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01May/16

MAPA DEL MUNDO PERSONAL. JULIÁN MARÍAS

El excelente filósofo Julián Marías (Valladolid 1914, Madrid 2005), discípulo de Ortega y Gasset, escribió en 1993 el libro  «Mapa del mundo personal» obra que les invito a abrir hoy. Trata muchos temas interesantes como son el amor, la amistad, el descubrimiento de la persona,… Pero en este post sólo me voy a centrar en un par de capítulos que hablan sobre los niños y los adolescentes, porque quizás les pueda servir como orientación a padres que lean mi blog.

Del tercer capítulo titulado «Génesis de la persona», me gustaría destacar el apartado «La caricia y el cuerpo personal» y los siguientes fragmentos:

«Respecto al niño, es esencial que sea acariciado, y pronto responde del mismo modo. La caricia es el gran instrumento de personalización, que despierta, acelera, completa la constitución de la persona. De ella depende en alto grado la prontitud y perfección de algo que, como todo lo humano, es variable e inseguro. La importancia de la caricia es grande, y afecta a la vida entera; pero aquí me refiero exclusivamente a la que afecta al niño. No sólo la caricia con la mano, sino el contacto en general, el beso, por supuesto la lactancia. Todo esto contribuye a la instalación corpórea, desde la cual, no se olvide, se llega a la instalación mundana.

La frecuencia, intensidad y calidad de las caricias que recibe el niño son factores esenciales de su posesión de personalidad ajena y de la propia. En casos favorables, siente a los demás como personas y se siente tal al ser acariciado. La condición amorosa del hombre, que tendrá despliegues muy distintos en la edad adulta, se despierta y constituye en la niñez, desde los primeros días de la vida. ¿Hasta cuándo? Esto depende de las formas sociales, tan variables, y de las condiciones singulares. (…)

Y no se olvide que junto a la caricia física, de contacto corporal, hay otra de no menos importancia: la caricia verbal. Al niño se le habla, se le dicen cosas, se le canta. La voz es particularmente importante, porque en ella aparece el elemento de expresión del lenguaje. Imagínese la diferencia entre el niño a quien se habla con aspereza o despego y aquel a quien se acaricia con la voz y la palabra.»

Me parece precioso como Marías nos quiere hacer entender la importancia de la caricia. Seguro que muchos de nosotros lo damos por hecho, pero imagínense ustedes todos los niños del mundo que crecen sin ser acariciados.

También destaca la importancia de la lectura y el momento en el que el niño va a demandar los cuentos.

» (…)el niño suele pedir cuentos, y ese deseo es satisfecho en uno u otro grado. El desarrollo de la imaginación, y por tanto de la facultad proyectiva, depende en buena medida de esto. La aprehensión de las conexiones se logra más allá de la experiencia real y directa, en la comprensión de la narración. Pocas cosas contribuyen al uso de la razón como los cuentos, el mundo ficticio, narrativo, biográfico, que puede envolver al niño desde su primera edad.»

En otro apartado de este mismo capítulo, titulado «La presión de las vigencias sociales» habla de un tema no menos interesante, la escolarización del niño, cuando se debería dar y cómo se desarrolla:

«Me parece evidente que la constitución del núcleo personal se interrumpe antes de tiempo. Si la escuela no es enteramente acertada, se advierten deterioros que pueden ser graves; en todo caso, el niño pierde en parte el carácter puramente personal que tenía al comienzo de su vida, resulta menos «único» su espontaneidad queda recubierta por una capa de vigencias en cierto modo impersonales.»

En el capítulo sexto titulado «Relieve del mundo personal», me gustaría destacar el apartado «Entre padres e hijos» y dejarles aquí unas reflexiones del filósofo. Y algo que me ha llamado mucho la atención y que el destaca especialmente, como en un principio cuando recibimos a nuestro bebé en casa es lo más importante en nuestras vidas, todo gira en torno a el, y a medida que el niño va creciendo sentimos menos curiosidad porque hay factores que nos van alejando de esa relación, horas de escuela, personas nuevas. Se sigue amando al hijo pero se pierde este interés inicial:

«Los padres creen conocer mejor a sus hijos: los han visto nacer, han asistido a sus vidas día tras día, los han cuidado en todos los sentidos, se han preocupado por ellos; pero no siempre han sido capaces de imaginar quiénes empiezan a ser, hacia dónde se orientan, cuáles son los proyectos que van germinando en ellos. Es decir, su condición rigurosamente personal puede escapárseles.

La pubertad es un momento decisivo. El muchacho o la muchacha experimentan una escisión del círculo familiar y sus ampliaciones. Vive desde sí mismo, al menos lo cree así. Se desinteresa de sus afectos tradicionales: experimenta la primera gran variación de su mundo personal. Los padres, unas veces no lo advierten y creen que es «el de siempre»; otras, se percatan de ello y lo deploran, porque lo interpretan como «desvío», de ellos mismos y de lo que parece su mundo transmitido y compartido.

En realidad, el adolescente no vive desde sí mismo sino desde su grupo juvenil, probablemente inspirado o manipulado por algunos adultos influyentes.»