ISABELLE. ANDRÉ GIDE
«(…) nada hace tan impenetrable un rostro como la máscara de la bondad».
El joven Gérard Lacase está preparando su doctorado. Su maestro, Albert Desnos, le sugiere ir a visitar a un tal Benjamin Floche, miembro de la Academia de Inscripciones y Bellas Artes, ya que Floche posee diversos documentos que le podrían ayudar en la elaboración de su trabajo. Además, Desnos le asegura que el estudioso estaría encantado de poner a disposición de Lacase tanto su biblioteca, como sus papeles y. como no, su erudición. El señor Floche vive retirado, desde hace ya varios años, en el castillo Quartfouche, propiedad de la familia.
El estudiante se pone en contacto con Floche y éste le propone quedarse en el castillo como huésped para realizar todas sus investigaciones con tranquilidad. Floche vive con su mujer. No tienen hijos. Sin embargo, no faltan personas en el edificio: la señorita Olympe Verdure; Loly; Terno, el simpático perro de Terranova, el señorito Casimir, sobrino de los Floche y único hijo de su sobrina; el abate Santal, profesor del muchacho; Gratien, cochero y jardinero; Delphine, mujer de Gratien, encargada de repartir el correo y el barón de Saint- Auréol y su esposa, abuelos de Casimir y padres de Isabelle, madre del niño. Estos últimos suelen visitar el castillo frecuentemente. La que rara vez aparece por la propiedad familiar es Isabelle.
Lacase se entusiasma con la invitación y decide aceptar esa estancia que presume será muy beneficiosa para su doctorado. Una vez instalado, Floche le ofrece estudiar en la mejor parte de su biblioteca y pone a su disposición todo lo que necesita.
Sorpresivamente, al cabo de dos días, todo lo bello del comienzo se torna, para el joven estudiante, angustioso. Decide que se irá ya que no se siente bien pero, finalmente por cortesía a las deferencias y la amabilidad del señor Floche, el incipiente cariño que ha tomado a Casimir y, por supuesto, movido por la curiosidad de saber los secretos que la familia esconde, decide prolongar un poco más su estancia.
«Cuando aquella noche me hallé solo en mi habitación, una intolerable angustia me oprimía el cuerpo y el alma; mi aburrimiento se convertía casi en miedo. Un muro de lluvia me separaba del resto del mundo, lejos de toda pasión, lejos de la vida, me encerraba en una pesadilla gris, entre seres y extraños apenas humanos, de sangre fría, descoloridos y cuyo corazón hacía ya tiempo que no latía. Abrí mi maleta y saqué la guía de ferrocarriles: ¡Un tren! ¡A cualquier hora que sea, del día o de la noche…, que me lleve! ¡Aquí me ahogo!…».
El estudiante quiere entender, desea saber. El abate conoce lo acontecido pero no quiere resolver sus dudas. ¿Qué «pequeño acontecimiento familiar» ha propiciado que los Floche hayan ido a vivir al castillo? ¿Qué obligó al señor Floche a dejar París hacía ya quince años, justo en el momento que iba a entrar en la Academia, e instalarse en la propiedad? ¿Dónde está la madre de Casimir, esa joven angelical y bella, retratada en un cuadro que ha encantado a Lacase, que aparece muy de vez en cuando por el castillo y siempre de madrugada?
«Poco me importaban, les digo, las cualidades o los defectos de la pintura: la mujer joven que tenía ante mí, y de la que sólo veía el perfil, una sien medio escondida por un pesado bucle negro, un ojo lánguido y tristemente soñador, la boca entreabierta y como suspirante, el cuello tan frágil como un tallo de flor, esta mujer tenía la más conmovedora, la más angelical de las bellezas. Contemplándola había perdido la noción del tiempo y del lugar; Casimir, que al pronto se había alejado, al acabar de arreglar las flores, volvió a mí, se inclinó:
-Es mamá… ¡Es muy bonita, verdad!»
El abate le aclara que los Floche tuvieron que echar una mano a sus cuñados.
«-¡Cómo! ¡El señor y la señora Floche viven aquí a costa de los Saint- Auréol!
-No, no -dijo impaciente-; son los Saint. Auréol los que están arruinados o casi; en todo caso, la Quartfourche les pertenece; los Floche, que están en una situación desahogada, viven con ellos para ayudarles; subvienen a los gastos de la casa y así los Saint- Auréol pueden conservar la Quartfourche, que más tarde pasará a Casimir; creo que es cuanto puede esperar el niño…».
Lacase comienza a obsesionarse por la muchacha del retrato, la bella y desconocida Isabelle.
«¡Isabell de Saint- Auréol! ¡Isabelle! Imaginaba que su vestido blanco huía a la vuelta de cada avenida; a través del inconstante follaje, cada rayo recordaba su mirada, su sonrisa melancólica, y como yo ignoraba todavía el amor, me figuraba que amaba, y me escuchaba con complacencia, feliz de estar enamorado».
También se preguntaba el porqué de la rara ausencia de Isabelle en el castillo, ya que tenía un hijo inválido que requerían sus cuidado y unos padres ancianos. Una carta, que encuentra Lacase de forma fortuita, resolverá algunas de las dudas del estudiante. Aparece un personaje más, el amante de Isabelle, con el que tenía planeado huir y finalmente no lo hizo, Blaise de Gonfreville.
Se promete a sí mismo regresar el verano siguiente a Quartfourche. Pero hasta entonces, ya han sucedido muchas cosas. ¿Qué ha ocurrido con el castillo? ¿Podrá ver a Isabelle? ¿Podrá dar respuesta, al fin, a todas sus dudas?
Isabelle es un libro del escritor francés, Premio Nobel de Literatura, André Gide (París, 1869-1951). Les invito a abrir esta maravillosa obra de uno de los escritores más influyentes y destacados de la literatura europea del siglo xx. Isabelle, trabajo escrito en 1911, es la historia de un amor idealizado. Todo comienza en un castillo noble, donde habitan personajes extraños. Lacase, un joven estudiante, llega allí entusiasmado, sin tener la menor idea de todos los acontecimientos en los que se verá envuelto. En realidad, todos esos acontecimientos giran alrededor de la bella Isabelle.
Como anécdota les contaré que en la hermosa película Soñadores, de Bernardo Bertolucci, la bella Isabelle, interpretada por Eva Green, en un momento de la cinta, aparece leyendo esta estupenda novela que lleva su nombre.
La película Soñadores está basada en la novela The Holy Innocents del escritor escocés Gilbert Adair (Edimburgo, 1944-2011). La obra fue revisada y reeditada posteriormente con el nombre de la película por decisión de Adair.