JULIAN MATA. SERMON Y EXPLICACION DE LA DOCTRINA CRISTIANA EN VERSO
Hay que reconocer que a todos los que nos gusta escribir, también nos gusta escuchar esto de que alguien en nuestra familia ya lo ha hecho antes y que, por esa razón, nosotros estábamos predispuestos a coger el bolígrafo ya que la genética puede más que nada en este mundo. Fantasías que, a veces, escarbando, escarbando se hacen realidad.
Recuerdo siempre a mi padre escribiendo poesías infantiles para nosotros, porque a él también siempre le ha gustado escribir. Nos las hacía a mi hermano y a mí y nos encantaban. Las conservo aún, claro, como el más preciado de mis tesoros. Y, un día, fue mi padre el que me dijo que a su abuelo, al que siempre le gustó escribir había publicado un sermón, una especie de explicación de la doctrina cristiana en verso. Y fue un verano, yo tendría unos dieciocho años, cuando un primo de mi padre me dio una fotocopia del texto que, parece ser, fue publicado por la imprenta «La Aurora» de Priego de Córdoba, en Córdoba. No he vuelto a investigar sobre esto, y tampoco se quien tendrá el original. Si alguien sabe algo y lee este post le estaría muy agradecido si se pusiese en contacto conmigo. Creo que fue un libro donde publicaron varios autores, entre ellos mi bisabuelo, Julian Mata, así se llamaba.
Aquí les voy a dejar, en recuerdo a él, un extracto de ese trabajo titulado «Sermón y explicación de la doctrina cristiana en verso» que yo he leído tantas veces. El finaliza explicando que es un simple cortijero, que así se hacen llamar los que vivían en los cortijos, que vende leche y que bien o mal ha escrito el sermón.
«Todos queremos comer,
beber y no trabajar,
todos queremos tener,
todos queremos mandar.
Todos quisiéramos ser
reyes para dominar
y tener debajo del pié
a toda la humanidad.
Debíamos de pensar
en pedirle a Dios del cielo
pero el pensamiento está
solamente en el dinero
y en vivir con falsedad.»
Ahora hablando ya de los mandamientos, me quedo con el noveno que él explica así.
«El noveno no desear
ninguna mujer ajena,
el que se llega a casar
es que la escoge por buena,
si a otra pone en su lugar,
¿no es un dolor y una pena?
¿no es un pecado mortal?
¡Cuántas almas se condenan
tan sólo por variar!
Lo mismo mujer que hombre,
porque es un partido igual
todo lo que no está en orden
siempre resulta muy mal.»
Después habla de los cinco sentidos que él interpreta así:
«Los cinco sentido corporales
estos que viéndose están
son cinco y no son iguales.
La vista es el principal
la vista es el que más vale.
Los ojos son para ver,
el oído para escuchar
y la nariz para oler,
la lengua para gustar
lo que uno se va a comer.
Los dedos son para tocar,
los dedos son los que tocan:
entran en la oscuridad
y toquen la leña o la ropa
saben si es recia o «delgá».»
Desde aquí mi homenaje a mi bisabuelo, Julian Mata. Gracias por darme ilusiones para un sueño.
Y desde aquí también, quiero escribir alguna de esas poesías que mi padre escribía para mi hermano y para mí cuando éramos pequeños, gracias papá.
Esta habla de los peligros que puede traer el progreso, y se titula así «El progreso». Es una de mis preferidas.
«Yo nací en un pueblecito
entre pinos y castaños
donde pasaba los días
cuidando de mi rebaño.
Por allí pasaba un río
con sus aguas cristalinas
donde crecían los barbos
las truchas y las anguilas.
Un día por allá pasaron
importantes industriales
que empezaron a montar
grandes fábricas y naves.
La gente no conocía
lo que podía traer eso
pero ellos nos decían
que había llegado el progreso.
Los vecinos se colocan
y empiezan a trabajar
pero aquella grande industria
comienza a contaminar.
Se van muriendo los peces
por echar lodos al río
y secándose las plantas
que allí siempre habían crecido.
El ganado ya no come del pasto
porque no hay nada,
ni pueden beber el agua
porque esta contaminada.
Los pájaros ya no pían
y el cielo se ha puesto oscuro
porque de noche y de día
sólo se respira humo.
Pues si esto es el progreso
yo no quiero progresar,
yo me quedo con el río,
el ganado y el pinar.
Esta otra se titula «El pastor»:
Ya caminan los pastores
para cuidar su rebaño.
Entre tomillo y romero,
el camino van buscando.
Allí montan sus cabañas
para poder soportar
las bajas temperaturas,
tormentas y temporal.
Y así pasan el invierno,
sin nadie con quien hablar,
sólo ven los corderillos
entre las rocas brincar.
Se van yendo los días,
las semanas y los meses
hasta que la primavera llega
y la nueva hierba crece.
Apoyado en su cayada,
el pastor sigue observando
como saltan sus corderos
y como pace el rebaño.