MUQU PATAPI. GLORIA CÁCERES VARGAS

«Un día mi padre llegó a casa acompañado de una hermosa ternera Holstein que había comprado de la familia Cárdenas, en la quebrada de Vílcar. Bastante dinero había pagado por ella, pero no le importaba, ya que así mejoraría su producción lechera. Mi padre no sabía que esta belleza estaba preñada, al parecer tampoco sus antiguos dueños lo sabían porque de ser así seguramente que le hubiesen cobrado mucho más. Después de algunos meses esta ternerita de color blanco con pintas negras se convirtió en una hermosa vaca que parió el día de todos los santos».

Una familia, una nueva vaca, una pequeña ternerita bautizada con el nombre de Santusa, la niñez, el amor, la vida cotidiana… Todo esto y mucho más cabe en el cuento titulado «Santusa la bella» recogido en el libro «Muqu Patapi», de la escritora peruana Gloria Cáceres Vargas(Ayacucho, Perú, 1947)

Como apunta en la contracubierta Fredy Amílcar Roncalla Fernández, esta obra contiene seis relatos breves que se apoyan en lo cotidiano «para explorar su relación con los animales». Unos perritos, una vaca, una yunta de toros feministas,… Personajes todos ellos entrañables de un mundo que permanece en la memoria de la autora con la misma precisión y la misma calidez de cuando era niña. Esta preciosa obra de la narrativa quechua, editada en edición bilingüe, no solo muestra la memoria de lo cotidiano sino también, como explica Roncalla Fernández, «cierto realismo simbólico».

La autora de este precioso volumen, Gloria Cáceres Vargas, es poeta, narradora y traductora. Fue decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Enrique Guzmán y Valle. Impartió las cátedras de quechua y español en diferentes universidades de Perú y de Francia. Ha participado en congresos nacionales e internacionales sobre literatura quechua y en recitales poéticos.

En 1999, Cáceres Vargas fue invitada al INALCO en París para trabajar como profesora de lengua quechua. Ejerció este trabajo hasta 2005. Además, fue docente de español y de civilización latinoamericana en la Universidad Sorbona Nueva- París 3. En 2008 vuelve a Perú para trabajar como especialista del quechua ayacuchano en la Dirección de Educación Intercultural y Bilingüe del Ministerio de Educación de Perú.

«La joven madre se levantó con dificultad y mi padre las juntó. Santusa intentaba encontrar las tetas de su madre y ésta a lamerla lentamente la espalda. Por primera vez vi la dimensión y lo áspera que era la lengua de una vaca y también por primera vez comprobé la ternura con la que esta madre miraba a su cría. (…) Un amor terrenal diferente, pero a la vez, el mismo que se profesan los humanos».

La joven vaca muere mientras su cría corretea y brinca. «Fueron momentos de sentimientos encontrados, de la alegría de ver a una recién nacida, pasamos a la tristeza de perder a un ser querido para toda la familia. Estuvimos de duelo y como niñas que éramos, queríamos darle una sepultura cristiana a la mamá de Santusa, como se hacía con los humanos, pero nos hicieron entender que no era posible».

A Santusa la cría una madre sustituta y después los biberones que le proporciona la familia. «Nuestra bella recién llegada Santusa creció mucho más rápido que las demás de su edad y tenía la misma prestancia y elegancia de su madre, hasta que llegó a la edad adulta. Integrada ya a la tropa del ganado de mi padre, llamaba siempre la atención de nuestros vecinos por su porte y tamaño. Y papá se hizo mucho más conocido por Santusa en los alrededores de mi pueblo».

Santusa creció y le tocó, entonces, ser madre. «Tuvo un hermoso becerrito de color rojo, del mismo porte que su madre. Sus orejitas eran muy pequeñitas y en la frente tenía una mancha blanca con la forma de corazón que, a primera vista, parecía una bandera peruana por la combinación de colores. De modo que se ganó el nombre de Peruanito». Santusa no tuvo un parto complicado pero se niega a amamantar a su cría. La familia tuvo que intervenir hasta que lograron que amamantara al becerro.

«Recuerdo que después fue una madre modelo, la más bella del pueblo y de la región. Tenia harta leche que llenaba baldes y baldes y de muy buena calidad. Y los quesos que mis padres preparaban eran muy apreciados. Santusa fue nuestra reina y casi la de todo el pueblo. ¡Quién no bebió de su leche! Y todos quienes la probaron decían que tenía un gusto muy especial: único».

La sencillez del argumento de este cuento nos hace reflexionar sobre las posibles pretensiones de la literatura. Aquí no hay deseo de sobresalir, de destacar. Lo que se presenta es la vida misma. La comunión de los animales con las personas más allá del beneficio que nos aportan, los lazos de amor que se crean con un animal que forma parte de la familia porque, además, sustenta a esta, son los temas de los que trata el cuento. También, el duelo ante la muerte como si de un miembro más se tratase, la alegría por el nacimiento de una cría. Y, por si esto fuera poco, se destaca la grandeza de Santusa, de su madre, de su becerrillo, de su estupenda y abundante leche, de los ricos quesos que se elaboran gracias a su leche, del amor que le profesan no solo la familia sino toda una comunidad. ¿Hay algo más bello y más verdadero?

 

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