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11Jul/13

EL ARTE DEL MICRORRELATO. SALVADOR ROBLES

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Exhausto tras una jornada laboral entre computadoras y números, en cuanto llegó a casa, el ingeniero informático apagó el teléfono celular, introdujo un disco en el reproductor y, mientras la música de Rachmaninov instauraba el presente en la estancia, con los ojos fijos en la fotografía enmarcada que colgaba de la pared, su mente se iluminó con el fulgor de la clarividencia. En ese momento, el hombre supo con toda certeza lo que era la creación. La creación era lo que hacía en aquellos momentos: tocar la belleza con la punta de los dedos de los sentidos. La belleza era la música. La belleza era el amor. La belleza nunca podría ser una máquina.

EL MINUTO MÁS HERMOSO

Era un joven judío y, pese a sus múltiples esfuerzos, no había podido ocultarlo, por eso formaba parte de la cola de presidiarios que aguardaba su fatídico turno delante de la cámara de gas. Pero también era un ser humano dispuesto a morir con dignidad. Y en su escala de valores el rasgo más digno de un hombre lo constituía su bondad.

Delante de él se encontraba Raquel, su vecina, la que siempre había estado enamorada de él. El joven alargó el brazo, estrechó la mano temblorosa de la muchacha y, antes de cruzar el umbral de la bóveda mortuoria, se despidió del mundo pronunciando una formidable mentira.

-Te amo, siempre te he amado -susurró en el oído de Raquel.
Un minuto después, los dos jóvenes fueron gaseados. Y Raquel murió sin sentir dolor, anestesiada por la certeza del amor. Sus veintidós años le habían conducido al último minuto, el más hermoso de su vida.

EL FINAL DEL CUENTO

Cuando el hacedor de cuentos se disponía a cerrar su taller a la hora de costumbre, las nueve de la noche, recibió la inesperada visita de un niño de unos diez años que llevaba un cerdito de barro entre las manos, como una ofrenda.
-¿Qué haces por aquí a estas horas, chaval? ¿Para qué traes esa hucha contigo?
-Estoy aquí para comprarle un cuento, y traigo el cerdito para poder pagarle.
-¿Un cuento para ti?
-No, para mis padres. No se soportan.
-Si no se soportan, no podré inspirarme en ellos para escribir un cuento con final feliz. Resultaría inverosímil, y yo sólo escribo cuentos verosímiles.
– Lo sé, señor; yo sólo quiero que me haga un cuento que tenga un final.

Tuve la grandísima suerte de conocer al escritor Salvador Robles (Águilas, Murcia, 1957), hace ya algunos años en Bilbao, ciudad, en la que por cierto, reside desde los diez años. Nadie como Salvador es capaz de escribir unos «microrrelatos» tan bellos. Nadie. Domina el género. Lo he comprobado después de estar leyendo a este escritor excepcional y mejor persona durante muchos años y a otros muchos que quieren acercarse a este género que encierra tantas dificultades a la hora de escribir, un género que llega a los lectores como un trozo dulce de literatura, como un bombón que uno pudiese degustar en apenas un minuto con la certeza de que el sabor quedará para siempre.
De Robles, escritor y documentalista del diario El Correo, empecé a leer sus novelas. En concreto «Noche Clara». La evolución de sus obras, a mi parecer, ha sido notoria. Las últimas dos novelas «Contra el cielo» y «El último día el primero», publicadas en Editorial Paréntesis, son dos magníficos trabajos que les invito a leer este verano. Y por supuesto «Pequeñas palabras» donde encontrarán muchos más microrrelatos.

Robles, licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Deusto, que ama la literatura de Tosltoi y Dostoievski es, además, un gran conversador y sobre todo un gran observador de la vida que le rodea, de las personas con las que trata. Tremendamente amable y educado, y con porte de caballero inglés admite que los temas más recurrente en sus textos son: la redención, lo ordinario elevado a la categoría de extraordinario, y el poder catártico de la literatura.

Aquí les dejo estos tres microrrelatos con los que ustedes puedan endulzarse el día. «El minuto más hermoso» es mi preferido, encierra tanta belleza…
Gracias a Salvador Robles por hacernos la vida más bella con sus escritos.
Aquí les dejo una de las reflexiones del escritor:

«La vida es un constante cambio, y lo ideal es cambiar a mejor a golpe de vivencias, con literatura o sin ella, con microrrelatos o sin ellos. Yo escribo para transmitir mi concepción de la vida. Pero para llegar al lector, antes he de poner en orden mis ideas, o sea, entenderme mejor a mí mismo y al mundo que me rodea. Al escribir, aprendes, y, con lo que aprendes, luego, tal vez, enseñes. Depende de lo que haga el lector con lo que ha leído. Me conformo con fomentar la reflexión y suscitar en el lector las ganas de seguir leyéndome en el futuro… inmediato. Nada más y nada menos.»