LAS AVENTURAS DEL BARÓN MÜNCHHAUSEN. GOTFFRIED A. BÜRGER ( PARTE 1)
Tendría unos siete u ocho años cuando leí por primera vez «Las aventuras del Barón de Münchausen». Puntualizaré que fue algo parecido ya que se trataba de un libro en formato cómic que, de alguna manera, sembró en mi el grandísimo interés por este personaje literario que me ha acompañado siempre y que no ha dejado de fascinarme desde entonces y del que después he leído todo lo que ha llegado a mis manos, diferentes ediciones de sus aventuras así como los escritos, estudios… referentes a su vida, ya que el barón de Münchausen existió, pero de eso les hablaré luego.
¿Cómo no quedar fascinado con sus aventuras? El barón montado en una bala de cañón, el barón encendiendo la mecha de un fusil gracias a su nariz, el barón viajando a la Luna, al infierno con Vulcano. El barón bailando en el estómago de una ballena o el barón cabalgando sobre un caballo cortado por la mitad, al que al beber agua se le salía por la parte de atrás al mismo tiempo. El barón matando a un oso para cubrirse con su piel y así pasar desapercibido entre otros osos, el barón sacándose a si mismo de una ciénaga tirándose de sus propia coleta o llegando a un pueblo completamente enterrado por la nieve de tal manera que un día después, cuando la nieve se derritió, y el pueblo se le mostró al noble en todo su esplendor, se da cuenta de que ha atado su caballo a la aguja más alta del campanario y que por esa razón él mismo se halla colgado allí.
Sólo ahora, muchos años más tarde, y cómo digo después de leer mucho sobre él y sobre el libro que relata sus empresas y hazañas, entiendo esta fascinación que, lejos de alejarse, cada vez me acompaña con más intensidad. Este hombre capaz de las aventuras más extravagantes y extraordinarias representa el máximo exponente de la rebeldía y por eso me gusta. Y por eso adoro a nuestro Quijote por tierras castellanas. Pero el barón alemán representa otro tipo de locura, con la que un niño se puede identificar más o más rápidamente, de ahí el éxito que el libro ha tenido en todo tipo de público, claro está, en sus ediciones más modernas. Y por que llegó a mi antes el barón que el Quijote, y además por ese toque infantil del que les hablaba, me siento en la dulce obligación sentimental de dedicarle este post hoy. Me voy a basar para ello en la edición del escritor y traductor Gottfried A. Bürger (Mulmerswende 1747, Gotinga 1794), de 1786 y cuyo título original es: «Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande, Feldzuege und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchausen » (Los maravillosos viajes por mar y tierra, campañas y aventuras del barón de Münchausen),así como en el prólogo que el dramaturgo Théophile Gautier (1811-1872) escribió en 1853 para la edición francesa de la obra, y que es una auténtica maravilla por todo el contenido excepcional que incluye en vistas a entender los orígenes y posterior evolución de una obra llena de sorpresas. Gracias al prólogo de Gautier sabemos más y mejor de dónde arranca esa locura «actual» del barón que algo tiene que ver con la personalidad que Bürger quiso imprimirle en su edición, que conocemos como, se puede decir, la definitiva.
Como cuenta Gautier, el barón fue un «personaje» que existió realmente y estas narraciones, según él, debieron de basarse, aunque remotamente, en aquellas otras que el barón Karl Friedrich Hyeronimus von Münchausen relató a sus amigos y allegados en circunstancias similares a las que se describen en la obra, en tertulia o a la luz del hogar y en el calor de un buen vino. La obra se basa en las narraciones de hechos de guerra y caza y otros sucesos de las que fue testigo a lo largo des su numerosos y arriesgados viajes.
El barón nacido en Bedenwerder (Hannover) el 11 de mayo de 1720 mandó como coronel un regimiento de húsares rojos durante la guerra de Rusia contra Turquía (1740-41) y sirvió a las órdenes del conde Burkhard Christoph von Münnich, mariscal de campo del zar Iván. Al terminar la campaña y tras algunos viajes y un matrimonio poco afortunado, el barón de Münchausen acabó por establecerse de nuevo en Hannover, donde moriría el 22 de febrero de 1797. El noble no escribió sus propias historias e incluso al conocer que éstas andaban escribiéndose puso punto y final a sus habituales tertulias. Sus historias se estaban convirtiendo en una forma de burla del vulgo hacia la nobleza y esto le disgustaba enormemente. Ya para entonces, como se apunta en otros estudios, se había convertido en mentiroso oficial. Pero lo cierto es que no fue mucho más exagerado en contar sus «batallas» que otros militares de su carrera.
La psicología ha catalogado al «Síndrome de Münchausen» como la alteración psicológica en la que el paciente finge los síntomas de diversas enfermedades, o incluso se las provoca tomado medicamentos o lesionándose el mismo, para recibir así la atención y simpatía de los demás.
Y para que se hagan una idea de la trascendencia de la obra, les diré que en el siglo XIX la historia había sufrido ampliaciones y transformaciones a manos de muchos escritores conocidos y se había traducido a muchos idiomas, hasta llegar a contar con unas 100 ediciones diferentes.
En 1785 se publicó, de forma anónima, en Oxford, algunas de estas historias del barón, historias populares, recogidas en un libro bajo el título: Barón Münchhausen s narrativa of his maravellous Travels and Campins in Russia (Historia de los maravillosos viajes y campañas de Rusia del barón de Münchausen).
Más tarde se supo, según Gautier, que el autor de esta edición será un tal Rudolf Erich Raspe (Hannover 1737, Irlanda 1794), un anticuario alemán de vida «un tanto escabrosa y chalanesca».
En 1781, cuatro años después de esta edición inglesa, un tal August Mylius había publicado en Alemania un Vade Mecum für lustigue Leute, que ya incluía historias atribuídas al barón, aunque precavidamente ya que el verdadero barón seguía vivo y andaba cerca.
El mérito de Raspe consistió, como se apunta en el prólogo de 1853, en traducir al inglés estas historias, añadir algún refrito de otras fuentes y adaptarlas al paladar sajón (a ello se debe, cuenta Gautier, la simpatía que el barón demuestra hacia los británicos durante el episodio de la defensa de Gibraltar).
El resultado nos presenta a un barón fanfarrón, borrachín,… que se entretenía tomando el pelo al prójimo a base de andar de bufonada en bufonada, esto es, las andanzas de un rufián de noble cuna.
Un años después de la primera edición de Raspe, Münchhausen vuelve a Alemania y lo traduce Gottfried August Bürger que utilizó la quinta edición inglesa. Añade nuevas historias y también se apunta en otros estudios, no lo dice Gautier,que introduce elementos del folclore popular alemán. Lo que si dice el francés es que esas historias nuevas que se introducen son, sin duda, las mejores, el viaje de ida y vuelta a lomos de un par de balas de cañón o su salvación tirándose de la coleta. Y también destaca en el prólogo que reescribió el conjunto con un estilo lleno de gracia y vitalidad. El barón tiene un nuevo carácter. Crea un nuevo género entre satírico y fantástico. Una delicia para el lector. Como consecuencia de todo esto apareció, como ya apunté al comienzo, su » Wunderbare Reisen zu Wasser und zu Lande, Feldzuege und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchausen».
Bürger no sólo fue un excelente traductor, sino también uno de los grandes nombres de la lírica alemana y quizás el más genuino representante de aquel movimiento que dio en llamarse «Sturm und Drang» (Tormenta e ímpetu), del que les hablaré en la segunda parte de este post, pero del que ya les adelanto que el barón se empapó llevado par la mano de Bürger. Y que este movimiento tiene mucho que ver en que conozcamos al barón que conocemos y no a otro. El barón no será ajeno al espíritu de este movimiento, en principio, literario alemán. Un movimiento que abarcó los años 1767-1785 y que como se apunta en el prólogo, había comenzado tiempo atrás. En él se les concedió a los artistas la libertad de expresión a la subjetividad individual, y en particular, a los extremos de la emoción en contraposición a las limitaciones impuestas por el racionalismo de la ilustración. Se opone a la ilustración alemana o Aufklärung y se hizo precursor del Romanticismo. El nombre de este movimiento surge de la pieza teatral homónima del mismo nombre escrita por Friedrich Maximilian Klinger en 1776. Algunos escritores que encabezaron este movimiento son Hamann, Herder o el gran Goethe.
Fue una corriente profundamente irracionalista y emotiva dedicada a buscar signos en la naturaleza y a unificar ésta con la historia y con la cultura, aferrándose a las raíces populares germánicas frente a un racionalismo ilustrado eminentemente francés. Será este empuje irracional, como se recoge en el magnífico prólogo de la edición francesa, el que sustituirá el imperativo categórico por la categoría del imperio, el ingenio por el genio, la mesura por el caos originario, la moral por la pasión y el formalismo ilustrado por la pura libertad creadora. La vida, puesta ahora en el lugar de la razón, como vida suprema, rechaza las reglas que, aún siendo legítimas racionalmente, fijan un límite al libre desarrollo del individuo.
Y en esa atmósfera traslada Bürger al barón, y el barón es ese ser que puede representar todo lo que ellos anhelan, un personaje que representa lo que ellos no pueden ser, pero que, por eso, crean al ser, al loco, al aventurero. Así sólo el personaje será juzgado, no el escritor.
Y ese barón es el que adoramos todos aquellos lectores que amamos sus historias, sus aventuras y sus locuras.