Y MÁS ALLÁ, EL MAR. MARJALEENA LEMBCKE

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La abuela Mummo, y la madre, los hermanos y el padre que cree en la magia de la noche de San Silvestre, y Leena. Todos piden sus deseos mientras vierten plomo fundido de la paleta al cubo de agua fría. Todos menos Mummo:

«A mi no me interesa el futuro, decía. Yo no voy a volver a casarme, no voy a tener más hijos, ni voy a conseguir más dinero, ni voy a tener más éxito. A lo sumo podría averiguar cuándo me voy a morir, ¡y eso no quiero saberlo!»

«Y más allá, el mar» novela de la escritora finlandesa Marjaleena Lembcke (Kokkola, 1945) es una obra tan delicada, tan sencilla y a la vez tan apasionante que, aunque, en principio esté escrita para jóvenes, yo, y como ya va siendo habitual, la recomiendo a cualquier adulto que desee leer algo diferente.
Está editada por El Barco de Vapor dentro de la serie roja.
Lembcke vive desde 1967 en Alemania y es muy conocida por sus libros para adolescentes. En 1999 fue galardonada con el Premio austriaco de Literatura Juvenil.
En esta obra Leena, la protagonista, acompaña a su padre en un viaje hacia el norte. Quieren llegar a Hammerfest.

«Yo cité a mi desconocido abuelo:
Hammerfest es el paraíso en la tierra. En verano, la ciudad adquiere un resplandor rojo, iluminada por un sol ardiente, y en invierno es blanca como el alma pura. En verano florecen los rosales delante de las casas, y el cielo está lleno de aves migratorias que buscan el mejor sitio del mundo para incubar.
Mi padre sonrió y prosiguió:
-Hammerfest está muy al Norte. No me extrañaría que más allá de Hammerfest no hubiera nada. Sólo el mar y, luego, el fin del mundo. El hombre no pasa de allí.
-El que tiene suerte, logra ir a Hammerfest una vez en su vida, añadí.
El reloj dio las doce, y empezó un nuevo año.»

Durante todo el viaje el padre guarda un secreto, Leena quiere saber qué ocurre. El viaje estará lleno de sorpresas, pero, sin duda, la muchacha no se imagina lo que le espera. Ella está enamorada de un muchacho llamado Per Erik, y esto y la poesía es lo único que le interesa en su peculiar mundo. Aunque Mummo, la conoce como a nadie. Mummo la abuela sabia. La que dice cosas tan bellas como que el pan con lágrimas sabe mejor, y cosas tan duras como que cuanto más alto se sube, más bajo se cae.

«Yo iba a cumplir los quince unas semanas más tarde y, como siempre, estaba enamorada. Había esperado que el plomo me revelara si mi amor era correspondido. Pero el chico del que entonces me había enamorado tenía dieciocho años y, con predicciones de San Silvestre o sin ellas, mis posibilidades eran muy escasas. Yo soñaba y escribía poesías sobre lo inalcanzable.
Mi madre opinaba que eso era lo mejor que podía hacer.
-Las poesías se siguen conservando cuando el sentimiento ha desaparecido hace tiempo.»

Cuando emprenden el viaje, tanto padre como hija tienen miedo:

«Mientras guardábamos silencio, preparé frases que me hubiese gustado decirle. No me gustaría que discutiéramos, quería decirle. No me gustaría decepcionarte, quería decirle. Me gustaría ser la hija que tú deseas. Me gustaría que estuvieras orgulloso de mí. Y si no puedes estar orgulloso de mí porque no tengo nada especial de lo que uno pueda estar orgulloso, me gustaría que, a pesar de todo, me quisieras. Me gustaría que te alegraras de que estoy contigo. De que estamos viajando juntos.
Pero no dije nada de eso.»

«Mi padre echó café en los vasos y dijo:
-A los dos nos da un poco de miedo este viaje. Yo no sé cómo debe comportarse uno la primera vez que viaja solo con una hija casi mayor. Dependemos el uno del otro. Cómo va a salir esto, es algo que ni yo mismo sé. Sólo puedo decirte lo que a mí me gustaría. A mí me gustaría que fueran unos días bonitos y que más tarde los recordaras con gusto. Yo tengo mis propias ideas sobre lo que es importante y bonito y sobre lo que me gustaría enseñarte. Si no quieres verlo, no lo mires. Pero trata de comprenderme. Yo amo la naturaleza, y amo especialmente la naturaleza del Norte, y me gustaría mostrártela para que también tú aprendas a amarla. Me gustaría enseñarte tantas cosas… Tengo la sensación de que corre prisa. Tú madurarás rápidamente y pronto no permitirás que yo te enseñe nada.»

Las reflexiones, tanto del padre como de la hija, son muy sabias y, desde luego, describen una realidad universal. Y nos enseñan que a la edad de quince años, una edad complicada, los adolescentes son aún muy niños quizás unos niños con mucho orgullo pero con los sentimientos a flor de piel a los que no hay que dejar de dar cariño y apoyo por muy mayores que ya se presenten ante nuestros ojos, y que un padre de un muchacho o una muchacha con quince años tiene muchos temores de cómo puede hacer todo para no equivocarse.

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