Archivos de la categoría: MANUEL BENÍTEZ CARRASCO

04Jun/10

UN POETA DE GRANADA, BENÍTEZ CARRASCO

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Vuelvo con este post a Manuel Benítez Carrasco. ¿Cómo olvidar sus poemas? Todos son inolvidables. “Tus cinco toritos negros”, “La barca” o “Soleá del amor desprendido”. Me gustaría recomendarles la lectura de sus libros y aquí les dejo algunos ejemplos.
De “Soleá del amor desprendío”:

“Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.

Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río:
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos;
porque era anillo de barro
mal tasao y mal vendío,
y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso, en zarzas y espinas,
un fingimiento de lirios.

Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta
que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.
Ya ves si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.”

“Tus cinco toritos negros” es un poema que lleva una pasión en cada verso dificil de explicar. Creo que Benitez Carrasco estuvo muy enamorado para tener que escribir este poema. ¿Soy yo la que dijo una vez que le gustaban los poetas y las poesías que decían te quiero sin escribirlo? Pues tengo que decir que si, que me gustan, pero esta que dice tantas veces, te quiero me parece muy buena también, quizás por eso, por la repetición incontrolada que hace de la frase. La poesía lo necesita, y creo que el escritor también lo necesitaba cuando la compuso, así es que lo mejor es no censurarnos en el proceso creativo. Hace días que escuché este comentario en una entrevista que le hicieron a la excelente cantante estadounidense Norah Jones, y tiene toda la razón. Así es que, Benitez Carrasco, como se suele decir, lo borda, por muchos te quiero que haya usado.

“Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,..
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.

Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso las prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
las hizo sombra tu pelo.
Y puse barreras duras
de zarzamora a mi cuerpo,
y saltó sobre las zarzas
el tuyo, torito negro.

¡Deja, que no quiero verte!
¡Déjame, que no te quiero!

(…)

¡Te quise siempre! ¡Te quise!
¡Te quiero siempre! ¡Te quiero!

Aunque no puedo quererte,
¡Te quiero!
Aunque no debo quererte,
¡Te quiero!
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro
¡Te quiero!
Aunque yo tengo dos lirios
que se me cuelgan al cuello,
¡Te quiero!

(…)

Manuel Benítez Carrasco nació en Granada, en el barrio del Albayzín, en 1922 y murió en la misma ciudad en 1999.
Benítez Carrasco inició su carrera literaria colaborando en la revista poética “Colección Vientos del Sur”. En 1943 obtuvo su primer premio de relevancia, el Premio Nacional de Teatro de Escuadra con la obra “Luz de Amanecer”, comenzando desde este momento una trayectoria literaria jalonada de galardones.
En 1947 marchó a Madrid. En esta ciudad comenzó a ganarse la vida como poeta, recitando sus poesías en teatros y clubes en los años 50. No termina de encontrar su espacio y decide marcharse a América, donde le llega el éxito. Desde 1955 su figura es totalmente inseparable de Hispanoamérica: viaja a Cuba y en la isla caribeña permanece durante todo un año. A partir de este momento la figura del granadino es inseparable de México, donde pasará gran parte de su vida.

© 2009 Araceli Cobos

30May/10

UN PERRO ABANDONADO NO TIENE RENCOR

UN-PERRO-ABANDONADO-NO-TIENE-RENCOR

“Con una pata colgando,
despojo de una pedrada,
pasó el perro por mi lado,
un perro de pobre casta.
Uno de esos callejeros,
pobres de sangre y estampa.
Nacen en cualquier rincón,
de perras tristes y flacas,
destinados a comer
basuras de plaza en plaza.
Cuando pequeños, qué finos
y ágiles son en la infancia,
baloncitos de peluche,
tibios borlones de lana,
los miman, los acurrucan,
los sacan al sol, les cantan.
Cuando mayores, al tiempo
que ven que se fue la gracia,
los dejan a su ventura,
mendigos de casa en casa,
sus hambres por los rincones
y su sed sobre las charcas-
Qué tristes ojos que tienen,
que recóndita mirada
como si en ella pusieran
su dolor a media asta.
Y se mueren de tristeza
a la sombra de una tapia,
si es que un lazo no les da
una muerte anticipada.
(…)
El perro me entiende; sabe
que maldigo la pedrada,
aquella pedrada dura
que le destrozó la pata
y él, con el rabo, me dice
que me agradece la lástima.
(…)
Ya estaba mi pobre perro
muerto de las cuatro patas
Hacia el cielo de los peros
se fue, anda que te anda,
las orejas de relente
y el hociquillo de escarcha.
Portero y dueño del cielo
San Roque en la puerta estaba:
ortopédico de mimos,
cirujano de palabras,
bien surtido de intercambios
con que curar viejas taras.
“Para tí…un rabo de oro;
para tí…un ojo de ámbar;
tú…tus orejas de nieve;
tú…tus colmillos de escarcha.
Y tú, mi perro reía,
tú…tu muleta de plata”
Ahora ya sé por qué está
la noche agujereada:
¿Estrellas…luceros…? No,
es mi perro cuando anda…
con la muleta va haciendo
agujeritos de plata”

Este poema bello y triste a partes iguales, titulado “El perro cojo”, lo escribió el gran poeta granadino Manuel Benítez Carrasco (Granada 1922-1999). Y así escribió muchos más, poemas sencillos, llanos, sin pretensiones, con la belleza del que no presume de nada. Este poema quería incluirlo en Un libro abierto porque quisiera que todo el mundo que lee este blog se conciencie, si aún no lo están, de lo que supone el maltrato a los animales. Este poema es la radiografía de la tristeza animal. Los animales son seres que comparten el mundo con nosotros, no los maltratemos, no les abandonemos, no los utilicemos inutilmente, no los despreciemos. Amar a los animales debería ser algo natural. Es increible pensar que alguien pueda hacer daño a un animal, pero tristemente es así. Desde niños hay que inculcar el amor a los animales. Nuestros hijos deben crecer amando la fauna, la flora, la naturaleza. El respeto a la naturaleza es básico. Hay que cuidar al planeta, hay que protegerlo. La única forma de comenzar es por el amor y el respeto a los seres vivos que conviven con nosotros.
Precioso final el de este poema:

“Ahora ya se por qué está
la noche agujereada:
¿Estrellas…luceros…? No,
es mi perro cuando anda…
con la muleta va haciendo
agujeritos de plata.”

Benitez Carrasco escribió la continuación de este poema, que les invito a leer, titulado “El niño, el perro y el milagro”, donde dice que los perros no saben de rencores ni de venganzas, por mucho dolor que les hayan causado.

© 2009 Araceli Cobos