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20Dic/11

ANTONIO MACHADO Y LAS MOSCAS. ALEGRÍA Y RECUERDOS

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Antonio Machado, ese gran poeta sevillano y universal me trae, siempre, recuerdos de mi infancia inolvidables. La obra de Machado (Sevilla 1875, Collioure, Francia 1939) es demasiado extensa como para incluirla en un pequeño comentario de Un libro abierto, por eso intento poner una nota de cada uno de los autores que me han llegado al corazón, a los que admiro, a los que leo. De Machado, cuya obra es tan extensa como brillante, me quiero quedar con este poema. El poema que recitaba la profesora de literatura una tarde de primavera en el colegio, titulado «Las moscas».
Por los grandes ventanales del aula veíamos el jardín del colegio, y teníamos unas ganas locas de salir a la calle, merendar y jugar. Pero algo en ese poesía nos arrancó una sonrisa, y nos gustaba. Y después la recitamos todos juntos. Y ya siempre la recité y aún la recito porque me trae buenos recuerdos, porque me da alegría.
La pueden encontrar en cualquier Antología poética de Machado. Machado fue un miembro tardío de la Generación del 98, pero uno de los más destacados. En cualquier antología del autor pueden encontrar los clásicos, «Campos de Castilla», «Soledades, Galerías y Otros poemas»,…además de muchos poemas más, extraordinarios todos ellos.
Antonio Machado, junto con su hermano Manuel Machado, escribió también teatro. Alguna de estas piezas son muy conocidas como por ejemplo «La Lola se va a los puertos», de 1929.
Pero ahora les dejo con «Las moscas». Un poema cargado de alegría y tristeza a partes iguales, aunque cuando uno es un niño sólo le preocupa la alegría, y menos mal.

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela
—que todo es volar—, sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales…
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada;
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.