UN CAIMÁN PARA TODA LA VIDA. FRANCOIS ZABALETA

«Tener como amigo a un cocodrilo es una maravillosa forma de aprender a vivir.»

Elodie tiene una madre especial, pero la chiquilla no lo sabe. El mejor amigo de mamá, cuando era niña, se llamaba Samuel «y quizá haya muerto hace ya mucho tiempo». Samuel no es un niño que la mamá de Elodie conoció en un colegio y con el que jugaba al balón prisionero en los recreos, no, no es así. «Pertenecía a la especia animal, aunque no era uno de esos animales domésticos a quienes se les pone ropa de niño y se les enseña a dar volteretas ridículas para divertir a los amigos. Samuel era un cocodrilo o, pare ser más exactos, un aligator.»

Aquí no acaban las particularidades de esta singular mamá, llamada Penélope. «Venimos al mundo con un rasgo particular que nos distingue de los demás y que, a lo largo de nuestra vida, se convierte en la marca para identificarnos. Mi rasgo particular es haber nacido con el pelo de un azul muy oscuro, de un azul ultramar.» Lejos de generar en los demás niños curiosidad, esta particularidad, la mamá de Elodie tuvo que soportar desconfianza y burla por parte de los niños. «Lo cierto es que no tenía ni un amigo en el colegio. (…) Yo no sufría por ello, pero me aburría mucho. Como no tenía ningún amigo con quien hablar, nunca sabía que hacer en los recreos.»

Pero, sin duda, la mejor característica de Penélope era que, desde niña, había sido muy independiente, hacía sólo lo que se le antojaba y sobe todo, «no quería deberle nada a nadie». Era fuerte y orgullosa a pesar de los desprecios.» (…) yo no tenía nada de víctima. A fuerza de que me llamaran «la extraterrestre» decidí serlo y prescindir, de una vez por todas, de la compañía de los niños y niñas de mi edad, aprendiendo a cuidarme sola, apartada de todos.»

Penélope tiene un tío que es aventurero, su tío Arturo y un día le hace un regalo muy singular. «Te he traído de Florida algo muy especial que no se puede envolver con papel de regalo.» Era una cría de caimán y venía dentro de un acuario. El tío Arturo lo tenía, por supuesto, todo bajo control, y dejó las instrucciones claras. El animal comía carne roja, de vez en cuando habría que llevarle al río que Penélope tenía al lado de casa y cuando el cocodrilo creciera podrían entregarlo al zoo. «En seguida te vas a dar cuenta de que, en contra de lo que piensas, un cocodrilo es un animal tan cariñoso como un perro o un gato.» Y añadió: «No vas a tener que ocuparte de domesticarlo. Porqué ya está domesticado. Más bien eres tú, bueno, todos vosotros, quiénes tenéis que dejaros domesticar por él». Se refería a su sobrina y por su puesto a su cuñado y su hermana, la mamá de Penélope que estaba algo contrariada con el regalo que Arturo le había traído a su hija.

Al instante de mirarlo, Penélope se hizo amigo del animal.  «En la amistad los flechazos también existen.» «Un animal no es un regalo como otro cualquiera. Ni siquiera se puede considerar un regalo. Los animales son como los seres humanos. Son libres, no pertenecen más que a ellos mismos. Lo mejor sería que consideraras que este cocodrilo es un niño que te han dejado para que lo cuides y que, cuando sea mayor, lo tienes que devolver a su verdadera familia.»

Arturo además le explica que a los padres del cocodrilo los mataron unos cazadores furtivos y que sus primos se habían encargado de ponerle el nombre de Samuel.

Su padre le deja claro que hagan lo que hagan el cocodrilo nunca podrá ser domesticado y le pide a la niña que no le tome demasiado afecto. Pero eso era imposible, Samuel ya se había convertido en su mejor amigo «(…) había encontrado alguien que me escuchaba, a quien podía contar todos mis secretos.»

Un día, ocurre algo sorprendente. Samuel comienza a hablar con la niña. Ésta le pregunta si no echa en falta a su familia y Samuel le contesta que no, que los animales saben, desde bien temprano, que tienen que aprender a vivir sin sus padres y arreglárselas solos lo antes posible. » (…) no nos entristece dejar a nuestras familias. Estamos impacientes por hacerlo y desmostrar que valemos tanto como ellos. Tenemos nuestro orgullo. Por eso no nos gusta depender de nuestros padres.»  A partir de este momento, comenzará la gran amistad entre Penélope y Samuel y también sus aventuras: una fiesta de esqueletos en una alcantarilla a ritmo de jazz será la primera y allí la niña conocerá a Jeremías, un chiquillo, ahora esqueleto, que murió a sus misma edad hacía muchísimos años a causa del frío y el hambre en el reinado, de Luis XIV, en Francia. Si Penélope tiene un amigo caimán, también puede tener un amigo esqueleto de unos 200 años, ¿por qué no?

Pasan los días y la maestra de Penélope quiere que traiga su mascota a clase para que los niños la vean. Desde ese momento sus compañeros comienzan a tener más trato con la niña. El animal ha sido capaz de conseguir lo que hasta ahora parecía imposible, que la niña se relacionara con sus compañeros, hasta con Bernardo, justo con el que peor se lleva. Penélope les cuenta todo sobre su querido animal. «Ya no se reían de mi pelo azul. A partir de entonces vieron en mí a alguien que les podía enseñar algo.»

Llega la hora de transportar al caimán hasta el Zoo y así lo hacen. Pero en una de las visitas a Samuel, Penélope idea un plan, no le parece ético ni normal que su amigo tenga que vivir encerrado allí.

Pero volvamos a la pequeña Elodie. Ahora está con su mamá Penélope que se ha convertido en una mujer. Creció, como el caimán. Elodie también crecerá, pero ahora es una niña, y a su madre, por un momento, le ha parecido que mientras paseaban por el zoo, la niña, que se ha parado a contemplar una pequeña jirafa, se ha puesto a conversar con ella. «Si hubiera jurado que la jirafita le contestaba. Me causó una extraña impresión, pero no le pregunté nada. Cuando salimos del zoo, Elodie estaba radiante de felicidad. Nos miramos y nos echamos a reír, así, sin motivo.»

Francois Zabaleta (Niort, Francia, 1960) es un escritor, fotógrafo y cineasta francés. Originario de una familia vasco española, el autor escribió este libro para niños que aquí les presento y les invito a compartir con sus hijos: Un caimán para toda la vida. No esperen una historia edulcorada, ni siquiera muy correcta en algunos aspectos para los cánones de educación que ahora imperan. Esta historia infantil tiene casi 25 años ya y antes se podía escribir de otra manera, supongo, pero les aseguro que los mensajes que transmite son esenciales como por ejemplo, el respeto a los animales.

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