LA VEGETARIANA. HAN KANG

«-Padre, yo no como carne- dijo mi mujer, apartando con una mano los palillos de mi suegro, que temblaba en silencio.

Repentinamente la recia mano de mi suegro cruzó el aire y mi mujer se llevó la suya a la cara.

-¡Papá!- gritó mi cuñada, al mismo tiempo que aferraba del brazo a mi suegro.

Como si todavía no se hubiera aplacado su cólera, a mi suegro le temblaban los labios. Sabía que tenía un carácter violento, pero era la primera vez que le veía pegar a alguien».

¿Sería la vida más fácil si aceptáramos las decisiones de los demás? ¿Por qué nos enfada que las personas puedan ser diferentes a nosotros incluso en los aspectos más simples? ¿Es posible que muchos individuos ,a la vez, muestren una intolerancia absurda hacia alguien que ha optado por ser vegetariano? ¿Es posible, incluso, que esas mismas personas ejerzan violencia llevados por una gran falta de entendimiento y empatía hacia el prójimo? ¿Será que al no preocuparnos por conocer a las personas que nos rodean, al no conocerlas realmente, solo soportamos la imagen que de ellas nos habíamos hecho previamente? ¿Llegamos a aceptar a algunos por mero interés, por querer conseguir algo de ellos, haciendo así una selección tan egoísta como ingenua de aquellos que nos rodean?

Todas estas cuestiones se resuelven en la novela titulada «La vegetariana», de Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970). La escritora, galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2024, obtuvo con esta obra el Premio Booker Internacional. Kang es una de las autoras más interesantes de la literatura asiática contemporánea. El jurado del Premio Nobel destacó la intensidad de su prosa poética, considerándola capaz de confrontar «los traumas históricos» y de exponer «la fragilidad de la vida humana».

Yeonghye, mujer vegetariana

«Había comido los pedazos de carne caídos en el suelo de ese granero. Me había embadurnado las encías y el paladar con la sangre roja de esa blanda carne cruda. Mis ojos, que se reflejaban en los charcos de sangre, centelleaban.

No pudo ser más vivida la sensación de desgarrar con mis dientes esa carne cruda«.

«Lo que me duele es el pecho. Tengo algo atascado en la boca del estómago. No sé qué es. Siempre está ahí. Ahora siento esa pesada masa a todas horas aunque no lleve el sujetador. Por más que respiro profundamente, no se me aligera el pecho.

Son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. Es por la carne. He comido demasiada carne. Todas esas vidas se han encallado en ese sitio. No me cabe la menor duda. La sangre y la carne fueron digeridas y diseminadas por todos los rincones del cuerpo y los residuos fueron excretados, pero las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar».

«Como todos decían que debía comer la carne del perro que me había mordido para que se me curara la herida, yo también comí un bocado. En realidad, me comí un cuenco entero del guiso mezclado con arroz».

El marido de la vegetariana, hombre decepcionado de la vegetariana

«Yo no sabía nada de esa mujer, se me ocurrió de repente».

«No tenía ganas de volver a oír nada sobre el granero en el bosque oscuro y su cara reflejada en los charcos de sangre».

«Por un instante su cabeza, a la que nunca me había asomado antes, me pareció una trampa sin fondo».

El cuñado de la vegetariana, artista obsesionado con la vegetariana

«La mujer de sus bocetos no tenía rostro, pero era su cuñada. Mejor dicho, tenía que ser su cuñada. La primera vez que la había dibujado, imaginando su cuerpo desnudo, que nunca había visto, y estampando en el centro de sus nalgas, una pequeña mancha verdosa como un pétalo, había experimentado un ligero estremecimiento y al mismo tiempo una erección. Era un poderoso deseo sexual hacia un objeto definido que no sentía desde que se había casado. Desde los treinta y tantos años no había experimentado algo semejante. Entonces, ¿quién era el hombre sin rostro que abrazaba a la mujer como si la ahorcara y la penetraba sentado en el suelo? Él sabía que era él, que no podía ser otro que él mismo. Cuando sus pensamientos lo llevaron a esa conclusión , su gesto se torció.

Durante mucho tiempo trató de encontrar una solución. ¿Cómo escapar de esa imagen? Sin embargo, no había salida. No existía en el mundo otra representación tan intensa y subyugante como esa. No sentía deseo alguno de trabajar en otra cosa que no fuera eso. Todas las exposiciones, películas y espectáculos que veía le parecían sosos, simplemente porque no eran esa imagen».

«(…) debido a que últimamente cada vez que miraba a su mujer se superponía encima la cara de su cuñada, no encontraba un momento de sosiego en su casa».

«Comparada con su mujer quizá fuera menos bonita, pero se podía sentir en ella la fuerza de un árbol silvestre y sin podar. Esto no significaba que se hubiera sentido atraído hacia su cuñada desde el principio. Simplemente se le había pasado por la cabeza que le gustaba, que a pesar de que las dos hermanas se parecían mucho, su cuñada le provocaba una impresión sutilmente diferente».

«Se quedó mirando el rostro de su mujer, siempre tan cariñosa y responsable, y cómo le daba la espalda mientras se acercaba con cuidado a su hijo para que no se le cayera la medicina. Pensó que era una buena mujer. Pero precisamente esa bondad era lo que la hacía tan insoportable».

«Cerró la puerta del baño, sintiendo como si algo fuera a explotarle dentro del pecho. Mientras observaba cómo el chorro de agua de la ducha caía con estrépito sobre la bañera, se quitó la ropa. Sabía que hacía cerca de dos meses que no mantenía relaciones con su mujer. También sabía bien que si tenía ahora el sexo crecido, no era por ella».

«Mientras ella se ponía la ropa tranquilamente y sin siquiera darle la espalda, él debería haber mirado hacia otro lado o haber salido precipitadamente del apartamento. Pero en lugar de hacer alguna de esas cosas, se quedó inmóvil en su sitio, sin poder apartar la mirada de ella. No estaba tan delgada como cuando se había vuelto vegetariana».

«Se reprochó haberse quedado contemplándola solo por el hecho de que estaba desnuda, como se mira una foto pornográfica. Sin embargo, no podía negar que esa breve escena se le había quedado grabada en la retina, como si fuera un combustible que en cualquier momento podía volver a arder en llamas».

«Evocó la cara del marido de Yeonghye, que nunca le había gustado y que ya no formaba parte de la familia. Tenía el rostro seco de la persona que no cree en nada que no sea sensorial ni basado en valores comunes y corrientes. El mero hecho de imaginar que esa boca vulgar, que solo abría para expresar convencionalismos, había explorado el cuerpo de Yeonghye le hacia sentir una especie de vergüenza».

La hermana de la vegetariana, mujer no vegetariana

«Del mismo modo que nunca había estado segura de si sentía amor por él, tampoco había podido confirmar nunca si él la había querido. Era tan poco diestro para las cosas de la vida cotidiana que de vez en cuando podía percibir que se apoyaba en ella. Tenía un carácter intransigente que le impedía mostrarse complaciente, de modo que le resultaba imposible ponderar o adular a nadie. Aún así, era siempre amable con ella, nunca usaba malas palabras y a veces incluso la miraba con respeto y admiración».

«(…) no podía creer que pudiera haber tanta pasión en él. Percibió que existía un abismo entre sus apasionados trabajos y su vida cotidiana, en la que se veía como un pez encerrado en una pecera, hasta tal punto que no parecía ser la misma persona en uno y otro ámbito».

«Lo que había visto esa mañana de otoño, cuando había ido al apartamento de Yeonghye a llevarle algunas cosas que había cocinado, superaba toda capacidad de sentido común y comprensión. La noche anterior su marido había grabado en una cinta de vídeo cómo hacia el amor con Yeonghye después de haberse pintado los cuerpos con flores de todos los colores».

Les invito a descifrar todas las preguntas antes planteadas a través de la lectura de esta maravillosa novela ambientada en Corea del Sur. Y, seguidamente les planteo nuevas cuestiones:

¿Cómo resistir a la intolerancia humana? ¿Cómo desprenderse de la imagen de persona anodina, sumisa y callada? ¿Hay que perseguir lo que nos hace atractivos con el fin de presentarnos de diferente manera y así proyectar nuevas sensaciones en los demás e impulsar nuestras vidas llevándolas por caminos hasta ahora desconocidos?

Yeonghye comienza su nuevo camino tirando toda la carne que tiene acumulada en el frigorífico. Unas pesadillas la atormentan. Decide imponer en casa una estricta dieta vegetariana. Y lo que parece una simple decisión se convierte en un acto de rebeldía que nadie entiende. Su marido aborrece esta nueva vida y a esta nueva esposa. Su padre no soporta que su hija no coma carne y llega a agredirla. Su hermana intentará cuidarla sin entender nada. Su cuñado la desea. Y mientras su familia se enreda en sus dudas y sus prejuicios, la vegetariana comienza a buscar una vida que la lleve a la naturaleza a través de su cuerpo, de un cuerpo renovado llenos de flores de colores.

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