RAINER MARIA RILKE. SOLEDAD O FINAL

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Rainer Maria Rilke ( 1875, en Praga, Bohemia, República Checa, 1926, en Val-Mont, Suiza) es considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Sus obras fundamentales son las «Elegías de Duino» y «Sonetos a Orfeo». En prosa destacan las «Cartas a un joven poeta» y «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge». Así podríamos definir muy brevemente a Rilke y a la vez muy injustamente porque este poeta con una vida extraordinaria fue un escritor talentoso, rico en su obra y al que es un deleite leer.
Les recomiendo que, si saben alemán, lo lean en ésta lengua, que es la que él utilizaba, porque pueden sentir la rima y la autenticidad del poema más allá, y como casi siempre suele pasar, de su traducción.
De Rilke, como digo, se pueden destacar sus muchos trabajos, todos ellos sublimes, pero hay un aspecto, más bien dos, que me interesan muchísimo de él, todos los viajes que hizo a lo largo de su vida, incluyendo España (Toledo, Sevilla, Córdoba e incluso Ronda, donde llegó a vivir una temporada) y la mucha influencia que a lo largo de su vida tuvieron mujeres, con las que mantuvo relaciones. Mujeres inteligentes, con muchas inquietudes que giraron alrededor de su vida y que sin duda marcaron sus caminos como su amiga y protectora la condesa Marie von Thurn und Taxis, Lou Andreas-Salomé, principal confidente de Rilke hasta la muerte del poeta en 1926 y con la cual llegó a conocer el psicoanálisis, ya que esta fue alumna de Sigmund Freud, la escultora Clara Westhoff o la pintora Lou Albert-Lasard.

De «El libro de las imágenes» (1902 y 1906) me gustaría destacar dos poemas que me fascinan el primero se titula «Soledad», el segundo «Final»:

«La soledad igual es a una lluvia.
Asciende desde el mar hacia las tardes;
desde llanos remotos y lejanos
sube hasta el cielo, que la tiene siempre.
Y del cielo desciende a la ciudad.

Cae la lluvia en las ambiguas horas
en que vuelven al día las callejas
y en que los cuerpos, que no hallaron nada,
decepcionados, tristes, se separan,
y cuando los que sienten odio mutuo
deben dormir en una misma cama:

La soledad va entonces con los ríos…»

Final

«La muerte es grande.
Somos suyos,
con boca que ríe.
Cuando en el centro de la vida
nos creemos, se atreve ella a llorar
en medio de nosotros.»

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