EL TRAJE AMARILLO DE PAPÁ NOEL: UN CUENTO DE NAVIDAD
¿Cree alguno de vosotros que Papá Noel puede ir vestido de amarillo repartiendo regalos a los niños? Pues no, claro que no, porque Papá Noel va siempre vestido de rojo, y siempre con su espesa y larga barba blanca y sus botas negras y su cinturón y una gran saco, por supuesto, lleno de regalos.
Lo que les voy a contar a continuación sucedió hace muchos años cuando a un duendecillo burlón, de esos que trabajan duro con Papá Noel para que los regalos de todos los niños del mundo estén listos el día de Navidad, se le ocurrió teñir su traje de amarillo, ya sabéis, pintarlo de otro color. El pensó que no pasaría nada, pero sucedió… ya verán lo que sucedió.
Llegó la víspera de Navidad y, aquella tarde, Papá Noel limpió a sus renos y les dio hierba fresca, puso a punto su trineo, metió todos los sacos llenos de regalos y fue raudo a vestirse a su habitación. Cuando abrió su armario, se puso muy nervioso al no encontrar su precioso y calentito traje rojo.
-¿Qué sucede aquí?, preguntó el anciano al duendecillo burlón. ¿Dónde pusiste mi traje rojo pequeño malvado?
Pero el duendecillo burlón no contestaba.
-¿Qué sucede aquí?, volvió a preguntar Papá Noel, ahora un poco más enfadado.
-¿Qué que pasa aquí?, dijo el duendecillo.
-Sí, ¿qué pasa aquí?
-De amarillo lo teñí.
-¡¿Queeee?!, exclamó enfurecido Papá Noel.
-¿Qué pasa aquí? De amarillo lo teñí, seguía diciendo burlonamente el duendecillo mientras reía sin parar. Teñí el traje de amarillo porque es más divertido, ja, ja, ja,..
Papá Noel se puso muy triste pero sabía que no le quedaba más remedio que coger su trineo e ir por el mundo repartiendo los regalos a los niños. El viaje era duro y largo por eso no podía ponerse de mal humor, ni malgastar las fuerzas peleando con el maldito duendecillo. Así es que, apenado, se vistió con aquel traje amarillo y comenzó su viaje.
Por el camino, pensaba que como ningún niño le vería, ya que todos dormían mientras el repartía los regalos, no pasaría nada. «Ellos no saben como voy hoy vestido, que tonterías pienso. Ellos saben que mi vestido es rojo y en cualquier caso, lo único que les importa son los regalos, no un viejo como yo que se queda atascado en la mitad de las chimeneas por las que intenta entrar. No hay porqué preocuparse si mi traje es amarillo.», se iba diciendo a si mismo como para tranquilizarse.
Casi cuando ya había dado la vuelta al mundo, cuando sólo le quedaba un país en el que dejar sus regalos, se metió en una chimenea muy grande, tan grande, que esta vez no se quedó atascado sino que metió tantísimo ruido al caer contra el suelo que Pedrito se levantó de la cama. Corrió escaleras abajo y vio a Papá Noel con su vestido amarillo. Pedrito gritó del espanto al ver así a Papá Noel vestido porque, por supuesto, no pensó que era Papá Noel, sino cualquier ladrón que había caído por la chimenea.
-Calla, calla Pedrito, le rogó Papá Noel al niño. Soy Papá Noel.
-¡Tú no eres Papá Noel!, exclamó Pedrito enojado. Papá Noel tiene un traje rojo, y el tuyo es amarillo. Como dice mi papá, tu eres un impostor, un ladrón.
-Que no, que no Pedrito, intentó explicarle Papá Noel. Mira, la cosa es muy sencilla de entender. Un duendecillo burlón pintó mi traje de otro color. Y no me ha quedado más remedio que repartir los regalos con éste.
Pedrito se callo. Le miró triste y le dijo que ya no quería sus regalos.
-Pero si da igual de que color sea mi traje criatura, dijo el viejo Papá Noel. Lo importante es que leí tu carta y te traigo justamente lo que me pediste. Aquí está tu tren eléctrico y tu robot preferido.
-Eso da igual, contestó Pedrito apenado.
-¿Qué da igual dices?, dijo Papá Noel. Yo creía que lo más importante para un niño es recibir sus regalos favoritos el día de Navidad.
-Lo más importante es que viene Papá Noel, contestó Pedrito con una sonrisa. Mira yo te había dejado leche caliente y turrón al lado de la chimenea.
-Ya lo he visto Pedrito, contestó el viejo. Muchas gracias.
-Eso es lo más importante, que Papá Noel viene desde el Polo Norte, dijo el niño. Papá Noel llega vestido de rojo, con su barba blanca, y sus botas negras, y su gorro con un pompón blanco, y su cinturón y su saco y es un poco gordinflón y viene en un trineo con ocho renos tirando de él y una campanilla que hace clín, clón, clín, clón. Pero tú…. tú no eres Papá Noel.
-Si lo soy, pero ya me voy, explicó el anciano. Lo siento Pedrito. Siento que no puedas comprenderlo, y siento que no te hagan ilusión tus regalos. Pero los traje con el mismo cariño que si hubiera llevado un traje rojo puesto.
-Adiós, me voy a la cama, dijo Pedrito.
-No te vayas aún, pidió Papá Noel al muchacho. Ahora quiero que mires por la ventana. Verás mi trineo con ocho renos tirando de él y esa campanilla que hace el ruido que tu sabes. Así entenderás que yo soy el verdadero Papá Noel.
-Pero los niños no pueden ver eso, sólo en los libros, explicó sorprendido Pedrito.
-Pues tu lo vas a ver porque yo te voy a permitir que lo veas, le dijo Papá Noel. El viejo metió su mano en uno de los bolsillos de su chaqueta y echó unos polvos mágicos sobre el niño. Pedrito se cubrió de miles de estrellitas doradas que chispeaban alrededor de él.
Cuando Pedrito se acercó a la ventana vio el trineo, y a Papá Noel volando por el cielo, y a los ocho renos que tiraban del trineo de madera y la campanita dorada que hacía clín, clón, clín, clón,…. y entonces fue completamente feliz.
Pedrito dijo adiós con la mano a Papá Noel con una gran sonrisa.
Entonces Papá Noel se dio cuenta de que Pedrito tenía razón, de que había dicho la verdad. Los niños soñaban con verle y no tanto con los regalos que iban a tener y eso le dio una gran satisfacción. El ya sabía que los niños no son egoístas, sólo son niños, y a los niños lo que más les gusta en el mundo es jugar y, por supuesto, poder ver a un Papá Noel vestido de rojo, montado en su trineo, con sus ocho renos y su campanita dorada haciendo clín, clón, clín, clón,….en mitad del cielo la víspera de Navidad.