Cosas que debemos saber sobre un contrabajo según Patrick Süskind:
«Puede usted preguntarlo a cualquiera. Cualquier músico le confirmará gustosamente que una orquesta puede prescindir del director, pero no del contrabajo. Las orquestas han tocado sin directores durante siglos; en la historia de la evolución musical, el director era un invento muy reciente. Del siglo XIX. Yo también puedo confirmarle que incluso nosotros, los de la orquesta nacional solemos tocar sin hacer el menor caso del director. O pasándolo por alto. A veces tocamos pasando por alto al director sin que él se de cuenta. Le dejamos dar pinceladas en el aire hasta que se cansa mientras nosotros pateamos el suelo con las botas. (…) Son placeres muy secretos que casi no se deben mencionar. En cualquier caso esto es marginal. Por otro lado, en cambio, es imposible concebir una orquesta sin contrabajo.»
«…el contrabajo es, con mucho, el instrumento más importante de la orquesta. Aunque no sea reconocido como tal.
Sin embargo, forma toda la estructura básica orquestal sobre la que debe apoyarse el resto de la orquesta, director incluido. El bajo viene a ser, por consiguiente, los cimientos sobre los que se levanta todo este magnífico edificio. Prescinda del bajo y reinará la más absoluta confusión babilónica de lenguas, una Sodoma donde nadie sabe ya por qué hace música.»
«Sólo quería dejar bien sentado que el contrabajo es el instrumento central de la orquesta. En el fondo lo sabe todo el mundo, sólo que nadie lo confiesa abiertamente porque el músico de orquesta es por naturaleza un poco celoso. ¿Acaso le gustaría a nuestro primer violín admitir que sin el contrabajo es como un emperador sin ropaje, un símbolo ridículo de la propia vanidad e insignificancia?»
«¡Los contrabajos, y perdone la expresión, somos en todos los aspectos el último trozo de mierda!
Y por esto digo que la orquesta es la imagen de la sociedad humana, porque aquí, como allí, los que hacen el trabajo sucio son, para colmo, despreciados por los demás. En la orquesta es todavía peor que en la sociedad, porque en la sociedad yo tendría, al menos teóricamente, la esperanza de ir progresando en el orden jerárquico y alcanzar algún día la cumbre de la pirámide para mirar desde allí a los gusanos…»
«Soy un hombre modesto, pero conozco, como músico, el suelo que piso; la madre tierra en la que todos tenemos nuestra raíces; la fuente de energía de la cual se alimentan todas las ideas musicales; el auténtico polo procreador de cuyos riñones, en sentido figurado, fluye el semen musical…¡Esto soy yo! Quiero decir, esto es el bajo. El contrabajo.»
El propio Patrick Süskind (Ambach, Baviera 1949) definió a esta obra, o más bien su argumento, como «la existencia de un hombre en su pequeña habitación».
La acción transcurre, efectivamente, en esa habitación insonorizada que él mismo ha preparado para su querido contrabajo, ese instrumento que es, casi ya, él mismo. El protagonista ensalza al contrabajo, lo defiende, lo adora y así nos lo presenta como un instrumento que al que debemos amar. Sin él la orquesta está huérfana, sin él la orquesta no sería orquesta, sin él….El contrabajo es su orgullo y su existencia, su condena y su amor. Además, no sólo está enamorado de su instrumento y su música sino también de una soprano llamada Sarah, un amor inalcanzable, al menos, eso es lo que el cree.
Así el amor por el contrabajo:
«Y genera amor, puedo asegurárselo. Una vez nos quedamos atascados en diciembre del 74, entre Ettal y Oberau, en plena tormenta de nieve. Esperamos dos horas hasta la llegada de la grúa. Y yo le cedí mi abrigo y le calenté con mi propio cuerpo. Después, en el concierto, él estaba templado y yo incubaba una gripe muy grave.»
Así el amor por Sarah:
«¡Mientras el hombre que la ama está en una habitación insonorizada y sólo piensa en ella, con este instrumento informe en las manos al que no puede arrancar ni un solo tono de los que ella canta…!
La novela es un monólogo donde se refleja esa pasión tan característica del escritor alemán, que años más tarde sería mundialmente conocido gracias a su novela «El perfume».
El escritor mezcla toda esta pasión con mucho humor, y además del bueno, el sútil, que se agradece. Y también, con mucha cultura musical, que para el que no la tenga le será útil y para el que ya la posea podrá jugar a llevarle la razón o discrepar. Incluso cuenta algunos chismes de la vida de Wagner, Beethoven, Mozart, Mendelssohn, Boehm o Karajan e incluso de Goethe.
Así escribe su desprecio por su querido contrabajo:
«Parece una mujer vieja y gorda. Tiene las caderas demasiado anchas y la cintura desastrosa, excesivamente alta y poco estrecha, y luego la parte de los hombros, caída y raquítica… es para volverse loco. (…) El contrabajo es el instrumento más monstruoso y rechoncho y menos elegante que se ha inventado jamás. Un sátiro de instrumento. Muchas veces siento deseos de romperlo en mil pedazos. Aserrarlo. Cortarlo a hachazos. Desmenuzarlo, molerlo, pulverizarlo, meterlo en el carburador de un coche a leña y… ¡listos! No, no puedo decir honradamente que lo amo.»
«(…) no conozco a ningún colega que empezara a tocar el contrabajo voluntariamente. Y en cierto modo, no es de extrañar. Se trata de un instrumento muy poco manejable. En realidad, yo diría que el contrabajo es más un estorbo que un instrumento. No se puede acarrear, hay que arrastrarlo y, si se cae al suelo, se rompe. En el coche sólo cabe si se saca el asiento de la derecha, y entonces llena prácticamente el vehículo. En casa se lo encuentra uno por todas partes. Ocupa más sitio que… que un trasto inútil, ¿sabe? No es como un piano. Un piano es un mueble. Un piano se puede cerrar y dejar donde está. El contrabajo no. Está siempre en medio como… Tuve un tío que siempre se encontraba enfermo y siempre se quejaba de que nadie le hacía caso. Así es el contrabajo. Cuando vienen invitados, ocupa inmediatamente el primer término. Nadie habla de otra cosa que de él. Cuando uno quiere estar solo con una mujer, él lo presencia y lo vigila todo. Se intima con ella… y él observa. Siempre tiene uno la sensación de que se burla y ridiculiza en el acto. Y esta sensación se transmite, como es natural, a la pareja, y entonces… ¡ya sabe usted lo cerca que están el amor físico y el ridículo y lo mal que se soporta este último!.»
Así el desprecio por su querida Sarah:
«Como es natural, he intentado sacarme de la cabeza a Sarah. Lo más probable es que sea humanamente imperfecta, que carezca de personalidad, que sea intelectualmente mediocre, que no tenga categoría para un hombre de mi talla…»
También su opinión sobre la música en el tiempo del nacionalsocialismo, en el tiempo del nazismo, sale a relucir en el libro. Dando datos curiosos.
«Naturalmente que también entonces se compuso música. ¡Es evidente! ¡La música no enmudece así como así! (…) los prisioneros de los campos de concentración tenían su propia orquesta, según me han dicho. Igual que más tarde nuestros prisioneros de guerra en los campos de prisioneros.»
Y así define el escritor la música en boca del protagonista de su novela:
«(…) la música es algo humano, que está por encima de la política y de la historia contemporánea. Algo que pertenece a la humanidad en general, diría yo, un elemento constitutivo innato del alma y el espíritu humanos.»
Este monólogo teatral fue estrenado en Múnich en 1981 y en la temporada 1984-85 ofreció 500 representaciones, convirtiéndose así en la pieza de teatro de idioma alemán con mayor duración en cartel. La Paloma (1988) o La historia del señor Sommer (1991) son otras de sus novelas. Por cierto esta última es genial también.
Les invito a abrir esta obra. Les encantará. Me quedo como reflexión del día con una de las frases que en ella se recogen. Espero que les guste.
«…todo el mundo cree que sabe pensar y piensa sin ninguna clase de freno, éste es el gran error de la actualidad, dice mi amigo, y la causa de tantas catástrofes que al final acabaran con todos nosotros.»