Archivos de la categoría: MARLEN HAUSHOFER

22Mar/24

NOSOTROS MATAMOS A STELLA. MARLEN HAUSHOFER

«Oh, Stella, cuánto más muerta estoy yo que tú! A ti todavía te aman y te mantienen cientos de pequeñas raíces en la tierra húmeda».

Stella, que tiene quince años y sabe muy bien lo que hace.

Stella, entregada y predispuesta.

Stella, torpe y tímida.

Stella, que incluso cuando estaba alegre «su rostro grande y discreto permanecía impasible».

Stella, que viste de rojo porque le gusta este color y el amarillo.

Stella, que se arrojó contra un camión amarillo vestida de rojo.

«Fue una delicadeza por parte de Stella bajar de la acera como por azar, de forma que se pudiese pensar fácilmente en un accidente».

Stella, que de niña estuvo en un internado.

Stella, que heredará una farmacia y a su madre esto, le fastidia.

Stella, que estudia Comercio, en vez de Farmacia.

Stella, que nunca estudia. «Se le daban bien los animales y las plantas, realizaba de buena gana trabajos rudos y hacía chaquetas y calcetines con lana gris y mala para familias pobres».

Stella, que tiene una madre que no siente la muerte de su hija.

Stella, que era guapa pero «sin pizca de encanto ni gracia».

Stella, que quería estar muerta y «con la misma dejadez ciega con la que se había dejado caer en la vida, abandonó esta existencia que había olvidado sujetarla con un poco de amor, bondad y paciencia».

Stella, que era elegante.

«Su elegancia, que era la elegancia de su corazón, la demostró en la forma que escogió para morir, regalándonos a todos la posibilidad de creer en un accidente absurdo».

Stella, que durante un breve periodo de tiempo fue muy feliz pero «incapaz de aprender las reglas del juego». «No supo adaptarse, tuvo que morir».

Stella, que ha llegado para quedarse diez meses en casa de Anna y Richard.

Stella, que llega a la casa » de nuevo arrinconada por su madre» y sin ser bien recibida por la pareja.

Luise, la madre de Stella, amiga de Anna, se lo ha pedido. A pesar de la unión de 30 años entre las dos mujeres, Anna no siente ningún aprecio por ella.

Nosotros matamos a Stella, de la gran escritora austriaca Marlen Haushofer (Frauenstein,1920- Viena,1970), es el libro que esta semana les invito a leer. Editado por Editorial Contraseña, esta novela, publicada por primera vez en 1958, se desarrolla en el marco de una familia burguesa de los años cincuenta. Como se señala en el brillante e interesante epílogo, escrito por Rosa Marta Gómez Pato, el suicidio de una de sus protagonistas, disfrazado de muerte accidental «se revela como la consecuencia de una sistema patriarcal injusto y de una sociedad burguesa hipócrita». «Haushofer reconoce y examina con perspicacia los mecanismos de sometimiento y represión de una sociedad en la que la mujer se convierte en una de las víctimas más vulnerables. En su relato denuncia la rígida asignación de roles de género, su aceptación y la gran dificultad para la mujer de salir de ese orden social, cultural y religioso determinado por el machismo».

¿Quién es Luise?

«De niña era avara, intrigante y mala. Siempre quería tener mis cosas, me birlaba mis gomas, mis cinturones de charol y mis bocadillos; más tarde quería tener a los hombres que me cortejaban, y ahora, por fin, con la ayuda de su hija, ha logrado destruir la paz que tanto me ha costado conseguir. Un pájaro de mal agüero es Luise, horrible, chupadas y ninfómana. Pero nunca logré convencer a Richard de que me resultaba odiosa. Simplemente, no entiende que haya gente a la que se detesta y de la que uno no es capaz de escapar».

A Richard, Stella le resulta demasiado incómoda. «¿Qué podía hacer un jugador como él con esta niña torpe y seria? De ninguna mujer se aburrió tan pronto como de Stella».

En esa casa, las reglas ya están establecidas. El matrimonio se entiende a su manera y cada uno se ha volcado en un hijo. Richard en la niña, Annette y Anna en Wolfgang.

Stella, de diecinueve años, es un estorbo en casa. Richard se ve obligado, a conversar un poco con ella. Annette siente celos. Wolfgang se siente turbado por el cambio en la familia. Anna no sabe tratar a una muchacha joven como Stella. Stella puede romper la familia, el orden establecido. Puede romper la mentira, el decorado perfecto de familia inmaculada.

«Me parecía imposible adivinar los pensamientos de Stella y ocuparme de ellos. Esa muchacha alta, bonita, un poco robusta era un cuerpo extraño en nuestra casa y seguro que ella sentía lo mismo. Era más reservada que tímida, apocada por los años de internado, y yo pensaba que allí también debía de haber dado la impresión de ser un poco rara. No era mona ni infantil o ingenua, como acostumbran a ser las muchachas jóvenes. En realidad, parecía una mujer que casualmente aún era una niña. Pero, a pesar de ser tan callada, no pasaba desapercibida. Con los horripilantes vestidos de color marrón que Luise le había comprado resultaba muy poco atractiva, pero en verdad no pasaba desapercibida».

¿Quién es Richard?

«Richard es traidor por naturaleza. Dotado de un cuerpo que lo capacita para el placer continuo, podría vivir en paz si además no estuviese dotado de una inteligencia deslumbrante. Esta inteligencia es lo que convierte en crímenes los regodeos de su cuerpo ávido de placeres. Richard es un monstruo: un padre de familia cariñoso, un abogado respetado, un amante apasionado, un traidor, un mentiroso y un asesino».

Richard nunca reconoce algo. «Este es su punto fuerte, así consigue que los crédulos confíen a ciegas en él y que los desconfiados reboten en el resbaladizo muro de sus refutaciones».

Richard evita, sin consideración alguna «todo contacto con las personas enfermas y desgraciadas».

Anna, narradora de la novela, aprovecha unos días de soledad en casa, para recordar lo que sucedió con Stella. Como llegaron a matar a la muchacha. Anna confiesa que calló todo por cobardía y comodidad.

«Mi ley era la intangibilidad de la vida y yo he sobrepasado el límite al permitir tranquila e irreflexivamente que aniquilasen la vida de Stella ante mis ojos».

«He llevado la vida de una mujer acomodada, me apoyé en la ventana y respiré el aroma de las estaciones del año mientras a mi alrededor se asesinaba y se hería», se lamenta Anna.

«Tendría que haber sabido que para Richard no existen límites, que no respeta nada y que una chiquilla grande e ingenua puede ser una novedad tentadora para un hombre que está sobresaturado de todo tipo de amores. No se debe poner el cordero en la boca del lobo, y eso es justo lo que yo he hecho».

Si Stella consiguiera un novio que se preocupara por proteger sus bienes, Luise no continuaría despilfarrando el dinero de la muchacha en vestidos, sombreros y amantes. Hacer bella a Stella sería vencer a la arpía de Luise. Todos estos pensamientos le asaltan a Anna que considera que Luise es «repugnante». Luise se ha enriquecido pero no le es suficiente. Se quiere casar con un hombre joven por el que tiene que pagar un alto precio. «Hay que admitir que se encontraba en una situación desesperada», reflexionará Anna. Por esa razón, la chica vive con ellos.

¿Quién es Anna?

«La vida con Richard me ha corrompido y convertido en algo irrecuperable», afirma.

Anna es una mujer aguantando a un marido sin escrúpulos, a un marido infiel, a un marido despótico. Aguantado a un marido diplomático, dominante, cruel.

«Tampoco se separaría nunca de mí. Soy la guardiana de su casa y de sus hijos, y, como toda persona cuya vida secreta se desarrolla en la más profunda anarquía, no hay nada que más aprecie que el orden aparente y el rigor superficial. Nadie protege la moral de manera más estricta que el propio infractor furtivo, pues este tiene claro que la humanidad naufragaría si todos los seres humanos tuviesen la posibilidad de vivir como él».

Anna es consciente de que no es amada realmente, que su esposo la ama como si de una propiedad se tratara. «Ya entonces había algo en mí que se rebelaba contra esta clase de amor, pero callé porque sabía que entre nosotros no era posible el diálogo».

Anna sueña que ha sido sepultada en un sótano. «Enormes muros carbonizados caían sobre mí y me aplastaban poco a poco».

«Lo de las manchas es una cosa muy extraña. Nunca en mi vida conseguí eliminar ninguna. Desconfío mucho de las mujeres que fingen que saben eliminar manchas. O mienten o ahí hay gato encerrado».

Stella y Richard mantienen una relación amorosa pero mientras que para la muchacha aquello es un refugio de ternura, la que nunca tuvo, para Richard es una experiencia más a la que no dará mayor importancia. Él es un hipócrita «un guardián de la doble moral burguesa y un maestro del olvido», se apunta en el epílogo.

Anna, al corriente de todo, siente compasión por la joven, pero no hará nada por impedir la tragedia. «Se siente extraña y presa en la casa de su marido, donde no es posible la comunicación. Su sumisión, su aceptación y su silencio garantizan la continuidad de ese orden», señala Gómez Pato. «Haushofer introduce con esta obra un aspecto muy innovador para su época: cuestiona el rol de víctima de la mujer, la descubre como cómplice de una cultura patriarcal y pone de manifiesto las dificultades para salir de ese sistema».

Stella representa, por tanto, lo contrario a Anna. Como recoge el epílogo, la muchacha, rebelde, joven e inocente no acepta someterse al rol que juega Anna «lo que provoca su exclusión y su soledad, y determina por último su decisión de suicidarse». Anna no toma decisiones, se ve incapaz de salir de una situación que la ahoga, su propia familia, su propia vida. La vida que ve pasar a través de la ventana.