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20Feb/20

EL PORQUÉ DE LAS COSAS. QUIM MONZÓ

Érase el cuento de la Cenicienta, o el eterno cuento de la monarquía y otros muchos cuentos más que el gran Quim Monzó (Barcelona, 1952) tuvo la gentileza de escribir bajo el título  «El porqué de las cosas». Un libro de relatos cortos que les invito a abrir con el deseo de que se diviertan tanto como yo lo hice en su día. Se dice de Monzó que se ha convertido «en el indiscutible primer escritor de su generación, en lengua catalana». Anagrama ha publicado toda su obra traducida al castellano. Es un escritor que divierte y que además no deja indiferente al lector, buena combinación. Enrique Vila Matas le descibre así: «Como cuentista Monzó es buenísimo. Como persona es alguien alejado de toda solemnidad y, por tanto, un alma amiga.»

Es difícil, como suele ocurrir siempre, hacer una selección, pero en el espacio de un blog es inevitable, así es que le dejo con dos de mis cuentos preferidos. El primero se titula «La monarquía» y el segundo «La micología».

En La monarquía se presenta a la Cenicienta. Su vida ha dado un gran giro después de la pérdida de un zapato del número 36. Ha generado la envidia de sus hermanastras por ser ella la que se ha casado con un príncipe. Después la vida, como suele ocurrir en estos casos, la ha alzado hasta lo más alto, de princesa a pasado a ser reina.

«El rey ha sido un marido atento y fogoso. Ha sido una vida de ensueño hasta el día que ha descubierto una mancha de carmín en la camisa real. El suelo se le ha hundido bajo los pies. ¡Qué desazón! ¿Cómo ha de reaccionar, ella, que siempre ha actuado honestamente, sin malicia, que es la virtud en persona? De que el rey tiene una amante no hay duda. Las manchas de carmín en las camisas siempre han sido prueba clara de adulterio.»

La reina se pregunta quién puede ser la amante de su marido, si contarle lo que ha descubierto o por el contrario disimular «como sabe que es tradición entre las reinas, en casos así, para no poner en peligro la institución monárquica». El caso es que el rey tiene una amante y ella se tortura pensando que quizás ella no le satisfacía suficientemente o que quizás se la buscó porque ella se niega a realizar «prácticas que considera perversas (sodomía y ducha dorada, básicamente)».

¿Decidirá callar la reina o hablar? ¿Cómo acabará el cuento? Porque la cosa está regular. El rey llega con ojeras a las ocho de la mañana, los contactos carnales con la reina son cada vez menores,… En ocasiones, no se sabe si es mejor casarse con un príncipe, cosas del destino. «(…) habría preferido incluso que alguna de sus hermanastras calzara el 36 en vez del 40 y 41, números demasiado grandes para una muchacha. (…) Mil veces preferiría protagonizar las noches de amor adúltero del monarca que yacer en el vacío del lecho conyugal. Antes querida que reina.»

Una noche la reina decide seguir al rey. Para conocer el final, tienen que leerse el cuento. Es muy divertido e inesperado.

En el cuento La micología, Monzó nos presenta a un setero que llega a un pinar. En un momento de su paseo ve una amanita muscaria y le da un puntapié para que nadie la coja. » En medio de la nube de polvo que la seta forma en el aire al desintegrarse, plop, aparece un gnomo con gorro verde, barba blanca y botas puntiagudas con cascabeles, flotando en medio del suelo.»

Y como no podía ser de otra manera, resulta que el gnomo es un gnomo de la suerte e invita al setero a que formule un deseo porque él se lo concederá. El setero escéptico, le contesta que esas cosas sólo ocurren en los cuentos.

«Pide cosas tangibles. Nada de abstracciones. Si quieres riquezas, pide tal cantidad de oro, o un palacio, o una empresa de tales y cuales características. Si quieres mujeres, di cuáles en concreto. Si luego lo que pides te hace o no realmente feliz, es cosa tuya.», le advierte el gnomo.

Hay un pequeño problema, el setero sólo tiene cinco minutos para decidirse y poco antes de que acabe el cuento de Monzó sólo le quedan dos segundos. ¿Qué creen que pide el setero? Ni se lo imaginarán. Pero para saberlo tienen que leer el cuento.

«El setero duda. (…) ¿Un Range Rover? ¿Una mansión? ¿Un yate? ¿Una compañía aérea¿ ¿Elizabeth McGovern? (…) ¿El trono de un país en los Balcanes? El gnomo pone cara de impaciencia.»