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19Ene/10

BENE. ADELAIDA GARCÍA MORALES

BENE-Y-EL-DIABLO
“El diablo ronda esta casa, ya lo sabes. Puede tomar cualquier forma para engañarnos: un perro manso, un mendigo desgraciado, una niña indefensa, un sacerdote, un hombre justo, una mujer honesta…El puede aparecerse como lo crea conveniente, según la situación. Así que, hasta que yo te avise, tú no escuches ni mires a nadie, ya sea persona o animal. Y si encuentras en tu habitación algún objeto que no reconozcas, me lo traes inmediatamente. Pues también las cosas sin vida pueden estar bajo sus órdenes”

Este párrafo corresponde a la narración breve “Bene”, escrita por Adelaida García Morales. Editada por Anagrama nos cuenta la historia de una criada que va a servir a una casa. La criada, llamada Bene, guarda un pasado del que nadie sabe demasiado. En la casa se enamorará del hijo del dueño, Santiago. Lejos de ser una narración convencional, García Morales nos reserva un final sorprendente y nos regala una historia enigmática de principio a fin.
A lo largo de la obra vemos como la influecia que Bene ejerce sobre los distintos personajes parece sobrenatural. Todos caen rendidos a sus encantos, a sus engaños, a su pasado. La escritora cuenta la historia en el tiempo en que las cosas inexplicables se explicaban con la ayuda de cosas aún menos inexplicables, como la influencia del diablo, o la ayuda de un dios.
Todo está contado a través de los ojos de una niña, la hermana de Santiago. Antes de llegar Bene, ésta ha tenido una relación ejemplar con su hermano, al que adora. Bene lo trastornará todo. El poder que ejerce sobre Santiago y lo enamorado que está el joven de ella, serán suficientes para romper con todas las sólidas estructuras que hasta ese momento imperaban en la casa.

“Todavía me pregunto qué pudo ser lo que te sucedió y no hallo respuesta. Pues no puedo creer que fuera sólo el amor lo que te derrotó de aquella manera. Claro que tu amor por Bene era como una posesión sobrehumana y parecía venir de la misma muerte. ¿Recuerdas? Ella se reía cuando yo le hacía aquellas preguntas que tú considerabas tan extrañas. Se negaba a responderme. Pero sus máscaras empezaron a terminarse. Un día le faltó la risa y la palabra. Ella nunca habitó de verdad entre nosotros. Simulaba su alegría y su ternura. Pero un dolor mortal subía por su cuerpo como una gangrena que la iba debilitando, hasta que un vacío espantoso se incrustó en su alma y en su rostro ya para siempre. Y entonces, sólo entonces, se apiadó de ti, para tu desgracia y la mía.”

© 2009 Araceli Cobos