HISTORIA DE SIMBAD EL MARINO (PARTE II)

¿Por qué he elegido el segundo viaje de Simbad? Aunque todos los cuentos de Simbad son especiales, preciosos e interesantes, no tenía ninguna duda de que sería el segundo viaje el que os invitaría a abrir para leer. Es el primer viaje que leí de niña, cuando aún los cuentos troquelados eran mis únicas lecturas. Entre ese montón de cuentos troquelados uno de mis favoritos era ese que se titulaba sin más, «Simbad el marino» y en el que un precioso dibujo en la portada de la gran ilustradora María Pasqual i Alberich (Barcelona 1933- 2011), presentaba a un marinero guapo y joven, sentado con las piernas cruzadas, un gran turbante rojo y una gran esmeralda en su mano. Ese fue el principio de mi idilio con los cuentos de «Las mil y una noches» que aún dura y que me ha llevado hasta la magnífica edición que ha publicado Ediciones Atalanta, una joya para todos los que amamos estas historias. 

Este viaje es uno de los que más despiertan los sentidos, está llenos de color, de olores, de brillo, de naturaleza, de animales exóticos, dunas … es simplemente fascinante.

Escribe Manuel Forcano, en su estupendo prólogo a la edición de Ediciones Atalanta que «en «Las mil y una noches», los mercaderes desempeñan un papel predominante: gran parte de las historias se sitúan en bazares y están protagonizadas por comerciantes, propietarios de tiendas o negocios, e hijos de potentados que también se dedican al comercio. Las intrigas suelen estar relacionadas con asuntos de ámbito monetario: préstamos, depósitos, riquezas, robos, bancarrotas, alhajas, herencias, tesoros,…(…) No es de extrañar, pues, que los tres personajes más célebres de «Las mil y una noches» sean tres mercaderes: Simbad el Marino, un empresario arrojado que llega a salir a la aventura hasta siete veces para hacer negocios; Aladino, que pide al genio de la lámpara su deseo de convertirse en un rico tendero, y Alí Babá, todo un ejemplo de buen gestor tras confiscar el enorme patrimonio amasado por los cuarenta ladrones.»

En el segundo fascinante viaje de mi querido personaje Simbad, éste se echa de nuevo a la mar, » Mi alma deseaba ardientemente comerciar, vagar por países e islas y ganarme la vida». Simbad sufre un percance cuando es abandonado por su buque que antes había anclado en una isla «con muchos árboles, frutos maduros y flores olorosas, donde los pájaros gorjeaban y los ríos era aún transparentes, pero no había ni casas ni nadie que hubiese encendido el fuego». No tiene nada ni siquiera comida o bebida . Pero la siguiente aventura dispuesta por el destino le espera, divisa una gran cúpula blanca que resulta ser un huevo de un ruj. «En algunas islas existe un gran pájaro llamado Ruj cuyas crías se ceban con elefantes.»

Simbad, entonces, se quita el turbante de la cabeza, lo pliega y retuerce hasta formar con él una cuerda, se lía con él y se ata fuertemente por la cintura sujetándose a las patas del ave. Piensa así que quizás le lleve a un país «con ciudades habitadas por personas.» «Cuando surgió el alba y amaneció, el ave se levantó del huevo, dio un fuerte grito y se remontó conmigo por los aires, hasta el punto que creí que habíamos llegado a las nubes del cielo. » Al desatarse del ave, observa que ésa coge de la tierra una serpiente de enorme cuerpo y se dirige al mar con ella». Simbad divisa un valle y ver que el suelo es de diamantes, piedras preciosas y ónice pero además todo el paraje está cubierto de «culebras y víboras como palmeras, y su tamaño es tan enorme que hubieran podido deglutir un elefantes si hubiese habido alguno. Estas serpientes aparecían por la noche, escondiéndose por el día por temor al ruj y a las águilas, que las cogían y partían, sin que yo supiera por qué.»

La suerte del marino cambia cuando recuerda una historia que había oído en tiempos, de boca de mercaderes, viajeros y peregrinos, «en la que se decía que en las montañas de los diamantes había grandes terrores y nadie podía ir allí, pero que los mercaderes que los recogían conocían un medio para llegar a ellos: tomaban una oveja muerta y la utilizaban como cebo después de despellejarla, diseminando la carne por aquellas montañas hasta el fondo del valles, y, como la carne estaba fresca, se le adherían las piedras. Los mercaderes la dejaban hasta el mediodía, las águilas y los buitres descendían hasta ella, cogían los trozos y se remontaban hacia las montañas, transportándolas cerca de los hombres, los cuales se aproximaban a las aves lanzando gritos. Éstas soltaban la carne y ellos la recogían y desprendían de ella las piedras adheridas, arrojando la carroña a los pájaros y las fieras y llevándose las piedras a su país. Nadie puede conseguir los diamantes si no es por medio de esta treta.»

¿Pondrá en práctica la historia Simbad? ¿qué ocurrirá con los diamantes?

Pues les diré que utilizaré el truco de «Las mil y una noches» para que usted abran el libro y descubran el final. «El alba soprendió a Sherezade, que se calló para no abusar de la licencia que había conseguido.»

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