UN NIÑO Y SU BARCO DE PAPEL
Y comenzó a navegar.
Por capitán un guijarro
por tripulante una flor.
El mar no era mar alguno.
Tan sólo el estanque
de aquel parque.
Pero el horizonte,
en sus ojos,
no existía.
¡Ahora irá
hasta las costas de África!
¡Ahora irá
hasta los mares de China!
¡Mira, mira que rápido va!
Y seguía navegando,
ese barco de papel.
Dando vueltas
y otra vuelta
ese barco de papel.
Comenzó a llover.
Nos fuimos.
Adiós barco, dijo él.
Mañana,
si aún no has llegado a China
te veré.
Al día siguiente,
el estanque,
había tragado
el barquito de papel.
-Mamá, dijo, mira.
El barco ya se ha ido a China.
-Si, se fue,
se fue.
-Pero mira mamá, dijo.
El tripulante cayó.
La flor dormía mojada,
flotando en aquel estanque.
La miraba algo extrañado,
y algo apenado también.
Y cuando iba a decirle
que aquella no era su flor,
por no verle yo tan triste
y con ganas de llorar,
el se adelantó y me dijo,
pero no hay porque llorar,
ella no quiso ir a China,
ella prefirió jugar
aquí sola, en el estanque.
Pero el barquito vendrá
volverá pronto a buscarla,
¿a qué si, mamá?
¿a qué si, mamá?