EL LLANO EN LLAMAS. JUAN RULFO

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«Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.

Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.»

La Serpentina ha muerto arrastrada por el río y esto va a suponer una tragedia en la familia del relato «Es que somos muy pobres». Y por eso, porque la familia del relato es muy pobre, la vaca era la salvación para la pequeña de la casa, la hermana Tacha. Tacha es la hermana del narrador de este maravilloso cuento del mexicano Juan Rulfo (Jalisco 1917, Ciudad de México, 1986), que se incluye en el libro «El Llano en llamas» donde pueden encontrar diecisiete relatos más. Todos ellos bellísimos, conmovedores, únicos. Se asegura que estos relatos fueron la semilla que el escritor, perteneciente a la generación del 52, plantó para gestar su gran novela «Pedro Parámo». Lo cierto es que estas dos obras son las joyas de Rulfo y de la literatura latinoamericana que abrirían a los escritores latinoamericanos de la generación venidera, las puertas al realismo mágico.

«No acabo de entender por qué se le ocurriría a la Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás.»

Si la vaca no se hubiese muerto Tacha hubiese tenido un porvenir, pero ahora el único que le queda, según la familia, es hacerse piruja.

«La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalino y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy rebotadas. Desde chiquillas ya eran rezonglonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaran cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada uno con un hombre trepado encima.

Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero las aguantó todo lo que pudo; pero  más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.

Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que todo quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que yo no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca bonita.»

Y entre tanto, sin saber lo que sucederá la mamá de la familia no entiende  por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas así cuando en la familia según ella desde su abuela par acá, nunca hubo gente mala. Y el padre se resigna pues ve que aquello ya no tiene remedio.

«El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.»

Como es imposible recoger todos los relatos en este comentario, voy a mencionar uno más titulado «Talpa». Estos dos, junto con el que encabeza el libro «Nos han dado la tierra», son mis preferidos. Pero el libro es una obra brillante que les invito a abrir antes, quizás, de iniciar la lectura de «Pedro Páramo», porque la entenderán mucho mejor, conocerán ese universo de Rulfo del que tan poco era dado a hablar, y les llegará con más intensidad sus letras.

En la edición de Cátedra Letras Hispánicas, que yo manejo, en la introducción, al final se explica lo siguiente:

«El Llano en llamas se escribió y publicó en su día en una tierra concreta sobre cuyos habitantes pesaba no sólo la Historia inmediata anterior (Revolución mexicana, Rebelión de los Cristeros, represiones posteriores…), sino la creciente miseria y despoblación del campo. De ahí que, por subjetiva que sea la visión del mundo de Rulfo,  por muy impregnadas de aparente irrealidad y lejanía que estén sus narraciones, todas ellas son vías de entrada a la realidad histórica más real de un momento específico de la vida mexicana: los años 50, el principio del brutal «desarrollo»; momento en el que eran ya pocos los que se hacían ilusiones sobre las consecuencias de la Revolución de 1910-1920.»

Y centrándome ahora en «Talpa» le dejaré los primeros párrafos de la historia por una única razón, me parece tan bella y, a la vez tan cruel que tienen ustedes que conocerla de primera mano. Aunque les cuento mucho con este inicio:

«Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito. Era un llanto aguantado por muchos días, guardado hasta ahora que regresamos a Zenzontla y vio a su madre y comenzó a sentirse con ganas de consuelo.

Sin embargo, antes, entre los trabajos de tantos días difíciles, cuando tuvimos que enterrar a Tanilo en un pozo de la tierra de Talpa, sin que nadie nos ayudara, cuando ella y yo, los dos solos, juntamos nuestras fuerzas y nos pusimos a escarbar la sepultura desenterrando los terrones con nuestras manos, dándonos prisa para esconder pronto a Tanilo dentro del pozo y que no siguiera espantando ya a nadie con el olor de su aire lleno de muerte, entonces no lloró.»

Juan Rulfo fue uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX. Es un escritor único. Sus obras siempre se desarrollan en escenarios mexicanos y los personajes que crea están integrados en el lugar como parte de él, de forma natural, asombrosa, sin aliños, sin adornos.

Su trabajo marca el fin de la novela revolucionaria y los escritores posteriores empiezan a crear ese realismo mágico, después de haber experimentado con la literatura de diferentes maneras. Nace así, de su mano, el boom latinoamericano.

4 comentarios en «EL LLANO EN LLAMAS. JUAN RULFO»

  1. Una obra maestra, sin paliativos. Son cuentos duros, profundos, de esos que dejan nudos en la garganta. De los que conmueven. Narrados con voces tan profundas que parecen salidas de las cavernas. Me alegro por el post y porque propagues esta obra en tu blog. Es una joya. Criticón Lector.

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