PORQUE ALBERTI AMABA EL MAR
Porque Alberti amaba el mar escribió este bellísimo poema titulado “Si mi voz muriera en tierra”:
“Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!»
Los versos, recogidos en el poemario “Marinero en tierra” de 1925, y por el cual el escritor andaluz recibió el Premio Nacional de Literatura, es sobradamente conocido y, a pesar de todo, aunque lo hemos leído y escuchado tantas veces, no puede uno cansarse de leerlo. Es simplemente, perfecto. Esa perfección en obras que dejó la inteligente y cercana Generación del 27.
El poema arranca con una “soleá” y eso, ha servido a genios del cante flamenco como Enrique Morente (Granada, 1942, Madrid 2010), recientemente fallecido, a llevarlo a los tablaos. Y así, si cabe, hacerlo más popular, hacerlo más hermoso. Todo sonaba a bueno, a hermoso, a grande en la voz de Morente. Yo, que tuve la suerte de entrevistarle en una ocasión, sólo puedo decir que era, además de un cantaor inigualable, una persona inteligentísima, amable, simpática, cercana, buena. Tenía una conversación inteligente, me atendió con muchísima amabilidad, nos reímos con algunas anécdotas. Su mirada era simpática, sus manos cercanas, sus gestos, de buena gente.
Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902, 1999), tras la Guerra Civil Española se exilió debido a su militancia en el Partido Comunista de España. A su vuelta, tras el fin de la dictadura franquista, fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz en 1985.
En “Marinero en tierra” quiere expresar su nostalgia y pena por no poder disfrutar del mar de su tierra natal, ya que en aquel tiempo no estaba en Cádiz.
La voz de Morente no ha muerto. Ha dejado al mundo un legado infinito de buen hacer. Alguien se equivocó, alguien se equivocó, como la paloma de Alberti, al llevarse al maestro tan pronto. Sigue la saga con la bellísima y gran artista Estrella Morente. Todo continúa. Las olas que se van, son las que vuelven, y se van y otra vez vuelven.
© 2010 Araceli Cobos