Archivos de la categoría: LIBROS

20Ene/16

PROMESAS ROTAS. MUCHAS GRACIAS A LADY GREGORY

 

«Promesas rotas» es el más bello poema de amor que hasta ahora he leído. Creía haber leído los más sublimes versos de amor hasta que me topé con estas líneas que la dramaturga anglo-irlandesa y recopiladora de folclore, Lady Isabella Gregory (Roxborough, Condado de Galway, 1852, Coole Park, Condado de Galway 1932) tradujo al inglés desde el irlandés. Un bellísimo poema popular irlandés, de autor desconocido, que cuando lo lean no podrán olvidar jamás.

 

«Es tarde, anoche, el perro hablaba de ti;

el pájaro hablaba de ti en el profundo pantano.

Decía que tu eres el ave solitaria a través del bosque

y que, probablemente, sigas sin pareja hasta que me encuentres.

Que me diste tu palabra y me mentiste

y que estarías junto a mí cuando se reunieran los rebaños.

Te llamé con un silbido y trescientos gritos

pero allí no había más que un corderillo balando.

Me prometiste algo difícil de conseguir,

un barco de oro bajo un mástil de plata;

doce ciudades cada una de ellas con un mercado

y un bello patio blanco al lado del mar.

Me prometiste algo que no es posible,

que me regalarías unos guantes de piel de pescado;

que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro

y un vestido de la mejor seda de Irlanda.

Mi madre me dijo que no hablara contigo ni hoy

ni mañana, ni el domingo;

pero eligió un mal momento para decírmelo;

fue como cerrar la puerta cuando ya habían robado la casa.

Tú me has dejado sin este,

tú me has dejado sin oeste,

me has dejado sin lo que había de mí

y sin lo que había detrás de mí,

tú me has quitado la luna,

tú me has quitado el sol también

y mi terror es inmenso.

Tú, incluso, me has arrebatado a Dios.»

05Ene/16

LOS MUERTOS. DUBLINESES. JAMES JOYCE

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«… siempre hay en reuniones como ésta pensamientos tristes que vendrán a nuestra mente; recuerdos del pasado, de nuestra juventud, de los cambios, de esas casas ausentes que echamos de menos esta noche. Nuestro paso por la vida está cubierto de tales memorias dolorosas y si fuéramos a cavilar sobre las mismas, no tendríamos ánimo para continuar valerosos nuestra vida cotidiana entre los seres vivientes. Tenemos todos deberes vivos y vivos afectos que reclaman, y con razón reclaman, nuestro esfuerzo más constante y tenaz.»

(Discurso de Gabriel Conroy ante los asistentes a la cena)

 

Una cena de Navidad. Probablemente se celebra la fiesta de la Epifanía. Una ciudad, Dublín y el año, 1914. Como cada año, por esta fechas, Miss Kate y Miss Julia, las hermanas Markon, organizan un baile y una cena, con ganso asado y el tradicional pudding, para deleite de sus familiares, viejos amigos y alumnos de las señoritas. Todos acuden a la sombría y espigada casa de la isla de Usher, entre ellos un famoso tenor retirado Bartule D Arcy, un protestante llamado, Mr. Browne, Molly Ivors, mujer independiente de gran personalidad,  Mary Jane, sobrina de las anfitrionas que vive con ellas, Freddy Malins, amigo de Gabriel Conroy, sobrino de las hermanas Markon y, por supuesto éste último con su esposa Gretta Conroy.

La atmósfera es ideal. Fuera nieva y dentro de la casa se respira hogar, deliciosa cocina, música, buenas costumbres, tranquilidad, fraternidad y buen humor. Pero, todos los asistentes, estarán ajenos, desde el comienzo hasta el final, de lo que ocurre entre el matrimonio Conroy, todos los personajes y nosotros, los lectores de este maravilloso cuento que les invito a abrir esta noche, víspera de reyes, titulado «Los muertos», «The Dead», en su título original, y que forma parte del libro de relatos escrito por el escritor irlandés James Joyce ( Dublín 1882, Zúrich, 1941) bajo el titulo «Dublineses», 1914. Consta de quince textos, y el que a continuación les he presentado es el más extenso de cuantos conforman la obra. Este relato, del que hoy escribo, está considerado como uno de los mejores cuentos en lengua inglesa de todos los tiempos.

Es sublime, delicioso, exquisito y sorprendente hasta el final, lo que le hace único, es una maravilla literaria dentro de un género que adoro, el cuento, y en particular, los relatos ambientados en Navidad. Junto con sus novelas «Ulises» (1922) y «Retrato del artista adolescente» (1916), es «Dubliners», las tres obras más importantes de Joyce, uno de los autores más influyentes y brillantes del siglo XX. Además de representante destacado de la corriente literaria de vanguardia denominada Modernismo Anglosajón, que cuenta también con las figuras de T.S.Eliot y Virginia Woolf, entre otros literatos.

Gretta Conroy  calla muchos secretos, quizás ha callado demasiado tiempo y quizás esto le ha hecho sufrir en numerosas ocasiones. Aunque, presumiblemente, de su parte, tiene a un marido que la adora, y unos hijos que conforman una familia, de nuevo, presumiblemente, idílica. Pero… ¿qué secreto puede guardar una mujer extremadamente sensible en su corazón? Quizás ese secreto es el que la ha dado fuerzas para continuar con una farsa, la farsa de un matrimonio con un hombre al que amaba, tal vez, pero no tanto como a otro, el hombre que nunca pudo tener, el que se fue para siempre de su lado. El poder del amor es infinito, e incluso un amor antiguo puede sacar adelante un amor desgastado por el tiempo, porque los recuerdos que da el saber que una ha sido amada, es un gran motor para sobrellevar la mentira.

Se puede vivir con este secreto hasta morir, se puede. Pero, una pequeña melodía, muy grande en el recuerdo de Gretta, hace saltar la chispa como un fósforo a punto de encenderse, sin posibilidad de vuelta atrás. Gabriel, ajeno a todo, se sumirá en una nueva realidad, ¿qué ocurrirá entonces? Tienen que leer el libro para averiguarlo.

Uno de los comensales ha cantado «La joven de Aughrim» y Gretta está llorando al recordarlo ante el asombro de Gabriel. Piensa en alguien, alguien de aquel tiempo, alguien a quien conoció en Galway cuando vivía con su abuela.

La muerte de los seres amados flota durante todo el relato sin que nos demos cuenta, ni nosotros, como les digo, ni los simpáticos personajes del relato, un crisol de personalidades magnífico que quitan tensión a lo que lentamente se está cociendo a la par que el ganso, en esa casa.

«De manera que ella tuvo un amor así en la vida: un hombre había muerto por su causa. Apenas le dolía ahora pensar en la pobre parte que él, su marido, había jugado en su vida. La miró mientras dormía como si ella y él nunca hubieran sido marido y mujer. (…) Se estiró con cuidado bajo las sábanas y se echó al lado de su esposa. Uno a uno se iban convirtiendo ambos en sombras. Mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida. Pensó cómo la mujer que descansaba a su lado había evocado en su corazón, durante años, la imagen de los ojos de su amante el día que él le dijo que no quería seguir viviendo.

Lágrimas generosas colmaron los ojos de Gabriel. Nunca había sentido aquello por ninguna mujer, pero supo que ese sentimiento tenía que ser amor.»

En el año 1987, el director de cine americano John Huston dirigió con un prodigiosa maestría la película «The Dubliners», basada en el relato del irlandés. Una película exquisita que les invito a que vean después de haber leído el cuento. El guión es fiel al texto de Joyce y, a excepción de una poesía romántica excepcional que Huston introduce en la cinta, lo demás es puro auténtico relato. De esta poesía grandiosa les hablaré en mi próximo post.

Para terminar, quiero desear, a todos los que siguen mi blog, un feliz año cargado de salud, de trabajo y amor y de buenas lecturas. Siempre, eternamente agradecida por sus visitas, Araceli Cobos.

 

 

20Dic/15

EL REGALO DE LOS MAGOS. O.HENRY

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«Un dólar y ochenta y siete centavos. No había más. Y de esa cantidad, sesenta centavos en monedas de mínimo valor: peniques ahorrados uno a uno, después de discutir con el tendero o el carnicero hasta sentir en las mejillas el natural rubor que produce la silenciosa acusación de la consiguiente pérdida de tiempo.

Della contó el dinero por tercera vez. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente … Navidad.

Por supuesto, sólo quedaba un recurso. Tumbarse en el pequeño y mísero sofá y llorar. Fue precisamente lo que hizo Della y así dejó bien sentada la premisa moral de que la vida está hecha de sollozos, sorbetones y sonrisas, pero sobre todo de sorbetones.

Mientras la dueña de la casa pasa, gradualmente, de la primera fase a la segunda, echemos una ojeada a sus dominios, uno de esos «pisos amueblados» cuyo alquiler cuesta ocho dólares a la semana. La descripción no puede ser amable. Todo, en este lugar, está gritando la palabra miseria.»

Así comienza uno de los cuentos de Navidad más interesantes que, a mi parecer, se han escrito. Se titula «El regalo de los Magos» y es del escritor estadounidense William Sidney Porter (Greensboro 1862, New York City 1910), conocido como O. Henry, seudónimo que, el escritor, periodista y farmacéutico, utilizó siempre.

Desde el comienzo, ya nos sitúa en una atmósfera de necesidades donde las cosas para nuestra protagonista Della, no van demasiado bien. Me encanta el detalle que   el americano aporta al relato, que muchos escritores también lo utilizan (por ejemplo el ruso Nikolai Gogol o Truman Capote) y que es algo que me apasiona. El recurso del narrador introduciéndonos en el cuento como si los lectores estuviéramos observando todo desde una ventana de esa misma casa y además le acompañásemos a él. Es fascinante como esta forma de narrar envuelve al lector. El narrador deja a su personaje que continúe con sus tareas mientras nosotros, tenemos el derecho de echar un vistazo a su piso junto al que nos cuenta la historia. «Mientras la dueña de la casa pasa, gradualmente, de la primera fase a la segunda, echemos una ojeada a sus dominios», escribe O.Henry.

Los Dillingham, un matrimonio conformado por Jim y Della, han conocido tiempos mejores. Ahora sus ingresos se han reducido de treinta a veinte dólares semanales. Della está muy preocupada porque se acerca Navidad y únicamente dispone de un dólar y ochenta y siete centavos para comprar el regalo de Jim. En este ambiente de austeridad, pero de amor verdadero entre ellos, hay dos cosas que el matrimonio destaca como sus dos auténticos tesoros, el cabello de Della y  un reloj de oro que ha heredado Jim de su padre que éste heredó a su vez de su abuelo.

«Si la reina de Saba viviera en el piso de enfrente, Della se soltaría el pelo para lavarlo y se asomaría a la ventana para secárselo a la intemperie, con el propósito de despreciar las joyas y riquezas de la soberana. Y si el rey Salomón fuera, por ejemplo, portero del edificio con todos sus tesoros guardados en los sótanos, Jim, al pasar delante de él, sacaría del bolsillo su reloj para mirar la hora, seguro de que el otro se acariciaría la barbilla de pura envidia.»

Por este motivo, Della quiere regalarle a Jim una cadena para que pueda utilizar su reloj y lucirlo por todas partes, y porque a Jim el pelo de su mujer le parece una maravilla quiere comprarle para el día de Navidad un juego de peinetas que una vez del que una vez su mujer quedó prendada al verlo en un escaparate de Broadway. Pero…, ¿cómo se las arreglarán para satisfacer los deseos de uno y del otro cuando disponen de tan poco dinero? Desde luego no lo sabrán hasta que lean este precioso cuento que les invito a abrir porque les fascinará.

Lo que si les puedo adelantar es que O.Henry es conocido por ser el maestro de los finales imprevisto y hacer los más bellos cuentos de personajes normales, corrientes, en definitivo, sencillos, como cualquier ciudadano. Y este relato tiene todos esos ingredientes que le caracterizaban en su escritura. Se dice que escribió  «El regalo de los Magos» en tres horas y al lado de una botella de Whisky. Lo escribió en la cárcel, ya que debía de trabajar para sacar a su hija adelante, puesto que era viudo y los problemas con el alcohol y las autoridades le hacían siempre vivir con muy poco dinero.

Gozó de reconocimiento, sobre todo en la ciudad de Nueva York aunque su éxito literario nunca se reflejó en bienestar económico por los problemas que antes he apuntado.

Y así, de esta manera tan dulce, termina el americano su relato.

«Los Reyes Magos fueron unos hombres sabios, maravillosamente sabios, que llevaron presentes al Niño Dios nacido en un establo. Inventaron el arte de regalar cosas en Navidad y, porque eran sabios, sus presentes fueron sabios también. (…) Yo he intentado explicarles la sencilla historia de dos estúpidos chiquillos que vivían en un pequeño piso y que sacrificaron, del modo más absurdo, el uno por el otro (…). Y, sin embargo, diré algo especialmente dirigido a los sabios de hoy.  Diré que de todos los seres que ofrecen presentes, estos dos, los chiquillos de mi historia, fueron los más sabios. Que de todos cuantos ofrecen y reciben presentes, son siempre más sabios los que proceden del mismo modo que ellos dos. Por todas partes y en cualquier lugar son los más sabios. Son, en verdad, los Magos.

 

02Nov/15

EL FESTÍN DE BABETTE. KAREN BLIXEN

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«-Todos los días de mi vida he estado con usted. Eso usted lo sabe, no es así?

-Sí, dijo Martina. Sé que fue así.

-Y, continuó él, estaré con usted todos los días que aún me queden de vida. Cada noche, pero no con mi cuerpo, que eso no tiene importancia, sino con el alma, me sentaré con usted a la mesa, como esta noche. Porque hoy he aprendido, querida hermana, que en este mundo todo es posible.

-Si, así es querido hermano, dijo Martina. En este mundo todo es posible.»

Este es, quizás, el fragmento literario, que habla sobre el amor, más hermoso que hasta ahora haya leído nunca. El párrafo pertenece a la novela «El festín de Babette» de la magnífica escritora  Karen Blixen-Finecke (Rungsted Dinamarca 1885-1962), más conocida como Tania Blixen o como Isak Dinesen, pseudónimo que utilizó en sus obras. Con cualquiera de los tres nombres, se nos presenta en el mundo literario como una escritora tremendamente exquisita en sus escritos y porte. Elegante persona y elegante con las palabras.

Karen se casó con su primo, el barón Bror Blixen- Finecke, con quien emprendió una vida en Kenia y se dedicaron a la explotación de una plantación de café llamada The Karen Coffe Company. Su matrimonio estuvo cargado de infidelidades hasta que se divorciaron. En Nairobi conoció a un cazador británico afincado en Kenia, llamado Denys Finch Hatton. El inglés murió en accidente de avión que el mismo pilotaba y Blixen continuó con la plantación hasta que en 1931 debido a la caída de los precios del café, se vio obligada a vender las tierras. Regresó a Dinamarca y comenzó a escribir. En su libro «Memorias de África» recoge toda esta maravillosa historia y sin duda ha sido la novela que la catapultó a la fama. Pero a mi, personalmente, tanto como ésta me gusta la que aquí les presento y les invito a abrir.

El libro es una maravilla porque nos traslada a un lugar donde, en principio, uno descarta que pueda surgir el mínimo atisbo de amor más allá del religioso, por las costumbres que allí se profesan y hasta por lo yermo del paisaje y lo estructurado de los habitantes, personas agobiadas sin saberlo por el peso de lo que se debe hacer porque así es como las cosas se han hecho durante muchos años.

«En Noruega hay un Fiordo, un largo, fino brazo de mar entre altas montañas, con el nombre de Berlevaag- Fjord. Al pie de la montaña se encuentra situado la pequeña ciudad de Berlevaag, que tiene el aspecto de una ciudad de muñecas sacada de una caja de bloques de construcción de niños, ya que las casitas de madera con de todos los colores, gris, rosa o amarillo.»

Y en una de esas casitas de cuento, exactamente en una amarilla, viven las protagonistas de esta historia, dos hermosas muchachas llamadas Martina y Philippa. Hermosas en su juventud, juventud que se ha ido desvaneciendo entre la rutina diaria y la autoridad de un padre sacerdote y profeta de una  piadosa secta religiosa. Las gentes de la pequeña ciudad son sus discípulos. Éstos le profesan una gran admiración y respeto y se reúnen en su casa para hablar de la palabra del profeta. Pero a la muerte del padre, todo cambiará, o casi todo con la llegada de Babette, una criada francesa que viene a refugiarse al norte huyendo de la guerra civil que azota a Francia en 1871. Las hijas han perdido ya su lozanía y dedican todo su tiempo y su escaso dinero a hacer obras de caridad entre los más necesitados de sus vecinos. Pero siendo aún jóvenes, las chicas tuvieron sus oportunidades de ser felices. Dos hombres suspiraron por ellas, pero ellas, mirando por su padre, les dejaron escapar. Aunque, de alguna manera, llegan a conocer lo que es el amor, aunque sea en su forma más contenida, y por así decirlo, más pura.

Las tres personas vitalmente importantes que llegan a la vida de Martina y Philippa vienen huyendo de algo para ir a parar a un lugar remoto de las costas del norte de Europa. Es una metáfora muy bonita de Blixen. Allí intentan encontrar lo que buscan y el destino les dará a las dos mujeres en estas tres personas la posibilidad de conocer la verdadera amistad y generosidad en la figura de Babette y el amor en las figuras del oficial Lorens Löwenhjelm y en la figura de un gran tenor francés llamado Achille Papin. El oficial está escapando de una vida entregada a la juerga, las deudas y el mal hacer y el cantante de ópera busca la paz, el sonido de las olas y el aire puro. Ni los unos, ni las otras saben que acabaran enamorándose.

Ellas nunca confesarán su amor ni darán pie para que sus enamorados vayan más allá, de ahí el párrafo que abre el post de hoy. Pero pasados los años, cuando Martina se reencuentra con Lorens sabe que lo que sintió fue amor verdadero.

Y por supuesto, Babette es la protagonista estrella de la historia porque ella es la que trae la alegría a la casa, sus costumbres, su carácter que nada tiene que ver con el silencio y el aburrimiento que se respira en la pequeña ciudad. Y también, y esto es lo más importante, es la que trae el amor y lo salpica entre sus habitantes, reacios siempre a mostrar sus emociones. Al final, todos acaban claudicando a los abrazos, las sonrisas, los besos y las palabras de amor. ¿Cómo se las ingenia Babette para conseguir todo esto? Muy sencillo, aprovechando la fiesta que las señoras quieren hacer en memoria de su padre fallecido ya que hubiese cumplido 100 años ese quince de diciembre. Babette, a la cual le ha tocado la lotería, quiere encargarse ella misma del menú. Quiere hacer una auténtica comida francesa ya que ella había sido cocinera en el Café Anglas en París. Y, a partir de ahí, comienza lo que ya no tendrá marcha atrás. El amor llega al norte expresado de otra manera que aún desconocen.

Entre platos de sopa de tortuga, de caviar, de perdices en sarcófago, de frutas y dulces y todo esto regado con los mejores vinos de Francia, los vecinos comienzan a hablar y disfrutar unos de otros, comienzan a reír a y amarse como antes nunca lo habían hecho, sin el apoyo de las palabras del sacerdote. El amor llega al norte.

Les invito a que abran esta pequeña novela que es tan grande como el talento de su autora y que bien podía empezar como si fuese un cuento. Érase una vez. Yo que leí  la novela siendo una adolescente la recuerdo así, como un bello cuento. Disfruten de su lectura.

Quisiera comentarles que hace un par de años, encontré en una librería antigua, aquí en Múnich, un librito diminuto, que me maravilló, y les cuento la razón; porque en él estaban recogidas todas las recetas que Babette había servido en esa cena mágica. Allí, rebuscando entre la montaña de libros que olían a humedad, encontré esa pequeña joya y se hizo realidad esa frase, de no recuerdo quién, que dice, que los libros no los busca uno sino que llegan a nosotros sin aparente razón. Simplemente porque esos y no otros son los que debemos leer. Les prometo escribir una receta en el próximo post, para los más atrevidos.

14May/15

JAMES AND THE GIANT PEACH. ROALD DAHL

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«Take a large jugo of water, and pour all the little green things into it. Then, very slowly, one by one, add ten hairs from your own head. That sets them off! It gets them going! In a couple of minutes the water will begin to frota and bubble furiously, and as soon as that happens you must quickly drink it all down, the whole jugful, in one gulp. An then, my dear, zoo will feel it churning and boiling in your stomach, and setas will start coming out of tour mouth, and immediately after that, marvellous things will start happening to you, fabulous, unbelievable things, and you will never be miserable again in your life. Because you are miserable, are not you? You need not tell me! I Know all about it! Now, off you go and do exactly as I say. And don t whisper a world of this to those two horrible aunts of yours! Not a word! And don t let those green things in there get away from you either! Because if they do escape, then they will be working their magic upon somebody else instead or upon you! And that is not what yo want at all, is ti, my dear? Whoever they meet first, be it bug, insect, animal, or tree, that will be the one who gets the full power of their magic! So hold the bag tight! Don t tear the paper! Off you go! Hurry up! Don t wat! Now s the time! Hurry!»

James Henry Trotter vive con sus dos tías desde que sus padres tuvieron la mala suerte de ser comidos por un rinoceronte que se había escapado del zoo de Londres el mismo día que ellos se disponían a hacer unas compras por la ciudad. Desde entonces la vida de James es triste, miserable. Obligado a estar encerrado en casa de sus dos horribles tías Sponge y Spiker no sabe que hacer para remediar su desesperación. Le hacen trabajar duro cada día casi sin darle de comer mientras ellas, mujeres raras y siempre de mal humor, ven los días pasar llamándole bestia a su pobre sobrino.

Pero algo cambiará la existencia de James para siempre. Y, por supuesto, y como no podía ser de otra manera, algo mágico, que hará que James emprenda un largo viaje lejos de sus malvadas tías.

Heredero de grandes escritores como Lewis Carroll, C.S. Lewis o George Macdonald, Roald Dahl, autor de la obra que hoy les presento «James y el melocotón gigante», como antes hicieron estos grandes autores, sumerge al personaje en un mundo fantástico al que se accede por un lugar también inesperado. Si bien en «Alicia en el país de las maravillas», la niña cae por un agujero mágico, o los niños de «Las crónicas de Narnia. El león, la bruja y el armario» acceden al país congelado que es Narnia a través de un armario, o el protagonista de «Fantastes» viaja hasta el país de las hadas a través de su propia habitación convertida ya en un bosque, James lo hará adentrándose en un melocotón gigante. Y allí no le esperan conejos blancos, ni faunos, ni flores que hablan y son hadas, le esperan unos insectos gigantes con los que vivirá esa aventura. Pero una vez más los paralelismos de todos estos fairy tales o cuentos de hadas son claros con las antiguas obras de la literatura infantil de lengua inglesa, un niño, animales fantásticos con la capacidad de hablar, y una naturaleza idílica y mágica.

James se ha topado en una parte del jardín con un anciano que le ha regalado unas pequeñas piedrecitas verdes casi como cristal.  Y le ha advertido, para alegría del muchacho que «There s more power and magic in those things in there than in all the rest of the world put together».

El niño las debe beber pero se le caen en el jardín, al lado de un viejo melocotonero y las piedras se esfuman sin dejar rastro provocando la inevitable tristeza del chiquillo.

Pero días después, sucedió que los melocotones crecían y crecían y uno en particular se convirtió en un melocotón gigante. Las tías ven en el un negocio y abren su jardín al público para lucrarse con la exposición de la fruta gigante y así sacar dinero a los visitantes. Una noche de luna llena, James sale al jardín y observa al melocotón. Entonces se da cuenta de que tiene un agujero, y después descubre que es un túnel y entonces recuerda las palabras del anciano que predijo que algo iba a suceder. Se adentra en el. Dentro del melocotón viven unos insectos gigantes con los que emprenderá su aventura: un viejo saltamontes verde, una mariquita, un gusano de tierra, un ciempiés y una araña. Además de un gusano de luz y un gusano de seda.

Primero ruedan colina abajo diciendo adiós a la casa de sus tías para caer en el agua. Mas tarde un grupo de gaviotas los eleva por el cielo como un aeroplano.

A lo largo de sus aventuras se toparan con los «Cloud- Men» habitantes de las nubes con los que tendrán algún percance. Después llegan a América y quedaran atrapados en la punta del Empire State Building.

Y hasta aquí puedo contar porque el final es una maravilla. El libro se disfruta de principio a fin. El viaje es uno de los viajes que a todos nos gustaría hacer, porque quizás hayamos estado arriba del Empire State, pero…¿llegó alguien gracias a un melocotón gigante? Es una historia maravillosa que les recomiendo abrir y no sólo para que la disfruten los niños sino también ustedes. Les fascinará.

«Far below them, in the City of New York, something like pandemónium was breaking out. A great round ball as big as a house had been sighted hovering high up in the sky over the very centre of Manhattan, and the cry had gone up that it was an enormous bomb sent over by another country to blow the whole city to smithereens. Air-raid sirena began wailing in every section. All radio and televisión programmes were interrupted with announcements that the population must go down into their cellars immediately. One million people walking in the streets on their way to work looked up into the sky and saw the monster hovering above them, and started running for the nearest subway entrance to take cover.»

Roald Dahl (Gales, Reino Unido 1916, Oxford, Reino Unido 1990), escribió «James y el melocotón gigante» en 1961.  «Charlie y la fábrica de chocolate» (1964) es otra de sus obras más conocidas.

31Mar/15

EMILIA PARDO BAZÁN. NO AL MALTRATO ANIMAL

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Un burrito maltratado, un hombre sin trabajo y su desesperación, esquimales, una hombre necesitado de cariño, una madre y su hija enferma, una lotera pobre que logra casarse con un rico, mercaderes rusos que venden pieles, bandoleros, un ludópata que se cura de su enfermedad, un bebé abandonado que encuentra familia, unos reyes magos de mentira, una niña caprichosa, el Papa de Roma y mucho más podrán encontrar en el libro que hoy les invito a abrir. Se titula «Cuentos de invierno» y lo escribió Emilia Pardo Bazán (La Coruña 1851, Madrid 1921) cuando aún este género literario gozaba de una masiva demanda por parte de los lectores. Actualmente, y por desgracia, no sucede lo mismo.
No se dejen engañar por el título. Les aseguro que es un libro que se puede leer en cualquier época del año, porque si bien las historias están ambientadas en fechas incluso navideñas, los temas que se tratan son tan universales, como atemporales y, sin duda, no se podrían, a excepción de un par, encasillar en ninguna estación del año. Así es que, por ejemplo, ahora que llega la Semana Santa lo recomiendo como lectura.
Se exponen temas como la muerte, el abandono, el maltrato animal, el comportamiento de la familia, el juego como adicción, la enfermedad en los niños,…y muchos otros más. Como sería imposible hablar de cada uno de ellos, les diré que los que más me gustaron fueron los siguientes: «La Navidad del «Peludo» y «La Nochebuena del carpintero».
Haré mención del primero porque quiero referirme hoy al maltrato animal. Y en breve, en otro post, escribiré sobre este segundo cuento porque trata de un tema también muy actual como es el desempleo y todo lo que lleva consigo, como el daño devastador que hace en el individuo y las familias.
Pero antes, apuntar sobre la escritora gallega que fue además de novelista, periodista y que su obra abarca todos los géneros: poesía, ensayo, teatro, libros de viajes,… Ella introdujo el naturalismo en España.Fue una mujer culta y políglota que pudo cultivarse ya que venía de una familia noble.
Su obra más destacada y más recordada sin duda es «Los pazos de Ulloa». Pero escribió muchísimo y muy variado. También hay que señalar que fue una feminista no sólo de ideas sino de acciones. Pero sobre su vida hay mucho escrito así es que les dejo ya con algunos de los fragmentos de estos dos cuentos.

«La Navidad del «Peludo» trata el tema del maltrato animal como ya he comentado. Es un cuento duro, real y tierno que toca el corazón y la conciencia. Y desde este blog y este post me encantaría remover las cabezas de los que aún creen que los animales no tienen derechos, los que aún ven a los animales no como uno de los nuestros sino como seres a los que pueden hacer daño gratuito, sufrimiento indescriptible,…y volcar en ellos todas sus frustraciones. Basta ya al maltrato animal. ¡Basta ya! y basta de personas sin sentimientos, empatía, y corazones sin ternura.

«Catorce años de no interrumpida laboriosidad podía apuntar «el Peludo» en su hoja de servicios; catorce años en que no hubo día sin ración de palos y sin hambre. (…)
Sacar fuerzas de flaqueza para el cochinero trote, obligado por los pinchazos del recio aguijón; aguantar picadas de tábanos y de moscas borriqueras, enconadas, feroces con el sol y el polvo, en las llagas de la reciente matadura; sufrir talonazos y ver cortar la vara de avellano o de taray que, silbadora y flexible, se ha de ceñir a su piel, averdugándola; probar la dentellada de la espuela y el sofrenado violento del bocado; recibir puñadas en el suave hocico y en los ojos, en los dulces y grandes ojos cuya mirada siempre expresa mansedumbre; doblegarse bajo la excesiva carga; arrastrarse molido y pugnar por no caer al suelo antes de que se termine una caminata más fatigosa de lo que cada dentro de los límites del vigor asnal(…)»

«Hiciese lo que hiciese lo mismo tenía que ser… Hambre y palos, palos y hambre… Arriba con la carga; avante por la senda y nada de protestas ni de quiméricos ensueños…
Razón llevaba el paciente «Peludo» en desconfiar de la suerte y en prometerse mayores desventuras; su amo, en vez de mostrarle algún apego, una pizca de consideración, a medida que el Peludo» perdía fuerzas, agilidad y bríos, iba tratándolo con mayor dureza y encomendándole las tareas más rudas y bajas, los transportes más reventaderos y las jornadas a palo seco, en todo el rigor de la frase».

El «Peludo», aquella noche, la del 24 de diciembre, tal como lo narra Bazán, no tuvo suerte. Su amo no le buscó ni cobertizo, ni siquiera estercolero para pasar la noche, mientras el dentro de la taberna reía y disfrutaba. Lo dejó atado a una anilla al lado de una pared «sin más techo que un emparrado desnudo de follaje, cuyas ramas goteaban hilos de agua llovediza, formando una charca bajo los cascos.» Y allí «rendido de cansancio y desfallecido de necesidad no tenía ánimos ni para exhalar un suplicante y doloroso rebuzno pidiendo sustento y calor.»
Y así, en esa situación de abandono, y antes de morir «el Peludo» tiene un bello sueño. Viene otro borrico y muerde la cuerda que le ata, liberándolo, y los dos juntos caminan por un prado «fácil, seco, llano, lindo», con arroyos cristalinos donde poder saciar la sed y hierba fresca para calmar su apetito.
Menos mal que Bazán nos regaló el sueño del borriquillo para todos los que amamos los animales, porque después salió el amo de la taberna, borracho y vio «a su montura tendida en la charca, los ojos vidriosos, las patas rígidas».

«-Rompióse la cuerda, observó el tabernero. No le dé patadas, agregó, que de poco sirve; tiene la oreja fría; está difunto.
Pero el amo, con la terquedad característica de los beodos, seguía descargando puntapiés al animal, jurando, blasfemando y maldiciendo. Al fin, convencido de lo inútil de sus esfuerzos, soltó una opaca risotada.
-Para lo que servía…, gruñó. Ya ni podía conmigo…»