EMILIA PARDO BAZÁN. NO AL MALTRATO ANIMAL
Un burrito maltratado, un hombre sin trabajo y su desesperación, esquimales, una hombre necesitado de cariño, una madre y su hija enferma, una lotera pobre que logra casarse con un rico, mercaderes rusos que venden pieles, bandoleros, un ludópata que se cura de su enfermedad, un bebé abandonado que encuentra familia, unos reyes magos de mentira, una niña caprichosa, el Papa de Roma y mucho más podrán encontrar en el libro que hoy les invito a abrir. Se titula «Cuentos de invierno» y lo escribió Emilia Pardo Bazán (La Coruña 1851, Madrid 1921) cuando aún este género literario gozaba de una masiva demanda por parte de los lectores. Actualmente, y por desgracia, no sucede lo mismo.
No se dejen engañar por el título. Les aseguro que es un libro que se puede leer en cualquier época del año, porque si bien las historias están ambientadas en fechas incluso navideñas, los temas que se tratan son tan universales, como atemporales y, sin duda, no se podrían, a excepción de un par, encasillar en ninguna estación del año. Así es que, por ejemplo, ahora que llega la Semana Santa lo recomiendo como lectura.
Se exponen temas como la muerte, el abandono, el maltrato animal, el comportamiento de la familia, el juego como adicción, la enfermedad en los niños,…y muchos otros más. Como sería imposible hablar de cada uno de ellos, les diré que los que más me gustaron fueron los siguientes: «La Navidad del «Peludo» y «La Nochebuena del carpintero».
Haré mención del primero porque quiero referirme hoy al maltrato animal. Y en breve, en otro post, escribiré sobre este segundo cuento porque trata de un tema también muy actual como es el desempleo y todo lo que lleva consigo, como el daño devastador que hace en el individuo y las familias.
Pero antes, apuntar sobre la escritora gallega que fue además de novelista, periodista y que su obra abarca todos los géneros: poesía, ensayo, teatro, libros de viajes,… Ella introdujo el naturalismo en España.Fue una mujer culta y políglota que pudo cultivarse ya que venía de una familia noble.
Su obra más destacada y más recordada sin duda es «Los pazos de Ulloa». Pero escribió muchísimo y muy variado. También hay que señalar que fue una feminista no sólo de ideas sino de acciones. Pero sobre su vida hay mucho escrito así es que les dejo ya con algunos de los fragmentos de estos dos cuentos.
«La Navidad del «Peludo» trata el tema del maltrato animal como ya he comentado. Es un cuento duro, real y tierno que toca el corazón y la conciencia. Y desde este blog y este post me encantaría remover las cabezas de los que aún creen que los animales no tienen derechos, los que aún ven a los animales no como uno de los nuestros sino como seres a los que pueden hacer daño gratuito, sufrimiento indescriptible,…y volcar en ellos todas sus frustraciones. Basta ya al maltrato animal. ¡Basta ya! y basta de personas sin sentimientos, empatía, y corazones sin ternura.
«Catorce años de no interrumpida laboriosidad podía apuntar «el Peludo» en su hoja de servicios; catorce años en que no hubo día sin ración de palos y sin hambre. (…)
Sacar fuerzas de flaqueza para el cochinero trote, obligado por los pinchazos del recio aguijón; aguantar picadas de tábanos y de moscas borriqueras, enconadas, feroces con el sol y el polvo, en las llagas de la reciente matadura; sufrir talonazos y ver cortar la vara de avellano o de taray que, silbadora y flexible, se ha de ceñir a su piel, averdugándola; probar la dentellada de la espuela y el sofrenado violento del bocado; recibir puñadas en el suave hocico y en los ojos, en los dulces y grandes ojos cuya mirada siempre expresa mansedumbre; doblegarse bajo la excesiva carga; arrastrarse molido y pugnar por no caer al suelo antes de que se termine una caminata más fatigosa de lo que cada dentro de los límites del vigor asnal(…)»
«Hiciese lo que hiciese lo mismo tenía que ser… Hambre y palos, palos y hambre… Arriba con la carga; avante por la senda y nada de protestas ni de quiméricos ensueños…
Razón llevaba el paciente «Peludo» en desconfiar de la suerte y en prometerse mayores desventuras; su amo, en vez de mostrarle algún apego, una pizca de consideración, a medida que el Peludo» perdía fuerzas, agilidad y bríos, iba tratándolo con mayor dureza y encomendándole las tareas más rudas y bajas, los transportes más reventaderos y las jornadas a palo seco, en todo el rigor de la frase».
El «Peludo», aquella noche, la del 24 de diciembre, tal como lo narra Bazán, no tuvo suerte. Su amo no le buscó ni cobertizo, ni siquiera estercolero para pasar la noche, mientras el dentro de la taberna reía y disfrutaba. Lo dejó atado a una anilla al lado de una pared «sin más techo que un emparrado desnudo de follaje, cuyas ramas goteaban hilos de agua llovediza, formando una charca bajo los cascos.» Y allí «rendido de cansancio y desfallecido de necesidad no tenía ánimos ni para exhalar un suplicante y doloroso rebuzno pidiendo sustento y calor.»
Y así, en esa situación de abandono, y antes de morir «el Peludo» tiene un bello sueño. Viene otro borrico y muerde la cuerda que le ata, liberándolo, y los dos juntos caminan por un prado «fácil, seco, llano, lindo», con arroyos cristalinos donde poder saciar la sed y hierba fresca para calmar su apetito.
Menos mal que Bazán nos regaló el sueño del borriquillo para todos los que amamos los animales, porque después salió el amo de la taberna, borracho y vio «a su montura tendida en la charca, los ojos vidriosos, las patas rígidas».
«-Rompióse la cuerda, observó el tabernero. No le dé patadas, agregó, que de poco sirve; tiene la oreja fría; está difunto.
Pero el amo, con la terquedad característica de los beodos, seguía descargando puntapiés al animal, jurando, blasfemando y maldiciendo. Al fin, convencido de lo inútil de sus esfuerzos, soltó una opaca risotada.
-Para lo que servía…, gruñó. Ya ni podía conmigo…»
Felicidades!! Excelentes cuentos que fomentan el hábito lector. Gracias.
Cuanta sensibilidad me ha dejado este cuento!! He recordado mis días de niñez y campo, donde la ignorancia y falta de sentido común, dibujaban escenas semejantes. Yo, pensaba que era cuestión de mal humor, desgaste físico y emocional pasajero. Hoy me doy cuenta que quien lo hacía, no tuvo ni siquiera temor de que yo, tierna en edad, lo observase con impotencia a aquel, hombre grandísimo en tamaño, colmado con mi repudio, más nada.
Ahora lo veo como un hombre de pequeñísima condición, un cobarde sin corazón.
Gracias por permitirme expresar algo que marco mi niñez y que ahora valoro, la mirada tierna de un animalito maltratado, falto de consideración.
Gracias a ti por entrar en mi blog. Un abrazo.
Buenas noches Silvia, muchas gracias por tu comentario y por acercarte a mi blog. Un abrazo.