CUENTOS SALVAJES. EDNODIO QUINTERO

Descubrir los cuentos de Ednodio Quintero (Las Mesitas, Trujillo, Venezuela, 1947), ha sido una gran suerte para mi. Gracias a Ediciones Atalanta en su colección Ars Brevis, podemos disfrutar de la obra de este gran autor bajo el título «Cuentos Salvajes».

Enrique Vila-Matas ha manifestado que Quintero es «uno de esos «escritores de antes», y es posible que, a la larga, haber estado tan alejado de los focos mediáticos le haya beneficiado, porque le ha permitido acceder al ideal de ciertos narradores de raza: ser puro texto, ser estrictamente una literatura.» Creo que no se puede explicar ni definir mejor. Eso he sentido yo al leer a Quintero, literatura estricta. ¡Qué maestría y qué belleza! Es puro disfrute su literatura. Es inmensa.

Es difícil, muy difícil elegir entre tantos cuentos bellos, entre este mundo lleno de muerte, de sueños, de noche de plumas negras, de vacas blancas, de demonios, de magos, de naturaleza, de religión,… de tantas y tantas cosas tan interesantes, tan bien contadas, tan bien tratadas. Abran este magnífico libro, les va a impresionar. Lo van a recordar siempre. Es pura literatura.

No dejen de leer «Crimen Perfecto». En un relato tan corto, ya se aprecia de manera holgada ante el genio de escritor que estamos. La narración perfecta, las palabras exactamente ensartadas, la trama puntillosamente desarrollada y unas descripciones impresionantes.

Pero como digo, he tenido que elegir uno de tantos, debido como siempre al espacio No sé si he acertado y con éste puedo transmitir toda la grandeza del escritor, pero yo creo que cualquier párrafo lo podría demostrar. Les dejo con mi criterio de elección y con este cuento de inmensa belleza titulado «Parque A.M.» Van a encontrar, en apenas cuatro hojas, recuerdos, dolor, mar y muerte. Un hombre ha trazado un plan.  Aquí pueden leer unos bonitos párrafos del relato.

«Cuando pequeño quería ser buzo para viajar a través del mundo silencioso de los peces. Lucía, la amiga de mi madre, alimentaba mi vocación hablándome de sirenas, hipocampos, tesoros ocultos en el fondo del mar. Durante las noches me entretenía inventado historias de piratas. Hundía mi rostro en su regazo, y sus dedos largos de uñas de gavilán se enredaban en mi cabello. Me dejaba llevar por aquella caricia lenta y persistente, y me adormecía escuchando su voz. El ruido de la puerta anunciando la llegada de mi madre se mezclaba en mi mente con el golpear de las olas contra un acantilado, allá en una isla lejana. (…) Con frecuencia nos aventurábamos por los senderos del parque, y Lucía -para mi contento- daba rienda suelta a su imaginación. Así, un par de gallitos-de-la-virgen se convertían en dos flamantes pavos reales, luego de haber sido aves de paraíso, cóndores; un hongo no era otra cosa que un enanito gordo descansando en la orilla del camino; el sol, una moneda para comprarse helados.»

«Un día, mientras caminábamos sin rumbo fijo, Lucía se detuvo para preguntarme:

-¿Ves aquella vaca blanca pastando en la colina?

-Si, la veo.

-¿Sabías que los animales son felices?

-No, no lo sabía… Dímelo, Lucecita. Tú sabes tantas cosas.

-Sólo sé que voy a morir, Los animales no lo saben, por eso son felices»

Y después de los bellos recuerdos de infancia del protagonista, llega la despedida, la despedida a su hija.

«Antes de abandonar la jaula donde se ha consumido los últimos años de mi vida, lanzo una mirada a mi pasado y lo encuentro vacío, oscuro, sin sentido. El recuerdo de Lucía no me detendrá. Con pasos que quisieran ser firmes camino hacia el cuarto de mi hija, levanto el mosquitero, y durante un breve instante me quedo vigilando su sueño. Renuncio a besarla pues el contacto de mis labios fríos la despertará. Dejo caer un adiós nena, tibio y pequeñito, que se riega en el aire y se apaga sin haberla tocado. Me alejo bajo la mirada inquisidora de las once muñecas.»

Llega el fin y la ternura del relato estremece.

«Más que al salto, temo a las imágenes que se agolparán en la pantalla sin color de mi memoria. Si me fuese dado elegir, conservaría el vestido floreado de Lucía, un nube y la ovejita verde. Anularía esa otra que se repite y persiste con una intensidad malsana: la imagen de un ser que huye de sí mismo y emprende una larga travesía rumbo a las estrellas, su único equipaje es una soga.»

Un comentario en «CUENTOS SALVAJES. EDNODIO QUINTERO»

  1. Me alegra tu vuelta después de bastante tiempo. Me quedo con el nombre de este autor, que no conocía. Procuraré leerlo. Y veo que has leído a autores que me traen muy buenos recuerdos. Nemirovski, Salter, McEwan. Un abrazo y a seguir regalándonos lecturas.

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