Archivos de la categoría: LO MÁS VISTO

02Jun/12

LOLITA. VLADIMIR NABOKOV

«Humbert Humbert hacía todo lo posible por ser bueno. Lo hacía sincera y honradamente. Tenía el más profundo respeto por los niños, por su pureza y vulnerabilidad, y por ninguna circunstancia habría corrompido la inocencia de una criatura de haber el menor riesgo de ser descubierto. Pero como latía su corazón cuando vislumbraba en medio del inocente rebaño a una niña demoníaca «enfant charmante et fourbe», de ojos oscuros y labios brillantes, que podía acarrearle diez años de cárcel sólo por mirarla con descaro. Así transcurría su vida. Humbert era perfectamente capaz de tener relaciones sexuales con Eva, pero suspiraba por Lilith.»
La novela «Lolita» de Vladimir Nabokov (San Petersburgo 1899, Montreux, Suiza 1977) puede describirse de muchas maneras, una novela de amor, una novela erótica, una novela sobre el incesto,… pero ¿qué más da? Mario Vargas Llosa dice de ella lo siguiente: «Entre las más sutiles y complejas creaciones literarias de nuestro tiempo. Lo cual no significa, por cierto, que no sea un libro provocador». Yo la describiré como una novela de amor, que se puede o no entender, pero ante todo es una novela de amor. Humbert Humbert, un profesor de cuarenta años, está obsesionado o apasionado por las nínfulas. Para apaciguar esa obsesión se casa, pero su mujer pronto le deja por otro. Entonces, el profesor recibe una herencia y decide marchar a Estados Unidos. Aquí conocerá a Lolita. El destino le lleva a casa de la señora Haze, donde alquilará una habitación. Esta tiene una hija de doce años llamada Dolores.
Este párrafo trata de cuando la ve por primera vez:
«Jueves. Día muy cálido. Desde un punto ventajoso (ventana del cuarto de baño) vi a Dolores recogiendo la ropa tendida en medio de la luz verde manzana, detrás de la casa. Salí. Ella llevaba una camisa a cuadros, tejanos, zapatillas deportivas. Cada movimiento que hacía en aquella sombra moteada de rayos de sol punzaba la cuerda más secreta y sensible de mi cuerpo abyecto. Al cabo de un rato, se sentó junto a mí en el último escalón de la escalera del porche trasero y empezó a coger guijarros de los que tenía entre los pies, guijarros, Dios mío, y después un casco de botella de leche que recordaba un labio curvado en una mueca desdeñosa, para arrojarlos contra una lata (…) ¡Maravillosa piel, oh, maravillosa!: suave y tostada, sin el menor defecto. (…) ¡Dios mío, qué paroxismo de placer me hace sentir el brillo de sus suaves patillas, que se van espesando y oscureciendo hasta convertirse en una reluciente cabellera castaña! ¡Y el movimiento del huesecillo cubierto de polvo que sobresale a un lado de su tobillo! (…) ¡Qué brillante tracería forma el vello en su antebrazo! Cuando se puso de pie para llevarse la ropa, pude admirar desde lejos los fondillos descoloridos de sus tejanos arremangados.»
Pasado el tiempo, Dolores, llamada a veces Lo, se deja llevar por la situación. Ella es una niña lista, que se sabe deseada.

«De pronto, supe que podía besar su cuello o la comisura de sus labios, con absoluta impunidad. Supe que me dejaría hacerlo, y hasta que cerraría los ojos, como enseña Hollywood. Le parecería alto tan normal como zamparse un helado de vainilla y chocolate.»

Los problemas vienen cuando la señora Haze se enamora del profesor. Humbert Humbert se casará con ella pero algo ocurre, inesperado, y el, desde ese momento será el padre de Lo. Dolores está en un campamento cuando sucede todo. Pero… hay otro problema mayor. El profesor y Dolores se gustan.

Personalmente, me encanta la teatralidad de Lolita, ese saberse irresistible y jugar con ello, esa belleza juvenil, infantil que la hace única. Su inteligencia y sus estupideces. Aquí se dirige a «su padre» de una manera perversa:

«-¡Puerco!, exclamó sin dejar de sonreírme dulcemente.
¡Criatura repugnante! Yo era una niña pura como una perla, y mira lo que has hecho de mí. Debería llamar a la policía y decirle que me has violado.¡Oh, puerco, puerco, viejo puerco!
¿Bromeaba? En sus absurdas palabras vibraba una siniestra histeria. Después, con un sonido sibilante, empezó a quejarse de dolores, dijo que no podía estar sentada, dijo que le había destrozado las entrañas. (…) En la alegre ciudad de Lepingville le compré cuatro revistas de historietas, una caja de bombones, un paquete de compresas, dos coca-colas, un juego de manicura, un despertador de viaje con esfera luminosa, un anillo con un topacio auténtico, una raqueta de tenis, (…) En el hotel pedimos habitaciones separadas, pero en mitad de la noche vino a la mía sollozando, e hicimos el amor sin prisas. Es que la pobre no tenía ningún otro sitio adonde ir, ¿comprenden?».

Así termina la primera parte de la novela. En la segunda parte comienza el periplo por los Estados Unidos de Humbert y Lo, ya amantes, que se convierte, además, para el lector, en un interesante retrato de la cultura de la carretera, de los moteles,… de lo fácil y lo barato, de la mano del profesor y su niña. Sin duda, Nabokov es uno de los más extraordinario escritores del siglo XX.
En mi opinión, la segunda parte es tan brillante como larga, quizás demasiado.
Lolita abandona la Escuela para Señoritas de Beardsley y convence a su padre para comenzar una nueva vida:
«En realidad, acariciaba la idea de escurrirme por la frontera mexicana, ya era más valiente que un año antes, y decidir allí qué hacer con mi pequeña concubina, que medía ya un metro cincuenta y pesaba cuarenta kilos. Recurrimos de nuevo a nuestras guías y mapas turísticos. Lo trazó el itinerario con cuidado infinito.»
Pero como bien escribe Nabokov en su libro: «Un cambio de ambiente es la falacia tradicional en la que confían los amores, y los pulmones condenados». Estoy totalmente de acuerdo. ¿Y ustedes?
Un día Dolores abandonará a su papá para iniciar ella una nueva vida. Años después, el profesor la encontrará emparejada y embarazada. Aún está enamorado de Lo y quiere ayudarla, pero ella le rechazará, sólo quiere dinero.
Aún así, a pesar de todo, él la ama:
«Poco importaría que sus ojos se marchitaran hasta convertirse en los de un pez miope, que sus pezones se hincharan y se agrietaran, que su pubis delicado, encantador, aterciopelado, joven, se ensuciara y desgarrara…aún así enloquecería de ternura con sólo ver tu querido rostro pálido, con sólo oír tu voz juvenil y ronca, mi Lolita.»
Y hasta aquí puedo llegar. Les invito a que abran este maravilloso libro, y no se crean que termina así, hay un final imprevisible, ya lo verán. Por amor…uno hace locuras. La vida, en ocasiones, se vive demasiado rápido.

05May/12

ORGULLO Y PREJUICIO. JANE AUSTEN

La familia Bennet vive en Longbourn, un pueblo de la campiña inglesa, situado sólo a kilómetro y medio de Meryton. La familia Bennet está compuesta por un padre, una madre y cinco chicas, pobres, modestas, pero con ambiciones, sobre todo, por parte de la madre. Jane, Elizabeth, Catherine, Lydia y Mary conforman el universo creado por la gran escritora inglesa Jane Austen (Steventon, Inglaterra 177 – Winchester, Inglaterra 1817) en su novela «Orgullo y prejuicio».
La tranquilidad de la familia se verá alterada con la aparición en el pueblo de Charles Bingley un joven rico y soltero, al que pronto todas las familias querrán para sus hijas casaderas. Es, que duda cabe, un excelente partido. Fitzwilliam Darcy, amigo de Bingley, es otro excelente partido. Mientras las familias de alrededor siguen haciendo sus planes ellos ya se han enamorado. ¿De quién? Hay que abrir este clásico de la literatura para averiguarlo. Austen es, sin duda, una precursora, de la novela moderna en Europa. Aunque, quizás, la lectura de sus libros sea un poco dura, en principio, pues hay que trasladarse, en el caso de «Orgullo y prejuicio» a modas, costumbres,…de lo más pasado de moda, es una escritora única.
Austen, aunque habló mucho de amor o quizás por eso, permaneció soltera y llevó una vida apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra. Otras obras de la autora igualmente deliciosas son: «Emma», que personalmente me encanta, «Sentido y sensibilidad», «La abadía de Northanger» o «El parque de Mansfield».
Pero centrémonos en «Orgullo y prejuicio». En realidad, la obra tiene cuatro protagonistas claves: Jane, Elizabeth, el señor Bingley y el señor Darcy, pero, es cierto, que el resto de las hermanas, los vecinos del pueblo, como los Lucas, los familiares, como el señor Collins, primo segundo del señor Bennet y pretendiente de Elizabeth, y tanto el padre como la madre de las chicas son personajes vitales en la obra. Particularmente, el señor Bennet, me fascina. Su fina ironía inglesa da el toque de humor al libro, y lo hace único.
El orgullo por parte de unos y los prejuicios por parte de otros harán que los amores en la novela no se desarrollen de una forma fluida, y de eso trata el trabajo de Austen. El amor, se podría decir, vence todos los obstáculos, pero hay que luchar, incluso, con nuestras propios prejuicios, esas ideas que tenemos en la cabeza y que nos frenan a la hora de enamorarnos o creernos dignos de que alguien nos ame. El orgullo es también peligroso viene a decir, pero hay que tragárselo si queremos conseguir nuestro objetivo.

«El orgullo se relaciona sobre todo con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, en cambio, con lo que queremos que los demás piensen de nosotros.». Esta frase la dice Mary, una de las hermanas, mientras mantiene una conversación con Elizabeth, después de un baile que ha tenido lugar y en el que han conocido a los señores ricos y pudientes.
Después de ese baile, ya nada será igual para las hermanas.

El objetivo de toda joven de entonces era casarse. El mundo giraba, casi siempre, en torno al hombre que conocerían en el futuro, por eso, el libro está cargado de reflexiones acerca del amor, la amistad, el matrimonio, las maneras de llegar a encontrarse con el ser amado, las cuestiones de si esa persona será la adecuada,… reflexiones que son válidas hoy en día.

«La felicidad en el matrimonio es cuestión de suerte. Aunque ambos cónyuges conozcan perfectamente la manera de ser del otro, o incluso aunque descubran de antemano una gran similitud, no se sigue de ahí que su felicidad esté garantizada. Con el paso del tiempo siempre llegan a distanciarse lo suficiente para que les corresponda su parte alícuota de sufrimiento; y es mejor saber lo menos posible de los defectos de la persona con la que vas a pasar la vida».

No puedo desvelar, desgraciadamente, nada más, ni siquiera pasajes del libro que me encantan, porque entonces no merecería la pena leer la obra. Y de eso se trata, de que ustedes se queden con la intriga de que pasó en estos asuntos de amor.
Les dejo aquí otras citas generales del libro para que ustedes las disfruten.

«…no hay nada peor que separarse de la familia. Todo se vuelve melancólico»

«Piensa sólo en el pasado cuando su recuerdo te procure placer.»

«Orgullo y prejuicio» se publicó por primera vez el 28 de enero de 1813 como una obra anónima, sin que figurara el nombre de su autora. «Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita esposa». Así comienza la obra, con esta frase, que ya es una de las más famosas de la literatura inglesa.

Este libro, sigue la forma de escritura de Charles Dickens. Dickens siempre presentaba a unos personajes a los que, evidentemente, les sucede una serie de cosas. Pero, además, nos describía la sociedad en la que éstos vivían, hacía un retrato de la sociedad, de lo que giraba en torno a esos personajes, creando dos niveles de lectura muy interesante. La escritora inglesa maneja este truco literario también, nos describe a la sociedad británica en el cambio de siglo de forma interesante, incluso sin mencionar los dramáticos acontecimientos históricos de la época, entre otros, la revolución francesa o el inicio de las campañas napoleónicas y, a la vez, nos sumergimos en esta historia de amor llena de orgullos y prejuicios, creando así un libro completo al que dos tipos muy diferentes de lectores pueden acudir, el que esté interesado sólo en la trama, y el que quiera aprender como era la sociedad en la Inglaterra del siglo XVIII.

25Abr/12

COMO AGUA PARA CHOCOLATE. LAURA ESQUIVEL

Voy a nadar por aguas pantanosas, soy consciente. La escritora mexicana Laura Esquivel (Ciudad de México, 1950) ha sido criticada hasta la saciedad por otros autores y críticos. Estos piensan que, de ninguna manera, Laura Esquivel representa a la corriente literaria del realismo mágico. Ella muchas veces ha dicho que su literatura se encuadraría en lo que denomina «realismo maravilloso». Además, se ha dicho que su literatura es demasiado comercial y demasiado femenina. Yo me pregunto, ¿y esto es malo? Para gustos los colores, y tantas opiniones como entendidos haya en el mundo, pero, huyendo de toda esta polémica, quiero, hoy, dedicar mi artículo a Esquivel y a su ya más que conocida obra «Como agua para chocolate». Que una novela sea muy comercial no quiere decir que no sea buena, lo mismo que una novela buena muchas veces, o la mayoría de las veces, puede que no llegue ni siquiera a comercializarse, y si se comercializa quizás nunca llegue a tener la repercusión que merece. Hasta aquí todo claro.
A mí también me parece algo inadecuado comparar referentes del realismo mágico como Gabriel García Márquez o Juan Rulfo, por citar a dos de ellos, con Laura Esquivel o Isabel Allende. Cada uno escribe como quiere o como puede, y ahí están los trabajos para que uno los conozca o los deseche después de leídos, o los adore y no pueda vivir ya más sin ellos. García Márquez es García Márquez, Esquivel es Esquivel, Allende es Allende y Rulfo es Rulfo, y bendita sea la variedad.
Me gusta «Como agua para chocolate», y me gusta esta novela porque es fresca, dinámica, llena de fantasía, de olores, de sabores, de un mundo por descubrir.
La bisabuela de la narradora es Mamá Elena. Mamá Elena tenía tres hijas: Rosaura, Tita y Gertrudis. Tita, la hermana menor y según tradición familiar, será la encargada de cuidar a su madre por lo que el matrimonio e incluso el enamoramiento le están totalmente prohibidos.
A Tita, mujer atractiva y dispuesta entre fogones, pronto le saldrá un pretendiente, Pedro Muzquiz. El amor entre ambos es claro, tan claro como que Tita no tiene ninguna oportunidad de soñar con este amor. «En la familia De la Garza se obedecía y punto», escribe Esquivel en la novela. Y así transcurre el tiempo en la casa, bajo el dominio de Mamá Elena, una especia de Bernarda Alba a la mexicana.
Pedro, desesperado, decide entonces casarse con Rosaura, la hermana mayor, para así poder, al menos, estar cerca de Tita.
Pedro y Rosaura se casan, tienen hijos y así se va tejiendo la historia de un amor oculto entre cazuelas, sabores y pasiones.
Pronto aparecerá otro hombre en la vida de Tita, el doctor John Brown. Mamá Elena sabe de los asuntos de amor y pasión de su hija pequeña con Pedro. Cansada, ésta manda a Rosaura y Pedro a vivir a Texas. Tita se irá con el doctor Brown, harta de todo y de todos, creyendo que allí le espera una nueva vida mejor, pero ¿será así? Eso lo tendrán que descubrir ustedes.
En la edición de Grijalbo Mondadori se escribe: «Las recetas de cocina que Tita elabora puntean el paso de las estaciones de su vida, siempre marcada por la presente ausencia de Pedro. Y la acompañan en su apoteosis y en su tránsito a una sabrosa, muy sabrosa eternidad». Totalmente de acuerdo pero no puedo contar más. Sólo que en esta novela se mezclan lo olores de la comida directamente con los olores del deseo sexual, de una forma elegante y sutil. Que en esta novela hay muchísimas sorpresas por descubrir, que Mamá Elena guarda más secretos que recetas y que en esta novela hay dos personajes muy entrañables, Nacha, la cocinera de la casa y Chencha, la sirvienta. Tienen ustedes que abrir esta entretenida obra a la que el único «pero» que tengo que poner es el final, una mezcla extraña, en mi opinión, de dos cuentos del escritor danés Hans Christian Andersen: «El soldadito de plomo» y «La cerillera», pero bueno, nada es perfecto.
Aquí les dejo con algunas frases del libro que me han gustado:

«…los olores tienen la característica de reproducir tiempos pasados junto con sonidos y olores nunca igualados en el presente»

«… el amor no se piensa, se siente o no se siente»

«La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y los olores de la casa materna.»

«Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que describir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.»

En 1994, le otorgaron el Premio ABBY (American Bookseller Book of the Year), galardón que por vez primera fue concedido a una escritora extranjera.

En marzo de 2009, Laura Esquivel compitió como precandidata a la Diputación Local en el Distrito XXVII de México D.F. por el PRD. Su candidatura fue apoyada por la corriente Izquierda Unida.

«Malinche», es otro de los libros más conocidos de esta autora.

06Mar/12

LA CASA TORCIDA DE AGATHA CHRISTIE

«Este libro es uno de mis favoritos. Lo pensé durante años. dándole vueltas, planteándolo y diciéndome a mí misma: «Un día, cuando tenga tiempo y quiera realmente disfrutar, ¡lo empezaré!». Con estas palabras, la escritora inglesa Agatha Christie (Torquay 1890, Wallingdorf 1976), comenzaba su libro «La casa torcida». En el prefacio que la autora escribió, nos deja claro que, para ella, escribir » The Crooked House» fue «un auténtico placer».
No figura esta novela entre mis preferidas de la autora. Cuando alguien me ha preguntado que novela podría leer de la inglesa, confieso que siempre he dicho las mismas: «El asesinato de Rogelio Ackroyd», «Muerte en el Nilo»,» Asesinato en el Orient Express», «Diez negritos», o «Cianuro Espumoso». Son algunas de mis preferidas, sin duda.
Pero quería señalar ésta en mi blog como homenaje a esta gran escritora que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar, a muchos, desde nuestra adolescencia. Christie siempre fue una autora generosa. Nos invitaba a investigar con ella, nos daba pistas, nos hacía pensar.¡ Cuántos buenos ratos hemos pasado junto a Hércules Poirot o Miss Marple!.
«La casa torcida» es un libro que guarda infinitas sorpresas, que hace dudar hasta el final. La familia Leonides se ve envuelta en una serie de asesinatos. Alguien ha acabado con la vida del viejo multimillonario griego Aristide Leonides ante el estupor de toda su familia. Todos son dignos sospechosos en la historia, y todos tantos dignos inocentes como culpables. «La casa torcida» se convierte en una ratonera para los miembros de la familia Aristides. Todos tienen miedo de permanecer en ella. Saben que el asesino está entre ellos, desayuna y duerme bajo el mismo techo.
El narrador, prometido de una de las nietas del patriarca familiar, nos va contando los hechos que el mismo vive en primera persona. El padre del narrador, se da la circunstancia, de que lleva el caso junto con el inspector Taverner.
En una de las conversaciones que mantienen el hijo y el padre, este último le intenta explicar algo, que la inglesa sabía a la perfección.

«-¿Cómo son los asesinos? Algunos de ellos, una sonrisa melancólica asomó a su rostro, han sido unos chicos extraordinariamente simpáticos.
Creo que me sobresalté ligeramente.
-Sí, sí, muy simpáticos, insistió. Tipos corrientes, como tú y como yo, o como el que acaba de salir, Roger Leonides. El asesinato es cosa de aficionados. (…) Muchas veces se tiene la impresión de que estos hombres agradables y corrientes cayeron en el asesinato casi por accidente. Se encontraban en una situación muy difícil o deseaban algo apasionadamente, dinero o una mujer, y mataron para conseguirlo. El freno que sirve para la mayoría de nosotros no actúa sobre ellos. Un niño convierte su deseo en acción sin remordimiento. Un niño se enfada con su gatito, dice «te mataré» y le golpea en la cabeza con un martillo ¡y luego se le destroza el corazón porque el gatito no vuelve a la vida! Muchos niños tratan de sacar de su cochecito a su hermanito menor para ahogarlo porque les roba la atención de los mayores o porque les molesta en sus juegos. A edad muy temprana llegan a un grado en el que saben que eso está mal»; es decir, que si lo hacen los castigarán. Más tarde, sienten que está mal. Pero sospecho que algunas personas no maduran normalmente. Saben que el asesinato es malo, pero no lo sienten. Como resultado de mi experiencia, no creo que ningún asesino se haya arrepentido realmente. Puede que ésta sea la marca de Caín. Los asesinos son seres aparte, «diferentes». El asesino es malo, pero no para ellos. Para ellos es necesario, la víctima «se lo ha buscado», era «la única solución».

La inteligentísima Agatha Christie nos desvela mucho en este párrafo. Ya se sabe, hay que estar atento al mínimo detalle, a la palabra más insignificante, al gesto más anodino, si uno quiere llegar a se alguien en este mundo del misterio. Disfrutad de la inglesa y de la gran familia griega.

29Feb/12

LA HISTORIA DE AMOR DE UN ELEFANTE MUY, MUY, MUY GRANDE Y DE UNA HORMIGA MUY, MUY, MUY PEQUEÑA

Érase una vez un elefante. Un elefante muy, muy, muy grande. Bueno, como suelen ser casi todos los elefantes. Pues bien, este elefante tan grande, llamado Roger, tenía una amiga muy, muy, muy pequeña. Tan pequeña que…, no, no era una pulga, pero tenía una amiga muy, muy, muy pequeña, como digo. No era una pulga, no, ni tampoco un piojo, era una hormiga y se llamaba Rebeca.
Hasta aquí todo normal, o quizás…, no muy normal, no, tenéis razón. Pero…, en cualquier caso, hay que decir que Roger y Rebeca eran grandísimos amigos. Y lo que al principio era una simple amistad, empezó a derivar en un gran amor.
Ya se sabe que no todos los amores son correspondidos, y esto es lo que le sucedía al pobre Roger. Roger se moría de amor por Rebeca, Roger bebía los vientos por ella, pero Rebeca no estaba enamorada de Roger.El elefante era sólo su amigo y nada más que eso, pensaba ella. Y por muchas veces que Rebeca le explicó esto a Roger, y por más veces y mil veces más que le intentó decir que le quería, que incluso le adoraba, pero que sólo quería ser su amiga, Roger nunca lo entendió e incluso se puso burro con este amor.
-Te seguiré allá donde vayas, querida Rebeca, le decía Roger sonrojado.
-No hace falta, le explicaba Rebeca sonrojada.
-Pero yo lo haré, insistía Roger.
-Pero yo no quiero que me quieras tanto, le rogaba Rebeca a Roger.
-Pero yo te adoro, puntualizaba el grandullón.
-Yo también te quiero Roger, pero como amigos, explicaba la hormiga.
-Te seguiré, vaya si te seguiré, volvía a decir Roger.
Cuando Roger se ponía pesado….podía ser muy pesado, más pesado que su propio peso. ¡Que ya es decir! Y mientras tanto, la pobre Rebeca estaba hasta la coronilla del amor que Roger le profesaba. Tan harta estaba que incluso veía como peligraba su amistad. Y eso le dolía a la hormiga, le dolía mucho. Para Rebeca tener un amigo significaba tener un tesoro, porque en realidad es así. El que tiene un amigo tiene un tesoro. ¿Nunca lo habéis oído decir a vuestros padres o a vuestros abuelos? Pues ya veréis como si les preguntáis os dicen que Rebeca tiene razón.
Rebeca intentó todo lo que estaba en sus manos para hacer entender a Roger lo que ella sentía, pero nada de nada. Nada funcionaba.
Entonces, una noche, mientras dormía, Rebeca pensó que si Roger le había jurado que la seguiría allá donde ella fuese, así iba a ser. A ver si de una vez aprendía la lección ese elefante grandullón y testarudo.
Nada más acabar de desayunar, Rebeca fue a buscar a Roger.
-¿Vienes a pasear conmigo?, le preguntó Rebeca.
-¡Claro mi amor!, respondió emocionado Roger, que no esperaba una invitación tan galante a tan tempranas horas.
-No me llames mi amor Roger, le pidió la hormiga al elefante.
-Perdona mi amor, le dijo el testarudo elefante.
Rebeca ya no quería enfadarse con Roger porque sabía que sus problemas pronto iban a terminar. Roger no tenía ni la menor idea de lo que pretendía hacer con el la inteligentísima hormiga.
Rebeca le llevó por el bosque hasta que toparon con una torre muy larga y muy estrecha hecha de piedra.
-Muy bien Roger, dijo la hormiga triunfante. Si de verdad me quieres como siempre aseguras, y afirmas una y otra vez que tú siempre me seguirás allá donde vaya es el momento de demostrarlo. ¿Ves esta torre tan alta y tan estrecha? Yo voy a meterme dentro y tú me tendrás que acompañar porque yo puedo tener mucho miedo allá dentro. Soy una hormiguita indefensa, recuérdalo.
-¡Claro mi amor!, contestó el elefante.
Roger no veía el peligro. Estaba claro que estaba fuera de sí y loco de amor. ¿Qué se puede hacer cuando alguien está tan enamorado? Nada, os lo aseguro.
Así es que, Rebeca se metió en la torre, como pez en el agua, pero el pobre Roger no lo tenía tan fácil. La trompa entró fácilmente, las orejas no tan bien, y, como era presumible, la cabeza se le atascó sin posibilidad de dar un paso más hacia adelante.
-¡Espera amor!, pidió Roger a la hormiga. Me he quedado atascado.
-Ya te lo dije pequeño grandullón, contestó Rebeca. No podemos querernos porque tú eres un gran elefante y yo una pequeña hormiga. Tú no puedes hacer las cosas que yo hago, ni ir donde yo voy, ni siquiera abrazarme porque me aplastarías. ¿Cómo quieres que me enamore de ti? ¿Ves? No puedes ni siquiera seguirme hasta dentro de la torre. ¿Cómo pretendes seguirme al fin del mundo?
El pobre Roger se quedó sin habla, después casi sin respiración y después unas lágrimas gordas y grandes surcaron su cara. Rebeca le miraba, segura de que, al fin, el elefante, había aprendido la lección.
La hormiga recorrió la torre durante todo el día, mientras el pobre Roger seguía atascado y lloriqueando.
Llegó la noche y la hormiga se fue a casa. Sabía que no podía ayudar a Roger. Ella era una simple hormiga sin fuerza. Pero sabía que Roger se las arreglaría para salir de allí.
A la mañana siguiente, Rebeca sintió un malestar muy grande cuando no vio allí a Roger. Le echaba de menos. Sabía que no había actuado bien. ¡Roger era tan bueno y tan simpático!
Fue al bosque sin pensarlo dos veces, buscó la torre y allí encontró llorando al pobre Roger. No había podido salir sólo y nadie le había ayudado porque nadie había pasado por allí durante toda la noche.
-¿Qué haces aún aquí Roger?, preguntó la hormiga asustada.
-No puedo salir, dijo Roger. Tenías razón. No puedo seguirte allá donde vayas. Soy un elefante grande y torpe y tú una hormiga rápida, pequeña y segura de si misma.
-¡Oh Roger!, lo siento, le explicó a su amigo. Yo no quiero que sufras, sólo quería que aprendieses la lección. Tú y yo nunca podremos ser una pareja. Sólo unos amigos que se quieren.
-Me ha quedado claro, contestó Roger. Siempre lo tuve claro Rebeca. Pero…estaba enamorado, compréndelo.
Por la tarde, la familia de Roger, se enteró de lo que le había pasado a éste y fueron a liberarle.
La amistad entre Roger y Rebeca, después de este incidente, nunca fue igual. Roger se sentía un poco dolido. Rebeca se sentía un poco avergonzada.
A Roger le había quedado claro que Rebeca no estaba enamorada de él y aunque, al principio lo pasó mal, con el tiempo empezó a sobreponerse y encontró un amor de verdad. Roger fue feliz , para siempre, con su nueva amiga y su nuevo amor, una hormiga muy, muy, muy pequeña que le adorada.
Para Rebeca, nada fue fácil después de lo sucedido. Algo le había quedado demasiado claro a la hormiga, que nunca nadie la querría como el bueno de Roger la quiso a ella. Y cuando Rebeca se dio cuenta de esto le dolió mucho el corazón pero ya era demasiado tarde. Y nunca, nunca nunca, la hormiga muy, muy, muy pequeña, pudo olvidar a aquel elefante, muy, muy, muy grande llamado Roger.

14Feb/12

LA TRISTEZA, LOS LIBROS, LOS RECUERDOS…Y SOBRE TODO TU SONRISA

Un largo silencio. Eso es lo que vengo dando, desde hace ya, demasiado, a todos los que siguen este blog de literatura. Por eso, lo primero que tengo que pedir son disculpas.
Un largo silencio que se justifica por la muerte de un ser querido, y cuando escribo esto, escribo poco, escribo nada. Ella no era un ser querido, era un trozo de mi vida que se ha ido, con ella, para siempre. Cuando una madre se muere, un trozo de cada uno de sus hijos se va con ella para siempre, seguro. Y uno ya no vuelve a ser el mismo, ni lo quiere ser. Porque ahora uno es otro y ese otro se ha hecho a partir de un dolor tan grande como es el que yo siento.
Mi madre perdió a su madre con la misma edad que yo la he perdido a ella, con treinta y cinco años. Mi abuela también me llegó a conocer, aunque yo sólo tenía año y medio. Mi madre ha conocido a su nieto también, a su único nieto al que adoraba y abrazaba con el cariño del que sabe, que además de estar abrazando a su nieto, abraza a la vez a su hija y abraza la continuidad de la vida.
Como yo no creo en Dios, me agarro a la vida. Y se que los seres queridos quedan para siempre en algún lugar, por ese último beso que nos dieron, ese último abrazo, esa última sonrisa. Allí les encontramos. De repente, tocas las yemas de tus dedos y sientes la finura de su piel, o sonríes y ves su sonrisa. Esa sonrisa permanente que mi madre siempre tenía dibujada en su cara, hasta el final.
Como este es un blog de literatura, recordaré sólo una cosa de ella, bueno dos. Dos enseñanzas que nos dio a lo largo de su vida. Siempre nos contagió la pasión por la vida. Para ella vivir era disfrutar, vivir era un regalo, vivir era fascinante. Era vital, idealista y buenísima persona.
La otra enseñanza que nos dio,tanto a mí como a mi hermano, seis años mayor que yo, fue que estudiásemos. Siempre. Que leyésemos, siempre. Que no dejásemos de instruirnos. Siempre nos compraba libros, siempre nos animaba a estudiar a hablar con la gente, a rodearnos de personas que nos enseñaran cosas. Ella quería escucharnos, quería sorprenderse, quería aprender de sus hijos también. Era pura energía, pura alegría, pura generosidad. «Libro cerrado no hace letrado, leyendo y preguntando el necio se hace sabio». Esta frase la repetía muchas veces mientras nos sonreía.
Yo se que me has dejado al mando del barco mamá. No se hundirá, te lo aseguro. Te has ido demasiado pronto, porque una madre, siempre se va demasiado pronto para sus hijos. Ahora, Juan recuerda sus momentos contigo, y yo recuerdo mis momentos contigo, y seguro que algunos son parecidos, pero también es seguro que muchos serán exclusivos y preciosos para cada uno de nosotros. De papá no digo nada, porque a él, tu muerte, le ha desgarrado por dentro. Te despediste de todos nosotros, como el que no se va a ir nunca. Gracias por tu último regalo, tus palabras.
Pero tú tranquila, el barco no se va a hundir. Tú no quisiste nunca la tristeza. Así te recordaban todas tus amigas, todos tus seres queridos, alegre, siempre alegre. Vamos a salir de esta. El barco ha quedado varado. Lo sacaremos. Lo reconstruiremos como podamos y seguirá el camino. Y allí, por el agua donde ahora nadas, nos verás a los cuatro, a tu marido, a tu hijo, a tu nieto y a mí, diciéndote: «Estamos aquí, contigo, siempre. Somos fuertes, como tú. Gracias por darnos todo. Tenemos que decirte una vez más, cada uno de nosotros: te quiero.»