MI PLANTA DE NARANJA-LIMA (SEGUNDA PARTE) JOSÉ MAURO DE VASCONCELOS

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«Los años pasaron, mi querido Manuel Valadares. Hoy tengo cuarenta y ocho años y, a veces, en mi nostalgia, siento la impresión de que continúo siendo una criatura. Que en cualquier momento vas a aparecer trayéndome fotos de artistas de cine o más bolitas. Tú fuiste quien me enseñó la ternura de la vida, mi Portuga querido. Hoy soy yo el que tiene que distribuir las bolitas y las figuritas, porque la vida sin ternura no vale gran cosa. A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común.»

A Minguito, Xururuca cuando le habla con más cariño, Zezé se lo cuenta todo, los cuentos que no le gustan, las historias que le apasionan, las peleas en la escuela, el juego del «murciélago», su amistad inesperada y entrañable con un rico portugués, Manuel Valadares, que siente mucha lástima por el chiquillo… Todo. La vida continúa y su árbol cada vez crece más, como una metáfora de él y de sus experiencias.

«Minguito había dado un gran estirón y pronto, muy pronto, estaría dando flores y frutos para mí. Los otros naranjos demoraban mucho. Mi planta de naranja-lima era «precoz», como tío Edmundo decía de mí. Después, él me explicó lo que eso significaba: era cuando las cosas sucedían mucho antes de que otras ocurrieran. Finalmente, me parece que no supo explicarlo muy bien. Lo que quería decir, simplemente era que algo se adelanta… Entonces yo tomaba trozos de cordón, sobre hilos y agujereaba un montón de tapitas de botellas para ir a enjaezar a Minguito. ¡Había que ver lo lindo que quedaba! El viento, golpeándolas, hacía chocar una tapita contra otra y parecía que estaba usando las espuelas de plata de Fred Thompson cuando montaba su caballo «Rayo de Luna».

En esta segunda parte del libro, la amistad de Zezé con el rico portugués hace que reflexionemos sobre una cosa muy importante, como la figura de una persona puede calar en el corazón y en la cabeza de un niño, transformándolo, en este caso, para bien. Y también que la amistad no entiende de edades y que la vida sin cariño y sin ternura, no tiene mucho valor, como muy acertadamente apunta el autor brasileño.

Zezé está cansado de su pobreza, de las palizas que le propina su padre, de escuchar una y otra vez que es un diablo. Por eso se apoya en el portugués. A él incluso le llega a decir que quiere suicidarse. A él le llega a decir, incluso, que le compre como hijo.

«Y si no me quieren dar, tú me compras. Papá está sin ningún dinero. Seguro que me vende. Si pide muy caro puedes comprarme a crédito, así como hace don Jacobo cuando vende…»

Zezé también se desahoga con Minguito. Le confiesa que significa Portuga para él. Y aquí queda de manifiesto, como la conducta de unos padres hacia los hijos, es algo que puede marcar para siempre, en este caso de la forma más triste posible. Al igual que una situación de pobreza, le hará al niño, soñar con un futuro mejor.

«…después de que él apareció en mi vida mi padre quedó convertido en una lechuza. Todo lo que hago él encuentra que está bien. Pero lo encuentra así, de un modo diferente. No es como otros, que dicen: «Ese chico va a ir lejos». ¡Ay, muy lejos, pero nunca salgo de Bangu!

Miré a Minguito con ternura. Ahora que había descubierto lo que era ternura la ponía en todo lo que me gustaba.

-Mira Minguito quiero tener doce hijos y otros doce. ¿Entiendes? Los primeros serán todos chicos y nunca van a recibir palizas. Los otros doce van a hacerse hombres. Y les voy a preguntar: «¿Qué quieres ser, hijo? ¿Leñador? Entonces, listo; aquí están el hacha y la camisa a cuadros. ¿Quieres ser domador de circo? Listo: aquí están el látigo y el uniforme…»

-Y en Navidad, ¿cómo vas a hacer con tantas criaturas?

¡También Minguito tenía cada cosa! Interrumpir en un momento así…

-En Navidad voy a tener mucho dinero. Compraré un camión de castañas y avellanas. Nueces, higos y pasas. Y tantos juguetes que hasta ellos van a tener que prestárselos a los vecinos pobres… Y voy a tener mucho dinero, porque de ahora en adelante quiero ser rico, muy rico, y además voy a ganar en la lotería…»

Pasará el tiempo y el padre intentará recomponer todo lo dañado, restituir todo lo perdido. Pero ya es tarde.

«¿Qué quiere ese hombre que me sienta en sus rodillas? Él no era mi padre. Mi padre había muerto. El Mangaratiba lo mató.»

Para saber a quién se refiere Zezé, tienen que leer este bello libro cargado de dolor y de poesía, de lecciones de vida y sobre todo y a pesar de todo, de esperanza, de ilusión, de ternura.

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