DEJAD CRECER LA HIERBA. PINO BETANCOR
La poetisa Pino Betancor (Madrid 1928, Las Palmas de Gran Canaria 2003) escribió los deliciosos y bellos versos “Dejad crecer la hierba” en 1989, el año en que se firmaba la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Más tarde, y acompañados de las ilustraciones de su hijo, Germán Millares Betancor, fueron acogidos en el servicio de Ediciones del Cabildo de Gran Canaria donde Jesús Bombín tenía previsto publicarlos justo en 2001, el Año Interamericano de la Niñez y la Adolescencia. Pero fue en 2002 cuando se publicaron.
En estos versos de belleza y ternura inigualables, Betancor les habla a los niños del planeta. A ellos van dirigidos estos versos. Como madre, sólo puedo animar a que abran el libro y compartan con sus hijos esta belleza en verso. A mi hijo Maximilian ya se lo he leido, aunque sólo tiene 21 meses, y lo pienso hacer muchas veces más.
El poema comienza así:
“El tiempo se detuvo y de repente
quise hablar con vosotros,
niños del mundo.
De este mundo en peligro de ser aniquilado.
De esta gran rosa azul
amenazada.”
Betancor dedica el libro a todos los niños que han sufrido y sufren una guerra y a sus nietos, que según escribe ella son “los hombres y mujeres del futuro” que deben de luchar “por un mundo más justo y más humano.”
El poema tiene estos versos para recordar siempre:
“Dejad que crezca el árbol,
que siga siendo
la casa de las aves,
susurrante verdor
de los caminos.
Dejad crecer la hierba,
que los campos no dejen
de ser mares de espigas
alfombras de olivos verde-gris,
tapices de rosados almendros.
Dejad crecer la hierba…!
Que el agua saltarina de los ríos
vuelva a ser lecho puro
donde vivan los peces,
líquida agua marina
entre los labios.
Dejad crecer la hierba…!
En este mundo nuestro.
planeta azul y verde,
pudiera de repente apagarse la vida.
(…)
La tierra es nuestro hogar,
y es para todos.
Los pueblos son estancias
de un único edificio
que
que debeis preservar de la ruina.
(…)
“Extended vuestras manos,
que no halla ningún muro
que entorpezca los pasos.
Alargad bien los brazos,
porque en la otra ribera
hay también otros niños
que cantan y que rien
y que lo mismo juegan.
Y más allá otro niño,
tiene una sóla rama,
o unos cuantos guijarros,
pero son tán bonitos…!
Y un globo, si lo sueltas,
puede volar tán alto…!
Pero tambiébn hay niños
que no rien ni saltan,
que por todo juguete
le ponen en las manos,
en sus pequeñas manos,
un fusil negro y frío.
Ya no hay cometas rojas.
Ya no hay balones blancos.
Ni siquiera una rama,
ni pequeños guijarros.
Sólo pequeñas balas,
sólo pequeños llantos,
y unos ojos, aún nuevos,
donde habita la muerte.
¡Que no existan fronteras
que puedan separaros…!
Que la palabra patria
tenga el mismo sonido
en los diversos labios.
Y signifique tierra, estrella,
camino para todos.
Hubo ya tantas guerras
en este mundo nuestro…
Por cosas tan pequeñas
han muerto tantos hombres…!
Y también tantos niños…!
(…)
Si la Tierra es de todos,
que sean los mejores,
los más buenos y sabios,
los que dicten las leyes.”
Pino Betancor nacío en Madrid, hija de padres canarios. Estudió canto y baile y desde muy joven empezó a escribir prosa y poesía. Al contraer matrimonio con el poeta José María Millares Sall se estableció en Las Palmas de Gran Canaria, donde colaboró con periódicos y revistas locales. Su creación poética está compuesta entre otras obras por las siguientes: “Manantial de silencio”, “Los cantos diversos”, “Las moradas terrestres”, o “Las oscuras violetas”.
© 2009 Araceli Cobos