ADAM ZAGAJEWSKI. MÍSTICA PARA PRINCIPIANTES

En los últimos premios Princesa de Asturias, fue galardonado el gran poeta Adam Zagajewski (Leópolis, Ucrania, 1945). El novelista y ensayista es miembro de la Generación del 68 en su país. Sería injusto e impreciso calificar a Zagajewski solamente como un poeta político que lucha contra un régimen dictatorial porque su extensa obra y la delicadeza de ella pondrían en evidencia que sus poemas son mucho más que todo eso.

En declaraciones al periódico El Mundo señaló que, en su opinión, hay una cultura común europea. «Vengo a España y nada me parece ajeno», apuntó este amante de Antonio Machado, su poeta favorito.

Durante la ceremonia de entrega, parte de su discurso me pareció un gran poema. El gran poema que, sin ser declamado, podría haber sido colocado en versos.

Comenzó diciendo que la poesía es, de entre la artes, la menos técnica, «no surge del taller, o de la teórica, no surge de la ciencia, sino que surge de la emoción de la mente y del corazón». «Los poetas no se conocen a sí mismos, suelen vivir en la inseguridad, esperando pacientemente la hora en la que se abren las puertas de la lengua», aseguró. Según el poeta, cada generación crea su propia visión de la poesía, aunque «conserve a la vez una fidelidad hacia una formas tradicionales sin interrumpir así la continuidad de un proceso que había empezado aún antes de Homero y que perdura hasta nuestros días, pasando por Antonio Machado y Zbigniew Herbert y siguiendo adelante».

Su precioso discurso seguía avanzando, cuando percibí la poesía que, a mi parecer, había dentro y que yo trasladaría así al papel:

«La poesía no está de moda.

Las novelas policíacas,

las biografías de los tiranos,

las películas americanas

y las series de televisión británicas

están de moda.

La política está de moda.

La moda está de moda.

Las relaciones están de moda,

la sustancia no está de moda.

Los pantalones entubados,

los vestidos con estampados de flores,

las perlas en la ropa,

los jerséis rojos,

los abrigos a cuadros,

los botines plateados

y los pantalones vaqueros con apliques

están de moda.

Las bicicletas y los patinetes

están de moda.

Los maratones y los medio maratones,

la marcha nórdica están de moda.

No está de moda

detenerse en medio de un prado primaveral

ni la reflexión.

La falta de movimiento es nociva para la salud,

nos dicen los médicos.

Un momento de reflexión

es peligroso para la salud,

hay que correr,

hay que escapar de uno mismo.»

Y cuando ya creía que un discurso no podía encerrar más belleza ni más verdad, el poeta volvió a hacer poesía, que yo de nuevo, me permito la licencia de escribir así:

«Descubrimos la dualidad del mundo,

por una parte, la imaginación;

por otra, la obstinada realidad de una mañana de noviembre

cuando ya han caído las hojas de los árboles.

Durante mucho tiempo, no sabía qué era más importante,

lo que existe o lo que no existe,

la gente que va al trabajo temprano por la mañana,

los hombres soñolientos que leen

los grandes titulares de los periódicos deportivos

y siguen las derrotas

y las victorias de sus clubes favoritos de fútbol

y las mujeres que dormitan en el autobús;

o antes bien las cosas escondidas,

la música y la luna,

las ciudades que ya no existen,

los cuadros de los grandes maestros,

actuales y antiguos,

en los museos.

Y necesité muchos años

para entender

que hay que tener en consideración

ambas caras de este dualismo desigual,

puesto  que vivimos en una ambivalencia eterna,

no podemos olvidarnos del sufrimiento de la gente

y de los animales,

del mal,

que es mucho más tenaz y astuto

que los sueños que perseguimos.

No podemos olvidarnos del mal,

de la injusticia

que continuamente cambia de forma.

de las cosas que perecen,

pero tampoco de la felicidad,

de las experiencias extáticas

que los gruesos manuales

de teoría política o de sociología

no han llegado a prever.»

Hacía tiempo que no quedaba tan admirada por un discurso. Es verdad lo que se dice de Zugajewski, eso de que transforma la sencillez más absoluta en una suma de profundidades. Es verdad que esta poeta, que se formó en Cracovia, es uno de los más grandes autores de su tiempo y lo será para siempre.

Y ahora si. Ahora les invito a que abran cualquier poemario del autor, con sus poesías «de verdad». Aquí les dejo con dos de mis poesías favoritas tituladas «Escribía en la oscuridad» y «Autorretrato», que pueden encontrar en el libro «Mística para principiantes» (1997).

´»Escribía en la oscuridad»

Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs

trabajaba por las noches con una luz apagada

para no despertar a su madre enferma.

Escribía en la oscuridad.

La desesperación le dictaba palabras

tan pesadas como colas de cometa.

Escribía en la oscuridad,

en silencio, que sólo interrumpía

el reloj de la pared con sus suspiros.

Hasta las letras eran soñolientas,

sus cabezas caían en las hojas.

La oscuridad escribía

tras coger esta mujer ya no joven

como si fuese su pluma.

(…)

Cuando se dormía ella

los mirlos ya despertaban

y no hubo ninguna pausa

en la tristeza y el canto.»

 

«Autorretrato»

«Entre el ordenador, el lápiz y la máquina de escribir

se me va medio día. Un día será medio siglo.

Vivo en ciudades extrañas y hablo a veces

con extraños sobre cosas extrañas.

(…)

Leo poetas, vivos y muertos, que me enseñan

tenacidad, fe y orgullos. Trato de entender

a los grandes filósofos, pero usualmente sólo capto

rasguños de sus bellos pensamientos.

Me gusta dar largas caminatas por las calles de Paris

y ver a las criaturas, mis semejantes, aceleradas por la envidia,

la rabia, el deseo; seguirle la pista a una moneda de plata

que pasa de mano en mano mientras, despacio.

pierde su forma redonda (y el perfil del emperador se borra).

(…)

Pájaros negros dan vueltas por los campos,

esperando con paciencia de viudas españolas.

Ya no estoy joven, pero siempre hay alguien que es más viejo.

(…)

Me encanta mirar el rostro de mi esposa.

Todos los domingos llamo a mi padre.

Cada dos semanas me veo con mis amigos

para así probar mi fidelidad.

(…) »

 

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