Archivos de la categoría: ESCRITORES

12Mar/16

EL FIN DE ALGO. UN RELATO DE ERNEST HEMINGWAY. NICK ADAMS

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Pocos personajes ha dado la literatura tan misteriosos e interesantes, a mi parecer, como Nick Adams. Adoro los relatos donde él aparece y cuando aparece, Hemingway se me presenta en toda su esencia. Su literatura es, simplemente, insuperable. Los relatos de Hemingway (Illinois 1899, Idaho 1961) son perfectos. Es imposible elegir uno entre tantos, por eso les invito a abrir aquellos que tienen a Adams como protagonista. Son increíbles, sorprendentes tanto por su «engañosa» sencillez como por su perfecta redacción.

Y entre los de Adams, también es tarea difícil elegir uno, pero quiero presentarle a ustedes uno de los más conmovedores. Se titula  «El fin de algo». Guarda muchísimo dentro. Comienza el escritor presentándonos el pueblo de Hortons Bay.

«Antes, Hortons Bay era un pueblo de madereros y leñadores. Ninguno de sus habitantes se salvaba del ruido de las grandes máquinas de un aserradero que había junto al lago. Pero un año se acabaron los troncos para aserrar. Entonces las goletas de los madereros anclaron en la bahía y cargaron y se llevaron toda la madera amontonada en el corral. (…)

Una vez henchidas las velas, el barco empezó a navegar por el lago, llevándose todo lo que había hecho del aserradero, un aserradero, y de Hortons Bay, un pueblo.

(…)

Diez años más tarde no quedaba nada del aserradero, excepto los cimientos de piedra caliza que Nick y Marjorie vieron a través del bosque renacido, mientras remaban muy cerca de la costa. Estaban pescando en bote al borde del banco que se cortaba repentinamente en bajíos arenosos de doce pies de profundidad. Se dirigían al promontorio, que era el lugar más apropiado para colocar los sedales nocturnos que atacan a las truchas californianas.»

Así comienza el relato. Sabemos que estamos en Hortons Bay, un pueblo ruinoso y que una pareja formada por los protagonistas, Nick y Marjorie están disfrutando de un día de pesca. Pero, no por casualidad la conversación entre ellos comienza así:

«-He aquí nuestras viejas ruinas, Nick, dijo Marjorie.»

Mientras remaba, Nick miró hacia las piedras blancas que se veían entre los árboles verdes.

-Allí está, expresó.

-¿Recuerdas cuando estaba el aserradero?, preguntó Marjorie.

-Sí, recuerdo.

-Parece más bien un castillo, opinó la muchacha.

El no dijo nada. Remaron hasta perder de vista los restos del aserradero, siguiendo la costa. Luego, Nick atravesó la bahía.

-¿No pican?

-No, respondió Marjorie, absorta en la caña mientras remaban.

No se distraía ni siquiera para hablar. Le gustaba ese deporte. Le gustaba mucho pescar. Le gustaba muchísimo pescar con Nick.»

El agua en calma, la quietud del ambiente, el baile lento de la barca, el silencio. Nick no dice mucho, no sabemos qué le ocurre. Pero sabemos que Marjorie está disfrutando, hasta que se da cuenta de que Nick no está como acostumbra. Está extraño. Hemingway nos introduce en una situación que cada vez se va haciendo más intrigante, pero en una situación que transcurre en un lugar idílico, hermoso.

«-¿Qué te pasa, Nick?

-No sé, contestó éste mientras juntaba leña para el fuego.

Encendieron el fuego con la madera que el agua había llevado a la costa. Marjorie fue al bote en busca de una manta. La brisa nocturna impulsaba el humo hacia el promontorio, y por eso ella extendió la manta entre el fuego y el lago.

Después se sentó sobre la manta, de espaldas al fuego, y esperó a Nick. Este volvió en seguida y se sentó a su lado. Detrás de ellos estaba el bosque renacido, en el promontorio, y enfrente, la bahía con la desembocadura del arroyo de Hortons. La oscuridad no era completa. La luz de la fogata iluminaba el agua. Ambos pudieron ver las dos cañas de pescar de acero, inclinadas sobre el lago. El fuego provocaba destellos en los carretes.

Marjorie abrió la cesta de la cena.

-No tengo hambre, dijo Nick.

-Vamos, Nick. Come.

-Bueno.

Comieron sin decir nada, observando la dos cañas y el fuego reflejado en el agua.

-Esta noche va a hacer luna, expresó Nick, que miraba hacia el otro lado de la bahía.

Las colinas se recortaban ya contra el cielo. Y él se dio cuenta de que la luna estaba ya por asomarse, más allá de las colina.

-Ya lo sé, dijo Marjorie con alegría.

-Tú lo sabes todo.

-¡Oh! ¡Cállate, Nick! Te lo ruego. ¡No seas así, por favor!

-No puedo evitarlo. Tú tienes la culpa. Lo sabes todo. Eso es lo malo, y también lo sabes.

La muchacha no dijo nada.»

Nick ha contado a Bill, personaje que aparecerá al final del relato, el plan que tenía trazado para ese día y que, por supuesto, Marjorie desconocía. Pero no les puedo contar el desenlace, claro está. Ni siquiera cuando lean el relato lo podrán saber. Porque, como antes les he adelantado, hay varias historias de Nick y quizás en una de ellas sepan, cuando las lean, que sucedió con Marjorie y Nick. Son todos relatos magníficos que les invito a leer: «Campamento indio» (aquí conocemos a Nick con cinco años), «El médico y su mujer», «El vendaval de tres días», «El luchador», «Un día de espera» (en este Nick ya es padre). Si las leen todas como una lectura continuada les sorprenderá, aún más, la belleza de los relatos y la profundidad de su personaje, Nick Adams. Personaje, que por cierto, nunca fue invitado a ninguna de las novelas del escritor pero que, según muchos estudiosos del novelista americano, comparte muchos rasgos con Hemingway. Los cuentos de Nick están dispersos en diversos volúmenes, porque los fue escribiendo a lo largo se su vida, de su carrera literaria.

«-¿Ya no te divierte el amor?, preguntó Marjorie.

-No.

Ella se puso de pie. Nick permaneció sentado, con la cabeza entre las manos.

-Voy a usar el bote, le gritó Marjorie. Tú puedes volver a pie por el promontorio.

-Bueno, dijo Nick. Espera, que iré a desatracar el bote.

-No hace falta, cuando dijo esto, Marjorie estaba ya dentro de la embarcación, en el agua, bajo la luz de la luna.»

Y parece que, al fina, tanto el amor como el pueblo se quedaron solos.

Hemingway fue el gran maestro del relato. Para la creación de estos se basaba en una modalidad que el mismo bautizó como «Teoría del iceberg». Según esta teoría el relato era, únicamente, la parte visible de una profunda masa sumergida, como un iceberg, en el que todo está debajo de la superficie. Y esa es la sensación que uno tiene cuando lee sus cuentos.

Cuando Hemingway recibió el Premio Nobel de Literatura en 1954 (un año antes había conseguido el Premio Pulitzer por «El viejo y el mar») se destacó su «maestría del arte de la narración y la influencia ejercida sobre el estilo contemporáneo».

Su primera novela la publicó en 1926 y se titula «Fiesta». Mi primera lectura de Hemingway fue «París era una fiesta» y quedé fascinada. Después vinieron los relatos y sus novelas. «París era una fiesta» fue escrita en Cuba entre 1958-59, un cuarto de siglo después de su estancia allí.

Yo les invito a leerla también, antes o después de estos magníficos relatos. Es una novela exquisita. Quizás alguna vez le dedique un post, pero antes les dejo con una preciosa frase que en ella se recoge y que les sugerirá muchas cosas y les traerá muchos deseos.

«Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue.»

 

04Mar/16

EL LLANO EN LLAMAS. JUAN RULFO

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«Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.

Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.»

La Serpentina ha muerto arrastrada por el río y esto va a suponer una tragedia en la familia del relato «Es que somos muy pobres». Y por eso, porque la familia del relato es muy pobre, la vaca era la salvación para la pequeña de la casa, la hermana Tacha. Tacha es la hermana del narrador de este maravilloso cuento del mexicano Juan Rulfo (Jalisco 1917, Ciudad de México, 1986), que se incluye en el libro «El Llano en llamas» donde pueden encontrar diecisiete relatos más. Todos ellos bellísimos, conmovedores, únicos. Se asegura que estos relatos fueron la semilla que el escritor, perteneciente a la generación del 52, plantó para gestar su gran novela «Pedro Parámo». Lo cierto es que estas dos obras son las joyas de Rulfo y de la literatura latinoamericana que abrirían a los escritores latinoamericanos de la generación venidera, las puertas al realismo mágico.

«No acabo de entender por qué se le ocurriría a la Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás.»

Si la vaca no se hubiese muerto Tacha hubiese tenido un porvenir, pero ahora el único que le queda, según la familia, es hacerse piruja.

«La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalino y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy rebotadas. Desde chiquillas ya eran rezonglonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaran cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada uno con un hombre trepado encima.

Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero las aguantó todo lo que pudo; pero  más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.

Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que todo quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que yo no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca bonita.»

Y entre tanto, sin saber lo que sucederá la mamá de la familia no entiende  por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas así cuando en la familia según ella desde su abuela par acá, nunca hubo gente mala. Y el padre se resigna pues ve que aquello ya no tiene remedio.

«El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.»

Como es imposible recoger todos los relatos en este comentario, voy a mencionar uno más titulado «Talpa». Estos dos, junto con el que encabeza el libro «Nos han dado la tierra», son mis preferidos. Pero el libro es una obra brillante que les invito a abrir antes, quizás, de iniciar la lectura de «Pedro Páramo», porque la entenderán mucho mejor, conocerán ese universo de Rulfo del que tan poco era dado a hablar, y les llegará con más intensidad sus letras.

En la edición de Cátedra Letras Hispánicas, que yo manejo, en la introducción, al final se explica lo siguiente:

«El Llano en llamas se escribió y publicó en su día en una tierra concreta sobre cuyos habitantes pesaba no sólo la Historia inmediata anterior (Revolución mexicana, Rebelión de los Cristeros, represiones posteriores…), sino la creciente miseria y despoblación del campo. De ahí que, por subjetiva que sea la visión del mundo de Rulfo,  por muy impregnadas de aparente irrealidad y lejanía que estén sus narraciones, todas ellas son vías de entrada a la realidad histórica más real de un momento específico de la vida mexicana: los años 50, el principio del brutal «desarrollo»; momento en el que eran ya pocos los que se hacían ilusiones sobre las consecuencias de la Revolución de 1910-1920.»

Y centrándome ahora en «Talpa» le dejaré los primeros párrafos de la historia por una única razón, me parece tan bella y, a la vez tan cruel que tienen ustedes que conocerla de primera mano. Aunque les cuento mucho con este inicio:

«Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito. Era un llanto aguantado por muchos días, guardado hasta ahora que regresamos a Zenzontla y vio a su madre y comenzó a sentirse con ganas de consuelo.

Sin embargo, antes, entre los trabajos de tantos días difíciles, cuando tuvimos que enterrar a Tanilo en un pozo de la tierra de Talpa, sin que nadie nos ayudara, cuando ella y yo, los dos solos, juntamos nuestras fuerzas y nos pusimos a escarbar la sepultura desenterrando los terrones con nuestras manos, dándonos prisa para esconder pronto a Tanilo dentro del pozo y que no siguiera espantando ya a nadie con el olor de su aire lleno de muerte, entonces no lloró.»

Juan Rulfo fue uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX. Es un escritor único. Sus obras siempre se desarrollan en escenarios mexicanos y los personajes que crea están integrados en el lugar como parte de él, de forma natural, asombrosa, sin aliños, sin adornos.

Su trabajo marca el fin de la novela revolucionaria y los escritores posteriores empiezan a crear ese realismo mágico, después de haber experimentado con la literatura de diferentes maneras. Nace así, de su mano, el boom latinoamericano.

28Feb/16

ROMANCE DEL DUERO. GERARDO DIEGO

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«La guitarra es un pozo

con viento en vez de agua.»

 

Hoy un gran amigo me recordó a Gerardo Diego (Santander 1896, Madrid 1987). Hacía mucho tiempo que no repasaba sus versos. Es entrañable la poesía de Diego. Yo la siento muy cercana porque es muy de verdad. Me apeteció enormemente abrir sus libros de poemas y reencontrarme con algunos de sus versos que tanto cariño tengo porque me recuerdan a mi infancia, a mis libros de texto donde estaban sus poemas salpicados que daba gusto volver a leer una y otra vez.

Quiero compartir estas dos poesías que me emociona volver a leer por trasladarme, directamente, a esas clases perfectas de literatura del colegio, donde mirábamos la vida a través de los enormes ventanales, donde éramos felices como niños que éramos, donde no existían los problemas, donde había mucha amistad y comenzaban a surgir los amores, donde, alguna tarde, se escucharon estos versos de boca de alguna maestra que al recitarlos nos daba clases de libertad sin nosotros aún saberlo.

 

«Romance del Duero»

 

Río Duero, río Duero,

nadie a acompañarte baja;

nadie se detiene a oir

tu eterna estrofa de agua.

 

Indiferente o cobarde,

la ciudad vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo

su muralla desdentada.

(…)

 

 

Y entre los santos de piedra

y los álamos de magia

pasas llevando en tus ondas

palabras de amor, palabras.

 

Quién pudiera como tú,

a la vez quieto y en marcha,

cantar siempre el mismo verso

pero con distinta agua.

 

Río Duero, río Duero,

nadie a estar contigo baja,

ya nadie quiere atender

tu eterna estrofa olvidada,

 

sino los enamorados

que preguntan por sus almas

y siembran en tus espumas

palabras de amor, palabras.

 

«Las tres hermanas»

Estabais las tres hermanas,

las tres de todos los cuentos,

las tres en el mirador

tejiendo encajes y sueños.

 

Y yo pasé por la calle

y miré… Mis pasos secos

resonaron olvidados

en el vesperal silencio.

 

La mayor miró curiosa,

y la mediana riendo

me miró y te dijo algo…

Tu bordabas en silencio,

 

como si no te importase,

como si te diese miedo.

Y después te levantaste

y me dijiste un secreto

en una larga mirada,

larga, larga… (…)

 

La Generación del 27, a la que Diego perteneció, nos ha dejado tanta belleza..

Gerardo Diego estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto. Fue profesor en distintas ciudades de Lengua y Literatura.

 

12Feb/16

THE TALE OF MR. JEREMY FISHER. BEATRIX POTTER

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«The Tale of Mr. Jeremy Fischer» es un cuento de la escritora e ilustradora inglesa Beatrix Potter ( Kensington, Londres 1866, Sawrey 1943) que adoro desde niña. Mucho antes de que supiese leer este relato, publicado en 1906 por primera vez, ya quedé fascinada con sus ilustraciones, también de Potter. El libro de cuentos de Potter, escrito en 1893, llegó a mi a la edad de siete años más o menos y, como digo, lo primero que me atrajo de el fueron sus dibujos ya que aún no podía leer en inglés. Pero Mr. Jeremy Fischer, esa rana convertida en caballero inglés, que sale a pescar al río, que vive en una casita entre los juncos y que come bocadillos de mariposas se convirtió desde ese mismo instante en un ser adorable para mi. Y sigo fascinada con este cuento que, sin ser el más conocido de Potter, es el que más me gusta.

Potter es mucho más conocida por su personaje Peter Rabbit, pero este post además de ir dedicado a esta gran escritora que basó sus fascinantes historias en los animales que veía durante las vacaciones que hacía con su familia a Escocia, también va dedicado, como no, a Mr. Jeremy Fischer, por alegrarme muchas tardes de mi infancia y por hacerme creer que algún día, en el río que había junto al huerto de mi padre, yo le saludaría y me invitaría a cenar con sus amigos. Les prometo que mis ojos de niña le vieron, le vieron muchas veces. Sólo la imaginación puede cumplir los deseos más bonitos, los sueños más inalcanzables.

Un par de años más tarde, una tarde de sábado, y para mi sorpresa, en la televisión pude ver una película-ballet de 1971 titulada «Peter Rabbit and Tales of Beatrix Potter» y allí estaba mi señor Fischer, allí, ante mis ojos. La película se componía de una sucesión de piezas de ballet que recreaban algunos de los cuentos más conocidos de la escritora inglesa y que daban vida los bailarines del Royal Ballet. ¡Qué maravilla de película! ¡Fascinante! Me trae tantos recuerdos ese universo fascinante de Potter…

Les invito a que lean a sus hijos estas historias maravillosa, sencillas y únicas. Los cuentos más conocidos de Potter son : «Peter Rabbit», «Squirrel Nutkin», «Benjamin Benny», «Two Bad Mice» (otro de mis preferidos, y el preferido de mi hijo), «Mrs. Tiggy-winkle» o «Mr. Jeremy Fischer», entre otros, ya que escribió 23 exactamente.

Les voy a dejar con un fragmento de las aventuras de mi adorado señor rana, pero no les puedo contar el final así es que espero que abran el libro y que lo disfruten tanto como yo lo sigo disfrutando.

«Once upon a time there was a grog called Mr. Jeremy Fischer; he lived in a little damp house amongst the ruttercups at the edge of a pond.

The water was all slippy-sloppy in the arder and in the back pasaje. But Mr. Jeremy likes getting his feet wet; nobody ever scolded him, and he never caught a cold!

He was quite pelase when he looked out and saw large drops of rain, splashing in the pond- «I will get some worms and go fishing and catch a disc of minnows for my dinner,» said Mr. Jeremy Fisher. «If I catch more than five fish, I will invite my friends Mr. Alderman Ptolemy Tortoise and Sir Isaac Newton. The Alderaan, however estas salad.»

(…)

His road was a tough estala of grass, his line was a fine long white horse-hair, and he tilde a little wriggling word at the end.

The rain trickled down his back, and for nearly an hour he stated at the float.

«This is getting tiresome, I think I should like some lunch,» said Mr. Jeremy Fischer. He punteo back again amongst the water-planta, and took some lunch out of his basket.

«I will eat a butterfly sandwich, and wait till the shower is over,» said Mr. Jeremy Fisher.

(…)

Mr. Jeremy crossed his les up shorter, out of reach, and went on eating his sandwich. Once or twice something moved about with a rustle and a splash amongst the rushes at the side of the pond.

«I trust that ist not a rat», said Mr. Jeremy Fisher; «I think I had better get away from here.»

Y hasta aquí puedo llegar. ¿Pescará algo Mr. Jeremy?

24Ene/16

WINTERREISE. WILHELM MÜLLER. SCHUBERT

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En el último año de su vida, el compositor austriaco Franz Schubert (Viena 1797-1828) compuso un ciclo de lieder (canciones) sobre poemas del escritor alemán Wilhelm Müller (Dessau 1794, 1827) que tituló  «Winterreise» o «Viaje de invierno». Esta composición, a mi parecer, refleja la perfecta comunión entre poemas y música. Se unen los trabajos de dos artistas de descomunal sensibilidad para dar al mundo una de las piezas musicales más bellas que ustedes puedan escuchar. Sencillamente maravilloso. Hay una grabación de referencia, la del barítono Dietrich Fischer-Dieskau con el pianista Gerald Moore de 1972 que encontrarán en Deutsch Grammophon y que les recomiendo y ustedes entenderán la razón.

Aquí, al ser este un blog de literatura, me centraré en algunos de los poemas que se recogen en «Winterreise» y que son, por otra parte, los que más me gustan. Se trata de las poesías o lieder número:  1, 5, 11 y 24. El trabajo consta de 24 canciones que cuentan una triste historia de amor.

En la primera canción titulada «Gute Nacht», «Buenas noches» se nos presenta al amado que cuenta el final de una historia de amor en la que desconocemos la razón por la cual el amor se ha acabado. En las siguientes canciones-versos se nos irá narrando la historia a través de estos poemas que hacen de la pieza, una sucesión de notas desgarradoras a la vez maravillosas, a veces tiernas, a veces ingenuas, a veces dolorosas e incluso a veces algo esperanzadoras, para volver a la tristeza que el invierno se encarga, además, de aderezar.

Este primer poema es hermoso, sencillamente bello. Ese último verso lo dice todo:

«Cuando paso por ella te escribo

en la puerta «buenas noches»

para que puedas ver

que he pensado en ti»

 

Buenas Noches

«Como un extraño llegué,
parto también como un extraño.
Mayo fue benévolo conmigo
y me dio muchos ramos de flores.
La muchacha habló de amor,
su madre incluso de boda.
Ahora el mundo es tan lóbrego,
el camino está oculto por la nieve.
No puedo elegir
la hora de mi viaje,
he de encontrar el camino
en medio de esta oscuridad.
Me acompaña una sombra
que proyecta la luna,
y por los blancos campos
busco huellas de animales.
(…)
El amor gusta de vagar sin rumbo
-así lo ha hecho Dios-
de un lado para otro.
(…)
¡Amada mía, buenas noches!
No perturbaré tus sueños,
sería horrible para tu reposo,
no escucharás mis pasos.
¡Chito, chito, la puerta está cerrada!
Cuando paso por ella te escribo
en la puerta «buenas noches»
para que puedas ver
que he pensado en ti.

«El organillero», «Der Leiermann» es la última canción del ciclo y en ella se encierra un poema desgarrador. Sublime.

«Al otro lado del pueblo
se ve un organillero,
y con dedos ateridos,
gira el manubrio como puede.
Descalzo sobre el hielo,
se tambalea a uno y otro lado
y su pequeño plato
está siempre vacío.
Nadie quiere escucharlo,
nadie lo mira,
y los perros gruñen
alrededor del viejo.
(…)
Anciano prodigioso,
¿puedo irme contigo?,
¿quieres tocar tu organillo
mientras yo canto?»

Las notas de la quinta canción «Der Lindenbaum» o «El tilo» son magistrales. Esta canción, al igual que la primera tienen un inicio embaucador. Es una de las canciones más populares del ciclo. El tilo, en la literatura romántica simboliza el hogar y la seguridad. El hombre evoca el árbol, quiere encontrar en él el reposo a su dolor.

«Junto a la fuente, frente a la puerta
se alza un tilo.
Soñé bajo sus sombras
tantos dulces sueños.
Tallé en su corteza
tantas palabra de amor;
siempre me atraía hacia él
en la alegría y en la pena.
(…)

Y sus ramas susurraron
como si me llamaran:
¡Ven aquí, compañero
aquí encontrarás reposo!

(…)
Hace  ya muchas horas
que me alejé de aquel lugar,
y no dejo de oír esos susurros:
¡aquí encontrarás reposo!»

Y terminaré con «Sueño de primavera» que ocupa el puesto número once del ciclo. «Frühlingstraum». Me fascina este poema por muchas cosas, pero sobre todo por este verso:

«¿Se ríen del soñador

que vio flores en invierno?»

Que maravilla de verso, que belleza inigualable.

«Soñé con flores multicolores
tal como florecen en mayo;
Soñé con verdes praderas,
con el grito alegre de los pájaros.

Y cuando el gallo cantaba,
se hallaban mis ojos abiertos;
Allá estaba frío y siniestro,
Cantan los cuervos en el techo.

¿Quién ha pintado las hojas

en el alféizar de la ventana?
¿Se ríen del soñador,
que vio flores en invierno?
Soñé en el amor, sobre al amor,
en una hermosa doncella,
en corazones y en besos,
en delicia y bienaventuranza.
Y cuando el gallo cantaba,
se hallaba mi corazón despierto.
Hoy me encuentro aquí yo solo,
y recuerdo aquel sueño.
(…)»

Johann Ludwig Wilhelm Müller fue el autor de estos bellísimos poemas que inspiraron a Schubert sus ciclos de canciones «Winterreise», publicado en 1827 y «Die schöne Müllerin», «La bella molinera», 1920.

Los primeros poemas del poeta alemán aparecieron en 1816 en una antología de corte patriótico titulada «Bundesblüten», en la que publicaban varios escritores que narraban la lucha de la nación alemana contra el invasor francés.

20Ene/16

PROMESAS ROTAS. MUCHAS GRACIAS A LADY GREGORY

 

«Promesas rotas» es el más bello poema de amor que hasta ahora he leído. Creía haber leído los más sublimes versos de amor hasta que me topé con estas líneas que la dramaturga anglo-irlandesa y recopiladora de folclore, Lady Isabella Gregory (Roxborough, Condado de Galway, 1852, Coole Park, Condado de Galway 1932) tradujo al inglés desde el irlandés. Un bellísimo poema popular irlandés, de autor desconocido, que cuando lo lean no podrán olvidar jamás.

 

«Es tarde, anoche, el perro hablaba de ti;

el pájaro hablaba de ti en el profundo pantano.

Decía que tu eres el ave solitaria a través del bosque

y que, probablemente, sigas sin pareja hasta que me encuentres.

Que me diste tu palabra y me mentiste

y que estarías junto a mí cuando se reunieran los rebaños.

Te llamé con un silbido y trescientos gritos

pero allí no había más que un corderillo balando.

Me prometiste algo difícil de conseguir,

un barco de oro bajo un mástil de plata;

doce ciudades cada una de ellas con un mercado

y un bello patio blanco al lado del mar.

Me prometiste algo que no es posible,

que me regalarías unos guantes de piel de pescado;

que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro

y un vestido de la mejor seda de Irlanda.

Mi madre me dijo que no hablara contigo ni hoy

ni mañana, ni el domingo;

pero eligió un mal momento para decírmelo;

fue como cerrar la puerta cuando ya habían robado la casa.

Tú me has dejado sin este,

tú me has dejado sin oeste,

me has dejado sin lo que había de mí

y sin lo que había detrás de mí,

tú me has quitado la luna,

tú me has quitado el sol también

y mi terror es inmenso.

Tú, incluso, me has arrebatado a Dios.»