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09Nov/17

W. SOMERSET MAUGHAM. EL IMPULSO CREATIVO Y OTROS CUENTOS

Ediciones Atalanta ha vuelto a darnos una gran alegría con la publicación del libro «El impulso creativo y otros cuentos», dentro de su colección Ars brevis, donde, nuevamente, se recogen narraciones del extraordinario escritor W. Sommerset Maugham (París 1874, Niza 1965). «Lluvia y otros cuentos» fue el primer volumen que editaron, y con éste último volvemos a disfrutar del escritor británico. Les invito a que abran el volumen porque en él se van a encontrar con doce relatos únicos, pequeñas obras literarias magníficas de un escritor con una vida muy interesante, marcada por la muerte de sus padres a muy temprana edad y por ciertos complejos estéticos que hicieron de él un hombre tosco y huraño, y a la vez a uno de los dramaturgos y novelistas más reputados del Reino Unido a principios del siglo XX.

Como siempre apunto, es aquí imposible hablar de todos ellos, pero como ya viene siendo habitual haré mi propia selección. Me ha llamado mucho la atención que la mitad de los personajes de estos relatos sean mujeres. ¡Y qué mujeres! Tenemos a La Falterona en el relato «La voz de la tórtola», a una actriz retirada y frustrada en «Pecios», a una mujer que encarna el egoísmo puro en «Louise», una joven modelo tan encantadora como mentirosa en «Apariencia y realidad» y también a una escritora que sabe realmente lo que quiere «El sentido social» y otra autora abandonada en «El impulso creativo». Por supuesto que los doce relatos me han encantado pero el cuento que más me ha gustado se titula «Pecios» y de ese les quiero hablar. Es un cuento muy recomendable para que las mujeres lo lean, ya que trata de un problema atemporal.

Norman Grange es un plantador de caucho amargado, siniestro y arruinado al que los acreedores le persiguen quitándole todo lo que gana. Vive junto a su esposa en una finca, ya hipotecada, en Borneo. Grange se ha nacido allí pero su esposa es una actriz que no gozó de fortuna en su carrera y decidió casarse con Grange. Lo que creía que la salvaría de una vida ruin y desdichada, se convirtió en una gran pesadilla para ella. Un matrimonio de dónde no podrá salir nunca, que la ha desquiciado física y psicológicamente. El autor nos va introduciendo en este relato angustioso, en un paraje decadente y asfixiante, donde es muy sencillo sentirnos cerca de la protagonista. Un suceso inesperado, la visita del señor Skelton, cambiará por unos pocos días la monótona y frustrada vida de la señora Grange. En ese momento y como ella misma explica llevaba dos años «sin hablar con un hombre blanco».

Ella le explica a su invitado la razón por la cual se casó:

«Yo estaba desesperada, no me importa decírselo, y fue entonces cuando Norman me hizo su proposición. Lo curioso es que apenas le conocía. Me llevó a dar una vuelta alrededor de la isla, tomamos el té dos o tres veces en el Europe y bailamos. Los hombres no suelen hacer algo por ti sin querer nada a cambio, y pensé que esperaría un poco de diversión, pero yo tenía mucha experiencia y me dije que debería ser muy listo para convencerme. Cuando me pidió que me casara con él, bueno, me sorprendió tanto que apenas podía dar crédito a mis oídos. Me dijo que tenía una finca en Borneo, que sólo había que tener un poco de paciencia y ganaría una fortuna. Estaba a orillas de un hermoso río, rodeado por la jungla. Hizo que pareciera un lugar muy romántico. Yo me estaba haciendo mayor, ¿sabe?, tenía treinta años, cada vez me sería más difícil encontrar trabajo, y me tentaba tener una casa propia y todo eso, no depender nunca más de los agentes, dejar de pasarme las noches en blanco pensando en cómo pagaría el alquiler de la semana siguiente. En aquel entonces él era bastante apuesto, moreno, corpulento y viril…»

Vesta Blaise, nombre artístico de la protagonista, vive en el pasado, en su pasado de actriz mediocre. Sus fotografías y recortes de periódicos la transportan a esa vida ahora añorada de la que tuvo que salir.

«¿Sabe que edad tengo? Cuarenta y seis. Aparento sesenta, lo sé. Por eso le he enseñado estas fotos, para que pudiera ver que no siempre he sido así. ¡Ah, Dios mío, cómo he desperdiciado mi vida! Hablan del romanticismo de Oriente. Que se lo queden. Preferiría ser ayudante de camerino en un teatro provinciano, preferiría ser una de sus limpiadoras, antes que lo que soy ahora. Hasta que vine aquí, jamás en mi vida había estado sola, siempre había convivido con mucha gente. No sabe usted lo que es no tener a nadie con quien hablar desde un fin de año a otro, verte obligada a reprimirlo todo. ¿Le gustaría no ver a nadie, una semana tras otra, un día tras otro, durante dieciséis años, excepto al hombre al que más odia en el mundo? ¿Le gustaría vivir durante dieciséis años con un hombre que te odia tanto que no soporta mirarte?»

La señora Grange fue por un pequeño periodo feliz y así se lo hace saber al joven Skelton:

«Pero entonces todo le encantaba. La vida junto al río y la jungla, la vegetación compacta, las aves con sus plumajes de colores vivos y las brillantes mariposas. (…) No amaba a Norman, pero le gustaba; y era muy agradable estar casada, como lo era no tener nada que hacer de la mañana a la noche, excepto escuchar el gramófono o jugar al solitario y leer novelas. También era agradable pensar que no tenía que preocuparse por su futuro. Desde luego, a veces notaba la soledad, pero Norman le decía que ya se acostumbraría, y le había prometido que al cabo de un año o dos como mucho irían a pasar tres meses en Inglaterra. Sería muy divertido y podría presumir de su marido entre sus amigos. Tenía la sensación de que lo que había impresionado a Norman era el atractivo del escenario, y ella le había hecho creer que su éxito había sido muy superior al real. Quería que él comprendiera que había hecho un sacrificio al abandonar su carrera para convertirse en la esposa de un plantador.»

Pero Norman nunca cumplió la promesa de ir a Inglaterra. ¿Qué les hacía continuar juntos? ¿Qué es lo que verdaderamente ocurría entre ellos? No les puedo desvelar más. Para eso tienen que sumergirse en el libro, en este relato fascinante, que por supuesto encierra mucho más que todo lo que les acabo de contar. Hay otro hombre en la vida de la señora Grange, hubo otro hombre en su vida, Jack Carr. Esta es la única pista que les daré.

«Se llamaba Jack Carr y era un hombre totalmente distinto a Norman: para empezar, era un caballero, había ido a una escuela privada y a la universidad; tenía unos treinta y cinco años, era alto, no robusto como Norman sino delgado, con la clase de figura que hace que un hombre resulte encantador vestido de etiqueta, de cabello crespo y ojos risueños. Precisamente su tipo. A ella le gustó enseguida. Era muy grato tener a alguien con quien poder hablar de Londres y del teatro, un hombre alegre y de trato fácil. Contaba la clase de chistes que uno podía entender. En una o dos semanas se sentía más a gusto con él que con su marido al cabo de dos años de vida en común. Siempre había habido algo en Norman que se le escapaba.»

Ediciones Atalanta describe los cuentos de Somerset Maugham diciendo que en ellos se encuentran «las finas dotes de observación psicológica por las que lo ensalzó la crítica, un estilo limpio y mordaz como lúcido cronista tanto de la vida mundana como de la esfera literaria, y una sobresaliente capacidad para sintetizar los dilemas a los que se enfrentan sus personajes.»

«En El impulso creativo y otros cuentos, se recopilan doce relatos en los que Maugham explora la complejidad de la condición humana: la pugna entre lo que uno es y lo que desea ser, la sutil línea que separa la realidad del sueño, pero sobre todo el embaucador poder de las apariencias y los oscuros impulsos que esconden las acciones del ser humano», continúan explicando.

Aprovecho hoy, en el octavo aniversario de este blog que realizo con tanta ilusión y que me proporciona tantas alegrías, para daros las gracias a todos los que me seguís, los que paseáis por aquí en algunas ocasiones y los que muy amablemente me dejáis vuestros comentarios. Es un honor para mi que me acompañéis en este proyecto. Muchísimas gracias a todos de corazón.