EMILIO PRADOS, OTRO MALAGUEÑO UNIVERSAL
Siguiendo con los poetas de la generación del 27, y en concreto con los andaluces, me gustaría dedicar este blog al malagueño Emilio Prados (Málaga 1899, México 1962). Prados, que se exilió a México durante la guerra civil, fue el fundador junto con Altolaguirre de la revista Litoral en 1924, el hito más renovador de la cultura española de los años 20. En ella se reflejaba el diálogo que imperó entre poesía, música y pintura en la Residencia de Estudiantes.
En 1925 Prados inició su actividad, junto con Altolaguirre, de editor en la imprenta Sur. De los talleres saldrían publicados gran parte de los títulos de la poesía del 27.
Paralelamente a sus actividades creadoras, su compromiso social se va decantando en un progresivo interés hacia los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Es en plena II República, en 1934, cuando su acercamiento a la izquierda se muestra explícitamente. El clima de violencia que impera en Málaga al estallar la guerra le hace trasladarse a Madrid y allí entrará a formar parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Colabora en tareas humanitarias, ayuda en la organización del II Congreso Internacional de Escritores y en la edición de varios libros: Homenaje al poeta Federico García Lorca y Romancero general de la guerra de España.
Recibió el Premio Nacional de Literatura por la recopilación de su poesía de guerra, “Destino fiel” en 1938.
Poco después se instala en Barcelona para encargarse, junto con Altolaguirre otra vez, de las “Publicaciones del Ministerio de Instrucción Pública”. Pero la situación es ya insostenible en la España de comienzos de 1939 para un republicano, por lo que decide marcharse a París y el 6 de mayo parte, junto con otras destacadas figuras de la intelectualidad republicana, hacia México, donde residirá hasta su muerte.
Lo mejor, sus versos. Aquí les invito a que lean algunos.
De su obra “Cuerpo perseguido”, el poema “Sueño”.
“Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!.”
© 2011 Araceli Cobos