que tiene que hacer frente.

Este cantar de gesta, que relata las hazañas en los últimos años de la vida del caballero, es la primera obra narrativa extensa de la literatura española en lengua romance. Compuesta a finales del siglo XII o en los primeros años del siglo XIII.
Es el único cantar épico de la literatura española conservado casi completo.
Hay que tener en cuenta que se trata de una obra literaria y no de un documento histórico, y así ha de leerse.

Aquí les dejo algunos fragmentos de la obra.

EL CID PIDE EL TRIBUTO DEL MORO

«Por el val de las Estacas
pasó el Cid a mediodía,
en su caballo Babieca:
¡oh qué bien que parecía!
El rey moro, que lo supo
a recibirle salía.
Dijo: «Bien vengas, el Cid,
buena sea tu venida,
que si quieres ganar sueldo,
muy bueno te lo daría,
o si vienes por mujer,
darte he una hermana mía.»
«Que no quiero vuestro sueldo
ni de nadie lo querría;
que ni vengo por mujer,
que viva tengo la mía:
vengo a que pagues las parias
que tú debes a Castilla.»
«No te las daré yo, el buen Cid,
Cid, yo no te las daría:
si mi padre las pagó,
hizo lo que no debía.»
«Si por bien no me las das,
yo por mal las tomaría.»
«No lo harás así, buen Cid,
que yo buena lanza había.»
«En cuanto a eso, rey moro,
creo que nada te debía,
que si buena lanza tienes,
por buena tengo la mía;
mas da sus parias al rey,
a ese buen rey de Castilla.»
«Por ser vos su mensajero,
de buen grado las daría.»

ROMANCE DE LAS QUEJAS DE LA INFANTA CONTRA EL CID RUY DIAZ

«Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano;
acordársete debería
de aquel tiempo ya pasado,
cuando fuiste caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tu, Rodrigo, el ahijado.
Mi padre te dio las armas,
mi madre te dio el caballo;
yo te calcé las espuelas
porque fueses más honrado:
que pensé casar contigo;
no lo quiso mi pecado:
casaste con Jimena Gómez,
hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros,
conmigo hubieras Estados.
Bien casaste tú, Rodrigo,
muy mejor fueras casado;
dejaste hija de rey
por tomar la de su vasallo.»
«Si os parece, mi señora,
bien podemos destigallo.»
«Mi ánima penaría
si yo fuese en discrepallo.»
«Afuera, afuera, los míos,
los de a pie y de a caballo,
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado.
No traía el asta hierro,
el corazón me han pasado;
ya ningún remedio siento,
sino vivir más penado.»

La fecha de nacimiento del héroe no ha estado muy clara, pero parece ser que fue entre 1045 y 1049
Todo está ya escrito, sólo decir que Rodrigo el Campeador ha sido un personaje literario casi inigualable a otros. Es curioso que los textos más antiguos sobre el sean árabes.

09Jun/14

VIDA SOLITARIA. FRAY LUIS DE LEÓN

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«Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma»

Esta bella cita con la que hoy comienzo mi post pertenece al gran Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca 1527, Ávila 1591). Este poeta y religioso agustino español, me ha llamado siempre la atención. Su literatura ascética, que en ese tiempo de la segunda época del Renacimiento español, estaba inspirada, o conducida en alejarse de lo material, terrenal y poder alcanzar a Dios en su espíritu, en su paz, en su sabiduría, me ha motivado siempre a la lectura. Sus versos me han dicho siempre mucho sin ser yo una persona que se entusiasme, ni muchísimo menos, por las cuestiones religiosas ni la literatura religiosa, pero Fray Luis es una excepción.
Y claro, mientras las clases de matemáticas me parecían aburridas e indescifrables, sacaba mi libro de literatura y comenzaba a leer a esos escritores más olvidados que venían en las primeras páginas, entre ellos Fray Luis de León. Allí estaban sus poemas, algunos y entre ellos «Vida solitaria». Les dejo con algunos versos.

«¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios, que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con su voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento,
si soy del vano dedo señalado?
¿si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!,
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompió sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves,
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

(…)