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23Mar/15

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS. CESARE PAVESE

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«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche,
insomne,
sorda como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto.
Tus ojos serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola
te inclinas ante el espejo.
(…)
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo asomar
un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.»

Este poema, que casi vibra, que casi duele, lo escribió el gran poeta Cesare Pavese ( Santo Stefano Belbo, Cuneo, Italia, 1908, Turín 1950). Un gran autor, uno de los más importantes del siglo pasado, sin duda.
Una vida corta tuvo Pavese que, sin embargo, vivió intensamente. Sus escritos antifascistas lo llevaron directamente a la cárcel en 1935 y se dice que es allí donde comienza a dar forma a sus primeros trabajos como escritor.
Pavese fue un hombre en busca de una identidad, de su identidad. Era un ser bastante atormentado, sumido en su soledad que necesitaba para crear pero que a la vez le alejaba de la realidad que el hubiese necesitado palpar, y no sólo la de su alrededor,que con esa ya estaba comprometido, sino la de si mismo. Se sentía fracasado.
La muerte de su padre, cuando él era tan solo un niño, y el casamiento inesperado de la mujer que ama con otro, repercutieron en su obra y en su vida de forma definitiva.
Hay que destacar su labor como traductor que fue brillante y que siempre estuvo muy interesado por la literatura norteamericana. Tanto es así que su tesis versa sobre Walt Whitman.
Tuvo una relación con la actriz norteamericana Constance Dowling, pero sufrió un desengaño amoroso con ella, Estos versos, se sabe, fueron dedicados a ella antes de que el escritor italiano se suicidara.
Por todo esto y por mucho más, les invito a que abran la obra de Pavese. Le conoceremos mucho mejor y nos hará revolvernos en nuestra propia identidad, la que creemos tener muy asentada.
No puedo acabar este post sin recomendar una versión en euskera de este bello poema cantado por Paco Ibáñez. Se titula «Heriotzaren begiak». La canción vibra y duele. No hace falta entender lo que Ibáñez canta, es pura delicia sólo escucharle.

26Feb/15

LA EXCLUSIVA DEL ASESINO. SALVADOR ROBLES

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Empezaré este post diciendo que «La exclusiva del asesino», última novela de Salvador Robles (Águilas, Murcia 1956) , es, hasta ahora, su mejor obra. Es un trabajo de valientes, porque Robles se ha tirado al vacío y da un giro total al estribillo de sus, hasta ahora, letras literarias. Abandona los personajes de siempre, para adentrarnos en una historia que no podrán parar de leer.
Como díría Jorge Luis Borges de su amigo Adolfo Bioy Casares a propósito de su novela «La invención de Morel» que luego prologaría»: «He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta».
En mi opinión esta novela es perfecta dentro del género que representa, el policíaco. Pero no crean que Robles no se trabaja a los personajes. Esto sería imposible en el. Todos ellos respiran investigación psicológica robleriana por los cuatro costados, lo que la hace aún más interesante si cabe.
Desde luego, esta me parece su mejor novela hasta ahora. Después de mis dos debilidades que son: «Contra el cielo» y «El último día el primero», que, por pura casualidad son de los más recientes.
Y aunque Robles ya es de los grandes, esto sólo significa que va creciendo en cada trabajo.
El libro publicado por M.A.R editores, resume la trama así:
«… nos encontramos con un asesinato que exigirá una investigación; con un periodista al que todo señala como culpable y a un compañero de periódico que escribe en la sección de Sucesos y que parece saber más sobre los hechos que la policía. La novela gira en torno a las exclusivas de un periodista, las pesquisas de la policía y la presunción de culpa, por una lado; y a la belleza y sensualidad provocadora de la modelo y de su hermana actriz, por otro. Belleza provocadora si quien mira es un asesino»
Suficientes ingredientes para que abran esta novela que les va a encantar desde el comienzo.
En la cubierta se explica que Salvador Robles «ha cimentado su obra literaria en historias que se asientan sobres sentimientos, profundas verdades, hallazgos y enseñanzas de la vida que llevan a la reflexión, a la emoción y a la importancia de los valores. «Lo que se nombra adquiere vida. Así nacen los infundios»; es una de la ideas centrales de la obra. A lo largo del libro se despliega una constante reflexión sobre la belleza y la fama, las puertas que éstas se abren y los peligros que encierran. Al acabar esta novela, el lector se cuidará mucho de considerar a nadie culpable sólo porque lo haya leído en un periódico o visto en la televisión.»
El libro se presenta el próximo lunes día 2 en Bilbao, en Elkar (Licenciado Poza, 14) a las 18.30. Salvador Robles estará con Joseba Iraola, escritor y colaborador de la Cadena SER, e Izaskun Suberbiola, periodista y ex presentadora de TV.
Pero como yo soy una afortunada y tengo el libro en mi poder desde hace tiempo les haré un pequeño regalo. Les presento los dos primeros capítulos para dejarles con las ganas de más y mucho más. Es muy fácil desearlo, tanto como para un periodista conseguir una exclusiva. Disfrútenlo.

1
Muerte de una modelo

El cadáver de Patricia Serra Huertas, la modelo más famosa del país, llamada a convertirse en una de las estrellas internacionales más rutilantes del universo de la moda, fue hallado por Carmelo Ábalos, el entrenador de fútbol sala del equipo de Metrópoli, a media mañana de un frío día de noviembre, en el asiento delantero del coche “Golf GTI” que se encontraba estacionado en batería en el aparcamiento del Pabellón Deportivo Multiusos. Con la cabeza apoyada en el volante y el largo flequillo cubriéndole parcialmente las facciones, como si la mujer estuviese sumida en un profundo sueño, acaso el efecto inevitable de una agitada noche de sexo, drogas y alcohol, el entrenador no habría advertido el verdadero estado de la automovilista si, en una torpe maniobra, su “Ford Focus” no hubiese golpeado el parachoques delantero del vehículo en el que aparentemente dormía la supuesta noctámbula.
En los días sucesivos, la misteriosa muerte de la modelo, una mujer cuya espectacular belleza la había elevado a la cúspide del deseo entre sus compatriotas, a tenor de las encuestas publicadas por los periódicos que otrora se denominaban serios, además de incrementar en miles de ejemplares la tirada de los diarios, triplicó la audiencia media de los programas de cotilleo televisivos nacionales (y algunos internacionales), los cuales, durante los siguientes días, todos a una, echaron el resto, exclusivas incluidas, para informar (y desinformar) con todo lujo de detalles del truculento crimen y de sus rocambolescas derivaciones.

2
Otros días vendrán

A las diez de la noche del miércoles, 28 de noviembre, el sonido del teléfono móvil, “El tema de Lara”, de la banda sonora de la película “Doctor Zhivago”, la música que más a tono creativo le ponía, sobresaltó a Daniel Velasco Pastor, quien en esos momentos se hallaba en su domicilio, un apartamento de cuarenta y tantos metros cuadrados sito en el barrio de Los Monaguillos, en las afueras de Metrópoli, frente a la pantalla del ordenador, devanándose los sesos para atinar con la frase final que, conforme a su peculiar estilo narrativo, desenfadado y no exento de lirismo, redondeara las treinta líneas de la crítica de cine que, de lunes a sábado, bajo el seudónimo de Dan Lasco, publicaba en las páginas culturales del diario La Primicia Metropolitana. Norberto Ayuso, el director del periódico, consideraba el nombre y el apellido de Daniel Velasco demasiados comunes para suscitar el respeto del público. Las críticas cinematográficas de un periódico serio requerían estar firmadas por un comentarista cuyo nombre artístico, de resonancia internacional, fuese capaz de hacer volar la imaginación de los lectores hasta el otro lado del Atlántico, al mismísimo corazón de Hollywood: “¿Qué te parece Dan Lasco, Daniel?”, le sugirió el director. No le pareció mal. Eran apócopes que correspondían a su patronímico y a su primer apellido y, además, le conferían un toque exótico, el que acaso necesitaba para granjearse el respeto y, por lo tanto, el interés, de los innumerables lectores de las ediciones de papel y digital de La Primicia Metropolitana, uno de los tres diarios con más lectores del país y el segundo de más tirada.
Daniel apartó los ojos del ordenador y los dirigió al teléfono móvil. Contestó como un autómata, sin ni siquiera fijarse en el nombre que aparecía sobreimpresionado en la pantallita del aparato.
-Dígame.
-Buenas noches, Daniel.
-¿Con quién hablo?
-¿Es que no me reconoces?
-¡Patricia! Te oigo como si me llamases desde la Cochinchina.
-Espera, voy a cambiarme de sitio.

-¿Me oyes mejor ahora?
-Mucho mejor.
. -¿Qué haces, Daniel?
-Estoy terminando de escribir el comentario de la película que he visto hoy. Las productoras aguardan a las semanas venideras para lanzar sus grandes estrenos con vistas a la Navidad. Así que, como ya he hecho sendas críticas de las pocas películas que se estrenaron el viernes pasado, para cubrir el espacio del que dispongo, he tenido que recurrir a una cinta española que acaban de editar en formato deuvedé.
-¿Cómo se titula?
-“Otros días vendrán”.
-Un título muy sugestivo. ¿Me la recomiendas?
-Te la recomiendo.
-¿Con entusiasmo?
-Con un entusiasmo moderado, no se trata de una obra maestra.
-A tu entusiasmo, aunque sea moderado, no me resisto. Te prometo que la veré; si puedo, mañana mismo. Me apetece saber cómo serán esos días que vendrán. ¿Mejores de los que se han ido?
-Tal vez, prefiero no revelártelo para no chafarte la historia.
-Si son peores, aprovecharé la coyuntura para sumergirme en la morriña durante un par de horas… O, quién sabe, quizá sea la película la que abra un paréntesis en mi añoranza antes y después de “Otros días vendrán”.
-¿Añoranza?
-Añoranza de ti, Daniel.
-¿De mí, o de ti junto a mí?
-Vaya preguntita.
-Disculpa, Patricia.
-No te he llamado sólo para hablarte de mi añoranza, o, por lo menos, no sólo de ella.
-Me lo suponía. Adelante, te escucho.
-Preferiría decírtelo en persona.
-No sé si será una buena idea. Me temo que desembocaremos en el tema monográfico de siempre, y, la verdad, me da mucha pereza volver a discutir sobre lo mismo. La cosa podría acabar como el rosario de la aurora, y no quisiera estropear los buenos recuerdos que guardo de ti, que son abundantes y variados.
-El tema, ahora, tiene unos matices que lo hacen mucho más interesante que otras veces.
-¿Estás segura?
-Segurísima. Iba a habértelo explicado por correo electrónico, pero no me fío mucho de este medio, deja demasiadas huellas; y, además, a los pocos correos que te he remitido en las últimas semanas, sólo me has respondido con frases escuetas: “Un saludo”. “Estoy bien”. “Ya nos veremos”…
-Estoy tratando de dar forma de novela a un texto que tengo escrito desde hace tiempo, y ver películas y escribir las críticas también me llevan su tiempo.
-Terminarás esa novela a lo grande. Eres un excelente narrador, Daniel… ¿Quedamos entonces?
-De acuerdo –dijo Daniel, como si aceptara a regañadientes la invitación a una fiesta de compromiso-. ¿Te viene bien mañana, a primeras horas de la tarde, en la cafetería del Museo de Bellas Artes?
-¿Mañana? A esas horas, estaré en Londres, dándome los últimos retoques, dejándomelos dar más bien, antes de participar en el desfile de la colección primavera-verano de Vivianne Westwood. Tenemos que vernos ahora mismo, ya. No quiero irme a Londres sin decirte una cosa… importante.
– Son más de las diez de la noche, y estoy en pijama, delante del ordenador, junto al cual campea un plato con un emparedado de queso, atún y tomate: mi cena habitual.
-Lo que quiero decirte no puede esperar un par de semanas, que es el tiempo que estaré fuera de Metrópoli a partir de mañana. Te lo suplico, Daniel.
-¿Te encuentras lejos de la cafetería Arizona, la que está en la Plaza del Bolero de Raquel?
-A unos quinientos metros. Estoy en casa.
-Pues entonces nos veremos allí. Procuraré llegar cuanto antes; como mucho, tardaré media hora.
-¿Vas a traer el coche?
-Sí.
-¿Por qué no vienes aquí?
-Prefiero verte en la cafetería.
-¿Qué es lo que temes, Daniel?
-Nada, pero lo mejor es que nos veamos en otro lugar menos… menos…
-¿Comprometido?
Desde el otro lado del hilo telefónico a la modelo le llegó un resoplido.
-Parece que, más que a nada, temes a todo.
-En tu casa, hay desperdigados demasiados recuerdos. Y si hemos de hablar, mejor será hacerlo sin distracciones.
-Está bien, Daniel, nos veremos dentro de un rato en el aparcamiento al aire libre del parque de Los Atardeceres.
-¿En el parque, a estas horas? Es un sitio muy solitario, Patricia, sobre todo en una noche tan desapacible como la de hoy. Hace un frío que corta el aliento y está chispeando. No me extrañaría nada que de un momento a otro la lluvia se transformara en nieve.
-Lloviznaba hace un rato, ya no. Además, no te preocupes, Daniel, yo también iré en coche… ¿O prefieres que me acerque a tu apartamento? Ahí también atesoramos unos cuantos recuerdos, aunque sean bastantes menos que los que guardan las paredes y… y la cama de mi casa.
-Prefiero el parque.
-Muy bien, espérame en el aparcamiento de Los Atardeceres dentro de unos treinta minutos, cuarenta como máximo.
-¿Qué estás tramando, Patricia? Me resulta todo tan extraño…
-Confía en mí, Daniel. Te prometo que, después de esta noche, las cosas serán muy diferentes entre nosotros. Ya lo verás.
Y lo fueron. Trágicamente diferentes.

Aquí les dejo las siguientes presentaciones que tendrá la obra en el resto de España.
Día 12 de marzo, en la Librería Alibri (Carrer Jaume Balmes, 26), en Barcelona, a las 18.45. Acompañarán a Robles: Yoly Hornes, novelista y profesora de Escritura Creativa; y la poeta Pepa Cantarero.
Día 13 de marzo, en la Librería Burma (Calle Ave María, 18), en Madrid, a las 19,30. Es escritor contará con la presencia de la psicóloga Elena Nebreda, y el editor Miguel Ángel de Rus.
Día 14 de Marzo, en la Librería Letras (Paseo San Roque, 12), en Ávila, a las 13 horas. La novelista Noemí Valiente estará junto al autor de la obra.
Día 23 de Marzo, en Elkar (Fermín Calbentón, 21), en San Sebastián, a las 18.30. En esta ocasión Txaro Cárdenas, responsable de la revista Moon Magazine presentará el libro junto a el escritor bilbaíno.

30Ene/15

UN POEMA DEBERÍA SER. ALTAZOR. VICENTE HUIDOBRO

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«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debería ser».

Vicente Huidobro (Santiago de Chile, Chile 1893, Cartagena, Chile, 1948) fue el padre del creacionismo. El creacionismo es un movimiento poético de vanguardia del primer tercio del siglo XX, que me apasiona y les invito a abrir cualquiera de las obras de este gran autor chileno porque disfrutaran de cada uno de sus versos.
¿Que guarda este movimiento? La posibilidad que tiene el poeta de crear su propio mundo independiente del mundo en el que vive, de la realidad que le rodea. Para ello puede inventar juegos de palabras, palabras nuevas, metáforas irracionales y puede saltarse la linea narrativa, la sintáxis y hasta la puntuación.
La obra cumbre de Huidobro y emblemática del creacionismo, «Altazor» (1931) recoge todo esto y mucho más. Tan compleja como interesante, este trabajo sería el último escalón, a mi parecer, que habría que subir, para conocer al poeta.
Primero y, para comprender todo lo que es el creacionismo, sería suficiente con dejarnos seducir por dos cosas que quiero reflejar en este post: Su manifiesto titulado «Non servia» y el poema «Arte poética». Aquí están las claves de todo lo que viene después.

En el manifiesto se expresa así:

«No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo (…) Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas. (…)
Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse.»

El poeta asume el papel de «un pequeño Dios» como el mismo deja claro en su poema «Arte poética»:

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
Hacedla florecer en el poema;
sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.

Disfruten del principio y después de «Altazor». Les conquistará.

Algo de «Altazor»:

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga
por todas partes,
iluminando sus consumaciones con estremecimiento de
placer o de agonía».

«Se debe escribir en una lengua que no sea la materna».

«Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte».

«Un poema es una cosa que será».

«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debería ser».

«Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá
ser.»

15Ene/15

UNA MUJER QUE SEPA VOLAR. OLIVERIO GIRONDO

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Que difícil, pero qué difícil es elegir un par de poemas del gran Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891-1967), por falta de espacio, y que rabia da no poder ponerlos todos. Todos increíbles, todos con encanto, todos inquietantes, todos duros y tiernos, todos demasiado verdaderos, demasiado todo. Tanto todo cabe en cada verso que uno se encuentra indefenso y a la vez protegido por la verdad de la palabra, por la lealtad al pensamiento del poeta.
Admiro la obra de Girondo profundamente. Girondo es inteligente, tremendamente inteligente, y detrás de cada ironía, de cada nota de humor, hay una reflexión tan suave, tan tierna… Les invito a que abran su obra, a que la lean y la disfruten.

¡TODO ERA AMOR!

¡Todo era amor…amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla,
amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche…
lleno de prevenciones, de preventivos;
lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M
mayúscula,
chorreando de merengue,
cubierto de flores blancas…

(…)

Amor con sus accesorios, con sus
repuestos;
con sus faltas de puntualidad, de
ortografía;
con sus interrupciones cardíacas y
telefónicas.

(…)

Amor que es, simplemente amor.
Amor y amor…¡y nada más que amor!

NO SE ME IMPORTA UN PITO…

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas
de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento
afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí!- y en esto soy irreductible- no les
perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

(…)

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las
estrellas!

(…)

Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos
una mujer terrestre?

(…)

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

03Ene/15

LO QUE QUIERO AHORA. ÁNGELES CASO

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Hace tres años, la maravillosa escritora Ángeles Caso, escribió un artículo en el periódico La Vanguardia, titulado «Lo que quiero ahora».
Me ayudó mucho leer esta columna. Hacía alrededor de dos semanas que me había tenido que despedir, para siempre, de mi madre, y me vinieron a la mente muchas de sus enseñanzas que, de alguna manera, estaban recogidas aquí.
Mi madre siempre me decía que leía mucho pero que por mucho que leyese siempre habría algo que me quedaría por leer porque no hay vida que pueda abarcar la lectura de todos los libros que buscamos, egoístamente, para encontrar la belleza que buscamos, siempre nos quedarán versos, cuentos, novelas,… que nos venían a decir algo para tranquilizarnos, para hacernos la vida más bonita. Tenía razón.
Pero lo que nos vamos encontrando por el camino ya es un regalo del destino, y este artículo para mí lo fue.
Quiero compartirlo con todas aquellas personas que aún no lo hayan leído e invitarlas a que nos sirva de reflexión para los propósitos que todos nos marcamos para el año nuevo.
Muchas gracias a Ángeles Caso por sus libros, por su humildad, por su belleza e inteligencia.

Lo que quiero ahora

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

Este artículo fue galardonado con el premio Julio Camba de Periodismo.

Y desde aquí, y para terminar, quiero dar las gracias, de corazón, a todos los que siguen mi blog. Estos cinco años, que se cumplieron en noviembre, me han traído muchas alegrías. He aprendido mucho de todos. Gracias a estos encuentros a través de los comentarios que escribo he podido conocer gente realmente interesante que me han enriquecido mi vida y mis lecturas. Muchas gracias a todos y que el año que viene abramos muchas obras más y, sobre todo, que tengamos salud y acabe toda esta tristeza que se ha instalado en nuestro país por parte de unos muchos que quieren todo a costa de los demás.

22Dic/14

NOCHEBUENA. NIKOLÁI GÓGOL

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«Era la víspera de Navidad; atardecía, y al fin llegó la noche; una noche de estas de invierno, clara, espléndida. Comenzaron a salir las estrellas, y la Luna se mostró majestuosa, como si quisiese iluminar aún más que de ordinario la Tierra, dando así más brillantez a las coliadky que glorificaban a Jesucristo. Helaba más intensamente que durante el día y reinaba tal silencio que el crujido de la nieve bajo las pisadas podía irse a distancia. (…)
De pronto, de la chimenea de una de las cabañas salió una humareda que se extendió a modo de nubarrón en el firmamento, y por ella se vio subir a una bruja cabalgando en su escoba. (…)
La bruja, mientras tanto, subió a tal altura, que al poco rato sólo parecía allá arriba un punto negro. Y lo que es más particular: por donde pasaba aquel punto o manchita, se veía desaparecer una estrella, y así, fueron desapareciendo una tras otra. Ella se las iba metiendo en una manga, y cuando la tuvo llena, sólo quedaron tres o cuatro que relucían más. En esto de, improviso, apareció otro punto o marchita por el lado opuesto; fue desplegándose, creciendo, hasta que tomó forma. (…) Sólo por sus barbas de chivo, por los cuerpecitos que le apuntaban en la frente y porque todo él era más negro que un tizón, se podía deducir que no era ni alemán ni empleado, sino sencillamente el demonio en persona, a quien le quedaba la última noche para poder errar por el mundo y hacer pecar a los incautos. Al amanecer, cuando sonase el repique llamando a misa, correría a su ratonera sin mirar hacia atrás y escondiendo el rabo entre las piernas. Mientras tanto, se acercó con mucho sigilo a la Luna; y ya alargaba la mano para cogerla, cuando tuvo que retirarla rápidamente como si se hubiese quemado. Chupóse los dedos, sacudió un pie y corrió a intentar cogerla por otro lado; pero otra vez hubo de quemarse. No cejó, sin embargo, a pesar de la mala suerte que tuvo en sus intentonas y, volviendo de nuevo, la cogió de repente con ambas manos, y haciendo mohines y soplando, la pasó de una a otra, del mismo modo que hacen los mujiks con la brasa que sacan del fuego para encender la pipa. Por fin, con un gesto rápido se la metió en una bolsa que llevaba, y con toda naturalidad echó a andar.
Nadie supo en Dimanad cómo el diablo robó la Luna.»

Así comienza una de mis novelas favoritas desde que era niña y que hoy les traigo hasta aquí para que la abran y la disfruten en estos días. Llega la Nochebuena, la Navidad y esta novela titulada «Nochebuena» es la perfecta historia para leer en familia, reunidos y celebrar así la más bonito de estos días, la unión familiar en paz. Y que mejor que unirnos todos en torno a un precioso relato como este del genial Nikolái Gógol (Gubernia de Poltava (ahora Ucrania antes Imperio Ruso), 1809- Moscú, Imperio Ruso, 1852).
Esta historia que, como digo, me fascinó desde niña, tiene todos los ingredientes para hacer de ella una novela imprescindible y única, que adoro. Gógol era un experto en mezclar humor, realismo social, elementos fantásticos y tradiciones o pasajes costumbristas en sus trabajos y todo eso y mucho más está en «Nochebuena» uno de los ocho relatos que conforman la novela titulada «Veladas en un caserío de Dikanda». Los ocho relatos son una delicia pero este es mi preferido.
Toda esta mezcla hace de esta novela un relato perfecto aunque no es tan conocida como otras obras de Gógol como por ejemplo «Almas muertas», considerada como la primera novela rusa moderna, o «Taras Bulba».
Es un relato delicado y simpático cargado de fantasía. El diablo quiere hacer de las suyas el último día antes de la Navidad, mientras todas las gentes del distrito disfrutan del ambiente navideño y de sus tradiciones. ¿Por qué se la ha ocurrido robar la luna justo cuando los jóvenes más contentos están cantando de casa en casa, los viejos se reúnen en las tabernas y las mujeres preparan todo en sus casas? Por venganza. Por vengarse del joven herrero Vakula, que además es un gran pintor y que ha osado plasmar imágenes religiosas para la iglesia. Eso el demonio no lo puede consentir. Así es que ha robado la luna para que el padre de la bella Oksana, el viejo Chub, no pueda reunirse con sus colegas esa noche y así el herrero, que a su vez está enamorado de Oksana, no pueda ir a visitarla. El padre de la bella joven, piensa el diablo, sentirá pereza de abandonar su casa para irse de juerga en una noche tan oscura, Oksana no se quedará sola y así el tonto del herrero se comerá las ganas de ir a visitarla. Pero no todo le sale tan bien al demonio ni siquiera a la bruja, su gran amiga.
De todas maneras, Oksana no quiere a Vakula, ella engreída, presumida y segura de su belleza, cree que el joven no está a su altura y se pavonea delante de otros e incluso le pide lo imposible para conseguir su amor. Asegura al joven herrero que si es capaz de traerle desde San Petersburgo los zapatos de la zarina se casará con él.
Es una tarea difícil, casi imposible, pero… ¿se puede llegar a pactar con el mismísimo diablo para conseguir el amor? o lo que sería aún mejor ¿se puede llegar a engañar al diablo? Tarea aún más difícil que conseguir los zapatos de la zarina. Todo eso y mucho más se cuenta en el libro. Se van a reír mucho con las historias de la bruja, una casquivana de armas tomar que deja en evidencia a varios hombres del pueblo. Pero hasta aquí puedo llegar, bueno les dejaré con un trocito del viaje a San Petersburgo pero prometo no desvelar nada más para que ustedes la disfruten con los suyos. Esta joya de la literatura les cautivará. Rica en imágenes, cargada de fantasía y humor nos hace transportarnos, una vez más, a ese especial universo literario que tanto admiro en los escritores rusos. Sencillamente inalcanzable y lleno de belleza.

«Al principio Vakula se asustó de verse elevar tan alto y de ir perdiendo de vista a la Tierra, hasta el extremo de no poder distinguir casi nada de ella. Voló con rapidez de mosca, llegando hasta la Luna que hubiese rozado con su gorro de no haberse inclinado ligeramente. Poco a poco fue desimpresionándose y cobrando ánimo, y terminó por estar de humor hasta para darle broma al demonio. Se divertía extraordinariamente oyéndole estornudar cada vez que se quitaba la crucecita de ciprés y se la acercaba al hocico para hacérsela oler. Otras veces levantaba, alardeando en la acción, la mano para rascarse la cabeza, y el diablo, creyendo que intentaba hacer la señal de la cruz, volaba con más rapidez aún. Todo era lúcido en las alturas: la atmósfera, parecida a una fina niebla plateada, era sumamente transparente. Veía todo tan claro, que pudieron distinguir a un mago que sentado sobre un puchero pasó vertiginosamente por su lado. Las estrellas, cogidas de la mano unas con otras, jugaban a la gallina ciega. Mas allá veía un enjambre de espíritus que se extendía a modo de nube. Un diablejo que bailaba cerca de la Luna, se quitó el gorro al ver pasar al herrero montado a caballo sobre el demonio. Una escoba tornaba a su destino al quedar abandonada por su dueña, la bruja que la dejó después de servirse de ella para su viaje. Mucha chusma encontraron aún. Al ver pasar al herrero, todos se paraban unos segundos para mirarle; luego seguían adelante, yendo cada cual a lo suyo.»