POEMAS. MANUEL MACHADO

Tenía ya muchas ganas de incluir en el blog al gran poeta modernista, miembro de la generación del 98, Manuel Machado (Sevilla, 1874, Madrid, 1947). Hoy releyendo sus poesías me he decidido a, por fin, traerle hasta aquí e invitarles en estas largas tardes de verano, a abrir su obra y disfrutar de sus bellos versos.

He escogido dos poemas, que me gustan particularmente y que además no tienen nada que ver el uno con el otro. Mi debilidad el titulado «Castilla» porque habla de El Cid y la pasión que siento por el Cantar del Mío Cid, hace que me guste cualquier obra literaria donde esté, aunque sea, nombrado.

El primero se titula Adelfos

«Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron,

soy de la raza mora, vieja amiga del sol,

que todo lo ganaron y todo lo perdieron.

Tengo el alma de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna,

en que era muy hermoso no pensar ni querer…

Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…

De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.

(…)

Besos, ¡pero no darlos! Gloria… ¡la que me deben!

¡Que todo como un aura se venga para mí!

Que las olas me traigan y las olas me lleven

y que jamás me obliguen el camino a elegir.

(…)

De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.

No se ganan, se heredan elegancia y blasón…

Pero el lema de la casa, el mote del escudo,

es una nube vaga que eclipsa un vano sol.»

 

Castilla es el segundo.

«El cielo sol se estrella

en las duras aristas de las armas,

llega de luz los petos y espaldares

y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga…

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.

(…)

«Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,

arruinará la casa

y sembrará de sal el pobre campo

que mi padre trabaja…

Idos. El Cielo so colme de venturas…

En nuestro mal, ¡oh Cid!, no ganáis nada.»

Calla la niña y llora sin gemido…

Un sollozo infantil cruza la escuadra

de feroces guerreros,

y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

 

El ciego sol, la sed y la fatiga…

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.»

 

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