LOS CLÁSICOS. JULIO LLAMAZARES

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«Tengo un amigo alemán que se extraña de que en España cada vez más la corrupción sea la norma y no la excepción y yo lo comprendo: mientras nosotros leíamos «El lazarillo», el «Guzmán de Alfarache» o «La pícara Justina», ellos, los alemanes, se aburrían como ostras leyendo a Goethe y a Thomas Mann.
Lo que me sorprende a mí es que aún haya españoles que se extrañen de lo mismo que mi desconcertado amigo alemán. Salvo que no hayan leído un libro en su vida. Porque el famoso patio de Monipodio, la escuela de ladrones de Sevilla a la que acuden los pícaros cervantinos Rinconete y Cortadillo, como la fabulosa tierra de Jauja, «donde se come y se bebe y no se trabaja», que inmortalizó su paisano Lope de Rueda, o la pensión segoviana del Cabra quevedesco en la que las comidas no tenían principio ni fin porque el avaro dómine les hurtaba el tocino y la carne de la olla a sus pupilos, se diferencian muy poco de la España que hoy conocemos. Cambian los nombres de los ladrones y de los pícaros, pero es la misma en esencia.»

Ayer, les presenté uno de los artículos de opinión que este verano más me habían gustado y este, del que les acabo de escribir el principio, es otro de ellos. También está publicado en El País, concretamente el jueves 14 de agosto. Es de mi admirado escritor Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) y se titula «Los clásicos».
Como ven, en el principio lo dice todo. Explica muy bien quienes somos y de dónde venimos. Y como, la literatura ya lo había dicho todo antes. Por cierto, no puedo dejar pasar la ocasión de invitarles a leer, ahora en septiembre, dos joyas de la literatura española, «La lluvia amarilla» de Llamazares y «La vida del Buscón» de Francisco de Quevedo. Aquí, unidos en el artículo y unidos por la maravilla de obras que son.
Pero siguiendo con lo que me ocupa en el post, les diré que, en mi opinión, Llamazares tiene, como se suele decir, toda la razón del mundo.
Además añade que para los que se sorprenden de lo que está ocurriendo en España les recomienda leer a nuestros clásicos y cita a Cervantes, a Quevedo, a Fernando de Rojas, al Padre Isla y a Valle-Inclán. Y también nos remite a la historia de la literatura. Y así explica lo siguiente:

«Mientras que los alemanes daban a luz el romanticismo, los italianos el renacimiento, los franceses la ilustración y los ingleses la tragedia moderna, nosotros, los españoles, hemos aportado al mundo dos géneros literarios característicos: la picaresca y el esperpento. Digo yo que será por algo.»

Esta columna me parece muy interesante, la verdad. Es así, como la vida misma. Y no es algo de lo que avergonzarse pero es algo que destacar que nosotros siempre nos hemos movido por esos territorios vitales y literarios. Yo misma he disfrutado mucho más leyendo a Cervantes que a Thomas Mann o a Valle-Inclán que a Goethe. Como diría Llamazares, por algó será, digo yo.

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