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15Feb/10

EL CARTERO DEL REY. TAGORE

AMAL-ESPERA-UNA-CARTA-DEL-REY

“El cartero del Rey” es la obra de teatro más conocida de Rabindranath Tagore. Una pieza que no nos dejará indiferentes al abrirla. El protagonista es Amal, un niño enfermo que no puede salir de casa y que espera con impaciencia e ilusión una carta del Rey.
Mientras pasa los días en casa, alejado del viento y el sol del otoño, como el médico le ha aconsejado, se divierte mirando a través de la ventana y conversando con la gente que pasa. Habla con el lechero y entonces sueña con ser pregonero de quesos en cuanto se recupere, y también sueña con subir a las colinas, y repartir cartas, y con mil sueños más, como el de repartir flores con Sada, la hija de la florista.
Su padre adoptivo, Madav, sabe lo que le espera al niño. Sufre cuando ve que Amal, ajeno a todo, sigue soñando, sigue feliz.

“AMAL.-¡Me gustaría ser una ardilla! ¡Sería estupendo! ¿Por qué no me dejas salir, tío?

MADAV.-El médico dice que no es bueno para ti.

AMAL.-¿Cómo lo puede saber él?

MADAV.-¡Qué cosas dices! ¿Cómo no lo va a saber con la cantidad de libros que ha leído?

AMAL.-¿Y sus libros lo dicen todo?

MADAV.-¡Pues claro; no lo sabes tú bien!

AMAL.-(Suspirando)-¡Ay, soy tan bobo! Como no leo libros…

MADAV.-Pues entérate bien: las personas muy, muy instruidas hacen como tú; no salen nunca de casa.

AMAL.-¿De verdad que no salen?

MADAV.-No. ¿Cómo van a salir? De la mañana a la noche están dale que dale a sus libros, y no tienen ojos para nada más. Cuando seas mayor, caballerete, vas a ser una persona instruida. Estarás siempre metido en casa, leyendo unos libros muy gordos, y la gente que te conozca se quedará maravillada de tu sabiduría.

AMAL.-No, no, tío, por favor; por lo que tú más quieras. No me gusta eso de ser una persona instruida. ¡No quiero!
MADAV.-¿Pues sabes lo que te digo? A mí me hubiera encantado ser una persona instruida.

AMAL.-A mí no. Yo prefiero ir a todas partes y ver todo lo que haya que ver.

Esta pequeña obra de teatro es otra joya más de Tagore. Es dulce y triste, e incluso cruél. Amal es el único que no sabe que su vida está acabando, por eso no sufre, por eso aún sueña, por eso aún es feliz, y sin embargo el lector, que enseguida coge cariño a este niño inventado, no puede evitar entristecerse, porque también él, como su padre adoptivo, sabe la realidad.
El final de la obra, es uno de los finales más hermosos de todas las piezas teatrales que he leído hasta ahora. Sada, la hija de la florista, en una de las ocasiones que Amal se ha encontrado con ella, ha prometido al chico que un día, cuando acabe de recoger las flores, irá a visitarle. Amal está emocionado y le pide a la niña que no se olvide de él. Sada le asegura que no lo hará. “No te olvidaré, ya lo verás”, le contesta.
Por eso en la escena décima…

SADA.-¡Amal!

MÉDICO REAL.-Está dormido.

SADA.-Le traigo unas flores. ¿Puedo ponérselas entre sus manos?

MÉDICO REAL.-Si, pónselas.

SADA.-¿Cuándo se despertará?

MÉDICO REAL.-En cuanto venga el Rey y le llame.

SADA.-¿Le dirás al oído una cosa de mi parte?

MÉDICO REAL.-¿Qué quieres que le diga?

SADA.-Dile que Sada no le ha olvidado.

© 2009 Araceli Cobos