EL BAILE. IRENE NEMIROVSKY
«En el fondo, para avanzar en el mundo no hay más que seguir al pie de la letra la moral del Evangelio. Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla… El mundo es la mejor escuela de humildad cristiana.»
«La gran mesa dispuesta en el centro, rebosante de carnes de caza, de pescados en gelatina, de ostras en fuentes de plata, adornada con encajes de Venecia, con las flores que enlazaban los platos, y la fruta en dos pirámides iguales. Alrededor, los veladores con cuatro o seis cubiertos donde brillaba el cristal, la porcelana fina, la plata y la plata corlada.»
La primera vez que leí una pequeña biografía sobre Irene Némirovsky (Kiev, 1903- Auschwitz, 1942), lo que más me llamó la atención fue un dato que se dejaba caer pero en el que no se ahondaba más, simplemente se destacaba que su madre, Fanny nunca hubo mostrado mucho interés por su hija. Después, cuando fui leyendo las novelas de esta sorprendente y brillante autora, conocí más datos. En sus personajes podíamos entender, al fin, lo que se deslizaba en esa primera biografía que yo había leído sobre ella y comprendí que había significado para Irene eso de que su madre nunca mostró interés por ella. No quiero decir con esto que esas madres o más concreto la madre de la novela que les presento sea la viva encarnación de Fanny, pero intuyo que algo de ella tendrá, como Antoinette tiene de Irene. El primer libro que leí de la escritora fue «El baile». En él aparece la señora Kampf, Rosine Kampf y se la describe como una madre cruel, sin ningún tipo de sentimiento verdadero hacia su hija, egocéntrica y despiadada a la que lo único que le importa es conseguir el reconocimiento social y vivir una vida de rica que a su parecer se merecía desde hacía mucho tiempo pero que le había llegado demasiado tarde, cuando no contaba con la frescura de la juventud «Quiero vivir yo, yo..», manifiesta en una ocasión la madre y en otro momento leemos «Y ahora tenía su última oportunidad, los últimos años antes de la vejez, la auténtica, sin remedio, la irreparable… (…) ¡La vida comenzaba al fin!» . Esa juventud que a ella se le escapa y que encarna su hija Antoinette, una hija que pone nerviosa a cualquiera y a ella en particular, que estorba en cualquier sitio, que está pensando siempre en las nubes, que parece retar a su madre con unos modales que no le pertenecen debido a su casi estrenada clase social. Un ser que parece ajeno a ella a pesar de ser su hija, a la que intenta dejar en ridículo delante de sus profesoras, institutrices. En definitiva, una hija que sufre el desprecio de su madre en silencio, que desea matarla, que fantasea con su suicidio con tal de salir de ese ambiente que se le impone.
«Quiero morirme. Dios mío, haz que me muera… Dios mío, Virgen Santa, ¿por qué me habéis hecho nacer entre ellos? Castigadlos, os lo suplico…Castigadlos una vez para que yo pueda morir en paz. (…) Pero sin duda todo es un cuento, el buen Dios, la Virgen, cuentos como los padres buenos de los libros y la infancia feliz…¡Ah!, sí, la infancia feliz, ¡menuda mentira, eh, menuda mentira!»
Némirovsky es conocida, además de por ser uno de los grandes escritores del siglo XX, por su maestría a la hora de dotar a sus personajes de un carácter complejo, que gracias a esa fina psicología que ella maneja a la perfección, llegan al lector cargados de un potencial muy interesante. Sus personajes son, sin duda, difíciles de olvidar.
«El baile» la obra que les presento y les invito a abrir fue la primera novela escrita por la autora de Kiev, en 1928, contaba con 27 años y regaló al mundo esta joya literaria donde encontramos un tema tan universal como cierto, los celos que puede tener una madre hacia su hija por las cosas tan absurdas como pueden ser, la juventud natural o el estar muy por debajo de la inteligencia de su propia criatura y no poder soportarlo.
«Nadie la quería, ni una sola alma en el mundo… Los muy ciegos e imbéciles no veían que ella era mil veces más inteligente, más refinada, más profunda que toda esa gente que osaba criarla y educarla. Nuevos ricos groseros e incultos (…) Claro, una niña de catorce años, una chiquilla, es algo despreciable vil como un perro. Pero ¿con qué derecho la enviaban a acostarse, la castigaban, la injuriaban? «¡Ah!, ojalá se murieran».
Los Kampf, nuevos ricos, viven en un lujoso piso de París. El dinero les sobra pero a pesar de esto no han conseguido aún encajar en la alta sociedad francesa, más bien, no se han ganado su reconocimiento. La señora Kampf, Rosine, está dispuesta a hacer todo lo posible para que esto suceda y por ello se embarca en la organización de un baile. Pretende invitar a todos los que significan algo en las altas esferas, da igual el pasado que tengan, si han sido estafadores, gigolós o mujeres de dudosa reputación, no le importa el pasado de los demás porque ella misma también tiene uno, del que ha logrado salir, así es que por esta simple razón, todos están invitados. Se juntarán con condes y marqueses, gente de todo pelaje unidos. ¿Qué importa lo que uno fue cuando ha conseguido ser rico? Este baile, al que acudirán unos 200 invitados, se presenta en su imaginario como la forma de alcanzar la posición merecida además de una magnífica inversión social para el futuro en lo que respecta a su marido Alfred, un banquero «judío menudo y enjuto de ojos ardientes» que ha logrado llegar a lo más alto después de un «genial golpe en la Bolsa, con la bajada del franco primero y la libra después en 1926». Hay que apuntar que el padre de Nemirovsky fue un banquero judío, de Ucrania con muchos posibles. Y que ella misma se casó en 1926 con Michel Epstein, un ingeniero que más tarde ejercería de banquero.
En esta familia donde cada uno vive esta incipiente y cómoda posición social de diferente manera, Rosine representa, el egoísmo, la tiranía, la envidia y sobre todo la ambición.
«-¿Te acuerdas de nuestro pequeño apartamento en la rue Favart?, preguntó Rosine de repente. ¿Y cómo vacilamos antes de reemplazar aquel viejo diván del comedor que estaba destrozado? Hace cuatro años de eso, y mira…, añadió, señalando los pesados muebles de bronce que los rodeaban.
-¿Quieres decir que de aquí a cuatro años recibiremos a embajadores, y entonces nos acordaremos de cómo temblábamos esta noche porque venían un centenar de rufianes y viejas grullas? ¿Eh?
Ella le tapó la boca con la mano riéndose.»
Alfred, su marido, que se siente decepcionado con la esposa que tiene, había sido su amante, acepta todos sus caprichos y exigencias encarna, la dejadez, el sarcasmo y la ironía. Es el único, que, en ciertos momentos, aunque muy puntuales, intenta sacar la cara a su hija. Pero también sabe con que tipo de mujer comparte su vida y su fortuna y así se lo hace saber la noche del baile:
«Yo pensaba que eras guapa, inteligente, que si me hacía rico me honrarías… Buen negocio hice, desde luego, menuda con la que fui a dar, modales de verdulera, una solterona con modales de cocinera…»
Antoinette, la hija, representa la inteligencia, los buenos modales, la contención y la locura, la elegancia, el silencio y la venganza.
Antoinette siente que su vida transcurre de temblor en temblor, ese miedo que lleva intrínseco por culpa de su madre, pero que dejará de lado cuando se decida a cometer la acción que pondrá todo patas arriba. Para eso encuentra el valor, sustentando en el ansia de venganza hacia su madre que se está gestando desde hace mucho tiempo debido al poco o ningún cariño que recibe de ella. Sólo recibe insultos y bofetadas de su progenitora, pero su madre no sabe que su inteligencia está por encima de sus estúpidos gritos.
«¡otra vez me has manchado el vestido con los zapatos sucios!, ¡al rincón, así aprenderás, ¿me has oído?, pequeña imbécil! (…) ¿Quieres que te de un guantazo? ¿Si?, y la quemazón de una bofetada. (…) ¿Aún no has terminado de lloriquear? ¡Oh, qué carácter! Cuando te corrijo, es por tu bien, ¿es así o no? ¡Ah!, y además, te aconsejo que no empieces otra vez a ponerme nerviosa (…) Enderézate; al menos que no parezcas jorobada. (…) Siempre te olvidas de que ahora somos ricos.
«¡Ah! Déjame tranquila, ¡eh!, me molestas; mira que llegas a ser pesada, tú también», y Antoinette nunca volvió a darle otros besos que no fueran los de la mañana y la noche, que padres e hijos intercambian sin pensar, como apretones de manos entre desconocidos.»
«-¿En qué sueñas con ese labio colgando? Cierra la boca y respira por la nariz. Qué agradable para unos padres, una hija que está siempre en las nubes… Ten más cuidado, ¿qué manera de comer es ésa? Apuesto a que has manchado el mantel… ¿A tu edad y no sabes comer como es debido? Y no muevas las ventanas de la nariz, por favor niña.. Tienes que aprender a escuchar las observaciones sin poner esa cara… (…) -Mira prefiero irme antes que ver esa cara delante de mí, pequeña boba.
«¡Mira que eres insoportable!, exclamó la anfitriona, haciendo tintinear la cristalería que había en la mesa. ¿Qué haces aquí, tropezando con la gente y estorbando a todo el mundo? Vete, ve a tu habitación, no, a tu habitación no, al cuarto de la ropa blanca, donde quieras; ¡pero que no se te vea ni se te oiga!»
Su madre siempre ha ansiado el poder, la riqueza y así se lo ha hecho saber a su hija desde niña:
«Si, anda, hija mía, si esperas que tu padre haga fortuna como promete desde que nos casamos, ya puedes esperar sentada, que va para largo. Te harás mayor y estarás aquí, como tu pobre madre, esperando.»
A lo largo de la narración, con ese gran talento que tiene esta autora, nos vamos poniendo tan nerviosos como Rosine con los preparativos del baile, y tan angustiados como Antoinette. No deja de dar órdenes a los criados, contradecir a los criados e instruir de la forma más negativa a su hija.
«Si te preguntan alguna cosa, Antoinette, dirás que vivíamos en el Midi todo el año. No es necesario que especifiques si era Cannes o Niza, di solamente Midi… a menos que te lo pregunten; entonces, es mejor que digas Cannes, es más distinguido… Pero naturalmente, tu padre tiene razón, sobre todo debes callar. Una niña debe hablar lo menos posible con los mayores.»
Todo estalla, el plan se traza en la cabeza de la niña, al menos el ansia de venganza florece, aún si ella misma saber lo que será después capaz de hacer, en el momento en que su madre le dice que ella no asistirá al baile por ser demasiado joven. La niña que cuenta con 14 años y se siente lo suficientemente mayor como para poder participar en él, ve esto como una afrenta hacia ella. Se siente humillada.
«Si me hubiera tocado la habría arañado, la habría mordido, y luego…pues me habría escapado…para siempre…por la ventana», pensó febrilmente. Y se vio en la acera, tendida, ensangrentada… Sin baile a los quince… Dirían: «La niña no podía escoger otro día para matarse.»
«Sucios egoístas; soy yo la que quiere vivir, yo, yo; yo soy joven… Me están robando, me roban mi parte de felicidad en la tierra…¡Oh! ¡Entrar en ese baile milagrosamente, y ser la más bella, la más deslumbrante, con los hombres a mis pies.»
Fantasea con la comparación entre ella y su madre en un hipotético diálogo entre los invitados al baile, porque aunque la madre presenta a su hija a través de sus desprecios como un ser tembloroso y lloroso, el poder del personaje de Antoinette reside en que es mucho más fuerte que su madre, porque es una muchacha hecha a si misma, dura por necesidad, elegante por naturaleza, que además no tiene que impostar nada para lucir en todo su esplendor. Ella sabe de este poder natural, de su inteligencia y es lo que le da empuje para continuar.
«¿La conocen? Es la señorita Kampf. La suya quizá no sea una belleza convencional, pero posee un extraordinario encanto, y es tan fina… Eclipsa a todas las demás, ¿no creen? En cuanto a su madre, parece una cocinera a su lado.»
Y mientras su madre sigue sumida en la organización, encomendando todo, desde el menú, la música, y delegar el trabajo a la institutriz inglesa de echar al correo las invitaciones, ocurre algo que cambiará el curso de lo planeado. Pero para saber qué sucede tienen que abrir este fantástico libro que les dejará el mejor de los recuerdos. Les dejo con unas pequeñas pistas.
«La embargó una especie de vértigo, una necesidad salvaje de desafío y de hacer daño. (…) Con el corazón ensanchado, los contempló flotar contra el arco del puente. Luego, el viento (…)»
«Me mataré, y antes de morir diré que es por su culpa, ya está murmuró. No tengo miedo a nada, me he vengado por adelantado…»
Irene Némirovsky y su familia tuvieron que huir a Rusia tras la revolución rusa de 1917. Poseían una inmensa fortuna y se establecieron en París en 1919. Hija única, la niña recibió una educación exquisita, aunque padeció una infancia infeliz y solitaria. Era políglota, extremadamente inteligente. Obtuvo la licenciatura de Letras en la Soborna en 1929. Envió su primera novela, «David Golder», a la editorial Grasset. Así comenzó una brillante carrera literaria que llevó a esta magnífica escritora a consagrarse como una de las autoras de mayor prestigio en Francia. Fue deportada y asesinada en Auschwitz, igual que su marido, Michel Epstein. Tuvieron dos hijas, que sin saberlo, conservaron durante decenios un manuscrito que finalmente vio la luz en el año 2004, no era otro que el contenía la novela «Suite francesa». Esta gran novela obtuvo el Premio Renaudot.
Si les gusta «El baile» les recomiendo otras dos novelas de esta autora que, salvando las lógicas distancias, giran en torno a estos personajes atormentados, y que yo considero igual de excelentes: «David Golder» y «Domingo». En «Domingo» se recogen tres relatos, en el que da nombre a la obra, una hija desafía a su madre en una familia hipócrita y llena de mentiras, pero hay otras historias igual de interesantes. En «David Golder» la autora presenta a un padre millonario, una esposa egocéntrica y manirrota y un contexto de gente sin escrúpulos. Golder es un banquero, de nuevo la figura de un banquero, sin duda más que inspirada en su padre, con una salud debilitada al que le persigue la desgracia, sus empresas van mal y su mujer y su única hija le abandonan. Decide entonces recluirse en París. De nuevo, también una mujer sin sentimientos y una hija única en un matrimonio falso. Los personajes se repiten, la vida de Irene se repite, y se interpreta de otra manera o de manera idéntica a como ella vivió, ¡quién lo sabe!
Todas estas obras se encuentran disponibles en la editorial Salamandra.