MARGUERITE DURAS. EL AMANTE

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“A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer.”

“Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada.”

Margarite Duras (Saigón 1914, París 1996), con su precioso y brutal libro “El amante”, se adentra en su propia vida, incluso sorprendiéndose a si misma. Recordando como todo iba sucediendo en su juventud mucho antes de que ella se diera cuenta. El encanto, la seducción. Aquel chino de la limusina cambiaría para siempre su vida, su existencia. Un amor diferente entre una joven bella y pobre que vive en Indochina con un rico comerciante chino de veintiséis años.
Una madre frustrada en Indochina, viendo como la concesión de Camboya no es nada, tierra muerta, tierra ahogada, un hermano al que amar, un hermano violento, y ese chino en limusina que la espera justamente a ella, con sus zapatos de lamé dorados, con su sombrero…Esta narración autobiográfica hizo que Duras fuese solicitada por todos los públicos 41 años después de haber escrito su primera novela. Dentro del libro Duras se desnuda, nos lo cuenta todo: las relaciones apasionadas, el amor y el odio que desgarraron a su familia, sus dolores y sus alegrías,…
Poco después de publicarse “El amante”, en noviembre de 1984, Duras recibió el prestigioso Premio Goncourt.

“Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, por ejemplo, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita, bonita por ejemplo para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieran que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé (…)
Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos los que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.”

La descripción del primer encuentro con el comerciante chino es muy Duras, muy directa, muy complicada y sencilla a la vez. Porque en cada palabra hay seguro un secreto guardado de Duras que uno no llegará a comprender jamás. Pero así es la obra completa de la escritora francesa un dulce enigma para leer y volver a leer e intentar descubrir en cada lectura un poco más de todo lo que nos ofrece.

“Le ha arrancado el vestido, lo tira, le ha arrancado el slip de algodón blanco y la lleva hasta la cama así desnuda. Y entonces se vuelve del otro lado de la cama y llora. Y lenta, paciente, ella lo atrae hacia así y empieza a desnudarlo. Lo hace con los ojos cerrados, lentamente. El intenta moverse para ayudarla. Ella pide que no se mueva. Déjame. Le dice que quiere hacerlo ella. Lo hace. Le desnuda. Cuando se lo pide, el hombre desplaza su cuerpo en la cama, pero apenas, levemente, como para no despertarla.”

“Ella no lo mira a la cara. No lo mira. Lo toca. Toca la dulzura del sexo, de la piel, acaricia el color dorado, la novedad desconocida. El gime, llora. Está inmerso en un amor abominable.
Y llorando, él lo hace. Primero hay dolor. Y después ese dolor se asimila a su vez, se transforma, lentamente arrancado, transportado hacia el goce, abrazado a ella.
El mar, informe, simplemente incomparable.”

El párrafo que cierra esta novela es, a mi parecer, uno de los más bellos de la literatura.

“Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. El le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. El dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y también por el hermano menor, que había estado triste por ella. Y después ya no supo qué decirle. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte.”

Duras escribió “El amante” con 70 años. Acababa de pasar por una profunda crisis psíquica debido al alcohol. Fue una mujer con un encanto especial, una magistral escritora al que el escritor francés André Gide, Premio Nobel de Literatura en 1947, y gran defensor de los derechos de los homosexuales, definió como “el mejor escritor en francés”.
El célebre cineasta francés Jean- Jacques Annaud llevó al cine esta autobiografía. Pero quien mejor explica los secretos de esta novela es la propia escritora en una entrevista a un canal francés.

© 2010 Araceli Cobos

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