COMO AGUA PARA CHOCOLATE. LAURA ESQUIVEL

Voy a nadar por aguas pantanosas, soy consciente. La escritora mexicana Laura Esquivel (Ciudad de México, 1950) ha sido criticada hasta la saciedad por otros autores y críticos. Estos piensan que, de ninguna manera, Laura Esquivel representa a la corriente literaria del realismo mágico. Ella muchas veces ha dicho que su literatura se encuadraría en lo que denomina «realismo maravilloso». Además, se ha dicho que su literatura es demasiado comercial y demasiado femenina. Yo me pregunto, ¿y esto es malo? Para gustos los colores, y tantas opiniones como entendidos haya en el mundo, pero, huyendo de toda esta polémica, quiero, hoy, dedicar mi artículo a Esquivel y a su ya más que conocida obra «Como agua para chocolate». Que una novela sea muy comercial no quiere decir que no sea buena, lo mismo que una novela buena muchas veces, o la mayoría de las veces, puede que no llegue ni siquiera a comercializarse, y si se comercializa quizás nunca llegue a tener la repercusión que merece. Hasta aquí todo claro.
A mí también me parece algo inadecuado comparar referentes del realismo mágico como Gabriel García Márquez o Juan Rulfo, por citar a dos de ellos, con Laura Esquivel o Isabel Allende. Cada uno escribe como quiere o como puede, y ahí están los trabajos para que uno los conozca o los deseche después de leídos, o los adore y no pueda vivir ya más sin ellos. García Márquez es García Márquez, Esquivel es Esquivel, Allende es Allende y Rulfo es Rulfo, y bendita sea la variedad.
Me gusta «Como agua para chocolate», y me gusta esta novela porque es fresca, dinámica, llena de fantasía, de olores, de sabores, de un mundo por descubrir.
La bisabuela de la narradora es Mamá Elena. Mamá Elena tenía tres hijas: Rosaura, Tita y Gertrudis. Tita, la hermana menor y según tradición familiar, será la encargada de cuidar a su madre por lo que el matrimonio e incluso el enamoramiento le están totalmente prohibidos.
A Tita, mujer atractiva y dispuesta entre fogones, pronto le saldrá un pretendiente, Pedro Muzquiz. El amor entre ambos es claro, tan claro como que Tita no tiene ninguna oportunidad de soñar con este amor. «En la familia De la Garza se obedecía y punto», escribe Esquivel en la novela. Y así transcurre el tiempo en la casa, bajo el dominio de Mamá Elena, una especia de Bernarda Alba a la mexicana.
Pedro, desesperado, decide entonces casarse con Rosaura, la hermana mayor, para así poder, al menos, estar cerca de Tita.
Pedro y Rosaura se casan, tienen hijos y así se va tejiendo la historia de un amor oculto entre cazuelas, sabores y pasiones.
Pronto aparecerá otro hombre en la vida de Tita, el doctor John Brown. Mamá Elena sabe de los asuntos de amor y pasión de su hija pequeña con Pedro. Cansada, ésta manda a Rosaura y Pedro a vivir a Texas. Tita se irá con el doctor Brown, harta de todo y de todos, creyendo que allí le espera una nueva vida mejor, pero ¿será así? Eso lo tendrán que descubrir ustedes.
En la edición de Grijalbo Mondadori se escribe: «Las recetas de cocina que Tita elabora puntean el paso de las estaciones de su vida, siempre marcada por la presente ausencia de Pedro. Y la acompañan en su apoteosis y en su tránsito a una sabrosa, muy sabrosa eternidad». Totalmente de acuerdo pero no puedo contar más. Sólo que en esta novela se mezclan lo olores de la comida directamente con los olores del deseo sexual, de una forma elegante y sutil. Que en esta novela hay muchísimas sorpresas por descubrir, que Mamá Elena guarda más secretos que recetas y que en esta novela hay dos personajes muy entrañables, Nacha, la cocinera de la casa y Chencha, la sirvienta. Tienen ustedes que abrir esta entretenida obra a la que el único «pero» que tengo que poner es el final, una mezcla extraña, en mi opinión, de dos cuentos del escritor danés Hans Christian Andersen: «El soldadito de plomo» y «La cerillera», pero bueno, nada es perfecto.
Aquí les dejo con algunas frases del libro que me han gustado:

«…los olores tienen la característica de reproducir tiempos pasados junto con sonidos y olores nunca igualados en el presente»

«… el amor no se piensa, se siente o no se siente»

«La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y los olores de la casa materna.»

«Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que describir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.»

En 1994, le otorgaron el Premio ABBY (American Bookseller Book of the Year), galardón que por vez primera fue concedido a una escritora extranjera.

En marzo de 2009, Laura Esquivel compitió como precandidata a la Diputación Local en el Distrito XXVII de México D.F. por el PRD. Su candidatura fue apoyada por la corriente Izquierda Unida.

«Malinche», es otro de los libros más conocidos de esta autora.

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