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26Jun/19

LA ÚLTIMA NOCHE. JAMES SALTER

«Ahora estaba sentado con Susanna, una amiga de la familia. Por fin, oyeron bajar a Marit y la vieron entrar en la sala. Llevaba un vestido de seda rojo que la hacía parecer seductora, con sus pechos sueltos y su melena oscura. En las cestas blancas de alambre que tenía en el armario había pilas de prendas dobladas, ropa interior, de deporte, camisones, los zapatos remetidos debajo, en el suelo. Cosas que ya no iba a necesitar.»

¿Por qué Marit no iba a necesitar nunca más nada de éstas cosas?

Hoy les invito a abrir un nuevo libro que me ha sorprendido y gustado mucho. Se titula «La última noche», del escritor estadounidense James Salter (Nueva York, 1925-2015). He manifestado en muchas ocasiones mi debilidad por la literatura americana y por sus magníficos escritores, por eso tenía muchas ganas de presentarles esta obra, un libro de relatos, todos ellos magníficos. Les hablo aquí del que da título al libro «La última noche». He elegido este para presentarles la obra porque es el que más me ha impactado de todos ellos.

Walter Such es un traductor casado con Marit. La noche en la que suceden los hechos del relato de Salter, Such está con Sussanna una amiga de la familia y con su esposa, que, desgraciadamente, está enferma.

La velada es distendida. Marit charla con su marido y la amiga de ambos, toman unas copas y la mujer de Such les revela que se está quedando sin fuerzas y que ya ni siquiera le gusta levantarse y andar un poco. Han elegido esta reunión, esta noche, por algo en concreto que, por supuesto, no les puedo revelar aquí. Sólo les daré la misma pista que nos da el escritor con esta frase: «En un plato, dentro de la nevera, estaba la jeringuilla».

«Marit contempló los objetos de la sala, las fotografías con marco plateado, las lámparas, los tomos grandes sobre surrealismo, paisajismo o casas de campo que siempre había querido sentarse a leer, las sillas, incluso aquella alfombra de bello color apagado. Lo miró todo como si estuviera haciendo inventario cuando, de hecho, no significaba nada para ella. El pelo largo de Susanna y su lozanía si significaban algo, aunque no estaba segura de qué.»

Los tres han planeado ir a cenar fuera. Marit ya no es la que era. «Más arriba del cuello recto de su vestido la piel, pálida, parecía irradiar oscuridad. Ya no se parecía a si misma. Lo que fue había desaparecido, le había sido arrebatado. El cambio era terrible, sobre todo en el rostro. Ahora tenía una cara que era para la otra vida y para quienes encontrara allí. A Walter le costaba recordar cómo había sido en otro tiempo.»

Con una maestría exquisita Salter nos va llevando a esa cena, nos va angustiando, nos va dando pistas. ¿Erróneas o ciertas?

«Estaba tratando de imaginar lo que pasaría el día de mañana, sin ella allí para verlo. No pudo imaginárselo. Era difícil pensar que el mundo seguiría existiendo.»

Beben Cheval Blanc, vino caro. La cena no es cómoda. Pronto van a casa. Walter está cada vez más nervioso. «Trató de pensar la manera de no seguir adelante. Si dejaba caer la jeringuilla, si se rompía… podría decir que le había temblado la mano.»

Todo está preparado. El momento ha llegado, pero nadie sabe lo que sucederá.

«Marit se había preparado. Se había puesto un camisón de raso color marfil, muy abierto en la espalda, y maquillado los ojos. (…) La travesía se hacía en barca, algo que los antiguos sabían con certeza. Parte de un collar de plata descansaba sobre su clavícula. Estaba fatigada. El vino había hecho efecto, pero ella no se sentía serena.»

Marit se ha ido a dormir, ajena a lo que pasa entre su esposo y Susanna.

«-¿De veras quiso ella que yo viniera?, preguntó Susanna.

-Cariño, fue sugerencia suya. Ella no sabía nada.

-Me extraña.

-Créeme. Nada.

(…)

Ya le estaba desabrochando el sostén. Emergieron sus impresionantes pechos. No podía dejar de mirarlos. Los besó apasionadamente. Ella notó que la apartaba un poco para retirar la colcha que cubría las sábanas blancas. Intentó decir algo, pero él le puso la mano en la boca y la hizo tumbar. Empezó a devorarla, estremeciéndose como de miedo hacia el final y estrechándola con fuerza entre sus brazos. Los venció un sueño profundo.»

Fascinante libro, fascinante relato que les recomiendo leer. La obra está publicada en Salamandra.

En 1956, con treinta y dos años, publicó su primer libro, «Pilotos de caza», y abandonó el ejército para dedicarse a la literatura. Trabajó como periodista y escribió guiones para Hollywood.